La Tortuga y Aquiles han ido a pasar el día a un parque de atracciones. Después de comprar palomitas de maíz, deciden dar un paseo en la noria.
Tortuga: Éste es mi paseo favorito. Parece que uno se va tan lejos, y en realidad no se avanza en absoluto.
Aquiles: Ya se por qué le atrae tanto. ¿Se ajustó bien el cinturón?
Tortuga: Sí, creo que he logrado cerrar este broche. Bien, aquí vamos. ¡Yupiii!
Aquiles: Ciertamente hoy está Ud. eufórico.
Tortuga: Tengo buenas razones para estarlo. Mi tía, que es adivina, me dijo que hoy caería un golpe de buena fortuna sobre mí. Así pues, lo estoy festejando con anticipación.
Aquiles: ¡No me diga que cree en eso de adivinar la fortuna!
Tortuga: No… pero dicen que funciona aun cuando no se cree en ello.
Aquiles: Bueno, eso sí que es una fortuna.
Tortuga: Ah, qué vista de la playa, la gente, el océano, la ciudad…
Aquiles: Sí, ciertamente es espléndida. Oiga, mire ese helicóptero allá. Parece venir volando en nuestra dirección. De hecho, ahora está casi directamente sobre nosotros.
Tortuga: Qué extraño— un cable cuelga desde él y se extiende casi hasta nosotros. Se está acercando tanto que prácticamente podríamos agarrarlo.
Aquiles: ¡Mire! Al final de la cuerda hay un gancho gigante con una nota.
(Se estira y agarra la nota. Pasan de largo y siguen rumbo abajo.)
Tortuga: ¿Puede descifrar lo que dice la nota?
Aquiles: Sí… dice, “Cómo están, amigos. Agárrense del gancho en la próxima vuelta y tendrán una Sorpresa Inesperada”.
Tortuga: La nota es un poco palomilla, pero quién sabe adónde nos puede llevar. Quizá tenga algo que ver con ese poco de Buena Fortuna prevista para mí. ¡Intentémoslo de todas maneras!
Aquiles: ¡Intentémoslo!
(En el viaje hacia arriba se desabrochan sus cinturones, y en la cima de la trayectoria se agarran del gancho gigante. Repentinamente son tirados hacia arriba por el cable, que rápidamente los iza hacia el cielo hasta el revoloteante helicóptero. Una mano fuerte y grande los ayuda a entrar.)
Voz: Bienvenidos a bordo… ¡Bobos!
Aquiles: ¿Quie… Quién es Ud?
Voz: Permítanme presentarme. Soy Hexaclorofeno J. Buenafortuna, Ladrón de Niños al Por Mayor y Devorador de Tortugas por Excelencia, para servirles.
Tortuga: ¡Glup!
Aquiles (susurrándole a su amigo): Uh—oh—creo que esta “Buenafortuna” no es exactamente lo que esperábamos. (A Buenafortuna) Eh— si puedo ser tan atrevido—¿adónde nos está llevando?
Buenafortuna: ¡Jo, jo! ¡A mi cocina celestial completamente eléctrica, donde prepararé este sabroso bocado (mirando de reojo a la Tortuga mientras dice esto) a la manera de un delicioso pastel celestial! Y no se equivoquen ¡todo esto es sólo para satisfacer mi glotonería! ¡Jo, jo, jo!
Aquiles: ¡Lo único que puedo decir es que Ud. tiene una risa bastante diabólica!
Buenafortuna (riéndose diabólicamente): ¡Jo, jo, jo! Por aquella observación, mi amigo, las va a pagar caro. ¡Jo, jo!
Aquiles: Oh, ¡qué querrá decir con eso!
Buenafortuna: Muy sencillo ¡tengo reservado un Destino Siniestro para Uds. dos! ¡Espérense no más! ¡Jo, jo, jo! ¡Jo, jo, jo!
Aquiles: ¡Ggggg!
Buenafortuna: Bueno, hemos llegado. Desembarquen, mis amigos, a mi fabulosa cocina celestial completamente eléctrica.
(Entran.)
Permítanme mostrarles el lugar, antes de que prepare sus destinos. Aquí está mi dormitorio. Aquí está mi estudio. Por favor, espérenme aquí un momento. Tengo que ir a afilar mis cuchillos. Mientras esperan, sírvanse un par de algodones de azúcar de la famosa marca “Sacarín”. ¡Jo, jo, jo! ¡Pastel de Tortuga! ¡Pastel de Tortuga! ¡Mi clase de pastel favorito! (Sale.)
Aquiles: Oh, caramba ¡algodón de azúcar “Sacarín”! ¡Voy a comer hasta que me dé puntada!
Tortuga: ¡Aquiles! ¡Acaba de llenarse con palomitas de maíz! Además, ¿cómo puede pensar en comida en un momento como éste?
Aquiles: Me importa un pepino —oh, perdóneme— no debería usar ese tipo de frases, ¿o sí? Quiero decir en estas horrorosas circunstancias…
Tortuga: Me temo que estamos fritos.
Aquiles: Oiga ¿por qué no le da una husmeada a todos esos libros que el viejo Buenafortuna tiene en su estudio? Es una colección verdaderamente esotérica: Cabezas de Chorlo que He Conocido; Ajedrez y Giros de Paraguas Sin Esfuerzo; Concierto Para Zapateadores y Orquesta… Hmm.
Tortuga: ¿Qué es ese pequeño volumen que yace abierto ahí sobre el escritorio, al lado del dodecaedro y el cuaderno de dibujo abierto?
Aquiles: ¿Éste? Bueno, su título es Las Excitantes Aventuras de Aquiles y la Tortuga en Diversos Lugares del Mundo.
Tortuga: Un título bastante excitante.
Aquiles: Por cierto, y la aventura de la página en que está abierto el libro también parece ser excitante. Se llama “Ğinn y Tónico”.
Tortuga: Hmm… me pregunto por qué. ¿Tratamos de leerlo? Yo podría tomar el papel de la Tortuga y Ud. el de Aquiles.
Aquiles: De acuerdo. Nada se pierde…
(Comienzan a leer “Ğinn y Tónico”.)
(Aquiles ha invitado a la Tortuga a ver su
colección de láminas de su artista favorito, M. C. Escher.)
Tortuga: Estas láminas son maravillosas, Aquiles.
Aquiles: Sabía que a Ud. le encantaría verles. ¿Tiene alguna favorita en particular?
Tortuga: Una de mis favoritas es Convexo y Cóncavo, donde dos mundos internamente consistentes, al ser yuxtapuestos, componen un mundo completamente inconsistente. Los mundos inconsistentes son lugares entretenidos para visitar, pero no desearía vivir en ellos.
