EPÍLOGO

Ésta es una historia basada en hechos reales, aunque algunos de los personajes son ficción.

Son reales: los hechos políticos que se refieren; la descripción de los lugares geográficos y las condiciones ambientales en las que discurre la acción, recreando de forma fiel la forma de vida de la mayor parte de los habitantes de Madagascar; la existencia de la Misión de Ambatoabo, que data de 1902, una leprosería perteneciente a la Orden religiosa de Las Hijas de la Caridad, en Farafangana, una pequeña población situada en el sudeste de Madagascar, a orillas del Índico, y la de Tangainoni, también de la misma Orden, en el interior, a la que se tiene acceso desde Farafangana a través de una carretera, a veces convertida en camino difícilmente transitable, que un punto es cortada por un río que se cruza en una barcaza movida por la tracción humana de unas cuerdas que unen las dos orillas. Allí, en sendas aldeas ribereñas de unas pocas chozas, se ubican los lugares en donde transcurren los inicios de la trama de los tres protagonistas principales: Vohilaba, Razafindra y Jaky. También son reales la vida, la dedicación y los servicios que prestan a las comunidades de Farafangana y Tangainoni las Misioneras en su quehacer diario; el Centro de Rehabilitación de Vohipeno, población situada entre Manakara y Farafangana, creado por un sacerdote que siendo siempre el último de la clase, un día, un superior lo convenció para dedicarse a los discapacitados, haciéndole ver que él triunfaría en esa actividad, pues nadie mejor que él conocería lo que es ser precisamente un incapaz; y la ciudad de Akamasoa, con su cantera, las casas construidas por sus habitantes rescatados de la miseria, el hospital, las escuelas, la residencia de acogida a huérfanos y sin techo, los talleres de artesanía, el polideportivo, el campo de fútbol, una ciudad fundada y creada por el Padre Pedro Opeka —personaje excepcional—, cuyos datos biográficos son reflejados con absoluta fidelidad. Es real la existencia del drama de las fístulas vesico-vaginales en adolescentes que no llegaron a ser madres, producidas por los partos obstruidos sin asistencia médica alguna; y es real que el autor de la novela junto con diferentes grupos de cooperantes médicos y enfermeras se desplazaron de forma altruista a la Misión, ininterrumpidamente desde 2005, para desarrollar un programa médico-humanitario, que gracias a donaciones de grupos y personas está dando lugar a la construcción de un modesto complejo hospitalario, que ya consta de un bloque quirúrgico con su quirófano, sala de despertar y habitaciones de hospitalización, otro de urgencias que también incluye consultas, laboratorio, radiología y farmacia, y que se finalizará con la construcción de un bloque materno-infantil cuando se disponga de los medios. Allí, realizamos operaciones de todo tipo, asistencia a partos y atención pediátrica, y el autor lleva a cabo un programa específico de tratamiento quirúrgico de las fístulas vesico-vaginales de origen obstétrico —la enfermedad innombrable—, tras haberse desplazado al Addis Abbaba Fistula Hospital, en Etiopía, el hospital del mundo con mayor experiencia y dedicación exclusiva a esta patología, con más de cuarenta mil mujeres operadas. Su tratamiento quirúrgico es muy complejo y si no se tienen los conocimientos y entrenamiento específicos el índice de fracasos es muy alto. Es real el drama que supone para las pobres mujeres que la padecen —unos tres millones en el África subsahariana—, la mayoría todavía adolescentes, que inmediatamente son rechazadas por sus maridos y familias.

Son ficción: los personajes y la historia que se cuenta, pero bien podría ser una entre las muchas en las que discurre la vida de todas esas adolescentes y mujeres, de forma tanto o más dramática, que el autor conoce de primera mano.