Contracrostipunctus

Aquiles ha ido de visita a la casa de su amigo y compañero de trotes, la Tortuga.

Aquiles: He observado que tiene Ud. una maravillosa colección de búmerangs.

Tortuga: Oh, bueno, no mejor que la de cualquier otra Tortuga. ¿Le gustaría pasar ahora al salón?

Aquiles: Fantástico. (Camina hacia una esquina de la habitación.) Veo que también tiene una gran colección de discos. ¿Qué tipo de música le agrada?

Tortuga: Sebastian Bach, en mi opinión, no está tan mal. Pero debo decir que actualmente estoy desarrollando un interés cada vez mayor por un tipo más bien especializado de música.

Aquiles: Tendrá que explicarme. ¿Qué tipo de música es?

Tortuga: Ah, un tipo de música que es muy improbable que Ud. haya escuchado antes. Yo la llamo “música para romper fonógrafos”.

Aquiles: Dudo haberla escuchado antes. ¿Dijo Ud. “para romper fonógrafos”? Ése sí que es un concepto curioso. Ya me lo imagino a Ud. con un martillo de herrero en mano haciendo añicos un fonógrafo tras otro al son de la heroica y magistral Victoria de Wellington de Beethoven.

Tortuga: Tengo que decir que esta música no se trata precisamente de eso. En todo caso, estoy seguro de que Ud. hallaría su verdadera naturaleza igualmente intrigante. Quizá debiera darle una breve descripción de ella.

Aquiles: Es exactamente lo que estaba pensando.

Tortuga: Relativamente poca gente la conoce. Todo comenzó cuando mi amigo el Cangrejo —entre paréntesis, ¿le gustaría conocerlo?— me hizo una visita.

Aquiles: Capital sugerencia. Sería un placer para mí conocerlo. A pesar de haber oído hablar mucho acerca de él, aún no he tenido la oportunidad de encontrármelo.

Tortuga: Oh, bueno, tarde o temprano me encargaré de reunirlos. Ud. lo pasaría espléndido. Quizá podríamos encontrarnos un día “por casualidad” en el parque…

Aquiles: Naturalmente. Estaré esperándolo. Pero Ud. iba a contarme acerca de su extraña “música para machacar fonógrafos”, ¿o no?

Tortuga: Fugazmente, sí. Bueno, mire, el Cangrejo vino de visita un día. Tiene que entender Ud. que él siempre ha tenido una debilidad por los aparatos raros, y en aquella época era un aficionado absoluto, por sobre todas las cosas, a los tocadiscos. Recién había comprado su primer tocadiscos y, como es un poco ingenuo, se creyó cada palabra que el vendedor le dijo acerca del aparato —en particular, de que era capaz de reproducir todos los sonidos posibles. En resumen, el Cangrejo estaba convencido de que era un fonógrafo Perfecto.

Aquiles: Evidentemente Ud. estaba en desacuerdo.

Tortuga: Claro, pero él no prestaba ninguna atención a mis argumentos. Empecinadamente sostenía que cualquier sonido que fuera era reproducible en su equipo. Como no logré convencerlo, no seguí insistiendo. Pero poco después, le devolví la visita llevando conmigo un disco con una canción que yo mismo había compuesto. La canción se llamaba “No puedo ser escuchado mediante el fonógrafo 1”.

Aquiles: Composición un tanto inusual. ¿Era un regalo para el Cangrejo?

Tortuga: Insignificante, claro. Sugerí que lo escucháramos en su nuevo fonógrafo y él tuvo mucho agrado en complacerme. De modo que lo puso en su tocadiscos. Pero desafortunadamente, sólo al cabo de algunas pocas notas, el tocadiscos comenzó a vibrar con bastante fuerza y luego, con un sonoro “crac”, se deshizo en un sinnúmero de bellos pedacitos que quedaron esparcidos por toda la pieza. No es necesario decir que el disco también quedó totalmente destruido.

Aquiles: Oh, qué golpe más calamitoso para el pobre tipo, diría yo. ¿Qué tenía su tocadiscos?

