CORRÍA el año 1971 cuando me ordenaron denunciar a Pearl Buck en China. Yo era una adolescente que estudiaba en el colegio de enseñanza media 51 de Shanghai. En su intento de ganar apoyo internacional para denegar a la escritora el visado de entrada a China (como acompañante del presidente Nixon en su visita al país), madame Mao organizó una campaña nacional para criticar a Buck como «imperialista cultural americana».
Yo obedecí la orden sin poner en duda en ningún momento la sinceridad de madame Mao. En aquella época tenía el cerebro lavado, aunque recuerdo que me resultó difícil redactar las críticas. Deseé haber tenido la oportunidad de leer La buena tierra, pero nos contaron que se trataba de un libro tan «tóxico» que era peligroso incluso traducirlo. Me dijeron que copiara frases extraídas de los periódicos, como «Pearl Buck ha insultado a los campesinos chinos y, por lo tanto, a China» y «Nos odia, así es nuestra enemiga». Me sentía orgullosa de poder defender a mi país y a mi pueblo.
El nombre de Pearl Buck no volvió a cruzarse en mi camino hasta que emigré a Estados Unidos. Fue en 1996, con motivo de una lectura de mi autobiografía, Azalea roja, en una librería de Chicago.
Tras finalizar el acto, una señora se acercó a mí y me preguntó si conocía a Pearl Buck. Antes de que pudiera responder, me contó —con gran emoción y para mi sorpresa— que Buck le había enseñado a amar al pueblo chino. Me puso un libro de bolsillo en las manos y me dijo que era un regalo. Se trataba de La buena tierra.
Acabé de leerlo en el avión de Chicago a Los Ángeles. Me vine abajo entre sollozos. No pude contenerme, pues recordé la denuncia que había redactado en su día contra la novelista y el modo en que madame Mao había convencido a la nación entera para que odiara a Pearl Buck. ¡Qué equivocados estábamos! Nunca me había encontrado con un escritor, incluyendo los autores chinos más respetados, que escribiera sobre nuestro campesinado con semejante admiración, cariño y humanidad.
Fue en aquel preciso instante cuando concebí La perla de China.
En mi propósito de contar la historia de Pearl Buck hube de enfrentarme a varios retos. Deseaba ofrecer un recorrido completo por la vida de Pearl y al mismo tiempo narrar su historia desde un punto de vista chino. Naturalmente, existen numerosas fuentes en inglés acerca de su biografía, pero me interesaba verla como la veían mis compatriotas chinos. Para ello, me propuse contar la historia de Pearl a través de la relación que habría tenido con sus amigos chinos en la vida real. Como novelista, sabía que lo mejor sería centrarse en el relato de una sola relación a lo largo de muchos años. Incluso tengo la sensación de que dicha relación existió de verdad. Y aun así, pese a los numerosos amigos chinos que tenía Pearl, no tengo noticia de que ninguno dejara constancia de su amistad con ella.
Sirviéndome de mi licencia como escritora de ficción, combiné varios amigos reales de Pearl de distintas fases de su vida para crear el personaje de Sauce. A fin de respetar la privacidad de los familiares vivos de dichos individuos, y proteger su reputación en la China actual, donde mis libros siguen estando prohibidos, me abstengo de revelar sus nombres. Los otros dos ejemplos principales en los que he alterado los hechos reales son la fecha de defunción del padre de Buck, Absalom Sydenstricker, fallecido en 1931, y la fecha del incidente de Nankín, el cual ocurrió años antes que en la novela. Ambas libertades narrativas han sido tomadas en aras de la historia.
Asimismo, me gustaría aclarar que Pearl y Lossing Buck estuvieron casados dieciocho años, de 1917 a 1935, y que se desconoce públicamente la causa de su divorcio. Lossing Buck fue un misionero agrónomo que trabajó en China de 1915 a 1944, responsable del primer estudio de utilización de la tierra realizado en el país, el cual sigue teniéndose en alta estima en China.