Ángela miró el cuaderno abierto, miró las dos últimas páginas escritas del cuaderno, y puso sus manos en la mía, en la que sostenía, todavía, la pluma. Acercó sus labios a mi frente, y dijo que yo tenía fiebre. Dijo que iba a buscar al doctor Cufré. La retuve unos segundos, di vuelta las dos últimas páginas escritas del cuaderno, y en la página en blanco que seguía a las dos últimas páginas escritas del cuaderno, escribí tres palabras.
Ella leyó las tres palabras que mi mano escribió, y besó la mano que escribió: Ángela, llámeme Castelli.