Tortuga: Nada en realidad, no tenía nada en absoluto. Sencillamente no pudo reproducir los sonidos del disco que yo le había llevado, porque eran sonidos que lo hacían vibrar hasta romperse.

Aquiles: Ah, qué raro. Quiero decir, yo pensaba que era un fonógrafo Perfecto. Después de todo, ¿no fue eso lo que le dijo el vendedor?

Tortuga: Así es. ¡Pero no creerá Ud., Aquiles, todo lo que los vendedores le dicen! ¿Es Ud. tan ingenuo como lo fue el Cangrejo?

Aquiles: Creo que el Cangrejo es más ingenuo. Yo sé que los vendedores son notables como estafadores. ¡Yo no nací ayer!

Tortuga: Realmente entonces, quizá pueda Ud. imaginar que este vendedor particular había exagerado un tanto la calidad del equipo del Cangrejo… tal vez no era del todo Perfecto y no podía reproducir todos los sonidos posibles.

Aquiles: Óptima explicación. Pero no hay ninguna explicación para la asombrosa coincidencia de que su disco tuviera precisamente dichos sonidos…

Tortuga: Sólo que hayan sido puestos allí deliberadamente. Verá, antes de devolverle la visita al Cangrejo, fui a la tienda donde él había comprando su equipo e inquirí por su fabricación. Habiendo indagado eso, me dirigí a los fabricantes para obtener una descripción de su diseño. Después de recibirla a vuelta de correo, analicé la construcción completa del fonógrafo y descubrí un cierto tipo de sonidos que si fueran reproducidos en cualquier lugar de su entorno, harían vibrar el aparato y lo harían eventualmente desintegrarse.

Aquiles: Típico de Tortuga. ¡Qué canalla! No necesita contarme los detalles: Ud. mismo grabó aquellos sonidos y le ofreció el infame disco como regalo…

Tortuga: Ingenioso jovenzuelo. ¡Ud. se ha adelantado a la historia! Pero ése no fue el final de la aventura, de ninguna manera, ya que el Cangrejo no creyó que su tocadiscos hubiera fallado. Es muy obstinado. Así es que salió y compró un nuevo tocadiscos aún más caro, y esta vez el vendedor prometió devolverle el doble de su dinero en caso de que el Cangrejo encontrara un sonido que este aparato no pudiera reproducir con exactitud. El Cangrejo me contó excitadamente entonces acerca de su nuevo modelo y prometí volver a verlo.

Aquiles: Corríjame si me equivoco —apuesto a que antes de hacerlo, escribió una vez más a los fabricantes y compuso y grabó una nueva canción llamada “No puedo ser escuchado mediante el fonógrafo 2”, basada en la construcción del nuevo modelo.

Tortuga: Oh, una brillantísima conclusión, Aquiles. Ha captado perfectamente el sentido.

Aquiles: Bueno, supongo. ¿Qué aconteció esta vez?

Tortuga: Indudablemente, como Ud. esperaría, precisamente lo mismo. El fonógrafo se desintegró en innumerables pedazos y el disco quedó destrozado.

Aquiles: De modo que el Cangrejo se convenció finalmente de que no puede haber una cosa así como un fonógrafo Perfecto.

Tortuga: Increíble, pero eso no fue en absoluto lo que aconteció. Él estaba seguro de que el próximo modelo satisfacerla sus expectativas y como disponía ahora del doble de dinero que antes, él…

Aquiles: Rayos. ¡Tengo una idea! Él le podría haber engañado fácilmente obteniendo un fonógrafo de BAJA-fidelidad —uno que no fuera capaz de reproducir los sonidos que lo destruirían. De esa manera él podría haber evitado su truco.

Tortuga: Evidentemente, pero eso frustraría el propósito original —a saber, tener un fonógrafo que pudiera reproducir cualquier sonido que sea, aun su propio sonido autodestructor, lo cual es por supuesto imposible.