Aquiles: ¿Qué quiere decir con “entretenidos para visitar”? Los mundos inconsistentes no EXISTEN, de modo que ¿cómo podría Ud. visitar alguno?
Tortuga: Perdón, pero ¿no estábamos de acuerdo que en este cuadro de Escher se retrata un mundo inconsistente?
Aquiles: Sí, pero ése es sólo un mundo bidimensional —un mundo ficticio— en un cuadro. Ud. no puede visitar ese mundo.
Tortuga: Tengo mis recursos…
Aquiles: ¿Cómo podría introducirse a sí mismo dentro del universo plano de un cuadro?
Tortuga: Bebiendo una copita de JARABE METEDOR. Ése es el secreto.
Aquiles: ¿Qué demonios es un jarabe metedor?
Tortuga: Es un líquido que viene en pequeños frascos de cerámica, el cual, al ser bebido por alguien mientras observa un cuadro, lo “mete” directamente dentro del mundo de ese cuadro. Las personas que no están al tanto de los poderes del jarabe metedor a menudo se ven muy sorprendidas por las situaciones a las que son transportadas.
Aquiles: ¿No hay antídoto? Una vez metido, ¿está uno irreparablemente perdido?
Tortuga: En algunos casos ése no es un destino tan amargo. Pero hay, de hecho, otros jarabes —bueno, no un jarabe, realmente, sino un elixir —no, no un elixir, sino un—, un…
Tortuga: Probablemente quiera decir “tónico”.
Aquiles: ¿Tónico?
Tortuga: Ésa era la palabra que buscaba, “TÓNICO SACADOR” es como se llama, y si Ud. se acuerda de llevar una botella de él en su mano derecha al beber el jarabe metedor, él también va a ser metido dentro del cuadro; entonces, siempre que Ud. tenga ganas de “sacarse” de vuelta a la vida real, sólo necesita tomar un trago de tónico sacador, y voilà, Ud. está de vuelta en el mundo real, exactamente donde estaba antes de meterse dentro.
Aquiles: Eso suena muy interesante. ¿Qué pasaría si Ud. toma un poco de tónico sacador sin haberse metido previamente a sí mismo dentro del cuadro?
Tortuga: No lo sé exactamente, Aquiles, pero yo tendría más bien cuidado con andar dando vueltas por ahí con estos extraños líquidos metedores y sacadores. Una vez yo tuve un amigo, Zacarías, que hizo precisamente lo que Ud. sugirió, y desde entonces nadie ha oído de él.
Aquiles: Qué desafortunado. ¿Puede uno llevar también la botella de jarabe metedor consigo?
Tortuga: Oh, ciertamente. Sólo sosténgala con su mano izquierda y también va a ser metida con Ud. dentro del cuadro que esté mirando.
Aquiles: ¿Qué pasa si entonces encuentra Ud. un cuadro dentro del cuadro al cual ya ha entrado y toma otro tragóte de ese jarabe metedor?
Tortuga: Justo lo que Ud. esperaría: se transporta al interior de ese cuadro-en-un-cuadro.
Aquiles: Supongo que Ud. se tiene que sacar dos veces entonces, en orden de desembarazarse de los cuadros incrustados uno dentro del otro, y re-emerger de vuelta a la vida real.
Tortuga: Correcto. Se tiene que sacar una vez por cada metida, ya que una metida lo lleva al interior del cuadro y una sacada deshace el efecto.
Aquiles: Sabe, todo esto me suena muy sospechoso… ¿Está seguro de que no está probando los límites de mi credulidad?
Tortuga: ¡Lo juro! Mire, tengo dos frascos justo aquí en mi bolsillo. (Busca en el bolsillo de su solapa y saca dos frascos sin etiqueta bastante grandes, en uno de los cuales se oye chapotear un líquido rojo y en el otro un líquido azul.) Si lo desea, podemos probarlos. ¿Qué dice?
Aquiles: Bueno, creo que, eh, quizás, eh…
Tortuga: ¡Bien! Sabía que querría probarlo. ¿Nos metemos dentro del mundo Convexo y Cóncavo de Escher?
Aquiles: Bueno, eh…
Tortuga: Entonces está decidido. No debemos olvidamos de llevar este frasco de tónico, para que nos podamos sacar de vuelta hacia afuera. ¿Desea asumir esa pesada responsabilidad, Aquiles?
Aquiles: Si a Ud. le da lo mismo, yo estoy un poco nervioso, y preferiría que Ud., con su experiencia, manejara la situación.
Tortuga: Muy bien, entonces.
(Diciendo esto, la Tortuga sirve dos porciones pequeñas del jarabe metedor. Luego toma el frasco de tónico y lo sostiene firmemente con su mano derecha mientras ambos, él y Aquiles, llevan los vasos a sus labios.)
Tortuga: ¡Preparados!
(Tragan.)
FIGURA 23. Convexo y cóncavo, de M. C. Escher (litografía, 1955).
Aquiles: Tiene un sabor extraordinariamente raro.
Tortuga: Uno se acostumbra a él.
Aquiles: ¿Al tomar el tónico también se siente este sabor?
Tortuga: Oh. ésa es una sensación completamente distinta. Siempre que Ud. prueba el tónico, siente una profunda sensación de satisfacción, como si hubiese estado esperando toda su vida para probarlo.
Aquiles: Oh, no veo el momento de probarlo.
Tortuga: Bien, Aquiles, ¿dónde estamos?
Aquiles (observando a su alrededor): ¡Estamos en una pequeña góndola, desliándonos hacia abajo por un canal! Quiero bajarme. Señor gondolero, por favor, déjenos aquí.
(El gondolero no presta atención a su petición.)
Tortuga: El no habla español. Si queremos bajamos aquí, será mejor que saltemos rápidamente antes de que entre al siniestro “Túnel del Amor”, justo delante de nosotros.
(Aquiles, un tanto empalidecido, trepa hacia afuera en menos de un segundo y luego ayuda a trepar a su amigo.)
Aquiles: No me gustó para nada ese lugar; afortunadamente pudimos bajarnos aquí. Sin embargo, dígame, ¿cómo sabe tanto acerca de este lugar? ¿Ha estado aquí antes?
Tortuga: Muchas veces, aunque siempre venía desde otros cuadros de Escher. Están todos conectados detrás de los marcos, Ud. sabe. Una vez que Ud. está dentro de uno, puede llegar a cualquier otro.
