El Magnificangrejo, en realidad

Es primavera, y la Tortuga y Aquiles están dando un paseo dominical por el bosque. Han decidido escalar un cerro en cuya cumbre, según se dice, hay un maravilloso salón de té que tiene toda clase de pasteles deliciosos.

Aquiles: ¡Magnífico, magnífico! Cangrejo…

Tortuga: ¿¿Cangrejo??

Aquiles: Iba a decir: cangrejo más inteligente que nuestro amigo en común, el Cangrejo, no he visto. Es el más ingenioso de todos. Si, él debe de ser por lo menos dos veces más ingenioso que cualquier otro cangrejo vivo. O quizás incluso tres veces más ingenioso que cualquier otro cangrejo vivo. O quizás…

Tortuga: ¡Mi alma! ¡Cómo magnifica al Cangrejo!

Aquiles: Bueno, sucede que soy un admirador de su…

Tortuga: No necesita disculparse. Yo también lo admiro. Hablando de admiradores del Cangrejo, ¿le conté acerca de la curiosa carta de un admirador que recibió el Cangrejo no hace mucho tiempo?

Aquiles: Creo que no. ¿Quién la envió?

Tortuga: Tenía una estampilla de la India, y era de alguien de quien ninguno de nosotros dos había oído hablar nunca antes, un tal Sr. Nayunamar, creo.

Aquiles: Me pregunto por qué alguien que nunca conoció al Sr. Cangrejo le enviaría una carta, o cómo conseguiría la dirección para hacerlo.

Tortuga: Aparentemente, quien quiera que haya sido, tenía la ilusión de que el Cangrejo es un matemático. Contenía numerosos resultados, todos los cuales eran… Pero, ¡jo! ¡Hablando del rey de Roma! Justamente aquí viene el Sr. Cangrejo bajando el cerro.

Cangrejo: ¡Adiós! Fue hermoso conversar con Uds. nuevamente. Bueno, creo que es mejor que me vaya. Pero estoy repleto, ¡no podría comer ni una pizca más! Acabo de estar allá arriba, se lo recomiendo calurosamente. ¿Han ido alguna vez al salón de té en la cumbre del cerro? ¿Cómo está Ud., Aquiles? Oh, pero si aquí está Aquiles. Hola, hola. ¡Bueno, bueno, pero si es el Sr. T!

Tortuga: Hola, Sr. C. ¿Se dirige Ud. al salón de té en la cumbre?

Cangrejo: Bueno, por cierto que sí, para allá me dirijo; ¿cómo lo ha adivinado? Allá arriba espero encontrar algunos de sus deliciosos polvorones, finísimos pasteles. Tengo tanta hambre que se me hace polvo la boca. Oh, pero si ahí está Aquiles. ¿Cómo está Ud., Aquiles?

Aquiles: Podría estar peor, supongo.

Cangrejo: ¡Maravilloso! Bueno, no me permitan interrumpir su discusión. Seguiré sus pasos.

FIGURA 104. Castrovalva, de M. C. Escher (litografía, 1930).

Tortuga: Curiosamente, estaba por describir la misteriosa carta de ese tipo hindú que recibió Ud. hace algunas semanas, pero ahora que está Ud. aquí, dejaré que Aquiles escuche la historia de la boca del Cangrejo.

Cangrejo: Bueno, sucedió de esta manera. Este tipo, Nayunamar, aparentemente no había tenido nunca algún entrenamiento formal en matemáticas, pero había elaborado en cambio algunos métodos propios para derivar nuevas verdades matemáticas. Algunos de sus descubrimientos me dejaron completamente anonadado; nunca antes había visto nada parecido, ni en lo más mínimo. Por ejemplo, exhibió un mapa de la India, y se las había arreglado para colorearlo usando no menos de 1729 colores distintos.

Aquiles: ¡1729! ¿Dijo Ud. 1729?

Cangrejo: Sí —¿por qué lo pregunta?

Aquiles: Bueno, 1729 es un número muy interesante, Ud. sabe.