Aquiles: Claro, tiene razón. Ahora veo el dilema. Si un tocadiscos cualquiera —digamos un Fonógrafo X— tiene la suficiente alta-fidelidad, entonces cuando intente tocar la canción “No puedo ser escuchado mediante el fonógrafo X”, generará justamente aquellas vibraciones que causan su destrucción… así es que no cumple con ser Perfecto. Y sin embargo, la única manera de eludir esta trampa, a saber, que el Fonógrafo X fuera de más baja fidelidad, confirma más directamente todavía que no es Perfecto. Pareciera ser que cada tocadiscos es vulnerable a una u otra de estas dos debilidades y de aquí entonces que todos los tocadiscos sean defectuosos.

Tortuga: Claro que no veo por qué los llama “defectuosos”. Es simplemente un hecho inherente a los tocadiscos el que no puedan hacer todo lo que uno podría desear que ellos fueran capaces de hacer. ¡Si existe un defecto en alguna parte, no está en ELLOS, sino en sus expectativas de lo que ellos deberían ser capaces de hacer! Y el Cangrejo estaba lleno de tales expectativas no realistas.

Aquiles: Imposible sentir más compasión por el Cangrejo. Alta o baja fidelidad, en ambos casos pierde.

Tortuga: Obviamente nuestro pequeño juego continuó así por unas cuantas vueltas más, hasta que finalmente nuestro amigo se volvió muy astuto. Se informó casualmente del principio sobre el cual yo basaba mis propios discos y decidió tratar de engañarme. Les escribió a los fabricantes de fonógrafos describiéndoles un proyecto de su propia invención que ellos construyeron de acuerdo a sus especificaciones. Lo llamó “Fonógrafo Omega”. Era considerablemente más sofisticado que un tocadiscos común.

Aquiles: No me diga. Déjeme imaginar cómo era: ¿Carecía de partes móviles? ¿O estaba hecho de algodón? O…

Tortuga: A ver, es mejor que me permita contárselo. Eso nos ahorrará algo de tiempo. En primer lugar, el Fonógrafo Omega incorporaba una cámara de televisión cuyo propósito era escudriñar cualquier disco antes de tocarlo. Esta cámara estaba conectada a una pequeña computadora incorporada que determinaría exactamente la naturaleza de los sonidos al examinar los patrones de los surcos.

Aquiles: Lo encuentro muy interesante hasta aquí. ¿Pero qué podría hacer el Fonógrafo Omega con esta información?

Tortuga: Su pequeña computadora, por medio de elaborados cálculos, computaba qué efectos tendrían los sonidos sobre su tocadiscos. Si deducía que los sonidos eran tales que podrían causar la destrucción de la presente configuración del equipo, entonces realizaba algo muy inteligente. El viejo Omega contaba con recursos que le permitían desmontar grandes partes de su subunidad tocadiscos y re-montarlos de nuevas maneras, de modo que efectivamente podía cambiar su propia estructura. Si los sonidos eran “peligrosos”, era elegida entonces una nueva configuración, una para la cual los sonidos no representaran una amenaza, y esta nueva configuración sería entonces construida por la subunidad de re-montaje bajo la dirección de la pequeña computadora. Sólo después de esta operación de re-montaje el Fonógrafo Omega intentaría tocar el disco.

Aquiles: Una excelente idea. Eso debe de haber puesto fin a sus trucos. Apuesto a que Ud. estaba un tanto frustado.

Tortuga: Puede Ud. pensar lo que quiera. Claro que supongo que no conoce ni al revés ni al derecho el Teorema de la Incompletitud de Gödel, ¿o sí?

Aquiles: Espere un momento. ¿No conozco el Teorema de QUIEN ni al revés ni al derecho? Nunca he oído nada que suene como eso. Seguro que se trata de algo fascinante, pero preferiría oír algo más acerca de la “música para romper discos”. Es una pequeña historia muy entretenida. En realidad, creo que puedo adivinar el final. Obviamente no tenía objeto seguir adelante, de modo que Ud. admitió tímidamente su derrota, y eso fue todo. ¿No es así?