Aquiles: ¡Asombroso! Si no estuviera aquí, viendo estas cosas con mis propios ojos, estoy seguro de que no le creería. (Camina hacia afuera a través de un pequeño arco.) ¡Oh, mire esos adorables lagartos!
Tortuga: ¿Adorables? No son adorables; ¡sólo pensar en ellos me hace estremecerme! Son los terribles guardianes de esa lámpara mágica de cobre que cuelga allá desde el techo. Un mero toque de sus lenguas y cualquier mortal queda hecho pepinillo.
Aquiles: ¿Dulce o en vinagre?
Tortuga: En vinagre.
Aquiles: Oh, qué destino más amargo. Pero si la lámpara tiene poderes mágicos, me gustaría intentar alcanzarla.
Tortuga: Es una aventura temeraria, mi amigo. Yo no me arriesgaría.
Aquiles: Lo intentaré sólo una vez.
(Se acerca a la lámpara furtivamente, asegurándose de no despertar al muchacho que duerme cerca de ella. Pero repentinamente, resbala sobre un extraño endentado con forma de concha y sale arrojado hacia el espacio. Balanceándose alocadamente, trata de aferrarse a algo y de algún modo se las arregla para agarrarse de la lámpara con una mano. Columpiándose salvajemente, con ambos lagartos siseando y estirando sus lenguas hacia él, queda colgando desamparadamente en medio del espacio.)
Aquiles: ¡Au-u-u-xilio!
(Su grito atrae la atención de una mujer que se abalanza escaleras abajo y despierta al muchacho que dormía. Este hace una evaluación de la situación y, con una cariñosa sonrisa en su rostro, le hace gestos a Aquiles indicándole que todo saldrá bien. Grita algo en una lengua gutural muy extraña a un par de trompeteros que se asoman arriba por unas ventanas, e inmediatamente fantásticos sonidos comienzan a oírse acompasadamente. El joven y somnoliento muchacho señala los lagartos y Aquiles comprueba que la música está teniendo un fuerte efecto soporífero sobre ellos. Pronto están completamente inconscientes. Luego, el servicial muchacho llama a dos compañeros que trepan por unas escaleras. Ambos alzan sus escaleras y las extienden entonces hacia el espacio justo debajo del desamparado Aquiles, formando una especie de puente. Sus gestos señalan claramente que Aquiles debería apresurarse y trepar sobre el puente. Pero antes de hacerlo, Aquiles desengancha cuidadosamente el último eslabón de la cadena que sostiene la lámpara y la desprende. Luego trepa al puente de escaleras y los tres jóvenes muchachos lo ponen a salvo. Aquiles extiende sus brazos y los abraza agradecidamente.)
Aquiles: Oh, Sr. T., ¿cómo les puedo pagar?
Tortuga: Por casualidad, sé que estos valientes muchachos adoran el café y abajo, en el pueblo, hay un lugar donde preparan unas incomparables tazas de café expreso. ¡Invítelos a una taza de expreso!
Aquiles: ¡Eso daría justo en el blanco!
(Y así, por medio de una serie más bien cómica de gestos, sonrisas y palabras, Aquiles se las arregla para concertar su invitación a los jóvenes muchachos, y el grupo de cinco camina hacia afuera y hacia abajo por una escarpada escalera, descendiendo hasta el pueblo. Llegan a un pequeño y encantador café. Mientras toman su café, Aquiles recuerda que tiene la lámpara consigo.)
Aquiles: Lo había olvidado, Sr. Tortuga, ¡tengo esta lámpara mágica conmigo! Pero ¿qué es lo mágico en ella?
Tortuga: Oh, Ud. sabe, lo usual —un genio.
Aquiles: ¿Qué? ¿Quiere decir que cuando Ud. la frota sale un genio y le concede deseos?
Tortuga: Correcto. ¿Qué esperaba? ¿Maná del cielo?
Aquiles: Bueno, ¡esto es fantástico! Puedo pedir cualquier deseo, ¿eh? Siempre había deseado que esto me sucediera…
(Y así Aquiles frota suavemente la gran letra “L” grabada sobre la cubierta de cobre de la lámpara… Repentinamente aparece una inmensa bocanada de humo, entre cuyas nubes los cinco amigos pueden distinguir una extraña figura fantasmagórica elevándose sobre ellos.)
Genio: Hola, mis amigos, les agradezco infinitamente el rescatar mi Lámpara del endemoniado Dúo de Lagartos.
(Y diciendo esto, el Genio recoge la lámpara y se la mete en un bolsillo oculto entre los pliegues de su largo y fantasmagórico manto que surge arremolinado desde el interior de la Lámpara.)
En señal de gratitud por su heroica acción, me gustaría ofrecerle, de parte de mi Lámpara, la oportunidad de ver realizados tres de sus deseos.
Aquiles: ¡Qué asombroso! ¿No lo cree así, Sr. T?
Tortuga: Seguro que sí. Adelante, Aquiles, pida el primer deseo.
Aquiles: ¡Guau! ¿Pero qué podría desear? Oh, ¡ya sé! Es lo que pensé la primera vez que leí Las mil y una noches (esa colección de cuentos ingenuos (e incrustados uno dentro del otro)) —¡desearía que pudiera pedir CIEN deseos en lugar de sólo tres! Bastante astuto, eh, ¿Sr. T? Siempre me he preguntado por qué aquellos lerdos personajes de las historias nunca lo intentaron.
Tortuga: Quizás ahora descubrirá la respuesta.
Genio: Lo siento, Aquiles, pero no concedo metadeseos.
Aquiles: ¡Desearía que me contara qué es un “metadeseo”!
Genio: Pero ESO es un metametadeseo, Aquiles, y tampoco los concedo.
Aquiles: ¿Queeé? No le entiendo nada.
Tortuga: ¿Por qué no repite su ultima petición, Aquiles?
Aquiles: ¿Qué quiere decir? ¿Por que debería hacerlo?
Tortuga: Bueno, Ud. comenzó diciendo “yo deseo”. Ya que sólo está pidiendo información, ¿por qué no hace simplemente una pregunta?
Aquiles: Está bien, aunque no veo por qué. Dígame, Sr. Genio, ¿qué es un metadeseo?
Genio: Simplemente es un deseo acerca de deseos. No se me permite conceder metadeseos. Sólo está a mi alcance conceder deseos comunes y corrientes, tales como desear tener diez botellas de cerveza, tener a Helena de Troya entre las sábanas, o tener un fin de semana para dos personas con todos los gastos pagados en Copacabana. Ud. sabe, cosas simples como ésas. Pero metadeseos no puedo conceder. DIOS no me lo permite.