Cangrejo: Realmente no me había dado cuenta.

Aquiles: ¡Particularmente sucede que 1729 es el número del taxi que tomé esta mañana para ir hasta donde el Sr. Tortuga!

Cangrejo: ¡Qué fascinante! ¿Sería posible que Ud. me dijera el número del tranvía que tomará mañana hasta donde el Sr. Tortuga?

Aquiles (después de pensarlo un momento): No lo puedo vislumbrar en este momento; sin embargo, pienso que debe ser muy grande.

Tortuga: Aquiles tiene una magnífica intuición para estas cosas.

Cangrejo: Sí. Bueno, como estaba diciendo, Nayunamar demostraba también en su carta que todo primo par es la suma de dos números impares, y que no hay soluciones en enteros positivos para la ecuación

an + bn = cn para n = 0

Aquiles: ¿Qué? ¿Todos estos viejos problemas clásicos de la matemática resueltos de un tirón? ¡Debe de haber sido un genio de primer orden!

Tortuga: Pero Aquiles ¿no abriga Ud. ni siquiera el más ligero escepticismo?

Aquiles: ¿Qué? Oh, sí, escepticismo. Bueno, por supuesto que sí. No pensará Ud. que yo creo que el Sr. Cangrejo recibió tal carta, ¿o sí? Yo no caigo en cualquier trampa, Ud. sabe. ¡De modo que tiene que haber sido USTED, Sr. T, quien recibió la carta!

Tortuga: Oh, no, Aquiles, la parte que se refiere a que el Sr. C recibió la carta es completamente cierta. Lo que quise decir fue si, ¿acaso no es Ud. escéptico acerca del contenido de la carta, de sus extravagantes planteamientos?

Aquiles: ¿Por qué debería serlo? Hmm… Bueno, por supuesto que lo soy. Yo soy una persona muy escéptica, tal como Uds. dos bien saben. Es muy difícil convencerme de algo, no importa cuán verdadero o falso sea.

Tortuga: Muy bien dicho, Aquiles. Ciertamente tiene Ud. una conciencia de primera clase acerca de su propio funcionamiento mental.

Aquiles: ¿Se les ha ocurrido alguna vez, mis amigos, que estos planteamientos de Nayunamar podrían ser incorrectos?

Cangrejo: Francamente, Aquiles, siendo yo mismo bastante conservador y ortodoxo, cuando recibí la carta estaba algo preocupado acerca de ese mismo punto. De hecho, al principio sospeché que se trataba de un verdadero fraude. Pero, en segunda instancia, se me ocurrió que no muchas personas serían capaces de elaborar resultados que sonaran tan raro y que fueran tan complejos como ésos a partir de su pura imaginación. De hecho, todo se resumía en esta pregunta: “¿Qué es más probable: un charlatán de tan extraordinaria ingenuidad, o un matemático de gran genio?”. Y pronto comprendí que las probabilidades favorecían claramente a la primera posibilidad.

Aquiles: ¿Pero Ud. no verificó directamente algunos de estos asombrosos planteamientos?

Cangrejo: ¿Por qué debería haberlo hecho? El argumento probabilístico era la cosa más convincente que yo nunca había pensado; ninguna prueba matemática lo habría igualado. Pero fue aquí donde el Sr. T insistió en el rigor. Finalmente cedí a su insistencia y verifiqué todos los resultados de Nayunamar. Para mi gran sorpresa, cada uno de ellos era correcto. Sin embargo, nunca sabré como los descubrió. Debe haber tenido algún tipo de comprensión oriental asombrosa e inescrutable, de la que nosotros aquí en Occidente no tenemos ni sospechas. Hasta ahora, ésta es la única teoría que tiene algún sentido para mí.

Tortuga: El Sr. Cangrejo siempre ha sido un poco más susceptible a las explicaciones místicas o fantásticas que yo. Tengo plena confianza en que todo lo que Nayunamar hizo a su manera tiene un perfecto paralelo dentro de la matemática ortodoxa. En mi opinión, no hay ninguna manera de hacer matemática que sea fundamentalmente diferente a lo que nosotros conocemos.

