Capítulo II

Heme aquí dentro de la sala, ante el micrófono, de cara al Tribunal. En el banquillo de los acusados sólo está sentados tres: Slansky, Geminder y Clementis. Ya han hecho sus declaraciones.

A la pregunta del Presidente de si he comprendido el acta de acusación, respondo afirmativamente. Me pregunta entonces de qué me reconozco culpable. ¡Recito mi larga lección sin errores! Digo mi texto fríamente, con aplicación, como si eso no me concerniese. Tengo incluso la impresión, de asistir como testigo a la audiencia de mi doble.

«Confieso ser culpable de haber tomado parte activa, desde el año 1948 hasta el día de mi detención, del núcleo de conspiración contra el Estado en Checoslovaquia, formado y dirigido por Rudolf Slansky…».

»… reconozco plenamente mi culpabilidad en el hecho de haber asegurado y negociado, en calidad de miembro de la conspiración, las relaciones de espionaje de Slansky con el agente inglés Zilliacus, y de haber empleado con este fin el correo diplomático del Ministerio de Asuntos Exteriores. Además, yo tenía por mi parte, relaciones de espionaje con el agente americano Noel Field y le comunicaba información».

El fiscal: «¿Qué es lo que le ha impulsado a trabajar activamente como enemigo contra la República Democrática Popular Checoslovaca?».

London: «Me he criado en un medio burgués. Las masas trabajadoras han sido siempre extrañas para mí y me he dejado guiar por mi instinto burgués y egoísta asegurando mi carrera y mi bienestar personal. Pero ha sido, sobre todo, mi estancia de más de once años en el Oeste, lo que me ha convertido en un extranjero en Checoslovaquia, de manera que no conozco verdaderamente al pueblo checoslovaco, ni sus costumbres ni su lucha por la libertad. Durante mi estancia en el Oeste, me he vuelto cosmopolita y me he pasado completamente al campo burgués. Todo esto me ha conducido ya en Francia, en 1940, al grupo trotskista de las Brigadas Internacionales de España; ese grupo funcionaba en Marsella y estaba subvencionado por la organización americana YMCA y su sección checoslovaca: el núcleo de Ayuda Checoslovaca, órgano del servicio de información americano, bajo el mando del espía Lowry y del trotskista Dubina».

El fiscal Urvalek: «Dénos alguna información detallada sobre el grupo trotskista con el que tuvo relaciones en Francia, en 1947».

London: «En 1940 trabajé como emigrado en la organización de la MOI. Allí me enteré de la existencia de un grupo trotskista en Marsella, compuesto por antiguos miembros checoslovacos de las Brigadas Internacionales. Entré en relación con ese grupo, ejercí mi influencia sobre él y gracias a mis relaciones en Francia, conseguí que se trasladasen a París».

«… a este grupo pertenecían: Osvald Zavodsky, Laco Holdos, Antonin Svoboda y otros. Todos ellos volvieron a Checoslovaquia al final de la segunda guerra mundial, y gracias a la ayuda directa de Slansky, ocuparon puestos importantes en el aparato del Partido y del Estado, así como en el Ejército».

«Slansky obró de este modo porque también era trotskista, tenía posiciones enteramente burguesas y se rodeaba de personas de su especie, contando con ellas para realizar sus planes de traición. El núcleo de conspiración de Slansky se forma justamente después de haber logrado el aglomerado de semejante casta de gente…».

Recito, que fue durante el VIII Congreso del Partido cuando Slansky «después de haber tenido conmigo una entrevista que duró dos días con intervalos» me había puesto al corriente de sus proyectos criminales y me había propuesto que colaborase con él, que «para obligarme, había manipulado el asunto de la carta del Ministerio de Defensa, con la cual me había amenazado su cómplice Mikse, agregado militar en la embajada de París…».

Que «Slansky me ordenó que zapase y espiase el movimiento progresista francés. Geminder y Zavodsky trabajaban también en la realización de esta tarea…».