Aquiles: ¿DIOS? ¿Quién es DIOS? ¿Y por qué no le permite conceder metadeseos? Eso es algo tan pequeño comparado con lo otro que Ud. mencionó.
Genio: Bueno, es un asunto complicado, Ud. ve. ¿Por qué no sigue adelante simplemente y pide sus tres deseos? O por lo menos pida uno de ellos. No tengo todo el tiempo del mundo, Ud. sabe…
Aquiles: Oh, me siento tan frustrado, REALMENTE DESEABA pedir cien deseos…
Genio: Uy, odio ver a alguien tan frustrado como Ud. Y además, los metadeseos son mi clase favorita de deseos. Sólo déjenme ver si hay algo que pueda hacer al respecto. Esto tomará sólo un momento…
(El Genio remueve desde los delicados pliegues de su manto un objeto que se ve exactamente igual a la Lámpara de cobre que había guardado, excepto que ésta está hecha de plata y donde la anterior tenía grabado “L”, esta tiene “ML” en letras más pequeñas que cubren la misma área.)
Aquiles: Y, ¿qué es eso?
Genio: Ésta es mi Meta-Lámpara…
(El frota la Meta-Lámpara, y aparece una inmensa bocanada de humo, entre cuyas nubes todos pueden distinguir una forma fantasmagórica elevándose sobre ellos.)
Meta-Genio: Yo soy la Meta-Genio. ¿Tú me convocaste, oh Genio? ¿Cuál es tu deseo?
Genio: Tengo un deseo especial que pedirte a ti, oh Ğinn, y a DIOS. Deseo permiso para una suspensión temporal de todas las restricciones acerca del tipo de los deseos, por el lapso de duración de un Deseo Atipo. ¿Podrías, por favor, concederme este deseo?
Meta-Genio: Lo tendré que enviar a través de los Canales correspondientes, por supuesto. Medio momento, por favor.
(Y, dos veces más rápido que el Genio, esta Meta-Genio remueve desde los delicados pliegues de su manto un objeto que se ve exactamente igual a la Meta-Lámpara de plata, excepto que ésta está hecha de oro y donde la anterior tenía grabado “ML” ésta tiene “MML” en letras más pequeñas que cubren la misma área.)
Aquiles (su voz una octava más alta que antes): ¿Y qué es eso?
Meta-Genio: Ésta es mi Meta-Meta-Lámpara…
(Ella frota la Meta-Meta-Lámpara, entre cuyas nubes todos pueden distinguir una forma fantasmagórica elevándose sobre ellos.)
Meta-Meta-Genio: Yo soy el Meta-Meta-Genio. ¿Tú me convocaste, oh Meta-Genio? ¿Cuál es tu deseo?
Meta-Genio: Tengo un deseo especial que pedirte a ti, oh Ğinn, y a DIOS. Deseo permiso para una suspensión temporal de todas las restricciones acerca del tipo de los deseos, por el lapso de duración de un Deseo Atipo. ¿Podrías, por favor, concederme este deseo?
Meta-Meta-Genio: Lo tendré que enviar a través de los Canales correspondientes, por supuesto. Un cuarto de momento, por favor.
(Y, dos veces más rápido que la Meta-Genio, este Meta-Meta-Genio remueve desde los delicados pliegues de su manto un objeto que se ve exactamente igual a la Meta-Meta-Lámpara de oro, excepto que ésta está hecha de…
… se arremolina de vuelta dentro de su Meta-Meta-Meta-Lámpara, que el Meta-Meta-Genio pliega entonces de vuelta dentro de su manto, la mitad de rápido que la Meta-Meta-Meta-Genio).
Tu deseo es concedido, oh Meta-Genio.
Meta-Genio: Gracias, oh Ğinn, y a DIOS.
(Y el Meta-Meta-Genio, igual que todos los superiores antes que él, se arremolina de vuelta dentro de su Meta-Meta-Lámpara, que la Meta-Genio pliega entonces de vuelta dentro de su manto, la mitad de rápido que el Meta-Meta-Genio.)
Tu deseo es concedido, oh Genio.
Genio: Gracias, oh Ğinn, y a DIOS.
(Y la Meta-Genio, igual que todos los superiores antes que ella, se arremolina de vuelta dentro de su Meta-Lámpara, que el Genio pliega entonces de vuelta dentro de su manto, la mitad de rápido que la Meta-Genio.)
Su deseo es concedido, Aquiles.
(Y ha pasado exactamente un momento desde que él dijera “Esto tomará sólo un momento”.)
Aquiles: Gracias, oh Ğinn, y a DIOS.
Genio: Me complace informarle, Aquiles, que puede pedir exactamente un (1) Deseo Atipo, es decir, un deseo o un metadeseo o un meta-metadeseo; tantos “meta” como desee, aun infinitamente muchos (si desea).
Aquiles: Oh, muchas gracias, Genio. Pero ha provocado mi curiosidad. Antes de pedir un deseo, ¿le importaría contarme quién —o qué— es DIOS?
Genio: En absoluto, “DIOS” es un acrónimo que está en lugar de “DIOS que Imparte Ordenes al Subsiguiente”. Al subsiguiente Ğinn, claro. La palabra árabe “Ğinn” es usada para designar Genios, Meta-Genios, Meta-Meta-Genios, etc. Es una palabra Atipo.
Aquiles: Pero… pero… cómo puede ser “DIOS” una palabra en su propio acrónimo. ¡Eso no tiene sentido alguno!
Genio: Oh, ¿no está Ud. familiarizado con los acrónimos recursivos? Creí que toda persona sabía acerca de ellos. Vea Ud., “DIOS” está en lugar de “DIOS que Imparte Ordenes al Subsiguiente” —el cual puede ser expandido como “DIOS que Imparte Ordenes al Subsiguiente, que Imparte Ordenes al Subsiguiente”— y éste puede, a la vez, ser expandido como “DIOS que Imparte Ordenes al Subsiguiente, que Imparte Ordenes al Subsiguiente, que Imparte Ordenes al Subsiguiente” —el cual puede, a su vez, ser ulteriormente expandido… Puede continuar tan lejos como quiera.
Aquiles: ¡Pero no terminaré nunca!
Genio: Por supuesto que no. Ud. nunca puede expandir totalmente a DIOS.
Aquiles: Hmm… Es un tanto desconcertante. ¿Qué quiso decir cuando le dijo a la Meta-Genio, “Tengo un deseo especial que pedirte a ti, oh ğinn, y a DIOS”?
