La autora desea agradecer la ayuda incalculable que le han prestado las siguientes personas: Steven Humphrey, Roger Long, Alan Tivoli, Barbara Stephans; Marlin D. Ketter, de Investigaciones S. A., y Joe Driscoll, de la Agencia de Detectives Driscoll y Compañía, entidades ambas de Columbus, Ohio; y William Christensen, capitán de la policía de Santa Bárbara.