Que «he vuelto a Praga después de mi estancia en Suiza por motivos de salud… Una vez colocado, gracias a Slansky, en el Ministerio de Asuntos Exteriores, debía trabajar en estrecha colaboración con los otros cómplices, Clementis, Hajdu…».

Que igual que yo, «docenas de otros elementos, también facciosos y cómplices de Slansky, han ejercido en el aparato del Estado funciones de una importancia análoga…».

Que, «de acuerdo con la proposición de Geminder, he dirigido mi actividad hacia el importante sector de la política de Cuadros en el Ministerio de Asuntos Exteriores…» Que «abusaba del correo diplomático, utilizándolo para las actividades de espionaje del núcleo de conspiración contra el Estado. Yo era un eslabón de la cadena de espionaje que unía a Slansky y a Geminder con el antiguo agente del Servicio de Inteligencia, Koni Zilliacus. Este último era el personaje más importante que aseguraba el contacto del núcleo con los medios dirigentes de los imperialistas occidentales… con el fin de operar el derrocamiento del régimen de Checoslovaquia…».

Y continúo:

«… en Inglaterra estaban en contacto con Zilliacus, el Embajador de la República, Kratochvil; el consejero de la embajada, Goldstücker y Pavel Kavan. Eran ellos los que remitían a Zilliacus la correspondencia secreta que Geminder y Slansky le enviaban por correo diplomático».

El fiscal: «Hable usted ahora de sus relaciones con el agente americano Noel Field».

London: «Me he puesto en contacto con el agente americano Noel Field en Ginebra, Suiza, en el año 1947…». Cubriéndose bajo la acción de socorro y de ayuda emprendida por la organización americana Unitarian Service Committee, el servicio de información americano intentaba, con la ayuda de diversos elementos de la Europa Oriental, penetrar en los países de democracia popular y poner en acción fuerzas subversivas y de espionaje. Field, ofreciendo a varios individuos, socorros diversos y una ayuda financiera, ensanchaba el campo de sus relaciones. Se ligaba con ellos y creaba las condiciones propicias para alistarlos en sus servicios y hacerles trabajar para el espionaje americano. Field, se procuraba de este modo fuentes de información muy importantes para el espionaje contra los países de democracia popular, lo que se ha demostrado durante el proceso Rajk en Hungría. Esta red de agentes que trabajaban para el espionaje americano, había sido constituida por Field con personas que, al regresar a sus países con democracia popular, habían logrado ejercer estas funciones en la organización del Estado y del Partido…».

El Presidente: «¿Ha hablado usted con alguien de sus relaciones de espionaje con Field?».

London: «Sí, he hablado de este asunto varias veces con Slansky, con Geminder y más tarde con Karel Svab. Este último me dio a entender, con alusiones sutiles, que sólo gracias a Slansky, Geminder y él mismo mi colaboración con Field no había tenido consecuencias».

El fiscal: «¿Significa esto que por ser su colaborador, Slansky, Geminder y Svab le han protegido y han impedido que fuese usted descubierto?».

London: «Sí, así es. Eso me ligó aún más a Slansky. Y desde entonces yo aplicaba todavía más activamente su política criminal contra Checoslovaquia…».

Sigo recitando la lista de las «fechorías» que había realizado abusando de mi puesto de Viceministro de Asuntos Exteriores. Como formaba parte de la «Comisión de los Tres», aprovechaba la ocasión para colocar «cuadros hostiles al Estado en los puestos medios y subalternos del servicio diplomático en el extranjero».

El Presidente: «¿Con quién estaba usted en relación directa en el Ministerio de Asuntos Exteriores para ejercer su actividad facciosa?».

London: «Cuando entré en el Ministerio de Asuntos Exteriores, me puse en contacto con Hajdu, Dufek y Clementis, siguiendo las instrucciones de Geminder. Con Clementis, y ayudado por Geminder, he logrado obtener que el Comité de Organización del Partido fuese constituido en su mayoría, por gente que nos seguía fielmente, lo que nos permitió ejecutar nuestra actividad enemiga en el Ministerio. Durante la depuración realizada en los últimos meses del año 1949, hemos consolidado la posición de nuestra gente; les hemos colocado en puestos importantes, mientras que desplazábamos a las personas que nos estorbaban».