Aquiles: Es una opinión interesante. Supongo que tiene algo que ver con la Tesis Church-Turing y otros temas relacionados.

Cangrejo: Oh, bueno, dejemos a un lado estos asuntos técnicos en un día tan lindo, y gocemos de la quietud del bosque, del trinar de los pájaros, y del reflejo de los rayos solares en las hojas y capullos nuevos. ¡Jo!

Tortuga: Apoyo la moción. Después de todo, todas las generaciones de Tortugas han disfrutado de tales delicias de la naturaleza.

Cangrejo: Igual que todas las generaciones de Cangrejos.

Aquiles: Por casualidad, ¿no ha traído su flauta con Ud., Sr. C?

Cangrejo: ¡Por cierto que sí! La llevo conmigo a todas partes. ¿Le gustaría escuchar una o dos melodías?

Aquiles: Sería delicioso en este escenario pastoril. ¿Toca Ud. de memoria?

Cangrejo: Es triste decirlo, pero eso está más allá de mis capacidades. Tengo que leer mi música en una hoja de papel. Pero eso no es problema. Tengo varias piezas muy agradables aquí en este estuche.

(Abre un delgado estuche y saca unas cuantas hojas de papel. La de encima tiene los siguientes símbolos escritos sobre ella:

∀a:~Sa = O

Pone la hoja de encima en un pequeño atril adosado a su flauta, y toca. La melodía es muy corta.)

Aquiles: Eso fue encantador. (Observa la hoja en la flauta, y una expresión de asombro nubla su rostro.) ¿Qué hace ese enunciado de la teoría de los números adherido así a su flauta?

(El Cangrejo mira su flauta, luego su música, da vuelta su cabeza para todos lados, y parece algo confundido.)

Cangrejo: No entiendo. ¿Qué enunciado de la teoría de los números?

Aquiles: “Cero no es el subsiguiente de ningún número natural”. ¡Ahí, en el atril de su flauta!

Cangrejo: Ése es el tercer Postuludio de Peano. Existen cinco de ellos, y yo los he arreglado todos para flauta en un opus titulado “Cinco Fugas y Postuludios para Peano”, el cual forma parte de mi obra magna titulada el Cangrejín Bien Temperado. Los Postuludios son obvios, pero cautivantes.

Aquiles: Lo que no es obvio para mí, es cómo un enunciado teórico-numérico puede ser tocado como música.

Cangrejo: Pero yo insisto, NO es un enunciado teórico-numérico, ¡es un Postuludio de Peano! ¿Le gustaría escuchar otro?

Aquiles: Estaría fascinado.

(El Cangrejo pone otra hoja de papel sobre su flauta, y esta vez Aquiles observa más cuidadosamente.)

Bueno, observé sus ojos, y ellos estaban mirando la FORMULA en la hoja de papel. ¿Está seguro de que eso es notación musical? Juraría que se asemeja asombrosamente a la notación que uno podría usar en una versión formalizada de la teoría de los números.

Cangrejo: ¡Qué extraño! Pero hasta donde yo puedo decir, esto es música, ciertamente. Por supuesto yo no soy un matemático en ningún sentido de la palabra. ¿Le gustaría escuchar alguna otra melodía?

Aquiles: De todos modos. ¿Tiene alguna otra?

Cangrejo: Montones.

(Toma una nueva hoja de papel, y la adhiere a su flauta. Contiene los siguientes símbolos:

~∃a:∃b:(SSa·SSb) = SSSSSSSSSSSSSO

Aquiles los observa, mientras el Cangrejo los toca.)

¿No es una belleza?

Aquiles: Si, ciertamente es una piececita melodiosa. Pero tengo que decir que cada vez la encuentro más y más parecida a la teoría de los números.

Cangrejo: ¡Cielos! Es sólo mi notación musical acostumbrada, nada más. Simplemente no sé como lee Ud. todas esas connotaciones extramusicales en una perfecta representación de sonidos.