Genio: Yo no sólo quería hacerle una petición a la Meta-Genio, sino también a todos los Ğinn sobre ella. El método de acrónimo recursivo efectúa esto muy naturalmente. Vea Ud., cuando la Meta-Genio recibió mi petición, ella tenía que pasarla ascendentemente hacia su DIOS. De modo que ella remitió un mensaje similar para Meta-Meta-Genio, quien entonces también lo hizo para Meta-Meta-Meta-Genio… Ascendiendo la cadena de esta manera se transmite el mensaje a DIOS.
Aquiles: Ya veo. ¿Ud. quiere decir que DIOS se sienta en la cima de la escalera de ğinn?
Genio: ¡No, no, no! No hay nada “en la cima”, pues no hay cima. Por eso DIOS es un acrónimo recursivo. DIOS no es algún último ğinn: DIOS es la torre de ğinn sobre cualquier ğinn dado.
Tortuga: Me parece que todos y cada uno de los ğinn ha de tener un concepto diferente entonces de lo que es DIOS, ya que para cualquier ğinn DIOS es la serie de ğinn sobre él o ella, y no hay dos ğinn que compartan esa serie.
Genio: Ud. está absolutamente en lo cierto, y ya que yo soy el ğinn que está más abajo en la escala, mi noción de DIOS es la más exaltada. Me compadezco de los ğinn superiores, quienes se imaginan que están de alguna forma más cerca de DIOS. ¡Qué blasfemia!
Aquiles: ¡Por Zeus! Tiene que haber sido un genio el que inventó a DIOS.
Tortuga: ¿Realmente cree en todas estas tonterías acerca de DIOS, Aquiles?
Aquiles: Por supuesto. ¿Es Ud. ateo, Sr. T? ¿O es Ud. agnóstico?
Tortuga: No creo que sea agnóstico, quizás sea meta-agnóstico.
Aquiles: ¿Queeeeé? No le entiendo.
Tortuga: Veamos… si yo fuera meta-agnóstico, estaría confundido acerca de si soy agnóstico o no, pero no estoy completamente seguro de si acaso pienso ASÍ, de modo que debo ser meta-meta-agnostico (supongo). Oh, bueno. Dígame, Genio, ¿comete a veces errores algún ğinn alterando un mensaje que sube o baja por la cadena?
Genio: Suele ocurrir; es la causa más común para que los Deseos Atipos no sean concedidos. Vea Ud., las probabilidades de que se produzca una alteración en cualquier eslabón PARTICULAR de la cadena son infinitesimales, pero si Ud. pone un número infinito de ellos en una fila, es prácticamente seguro que en ALGÚN LUGAR se producirá una alteración. De hecho, aunque parezca extraño, es usual que se produzca un número infinito de alteraciones, si bien se distribuyen diseminadamente a lo largo de la cadena.
Aquiles: Entonces parece casi un milagro que cualquier Deseo Atipo pueda cumplirse alguna vez.
Genio: Realmente no es así. La mayoría de las alteraciones son inconsecuentes y muchas alteraciones tienden a anularse unas a otras. Pero ocasionalmente —de hecho más bien raramente— el no cumplimiento de un Deseo Atipo puede ser rastreado de vuelta hasta una única y desafortunada alteración de un ğinn. Cuando esto sucede, el ğinn culpable es forzado a correr una carrera de baquetas infinita y a recibir una paliza de DIOS en su trasero. Es una grata diversión para los apaleadores y totalmente inofensivo para el apaleado. Seguramente Ud. se entretendría con el espectáculo.
Aquiles: ¡Me encantaría ver eso! ¿Pero sólo ocurre cuando un Deseo Atipo no es concedido?
Genio: Correcto.
Aquiles: Hmm… Esto me da una idea para mi deseo.
Tortuga: Oh, ¿de veras? ¿Cuál es?
Aquiles: Deseo que mi deseo no fuera concedido.
(En ese momento, tiene lugar un evento —¿es “evento” la palabra para ello?— el cual no puede ser descrito, de modo que no se hará ningún intento por describirlo.)
Aquiles: ¿Qué diablos significa ese misterioso comentario?
Tortuga: Se refiere al Deseo Atipo que pidió Aquiles.
Aquiles: Pero si él no lo había pedido todavía.
Tortuga: Sí, lo hizo. Él dijo, “Deseo que mi deseo no fuera concedido”, y el Genio tomó eso como si fuera su deseo.
(En ese momento, se escuchan algunos pasos en el pasillo acercándose hacia ellos.)
Aquiles: ¡Oh, no! Eso suena siniestro.
(Los pasos se detienen; luego dan media vuelta y desaparecen.)
Tortuga: ¡Juiu!
Aquiles: Pero, dígame, ¿continúa la historia o es ése el final? Dé vuelta la página y veamos.
(La Tortuga da vuelta la página de “Ğinn y Tónico”, y descubren que la historia continúa.)
Aquiles: ¡Hey! ¿Qué pasó? ¿Dónde está mi Genio? ¿Mi lámpara? ¿Mi café expreso? ¿Qué les paso a nuestros jóvenes amigos de los mundos Convexo y Cóncavo? ¿Qué están haciendo todos esos pequeños lagartos aquí?
Tortuga: Temo que nuestro contexto ha sido restituido incorrectamente, Aquiles.
Aquiles: ¿Qué diablos significa ese misterioso comentario?
Tortuga: Me refiero al Deseo Atipo que Ud. pidió.
Aquiles: Pero si no lo había pedido todavía.
Tortuga: Sí, lo hizo. Ud. dijo, “Deseo que mi deseo no fuera concedido”, y el Genio tomó ESO como si fuera su deseo.
Aquiles: ¡Oh, no! Eso suena siniestro.
Tortuga: Se deletrea PARADOJA. Para que ese Deseo Atipo fuese concedido, tenía que ser negado, sin embargo, no concederlo sería concederlo.
Aquiles: ¿Qué sucedió entonces? ¿Se detuvo la tierra? ¿Se hundió el universo?
Tortuga: No. Se destruyó el sistema.
Aquiles: ¿Qué significa eso?
Tortuga: Significa que Ud. y yo, Aquiles, fuimos repentina e instantáneamente transportados a Tumbolia.
Aquiles: ¿Adónde?
Tortuga: Tumbolia: la tierra de los hipos muertos y las ampolletas extinguidas. Es una especie de sala de espera, donde un durmiente software espera que regrese su anfitrión hardware. Es imposible decir cuánto tiempo estuvo abatido el Sistema y nosotros en Tumbolia. Pueden haber sido momentos, horas, días —incluso años.