El fiscal: «¿Por qué trataba usted, para realizar sus proyectos hostiles en el Ministerio de Asuntos Exteriores, de apoderarse sistemáticamente del Comité de Organización del Partido?».

London: «La actividad del grupo trotskista en el Ministerio estaba determinada por la política criminal del núcleo contra el Estado. Haciéndonos dueños de la Organización del Partido, asegurábamos y facilitábamos la ejecución de una política hostil y simplificábamos la colocación de nuestros cuadros. Por esta razón, nuestro grupo trotskista colaboraba estrechamente con Clementis, lo que nos permitía no ser descubiertos. Para conseguir aquel fin, redactamos a últimos de febrero de 1949, una lista de candidatos para miembros del Comité del Partido. En ella figuraban personas que colaboraban con nosotros y que estaban bajo nuestra influencia. Sin embargo, no logramos imponer esas candidaturas en la reunión. Por ese motivo Geminder, declaró entonces que las elecciones no eran válidas. Hizo venir a los conspiradores al despacho de Clementis para decirles que era preciso imponer la lista de los candidatos al Comité del Partido y colocar en cabeza al trotskista Dufek… Y así se hizo, y de este modo teníamos vía libre para la ejecución de nuestra actividad hostil en el Ministerio de Asuntos Exteriores…».

El Presidente: «Hasta ahora no ha explicado usted cómo se ha formado el grupo trotskista en el Ministerio de Asuntos Exteriores, ni quiénes formaban el núcleo».

London: «Yo no estaba presente cuando se fundó ese grupo. Sin embargo, he sabido que se formó inmediatamente después de los acontecimientos de febrero de 1948, por orden de Slansky y de Geminder… El pasado turbio de sus miembros representaba para Slansky una garantía que aseguraba la ejecución de sus proyectos contra el Estado. Al principio eran Hajdu y Dufek los que constituían el núcleo de ese grupo… recibían las instrucciones de Geminder para la realización de su actividad contra el Estado… Después de mi nombramiento en el Ministerio de Asuntos Exteriores en 1949, he sido miembro de ese núcleo del grupo trotskista… Por orden de Geminder, nos hemos aprovechado de la reorganización, para mantener en la Central elementos partidarios de Benes y trotskistas favorables a nuestros proyectos contra el Estado y confiarles casi todas las funciones decisivas…».

Explico a continuación, que por orden de Clementis hemos formado comisiones que tenían la misma competencia que las secciones especiales. Para formarlas nos hacía falta la aprobación del Gobierno. Pudimos así poner en los puestos de dirección, hombres designados especialmente por Clementis, porque sabía que podía contar con ellos y gozaban de su entera confianza.

También explico cómo he saboteado el reclutamiento de cuadros obreros para el Ministerio…

El fiscal: «Díganos ahora con qué trotskistas mantenía usted relaciones para ejercer su actividad de conspiración en el Ministerio de Asuntos Exteriores».

London: «Con trotskistas que pertenecieron a las Brigadas Internacionales, como Josef Pavel, Osvald Zavodsky, Oskar Vales, Antonin Svoboda, Otakar Hromadko, Hoffman…, quienes aseguraban, gracias a Slansky, sectores importantes en el aparato del Partido y del Estado… Nos reuníamos a menudo en el despacho o en el domicilio de uno de nosotros; durante esas reuniones discutíamos sobre la ubicación de nuestros partidarios, antiguos miembros de las Brigadas Internacionales, en el aparato del Estado para reforzar las posiciones de nuestro núcleo…”

El fiscal: «¿Qué ocurrió durante la reunión conspiradora del mes de enero de 1951?».