Aquiles: ¿Se opondría a tocar una pieza de mi propia composición?

Cangrejo: En lo más mínimo. ¿La tiene consigo?

Aquiles: Aún no, pero tengo el presentimiento de que podría ser capaz de componer algunas melodías por mí mismo.

Tortuga: Debo decirle, Aquiles, que el Sr. C es un juez muy riguroso con la música compuesta por otros, de modo que no se desanime si, por casualidad, él no resulta un entusiasta de sus esfuerzos.

Aquiles: Es muy amable de su parte al prevenirme. Aun así, deseo hacer el intento…

(Escribe:

((SSSO·SSSO) + (SSSSO·SSSSO)) = (SSSSSO·SSSSSO)

El Cangrejo la toma, la mira un momento, luego la pone en su atril, y toca.)

Cangrejo: Bueno, es muy bonito, Aquiles. Me encantan los ritmos extraños.

Aquiles: ¿Qué hay de extraño en los ritmos de esa pieza?

Cangrejo: Oh, naturalmente para Ud. como compositor debe parecerle muy dulce, pero para mis oídos el cambiar de un ritmo 3/3 a 4/4 y luego a 5/5 es muy exótico. Si Ud. tiene otras canciones, estaría feliz de tocarlas.

Aquiles: Muchas gracias. Nunca he compuesto nada antes, y debo decir que componer es muy diferente a como yo había imaginado que era. Déjeme probar mis dedos con otra. (Anota una línea.)

~∃a:∃b:(SSa·SSb) = SSSSSSSSSSSSSSO

Cangrejo: Hmm… ¿No es ésta una copia de mi pieza anterior?

Aquiles: ¡Oh, no! Le he agregado otra S. Donde Ud. tenía trece en una hilera, yo tengo catorce.

Cangrejo: Oh, sí. ¡Por supuesto! (La toca, y se pone muy serio.)

Aquiles: ¡Espero que no le haya disgustado mi pieza!

Cangrejo: Me temo, Aquiles, que ha fracasado Ud. en captar las sutilezas de mi pieza, en la cual está basada la suya. ¿Pero cómo podría esperar yo que la entendiera la primera vez que la escucha? Uno no siempre entiende cuál es la raíz de la belleza. Es tan fácil confundir la belleza con los aspectos superficiales de una pieza e imitarlos, cuando la belleza misma está encerrada profundamente dentro de la música, en una forma que parece eludir siempre el análisis.

Aquiles: Me temo que me he perdido un poco con su erudito comentario. Entiendo que mi pieza no esté a la altura de sus altos estándares, pero no sé exactamente dónde erré el camino. ¿Podría Ud. acaso decirme específicamente dónde encuentra fallas en mi composición?

Cangrejo: Una forma posible de salvar su composición, Aquiles, sería insertar otras tres S más —también podrían ser cinco— en ese largo grupo de S cerca del final. Eso crearía un efecto sutil e inusual.

Aquiles: Ya veo.

Cangrejo: Pero hay otras maneras que Ud. también podría escoger para cambiar su pieza. Personalmente, yo encontraría muy atractivo poner otra tilde delante. Entonces habría un delicado equilibrio entre el comienzo y el final. El tener dos tildes en una hilera nunca deja de darle un pequeño y llamativo giro a una pieza, Ud. sabe.

Aquiles: ¿Qué le parece si tomo sus dos sugerencias y hago la siguiente pieza?

~~∃a:∃b:(SSa·SSb) = SSSSSSSSSSSSSSSSSO

Cangrejo (una mueca de dolor cruza su rostro): Ahora bien, Aquiles, es importante aprender la siguiente lección; nunca trate de poner demasiado dentro de una sola pieza. Siempre hay un punto más allá del cual no puede ser mejorada, y los intentos ulteriores por mejorarla de hecho la destruirán. Ése es el caso en este ejemplo. Su idea de incorporar mis dos sugerencias juntas no produce la cantidad de belleza adicional deseada, sino por el contrarío, crea un desequilibrio que borra todo el encanto.