Aquiles: No sé qué es software, y tampoco sé qué es hardware. ¡Pero sí sé que no vi realizados mis deseos! ¡Quiero mi Genio de vuelta!
Tortuga: Lo siento, Aquiles, Ud. lo hizo volar. Destruyó el Sistema, y debería agradecerle a su estrella de la suerte que por lo menos estemos de vuelta. Las cosas podrían haber salido peor. Pero no tengo idea de dónde estamos.
Aquiles: Ahora me ubico, estamos dentro de otro cuadro de Escher. Esta vez es Reptiles.
Tortuga: ¡Ajá! El Sistema trató de preservar todo lo que pudo de nuestro contexto antes de destruirse, y alcanzó a registrar que se trataba de un cuadro de Escher con lagartos, antes de quedar abatido. Eso es algo digno de aplauso.
Aquiles: Y mire ¿no es ése nuestro frasco de tónico sacador, allí sobre la mesa, junto al círculo de lagartos?
Tortuga: Ciertamente, Aquiles. Debo decir que somos de veras muy afortunados. El Sistema fue muy bondadoso con nosotros al devolvernos nuestro tónico sacador, ¡esa preciosa sustancia!
Aquiles: ¡Bien! Ahora podemos sacarnos del mundo de Escher de vuelta a mi casa.
Tortuga: Hay un par de libros sobre el escritorio, próximos al tónico. Me pregunto qué tipo de libros serán. (Coge el más pequeño que está abierto en un página cualquiera.) Parece un libro bastante excitante.
Aquiles: ¿Oh, sí? ¿Cuál es su título?
Tortuga: Las Excitantes Aventuras de la Tortuga y Aquiles en Diversas Partes del Mundo. Suena como un libro interesante de leer.
Aquiles: Bueno, si quiere, USTED puede leerlo, pero lo que es yo, no voy a arriesgar ese tónico sacador ¡uno de los lagartos podría golpearlo y botarlo de la mesa, de modo que lo iré a buscar ahora mismo!
(Se precipita sobre la mesa en busca del tónico sacador, pero en su prisa golpea el frasco de tónico y éste cae del escritorio y comienza a rodar.)
FIGURA 24. Reptiles (litografía, 1943).
¡Oh, no! Sr. T, ¡mire! Accidentalmente golpeé el tónico, cayó al suelo y está rodando hacia… hacia… ¡la escalera! ¡Rápido, antes de que caiga!
(La Tortuga, sin embargo, está completamente encantada con el delgado volumen que tiene entre sus manos.)
Tortuga (refunfuñando): ¿Eh? Esta historia se ve fascinante.
Aquiles: Sr. T, Sr. T, ¡auxilio! ¡Ayúdeme a coger el frasco de tónico!
Tortuga: ¿A qué se debe todo este alboroto?
Aquiles: El frasco de tónico… lo golpeé y cayó de la mesa, y ahora está rodando y…
(En ese instante el frasco alcanza el borde de la escalera y cae…)
¡Oh, no! ¿Qué podemos hacer? Sr. Tortuga, ¿no está Ud. alarmado? ¡Estamos perdiendo nuestro tónico! ¡Se acaba de caer por la escalera! ¡Sólo podemos hacer una cosa! ¡Tendremos que seguirlo hasta la primera planta de esta obra!
Tortuga: ¿Seguir con la primera plana de esta obra? Será un placer. ¿Me acompaña?
(Comienza a leer en voz alta, y Aquiles, atraído en dos direcciones a la vez, finalmente se queda, tomando el papel de la Tortuga.)
Aquiles: Está muy oscuro aquí, Sr. T. No veo nada. ¡Uf! Me estrellé contra la pared. ¡Cuidado!
Tortuga: Tome: aquí tengo un par de bastones. ¿Por qué no usa uno de ellos? Puede sostenerlo apuntando hacia adelante de manera que no se golpee con las cosas.
Aquiles: Buena idea. (Toma el bastón.) ¿No le da la sensación de que este pasadizo se va curvando ligeramente hacia la izquierda a medida que caminamos?
Tortuga: Sí, muy suavemente.
Aquiles: Me pregunto dónde estaremos. Y si veremos alguna vez la luz del día nuevamente. Desearía no haberle escuchado nunca, cuando me sugirió que tragara un poco de aquella sustancia “BÉBEME”.
FIGURA 25. Laberinto de Creta (grabado italiano; escuela de Finiguerra). [Tomado de: W. H. Matthews, Mazes and Labyrinths: Their History and Development (Nueva York: Dover Publications, 1970).]
Tortuga: Es completamente inofensiva, se lo aseguro. Lo he hecho un montón de veces y nunca me he arrepentido. Relájese y goce siendo pequeño.
Aquiles: ¿Siendo pequeño? ¿Qué es lo que me ha hecho, Sr. T?
Tortuga: No me venga a culpar a mí ahora. Ud. lo hizo por su propia voluntad.
Aquiles: ¿Me ha hecho Ud. encoger? ¿De modo que este laberinto en que nos encontramos es en realidad una pequeña cosa que alguien podría PISAR?
Tortuga: ¿Laberinto? ¿Laberinto? ¿Será posible? ¿Nos encontramos acaso en el famoso Pequeño Laberinto Armónico del temible Mayotauro?
Aquiles: ¡Guau! ¿Qué es eso?
Tortuga: Dicen —aunque personalmente nunca lo he creído— que un Malvado Mayotauro ha creado un pequeño laberinto, y que se sienta en un hoyo en medio de él, esperando que inocentes víctimas se pierdan en su temible complejidad. Entonces, cuando perdidas y desorientadas llegan hasta el centro, él se ríe y se ríe de ellas ¡tan fuerte, que las mata con su risa!
Aquiles: ¡Oh, no!
Tortuga: Pero es sólo un mito. Animo, Aquiles.
(Y el intrépido par sigue arrastrándose.)
Aquiles: Palpe estas paredes. Son como sábanas de estaño arrugadas o algo así. Pero las arrugas tienen diferentes tamaños.
(Para enfatizar su observación, roza con su bastón la superficie de la pared mientras camina. A medida que el bastón rebota hacia atrás y hacia adelante contra las arrugas, extraños ruidos hacen eco arriba y abajo del largo y curvo corredor en que se encuentran.)
Tortuga (alarmada): ¿Qué fue ESO?
Aquiles: Oh, sólo fui yo, rozando mi bastón contra la muralla.
Tortuga: ¡Juiu! ¡Por un momento pensé que era el bramido del feroz Mayotauro!
Aquiles: Creí que Ud. había dicho que todo eso era un mito.
Tortuga: Por supuesto que lo es. No hay nada que temer.
