XV

Faltaban menos de cuatro horas para llegar a Milano. Seguro que quien me dejó el paquete, era la misma persona que nos había estado ayudando. Parecía que por fin ataríamos algunos cabos sueltos pero ¿Por qué querrá conocernos ahora? ¿Por qué no lo hizo antes? En realidad lo más importante era descifrar la inscripción, llegar a la ciudad señalada por el asesino y salvar al siguiente objetivo de «Zeus». Debíamos descifrar las pistas.

Las vistas durante el trayecto hacia Italia eran magnificas. Montañas majestuosas, formidables pastos, pinos por todos lados y casitas pintorescas que adornaban un panorama perfecto. Salimos de suiza y volvimos a atravesar territorio francés. La carretera se empinaba hacia arriba y pronto nos topamos con una señal que ponía «Tunnel du Mont Blanc» que es un túnel de aproximadamente doce kilómetros y une a Francia con Italia atravesando el imponente y peligroso corazón de los Alpes. Pagamos el peaje y cuando finalmente salimos por el otro extremo, el sentimiento de dejar atrás la tierra de los caballeros se sustituía por el aire distinguido de la milenaria cultura Italiana. Aquí, en la tierra que ahora estábamos pisando, es de donde proceden las raíces de la gran cultura occidental. Aquí se internacionalizó el saber, la cultura y la grandeza de la cultura griega y egipcia, fusionándose y mejorándose a través de los romanos. Resultaba extraordinario saber que en esos tiempos, la mayoría de la gente sabía leer y escribir, incluso se veían grafitis por las calles. Sin duda una época dorada para la humanidad repleta de arte, literatura e inventos que hasta en nuestros días resultarían insólitos. Más tarde llegó la edad media donde el acceso al conocimiento sólo era un privilegio para los más ricos y poderosos. El carácter autodestructivo del hombre que está vagando por el camino en busca de la sociedad perfecta, se topa con las trabas de las inoportunas circunstancias y finalmente se somete a la caprichosa voluntad de unos pocos.

El arte y el romanticismo se difuminaban en mi mente y la preocupación ocupaba su lugar. Las banderas italianas ondeaban en las pequeñas casitas de la ciudad de Courmayeur y junto a ellas, la blanca superficie de los Alpes poco a poco se difuminaba en el retrovisor. No era mi primer viaje a Italia pero si mi primera visita a Milano.

—Ya sé que en la nota pone que debes acudir sólo a la reunión pero a pesar de ello… yo te acompañaré.

—No será necesario Eduardo. No creo que corra ningún peligro además, si nuestro «benefactor» se da cuenta que no seguimos sus reglas es muy probable que deje de ayudarnos. No sé lo que tú piensas pero yo creo que no podemos permitírnoslo.

—Lo sé pero…

—No hay peros. Esta vez deberéis confiar en mí.

—Siempre hemos confiado en ti.

—Entonces no veo ningún inconveniente en seguir según lo planeado.

Supongo que si nuestro benefactor quisiera hacerme daño, no se tomaría tantas molestias. Me preocupaba más saber cómo iba a reconocerle en un lugar donde seguramente habría cientos de personas. La catedral de Milano, es un edificio magnífico y muy famoso. Algunos dicen que es la segunda catedral más grande del mundo después de la Basílica de San Pedro en Roma. Otros opinan que es la tercera, siendo la catedral de Sevilla la que ocupa el segundo lugar. Debía concentrarme en encontrar respuestas y de paso no quería perderme la oportunidad de echarle un vistazo porqué ante todo, se trataba de una obra de arte creada por el hombre que había perdurado a lo largo de los años.

—¿Entonces «Zeus» cometerá el siguiente asesinato en Milano?

—No lo sé Emma. Aún no he pensado en las pistas que nos ha dejado.

—Pues ¿Qué te parece si lo hacemos ahora?

—De acuerdo… Veamos; tenemos el mensaje donde Ares y Neptuno quieren ahogar a una ciudad. Lo cual descarta por completo a Milano.

—¿Por qué razón?

—Simplemente porque está situada en una llanura lejos del mediterráneo y Neptuno es el dios de los mares.

—¿No podría tratarse de un rio o un lago?

—¡Supongo! Pero en mi opinión esa opción no concuerda muy bien con el susodicho dios.

