Los libros tienen un solo autor, pero son siempre muchos los que lo hacen posible.
A mi mujer, María del Mar, por sus ánimos constantes y la infinita paciencia que ha tenido conmigo en la gestación de este libro.
A Frank Hendrickx, la primera persona a la que expliqué esta historia cuando ni tan siquiera había empezado a escribirla. Quizás él nunca lo supo, pero la conversación informal que mantuvimos durante un vuelo de Atenas a Barcelona me inspiró la manera de abordar su redacción.
A Ricard Gresa, pues tuvo un papel fundamental en la redefinición de la extensión del primer manuscrito y me mostró cómo podía eliminar buena parte del mismo sin que por ello se viera alterada la historia.
A Felipe Artalejo, pues me ayudó sobremanera a pulir algunos aspectos macroeconómicos que permitieron que esta historia tuviera visos de realidad.
A Emilio Mayo y Álex Rovira por sus aportaciones y consejos a los primeros borradores de la historia.
A Maru de Montserrat por el tiempo dedicado a la revisión de los diferentes manuscritos y por sus inestimables aportaciones.
A Gregorio Vlastelica y Carlos Martínez, mis editores en Empresa Activa, por sus comentarios y recomendaciones y por confiar en este proyecto.
A Carmen García Trevijano, alias Chituca, por su incansable labor en la promoción y difusión del libro y por la constante alegría con que impregna a todos los que colaboran y trabajan con ella.
A Joan Salvador, maestro de la palabra, por sus sugerencias en la revisión de este texto.
A Joaquín Sabater, padre e hijo, por el incondicional apoyo a la publicación de este libro cuando era solamente un proyecto.
A Juan Carlos Tous por sus sugerencias acerca del carácter de TC, que me ayudaron a perfilar mejor su estructura de personalidad.
A Juan José Nieto por sus sinceros comentarios, que me acabaron de convencer de la necesidad de incluir una reflexión final que aclarase la intención de esta historia.
A Carmen Rafel por sus palabras de ánimo y por los inestimables consejos para la publicación de este libro.
A todas las personas que leyeron el manuscrito original y cuyas aportaciones, sugerencias e ideas, se fueron incorporando de una u otra forma al libro: Borja Martín, José Luis Sánchez (padre e hijo), Rosa Castellví, Gemma Lerís, Guillermo y Mercedes Trías de Bes, Alexandra Llavina, Mercedes Segura, Natalia Lasaosa, Mario Alonso Puig, Ignacio Rafel, Jordi Nadal y Manel Armengol…
Pero, sobre todo, quiero dar las gracias a Isabel Monteagudo, pues este libro nunca se hubiera escrito sin su apoyo. Hubo un momento en que, con el manuscrito acabado, decidí posponer su publicación durante unos años. Ahora estoy seguro de que sin su tesón y sus palabras de aliento jamás hubiera visto la luz, porque nunca lo hubiera retomado.