Tortuga: Rayos. ¡Es casi medianoche! Temo que sea hora de irme a dormir. Me encantaría conversar un poco más, pero realmente me estoy quedando completamente dormido.

Aquiles: Pues yo también. Bueno, me marcho. (Cuando alcanza la puerta se detiene repentinamente y se da vuelta.) ¡Oh, qué tonto soy! Casi lo olvidé, le traje un pequeño regalo. Tome. (Le extiende un pequeño paquete hermosamente envuelto a la Tortuga.)

Tortuga: Oh, no debería haberse molestado. Bueno, muchas gracias, de veras. Creo que lo abriré ahora mismo. (Rasga el paquete ansiosamente y lo abre, y dentro descubre un grial de cristal.) Oh, ¡qué grial más exquisito! ¿Sabía Ud. que soy un aficionado absoluto, por sobre todas las cosas, a los griales de cristal?

Aquiles: No tenía la menor idea. ¡Qué agradable coincidencia!

Tortuga: Inesperada, en realidad. Si me promete guardar el secreto, le contaré algo: estoy tratando de encontrar un grial Perfecto: uno que no tenga defectos de ninguna especie en su forma. ¿No sería increíble que este grial —llamémoslo “G”— fuera el indicado? Cuénteme, ¿dónde consiguió el Grial G?

FIGURA 18a. El Grial G. (Bach Museum, Eisenach).

Aquiles: Es una pena, pero ése es MI pequeño secreto. Sin embargo, es posible que Ud. desee saber a quién le perteneció alguna vez.

Tortuga: Naturalmente. Dígame, ¿a quién?

Aquiles: Debe haber escuchado Ud. hablar alguna vez del famoso grial de cristal de Johann Sebastian Bach. Bueno, Bach no fue precisamente famoso como coleccionista y sabemos poco acerca de su colección privada. Es muy probable, sin embargo, que este grial sea la única pieza que se conservó para la posteridad.

Tortuga: Oh, no. ¿La única? Si de verdad perteneció alguna vez a Bach, entonces su valor es realmente inestimable. ¿Pero cómo puede estar tan seguro de que le perteneció a él?

Aquiles: …eh, bueno, muy simple. Si lo observa detenidamente descubrirá que por delante tiene un monograma con las iniciales JSB grabadas al revés y al derecho…

Tortuga: …hmm, al derecho y al revés, querrá decir.

Aquiles: …y que por detrás aparece el nombre BACH grabado varias veces en un poema junto a un pentagrama musical.

Tortuga: hmm, muy interesante. ¡Extraordinario, en realidad! (Deposita delicadamente el Grial G sobre un estante.) ¿Y se había dado cuenta de que en las notas musicales grabadas también aparece su nombre: B-A-C-H?

Aquiles: “Imposible” es la palabra que usaría en este caso. Después de todo, las notas musicales van de “do” a “si”.

Tortuga: Justo, ése es el caso en algunos países. Mientras en los países anglosajones la convención ha sido siempre designar las notas por una letra, partiendo de la “A” —que corresponde a nuestro “la”— hasta llegar en orden consecutivo a la “G” —que corresponde a nuestro “sol”, en Alemania, tierra natal de Bach, es lo mismo, salvo que ellos llaman “B” a lo que nosotros llamamos “si-bemol” y llaman “H” a lo que nosotros llamamos “si”. Por ejemplo, nosotros hablamos de la “Misa en Si Menor” de Bach, mientras que ellos hablan de su “H-moll Messe”. ¿Está claro?

Aquiles: …hmm, creo que sí. Aunque me parece un tanto enredado. Bueno, supongo entonces que su nombre constituye efectivamente una melodía.