(Aquiles pone su bastón contra la pared y continúa caminando. A medida que hace esto, se escuchan unos sonidos musicales provenientes del punto donde su bastón va raspando la pared.)
Tortuga: Uh, oh. Tengo un mal presentimiento, Aquiles. Ese Laberinto puede no ser un mito, después de todo.
Aquiles: Espere un momento. ¿Qué le hace cambiar de idea tan repentinamente?
Tortuga: ¿Escucha esa música?
(Para escuchar más claramente, Aquiles baja el bastón y los acordes de la melodía enmudecen.)
¡Hey! ¡Ponga eso de vuelta! ¡Quiero escuchar el final de esta pieza!
(Confundido, Aquiles obedece y la música se reanuda.)
Gracias. Bueno, como iba a decir, ahora sé dónde nos encontramos.
Aquiles: ¿De veras? ¿Dónde?
Tortuga: Estamos descendiendo por el surco espiral de un disco dentro de su sobre. Su bastón, al rozar contra las extrañas formas en la pared, actúa como una aguja que recorre el surco, permitiéndonos escuchar la música.
Aquiles: Oh, no, oh, no…
Tortuga: ¿Qué? ¿No se siente Ud. colmado de alegría? ¿Había tenido alguna vez la oportunidad de estar en tan íntimo contacto con la música?
Aquiles: ¿Cómo voy a poder ganar carreras contra personas de tamaño normal alguna vez, cuando soy más pequeño que una pulga, Sr. Tortuga?
Tortuga: Oh, ¿eso es todo lo que le preocupa? No es para inquietarse, Aquiles.
Aquiles: Por la forma en que habla, me da la impresión de que Ud. nunca se preocupa por nada.
Tortuga: No sé. Pero de una cosa estoy seguro y es que yo no me preocupo por ser pequeño. ¡Especialmente, cuando se está encarado con el tremendo peligro del temible Mayotauro!
Aquiles: ¡Horrores! Me está diciendo…
Tortuga: Así me temo, Aquiles. La música lo demuestra.
Aquiles: ¿Cómo?
Tortuga: Muy simple. Cuando escuché la melodía B-A-C-H en la voz más alta, inmediatamente comprendí que los surcos a través de los que estamos caminando sólo podían ser el Pequeño Laberinto Armónico, una de las piezas de órgano menos conocidas de Bach. Se llama así debido a sus modulaciones vertiginosamente frecuentes.
Aquiles: ¿Qu… qué es eso?
Tortuga: Bueno, Ud. sabe que la mayoría de las piezas musicales son escritas en una cierta tonalidad, tal como do mayor, que es la tonalidad de ésta.
Aquiles: Había escuchado este término antes. ¿No significa eso que do es la nota en que se desea terminar?
Tortuga: Sí, do es como la casa, por así decirlo. En realidad, la palabra usual es “tónica”.
Aquiles: ¿Se aleja uno entonces de la tónica con la intención de retornar a ella eventualmente?
Tortuga: Correcto. A medida que la pieza se desarrolla, se usan acordes y melodías ambiguas que conducen lejos de la tónica. Poco a poco, la tensión crece, Ud. siente un deseo creciente de volver a casa, a escuchar la tónica.
Aquiles: ¿Es por eso que siempre al final de una pieza me siento tan satisfecho, como si hubiese estado esperando toda mi vida para escuchar la tónica?
Tortuga: Exactamente. El compositor ha empleado su conocimiento de las progresiones armónicas para manipular sus emociones y para acrecentar en Ud. la esperanza de escuchar la tónica.
Aquiles: Pero Ud. quería decirme algo acerca de las modulaciones.
Tortuga: Oh, sí. Algo muy importante que un compositor puede hacer es “modular” una parte en el transcurso de una pieza, lo cual significa que él establece una meta temporal distinta a la resolución en la tónica.
Aquiles: Ya veo… supongo. ¿Quiere decir que algunas secuencias de acordes desvían la tensión armónica de tal manera que yo realmente deseo que la resolución se produzca en una nueva tonalidad?
Tortuga: Correcto. Esto hace la situación más compleja, pues aunque en el corto plazo Ud. desea terminar en la nueva tonalidad, en el fondo de su mente Ud. retiene todo el tiempo el anhelo de dar con la meta original —en este caso, do mayor. Y cuando la meta subsidiaría es alcanzada, hay…
Aquiles (gesticulando de pronto entusiastamente): ¡Oh, escuche los magníficos acordes que marcan el final de este Pequeño Laberinto Armónico!
Tortuga: No, Aquiles, éste no es el final. Es meramente…
Aquiles: ¡Sí que es! ¡Guau! ¡Qué final tan fuerte y poderoso! ¡Qué sensación de alivio! ¡Ésta sí que es una re-solución!
(Y efectivamente, en ese momento la música se detiene, al tiempo que ellos emergen a una zona abierta, sin paredes.)
Ve Ud., ES el final. ¿Qué le dije?
Tortuga: Algo anda mal. Este disco es una deshonra para el mundo de la música.
Aquiles: ¿Qué quiere decir?
Tortuga: Es exactamente acerca de lo que le estaba contando. Bach moduló aquí de do a sol, estableciendo como meta secundaria escuchar sol. Esto significa que Ud. experimenta dos tensiones al mismo tiempo —espera una resolución en sol, pero también mantiene en mente su deseo primordial— terminar triunfalmente en do mayor.
Aquiles: ¿Por qué debería Ud. mantener algo en mente cuando escucha una pieza de música? ¿Es acaso la música sólo un juego intelectual?
Tortuga: No, por supuesto que no. Cierta música es altamente intelectual, pero la mayoría no lo es. Y la mayoría de las veces su oído o su cerebro hace los “cálculos” por Ud. y le permite a sus emociones saber qué quieren escuchar. Ud. no debe pensar en ello conscientemente. Pero en esta pieza, Bach ha empleado ciertos trucos con la intención de engañar al auditorio. Y en su caso, Aquiles, lo logró.
Aquiles: ¿Me está Ud. diciendo que yo respondí a una resolución en una tonalidad subsidiaria?
Tortuga: Correcto.
Aquiles: A pesar de eso, sonó como un final para mí.
Tortuga: Bach lo hizo sonar intencionalmente así. Ud. sencillamente cayó en su trampa. Fue ideada deliberadamente para sonar como un final, pero si Ud. sigue la progresión armónica cuidadosamente, verá que está en una fonalidad equivocada. Aparentemente no sólo Ud., sino también esta miserable compañía de discos, cayó en la misma trampa —¡y truncaron la pieza precozmente!
