En primer lugar, gracias a Pam Ahearn, y, ¡cuidado!, una agente con una BlackBerry nueva es algo peligroso. En segundo lugar, como siempre, a la estupenda gente de Random House: Gina Centrello, mi editora (y lo digo con gran orgullo); Libby McGuire, por su respaldo inquebrantable; Mark Tavani, que ha vuelto a proporcionarme su valioso asesoramiento en materia de edición; Cindy Murray, a la que le encanta despacharme; Kim Hovey, que, no sé cómo, consigue que la gente me quiera; Rachel Kind, responsable de difundir el libro por el mundo entero; Beck Stvan, el artista supremo de las cubiertas; Carole Lowenstein, y, por último, a todos los de Promociones y Ventas, sin cuyo esfuerzo supremo nada sería posible.
Además, me gustaría mencionar a Vicki Satlow, nuestra agente literaria italiana, que logró que el viaje a Italia resultara productivo; a Michele Benzoni y su esposa, Leslie, que nos hicieron sentir como en casa en Venecia; a Cristina Córtese, que nos enseñó la basílica de San Marcos y nos proporcionó una información inestimable; a todos los de Nord Publishing en Italia, un equipo increíble, y a Damaris Corrigan, una dama genial que una noche, durante la cena, espoleó mi imaginación. Mi más sincero agradecimiento a todos.
Hay alguien más a quien debo una mención especial desde hace tiempo: mi hermano Bob y su esposa Kim, su hija Lyndsey y su hijo Grant. Aunque no lo digo lo bastante, todos vosotros sois muy especiales para mí.
Por último, este libro está dedicado a la que es mi esposa desde hace unos meses, que ha visto crecer la historia desde que no era más que una idea en bruto hasta convertirse en palabras plasmadas en papel. Por sus consejos, sus críticas y su apoyo durante todo el proceso.