Aquiles: ¿Cómo es que dos piezas muy similares, tales como la suya con trece S y la mía con catorce S, le parecen a Ud. tan diferentes en su valor musical? Salvo en ese aspecto menor, las dos son idénticas.

Cangrejo: ¡Cielos! Hay un mundo de diferencia entre su pieza y la mía. Quizá sea ésta una ocasión en que las palabras no son capaces de transmitir lo que el espíritu puede sentir. Por cierto, me aventuraría a decir que no existe un conjunto de reglas que describa qué es aquello que hace bella una pieza; y creo también que jamás podría existir tal conjunto de reglas. El sentido de la Belleza es un dominio exclusivo de las Mentes Conscientes, mentes que a través de la experiencia de la vida han conquistado una profundidad que trasciende la explicación por cualquier simple conjunto de reglas.

Aquiles: Siempre recordaré esta vívida clarificación de la naturaleza de la Belleza. Supongo que algo similar se aplicará también al concepto de Verdad, ¿no?

Cangrejo: Sin duda. Verdad y Belleza están tan interrelacionadas como…

Aquiles: ¿Tan interrelacionadas como, digamos, las matemáticas y la música?

Cangrejo: ¡Oh! ¡Me quitó las palabras de la boca! ¿Cómo supo que eso era lo que yo estaba pensando?

Tortuga: Aquiles es muy astuto, Sr. C. Nunca subestime la potencialidad de su capacidad de comprensión.

Aquiles: ¿Diría Ud. que es posible concebir alguna relación entre la verdad o falsedad de un enunciado particular de las matemáticas y la belleza, o carencia de belleza, de una pieza de música asociada a él? ¿O es eso simplemente una fantasía artificiosa mía, sin fundamento alguno en la realidad?

Cangrejo: Si me lo pregunta a mí, diría que eso es llevar las cosas demasiado lejos. Cuando hablé de la interrelación entre música y matemática, hablaba figurativamente, Ud. sabe. En cuanto a la posibilidad de una conexión directa entre piezas musicales específicas y enunciados matemáticos específicos, sin embargo, abrigo dudas extremadamente serias. Humildemente le aconsejaría no dedicarle demasiado tiempo a una especulación tan ociosa.

Aquiles: Sin duda tiene Ud. razón. Sería de lo más infructuoso. Quizá deba concentrarme en agudizar mi sensibilidad musical componiendo algunas piezas nuevas. ¿Querría Ud. ser mi mentor, Sr. C?

Cangrejo: Me sentiría muy feliz de ayudarle en sus pasos hacia la comprensión musical.

(Aquiles toma entonces la pluma en sus manos y, con lo que parece ser un gran esfuerzo de concentración, escribe:

∧OOa∀′∨~∧∧:b + cS(∃∃=O∧⊃((~d)<∨(∀S· + (>∨

El Cangrejo parece espantado.)

¿Realmente quiere Ud., que yo toque esa… esa… esa sea lo que sea?

Aquiles: ¡Oh, por favor hágalo!

(El Cangrejo la toca entonces con evidente dificultad.)

Tortuga: ¡Bravo! ¡Bravo! ¿Es acaso John Cage su compositor favorito, Aquiles?

Aquiles: En realidad, él es mi anticompositor favorito. De cualquier manera, me alegra que le haya gustado MI música.

Cangrejo: Uds. dos pueden encontrar entretenido escuchar esa cacofonía totalmente sin sentido, pero les aseguro que no es en absoluto agradable para un compositor sensitivo estar sujeto a tales disonancias vacías, y ritmos tormentosos y sin sentido. Pensé que Ud. tenía un buen sentido musical, Aquiles. ¿Será posible que sus piezas anteriores tuvieran mérito simplemente por azar?

Aquiles: Oh, por favor, perdóneme, Sr. Cangrejo. Estaba intentando explorar los límites de su notación musical. Quería aprender directamente qué clase de sonidos resultan cuando escribo ciertos tipos de secuencias de notas, y también cómo evalúa Ud. piezas escritas en varios estilos.