Aquiles: ¡Qué jugada más sucia me ha hecho Bach!
Tortuga: Ése es todo su juego —¡hacerle perder el camino en su Laberinto! El Malvado Mayotauro está aliado con Bach, Ud. ve. Y si no tiene cuidado, él se reirá ahora de Ud. hasta matarlo —¡y quizás a mí junto a Ud.!
Aquiles: ¡Oh, apurémonos y salgamos de aquí! ¡Rápido! ¡Corramos de vuelta por los surcos y huyamos del disco antes de que el Malvado Mayotauro nos encuentre!
Tortuga: ¡Cielos, no! Mi sensibilidad es demasiado delicada como para soportar las extrañas progresiones de acordes que se producen cuando el tiempo es revertido.
Aquiles: Oh, Sr. T, ¿cómo vamos a lograr salir de aquí alguna vez, si no podemos volver sobre nuestros pasos?
Tortuga: Ésa es una muy buena pregunta.
(Algo desesperado, Aquiles comienza a correr sin rumbo en la oscuridad. De pronto se escucha un breve suspiro y luego un golpe sordo.)
Aquiles —¿está Ud. bien?
Aquiles: Sólo un poco agitado, pero por lo demás bien. He caído en un gran hoyo.
Tortuga: ¡Uh. Ha caído en la fosa del Malvado Mayotauro! Le ayudaré a salir. ¡Tenemos que apurarnos!
Aquiles: Cuidado, Sr. T —no quisiera que también USTED cayera aquí dentro…
Tortuga: No se preocupe, Aquiles. Todo saldrá…
(De pronto se escucha un breve suspiro y luego un golpe sordo.)
Aquiles: Sr. T —¡Ud. también se cayó! ¿Está Ud. bien?
Tortuga: Sólo mi orgullo está herido —por lo demás estoy bien.
Aquiles: Ahora sí que quedaremos hecho pepinillo, ¿o no?
(De pronto, se escucha una risa gigante y vigorosa, alarmantemente cerca de ellos.)
Tortuga: ¡Cuidado, Aquiles! Esto no es para la risa.
Mayotauro: ¡Ji, ji, ji! ¡Jo, jo, jo! ¡Jua, jua, jua!
Aquiles: Me estoy empezando a sentir débil, Sr. T…
Tortuga: Trate de no prestarle atención a esa risa, Aquiles. Ésa es su única esperanza.
Aquiles: Pondré lo mejor de mi parte. ¡Si tan sólo no tuviera mi estómago vacío!
Tortuga: Dígame, ¿es idea mía o por aquí huele a algodón de azúcar recién preparado?
Aquiles: Yo también lo huelo. ¿De dónde vendrá?
Tortuga: De aquí, creo. ¡Oh! Acabo de toparme con una enorme fuente. ¡Sí, efectivamente, parece ser una fuente de algodón de azúcar de la famosa marca “Sacarín”!
Aquiles: Oh, caramba, ¡algodón de azúcar “Sacarín”! ¡Voy a comer hasta que me dé puntada!
Tortuga: Sólo esperemos que no sea algodón de azúcar de la famosa marca “Meterín”. El algodón de azúcar “Meterín” y el algodón de azúcar “Sacarín” son extraordinariamente difíciles de distinguir.
Aquiles: ¿Qué es esto de Metternich?
Tortuga: Yo no he dicho nada. Debe de estar escuchando voces.
Aquiles: ¡Qué tipo más maquiavélico! Estoy seguro de que no es así. ¡Bueno, manos a la obra!
(Y los dos amigos comienzan a engullir algodón de azúcar “Sacarín” (¿o algodón de azúcar “Meterín”?) —y de pronto —¡SAC! Supongo que era algodón de azúcar “Sacarín” después de todo.)
Tortuga: Qué historia más entretenida. ¿La disfrutó Ud?
Aquiles: Más o menos. Sólo me pregunto si es que alguna vez salieron de la fosa de ese Malvado Mayotauro o no. Pobre Aquiles —él quería recuperar su tamaño normal nuevamente.
Tortuga: No se preocupe —ellos lograron salir, y él recuperó su tamaño normal nuevamente. De eso trataba el “SAC”.
Aquiles: Oh, yo no estaría tan seguro. Bueno, ahora sí que REALMENTE quiero encontrar esa botella de tónico. Por algún motivo tengo la boca seca. Y nada sabría mejor que un trago de tónico sacador.
Tortuga: Esa sustancia es famosa por sus poderes para apagar la sed. En algunos lugares, la gente poco menos que se vuelve loca por ella. A comienzos de siglo, en Viena, la fábrica de alimentos Schönberg dejó de hacer tónico y en su lugar comenzó a hacer cereal. No se puede imaginar el alboroto que causó.
Aquiles: Lo sospecho. Pero vamos a buscar el tónico. Hey, espere un momento. Observe esos lagartos sobre la mesa, ¿no nota algo raro en ellos?
Tortuga: Mmm… nada en especial. ¿Qué ve Ud. que sea tan interesante?
Aquiles: ¿No lo ve? ¡Están emergiendo de aquel cuadro plano sin beber ningún tónico sacador! ¿Cómo pueden hacer eso?
Tortuga: Oh, ¿no se lo conté? Ud. puede salir de un cuadro, en caso que no tenga un tónico sacador, moviéndose perpendicularmente a su plano. Los pequeños lagartos han aprendido a trepar hacia ARRIBA cuando desean salir del mundo bi-dimensional del cuaderno de dibujo.
Aquiles: ¿Podríamos nosotros hacer lo mismo para salir de este cuadro de Escher en el que estamos metidos?
Tortuga: ¡Por supuesto! Sólo necesitamos SUBIR un nivel. ¿Quiere intentarlo?
Aquiles: ¡Cualquier cosa con tal de volver a mi casa! Estoy cansado de todas estas excitantes aventuras.
Tortuga: Sígame entonces por aquí hacia arriba.
(Y ellos suben un nivel.)
Aquiles: Qué bueno estar de vuelta. Pero me parece que algo anda mal. ¡Ésta no es mi casa! Ésta es SU casa, Sr. Tortuga.
Tortuga: Bueno, así es —¡y me alegro! No tenía ningunas ganas de hacer la larga caminata de vuelta desde su casa. Apenas me sostengo, y dudo que lo hubiera logrado.
Aquiles: A mí no me importa caminar hasta mi casa, así que supongo que es una suerte que termináramos aquí después de todo.
Tortuga: ¡Lo mismo digo! ¡Ciertamente éste ha sido un golpe de Buena Fortuna!