—Entonces es más que probable de que se trate de una ciudad costera.

—Es precisamente lo que me imagino.

—¿Y crees que esa ciudad está en Italia?

—No lo sé. ¿Tú qué dices Eduardo?

—La verdad es que establecería otro patrón. Hemos determinado una pauta temporal de cuatro días entre cada asesinato. Hasta el momento cada uno de ellos, ha sido perpetrado en un país distinto y exceptuando a Suiza, que aparece como un caso aparte, se cometieron dentro de las fronteras de la unión europea. Veamos; España, Portugal, Francia, Suiza y a continuación debería ser Italia, Alemania o Austria.

—¡Cierto! Pero el carguero Ucraniano ¿Dónde encaja?

—Un transporte que «Zeus» utilizó para transportar la hasta ahora desconocida y mortífera mercancía ¿Qué importancia tiene la bandera? Lo importante es saber donde se cometen los crímenes.

Cada vez que se mencionaba la mercancía del carguero y sus letales aplicaciones, se me ponían los pelos de punta.

—Hemos deducido que el objetivo de «Zeus» es expiar pecados capitales así que si el de Suiza era la gula; falta relacionar los otros asesinatos con su pecado correspondiente.

—Tienes razón Emma. Veamos; en Murcia se trataba de una joven hermosa. Supongamos que el pecado que más le pega es la lujuria.

—Supongámoslo pues.

—El mercader fue la segunda víctima pero no pudo ser la avaricia.

—¿Por qué no Vicente?

—Veras Eduardo…

No me sentía muy cómodo intentando expresar lo que pensaba. Menos mal que Emma no me dejó continuar y siguió con la explicación…

—Está claro que hay más probabilidades de que quien representa el pecado de la avaricia sea mi padre. Por el asunto del dinero.

—Lo lamento. Sabes muy bien que no pretendía ser grosero… yo sólo… intentaba comprender…

—No sigas Eduardo. Lo que haya hecho mi padre ya lo ha pagado con su vida además, yo ya le he perdonado.

Me di cuenta de lo incómodo que ambos se sentían y de inmediato cambié de tema.

—Entonces suponemos que la tercera víctima representa la avaricia lo que nos deja para el mercader la pereza, la ira, la envidia y la soberbia.

—¿Y cuál puede ser?

—No creo que sea la pereza ya que por la naturaleza de su trabajo y su nivel adquisitivo debía ser un hombre muy activo.

—Vale. Ya hemos descartado una por el momento.

—Según nos dijeron vuestros colegas de Portugal, hablamos de una persona felizmente casada y no parecía tener enemigos así que la ira podemos también descartarla.

—Descartémosla también.

—Nos queda la envidia y la soberbia. De esas dos, no sabría cual descartar. Nos faltan detalles para encajar las piezas.

—Al menos tenemos como futuros candidatos a la ira y a la pereza. Cabe la posibilidad de que saquemos conclusiones que nos indiquen algunos rasgos característicos y la naturaleza de la siguiente víctima. Igual que en Ginebra.

—Cierto Eduardo, pero que pistas podemos relacionar. Al menos antes supusimos que era un banquero y buscábamos una cuenta. ¿Qué buscamos ahora exactamente?

—Es posible que el contacto de Milano tenga respuestas.

—Pronto lo averiguaremos.

La cuenta atrás empezaba de nuevo. No sabía muy bien si con cada paso que dábamos nos acercábamos o nos alejábamos aún más de la verdad. Hace unas horas estábamos mentalizados de que nos tocaba regresar a nuestras anteriores vidas pero al parecer el destino nos deparaba más de una sorpresa.

Cada vez nos acercábamos a la ciudad más industrializada del norte de Italia y nuestras conclusiones no parecían muy… concluyentes. Una vez más me tendría que vestir la sotana para entrar en una iglesia pero no con el propósito de siempre. Sólo esperábamos conseguir salvar a la siguiente víctima de «Zeus». Quedaba por averiguar en qué ciudad actuaría y su identidad.

—Cuando lleguemos a Milano me gustaría hacer unas pesquisas en internet.

—Veo que le vas cogiendo el tranquillo.

—Desde luego Eduardo… es todo un logro…

—Ja ja ja… Pues algún sitio encontraremos donde podrás saciar tu curiosidad.