Cangrejo: ¡Bah! Yo no soy una máquina de música automática, Ud. sabe. Ni tampoco soy un tarro de basura para porquerías musicales.

Aquiles: Lo lamento mucho. Pero siento que he aprendido un montón al escribir esa pequeña pieza, y estoy convencido de que ahora puedo escribir música mucho mejor de lo que nunca hubiera podido hacerlo si no hubiera probado esa idea. Y si Ud. toca tan sólo una pieza mía más, tengo grandes esperanzas de que se sentirá mejor con respecto a mi sensibilidad musical.

Cangrejo: Bueno, está bien. Escríbala y le daré una oportunidad.

(Aquiles escribe

∀a:∀b:<(a·a) = (SSO·(b·b)) ⊃ a = 0>

Y el Cangrejo la toca.)

Tenía Ud. razón, Aquiles. Parece que Ud. ha recuperado su agudeza musical completamente. ¡Ésta es una pequeña joya! ¿Cómo llegó a componerla? Nunca he escuchado nada como esto. Obedece todas las reglas de la armonía, y sin embargo tiene un cierto —¿cómo podría decir?— atractivo irracional. No sé decir por qué, pero por esa misma razón me gusta.

Aquiles: Me da gusto pensar que pueda gustarle.

Tortuga: ¿Ha pensado en algún nombre para ella, Aquiles? Quizá la podría llamar “La Canción de Pitágoras”. Ud. recuerda que Pitágoras y sus discípulos estuvieron entre los primeros que estudiaron el sonido musical.

Aquiles: Sí, es verdad. Ése sería un excelente título.

Cangrejo: ¿No fue Pitágoras también el primero en descubrir que la razón entre dos cuadrados nunca puede ser igual a 2?

Tortuga: Creo que tiene Ud. razón. Fue considerado un descubrimiento siniestro en esa época, pues nunca antes alguien se había percatado de que hay números —tal como la raíz cuadrada de 2— que no son razones entre enteros. Y por eso el descubrimiento fue profundamente perturbador para los pitagóricos, quienes pensaban que eso revelaba un defecto grotesco e insospechado en el mundo abstracto de los números. Pero no sé qué tiene que ver esto con el precio del té en China.

Aquiles: Hablando de té, ¿no es ése el salón de té, ahí arriba, delante de nosotros?

Tortuga: Sí, correcto, ése es. Deberíamos estar ahí en unos pocos minutos más.

Aquiles: Hmm… Justo el tiempo suficiente para que yo les silbe la melodía que el taxista escuchaba en su radio esta mañana. Era algo así.

Cangrejo: Espere un momento; sacaré unas hojas de papel de mi estuche, y anotaré su melodía. (Revuelve un poco dentro de su estuche, y encuentra una hoja de papel en blanco.) Adelante, estoy listo.

(Aquiles silba una melodía bastante larga, y el Cangrejo se esfuerza por seguirlo.)

¿Podría silbar los últimos compases nuevamente?

Aquiles: Por cierto que sí.

(Después de un par de tales repeticiones, el cuadro está completo, y el Cangrejo despliega orgullosamente su transcripción:

<((SSSSSO·SSSSSO)+(SSSSSO·SSSSSO))=((SSSSSSSO·SSSSSSSO)+(SO·SO))
∧~∃b:<∃c:(Sc+b)=((SSSSSSSO·SSSSSSSO)+(SO·SO))∧∃d:∃d′:∃e:∃e′:
<~<d=e∨d=e′>∧<b=((Sd·Sd) + (Sd′·Sd′))∧b=((Se·Se) + (Se′·Se′))>>>>

El Cangrejo la toca entonces.)

Tortuga: Es una música peculiar, ¿o no? A mí me suena un poco como música de la India.

Cangrejo: Oh, pienso que es muy simple para ser de la India. Pero por supuesto yo sé muy poco acerca de tales cosas.