Tortuga: Suena raro, pero así es. De hecho, él convirtió sutilmente esa melodía en una de sus piezas musicales más elaboradas, a saber, el “Contrapunctus” final en su Arte de la Fuga. Fue la última fuga que Bach escribió. Cuando la escuché por primera vez no tenía idea de cómo terminaría. Súbitamente, sin aviso, terminó. Y entonces… silencio mortal. Es un momento indescriptiblemente triste y el efecto que tuvo en mí fue —estremecedor. En todo caso, B-A-C-H es el último tema de esa fuga. Está escondido dentro de la pieza. Bach no lo señaló explícitamente, pero si Ud. lo sabe, lo puede hallar sin problema. Ah —hay tantas maneras inteligentes de ocultar cosas en la música…

FIGURA 19. Última página del Arte de la fuga, de Bach. En el manuscrito original, escrito de puño y letra del hijo de Bach, Carl Philipp Emanuel, se lee: “N. B. En el transcurso de esta fuga, y en el punto donde el nombre B.A.C.H. era empleado como contratema, el compositor murió”. (En recuadro: B.A.C.H.). Pienso que esta página final de la última fuga de Bach es su mejor epitafio. [Música impresa por el programa “SMUT”, de Donald Byrd, presentado en la Universidad de Indiana.]

Aquiles: …o en los poemas. Los poetas solían hacer cosas muy parecidas, Ud. sabe (aunque más bien está fuera de uso en estos días). Por ejemplo, Lewis Carroll a menudo escondía palabras y nombres en las primeras letras (o caracteres) de las sucesivas líneas de los poemas que escribía; los poemas que ocultan mensajes de esta forma son llamados “acrósticos”.

Tortuga: Bach, ocasionalmente también escribió acrósticos, lo cual no es sorprendente. Después de todo, el contrapunto y los acrósticos, con sus niveles de significado oculto, tienen bastante en común. La mayoría de los acrósticos, sin embargo, tienen sólo un nivel oculto —pero no hay razón para que uno no pudiera confeccionar uno de dos pisos —un acróstico superpuesto sobre otro acróstico. O uno podría confeccionar un acróstico bidireccional o “contracróstico” —donde las letra iniciales tomadas en orden inverso formen un mensaje. ¡Cielos! no hay límites para las posibilidades inherentes a esta forma de composición. Más aún, no es algo que esté limitado a los poetas; cualquiera podría escribir acrósticos —incluso un dialógico.

Aquiles: Ahora sí que me confundió. ¿Un día lógico?

Tortuga: Corrija: dije “dialógico”, con lo cual quise decir un escritor de diálogos. Hmm… se me acaba de ocurrir algo. En el improbable caso de que un dialógico quisiera escribir un acróstico contrapuntístico en homenaje a J. S. Bach, ¿cree Ud. que sería más apropiado incluir acrósticamente su PROPIO nombre —o el de Bach? Oh, bueno, ¿para qué preocuparse de semejante frivolidad? Cualquiera que deseara escribir una pieza así podría ingeniárselas. Volviendo ahora al nombre melódico de Bach, ¿sabía Ud. que la melodía B-A-C-H si es tocada en forma invertida y hacia atrás es exactamente la misma que la original?

Aquiles: Habría que ver cómo es posible tocar algo en forma invertida. Hacia atrás puedo verlo —se obtiene H-C-A-B— ¿pero en forma invertida? Debe estar Ud. burlándose de mí.

Tortuga: “Escéptico” es la palabra que usaría para calificarlo en este caso. Bueno, supongo que tendré que hacerle una demostración. Sólo permítame ir a buscar mi violín (se dirige a la pieza contigua, y regresa al instante con un violín de aspecto antiguo) y se la tocaré de atrás para adelante, de adelante para atrás y en todas direcciones. Ahora veamos…

La Tortuga toma el Grial G del estante, y con mucho cuidado lo coloca boca abajo sobre su atril. Entonces, mirándolo, comienza a tocar: B-A-C, pero en cuanto toca la H final, súbitamente, sin aviso, un sonido estremecedor interrumpe brutalmente su ejecución. Horrorizados, la Tortuga y Aquiles alcanzan a captar el resplandor fugaz de millares de fragmentos de cristal que caen tintineando al suelo desde el atril donde sólo momentos antes se hallaba el Grial G. Y entonces… silencio mortal.