Tortuga: Bueno, ya estamos en el salón de té. ¿Nos sentamos aquí afuera en la veranda?

Cangrejo: Si no le importa, preferiría entrar. He tomado suficiente sol por hoy.

(Entran al salón de té, se sientan en torno a una hermosa mesa de madera, y ordenan té y pasteles. De inmediato les acercan un carrito con finísimos pasteles, y cada uno escoge su favorito.)

Aquiles: Sabe, Sr. Cangrejo, me encantaría saber qué piensa Ud. de otra pieza que acabo de componer mentalmente.

Cangrejo: ¿Me la puede mostrar? Aquí tiene, escríbala en esta servilleta.

(Aquiles escribe:

∀a:∃b:∃c:<~∃d:∃e:<(SSd·SSe)=b∨(SSd·SSe)=c>∧(a+a)=(b+c)>

El Cangrejo y la Tortuga la estudian con interés.)

Tortuga: En su opinión, ¿es ésta otra bella pieza, Sr. C?

Cangrejo: Bueno, eh… (Se mueve en su silla y se lo ve un tanto incómodo.)

Aquiles: ¿Cuál es el problema? ¿Es más difícil decidir en este caso que en los otros si acaso esta pieza es bella?

Cangrejo: Eh… No, no es eso, en absoluto. Es sólo que, bueno… realmente tengo que ESCUCHAR una pieza antes de que pueda decir cuánto me gusta.

Aquiles: ¡Adelante, entonces, tóquela! Me muero por saber si acaso Ud. la encuentra bella o no.

Cangrejo: Por supuesto, me sentiré extremadamente feliz de tocarla para Ud. Sólo que…

Aquiles: ¿No la puede tocar para mí? ¿Cuál es el problema? ¿Por qué está Ud. titubeando?

Tortuga: ¿No comprende, Aquiles, que si el Sr. Cangrejo satisface su petición sería muy incómodo y molesto para la clientela y empleados de este fino establecimiento?

Cangrejo (mostrándose súbitamente aliviado): Correcto. No tenemos ningún derecho para imponer nuestra música a los demás.

Aquiles (descorazonado): ¡Oh, NO! Y yo que deseaba TANTO saber lo que él piensa de esta pieza.

Cangrejo: ¡Uf! ¡Eso sí que estuvo cerca!

Aquiles: ¿Qué significa ese comentario?

Cangrejo: Oh, nada. Es sólo que aquel camarero tropezó con otro camarero y casi volcó una tetera llena hasta el tope sobre una dama. Le hubiera tomado todo el pelo. Debo decir que se escapó por poco. ¿Qué dice Ud., Sr. Tortuga?

Tortuga: Que casi se cae el primo. En todo caso, el té es excelente. ¿No está de acuerdo, Aquiles?

Aquiles: Oh, sí. De hecho, es un té primo.

Cangrejo: Definitivamente. Bueno, no sé que pretenden Uds. dos, pero está oscureciendo y yo pretendo valerme de ese farol ahí tirado para alumbrar mi camino, pues tengo que dar un gran rodeo para llegar hasta mi casa, al otro lado del cerro.

Aquiles: ¿Se refiere Ud. a este gran farol aquí tirado?

Cangrejo: Ud. lo dijo, Aquiles.

Aquiles: Ya veo. Bueno, tendré que tenerlo presente.

Cangrejo: Ha sido una tarde tan agradable, Aquiles, y sinceramente espero que intercambiemos más composiciones musicales otro día. Aquiles: Lo estaré esperando, Sr. C. Bueno, adiós.

Tortuga: Adiós, Sr. C.

(Y el Cangrejo se dirige hacia abajo por el otro lado del cerro.)

Aquiles: Bueno, ahí va un tipo brillante… Según yo estimo, él es por lo menos cuatro veces más ingenioso que cualquier otro cangrejo vivo. O quizás incluso cinco…

Tortuga: Tal como Ud. dijo en un principio, dice ahora y probablemente dirá por siempre, palabras por los siglos de los siglos, ah…