London: «…temíamos por nuestra suerte. Debido a ello celebramos un consejo a primeros de enero de 1951, sobre las medidas que deberíamos tomar para prevenirnos contra el desenmascaramiento eventual de nuestra actividad… Nos pusimos de acuerdo para apoyarnos en Slansky, pues sabíamos que mientras ejerciese su cargo nos defendería en todos los sentidos. Estábamos completamente convencidos, ya que Slansky nos había protegido ya una vez».

El fiscal: «¿Cuándo fue y cómo ocurrió?».

London: «Fue poco tiempo después del proceso Rajk en Hungría, a finales del verano de 1949, aproximadamente; en aquella época el Partido hacía un examen del pasado y de la actividad de algunos miembros de las Brigadas Internacionales en España y en Francia. En aquellos momentos establecimos, instigados por Pavel, una lista de voluntarios que tenían un pasado dudoso. De este modo desviamos la atención de la solapada actividad trotskista que habíamos realizado en España y más tarde en Francia. Gracias a eso conseguimos escondernos…”

El Presidente: «¿Ha dicho usted todo lo relativo a su actividad en la conspiración dirigida contra el Estado?».

London: «Sí, no he ocultado nada, ni durante la instrucción ni ante el Tribunal. He dicho todo lo que se refiere a mi participación en el núcleo de conspiración contra el Estado dirigido por Slansky. He confesado incluso el hecho de que, como conjurado, ejercía una actividad facciosa en el Ministerio de Asuntos Exteriores con mis cómplices Clementis, Geminder, Hajdu, Dufek y otros. Yo formaba parte del grupo trotskista en el Ministerio de Asuntos Exteriores, cuya actividad tendía al derrumbamiento del aparato de la Administración Central. Estaba también en contacto con el agente americano Noel Field, al que transmití durante 1947, informaciones de espionaje».

El Presidente: «Sin embargo, hemos sido informados de que al principio de la instrucción ha ocultado usted algo. ¿De qué se trataba?».

London: «Para terminar, hago observar, que al principio de la instrucción he ocultado mi crimen principal: mi participación en la conspiración. Lo he hecho porque sabía que el jefe de la conspiración Rudolf Slansky estaba en libertad y ejercía una de las más altas funciones del Estado. Contaba con él y esperaba su ayuda. Durante la instrucción me he dado cuenta de la inutilidad de semejante manera de obrar, puesto que el socorro que esperaba no llegaba. Ha sido por eso por lo que he decidido confesar toda mi actividad hostil al Estado, así como la de mis cómplices, incluyendo la cabeza del núcleo de la conspiración dirigida contra el Estado, Rudolf Slansky, y lo he hecho con toda sinceridad».

En mi declaración cito los nombres de mis compañeros de acusación como «mis cómplices», lo mismo que cada uno de ellos me citará en la suya como «su cómplice».

Desfilaron ante el Tribunal, como testigos de la acusación contra mí, los coacusados detenidos: Goldstücker, Kavan, Klinger, Horvath, Dufek, Hajek, Zavodsky, y un testigo libre, Borek, Viceministro en aquellos momentos de Asuntos Exteriores.

He aquí algunos pasajes edificantes de las declaraciones de mi coacusado Svab, y del testigo de la acusación Zavodsky, sobre nuestra culpabilidad en el crimen:

El fiscal: «¿Quiénes eran concretamente las personas que componían ese núcleo de conspiración contra el Estado?».

Svab: «… además de Rudolf Slansky, que dirigía toda esta actividad enemiga, y yo mismo, que como criminal de guerra y saboteador del cuerpo de la Seguridad Nacional, mi misión era la de velar para que la actividad del núcleo de conspiración no fuese desenmascarada, el foco director de ese núcleo también estaba compuesto por los siguientes miembros: Vladimir Clementis, agente de los servicios de espionaje franceses y nacionalista burgués eslovaco; Bedrich Geminder, cosmopolita, nacionalista burgués y judío; Bedrich Reicin, saboteador del Ejército checoslovaco y nacionalista burgués judío; Josef Frank, gran traficante en el mercado negro y el más próximo colaborador de Slansky; el trotskista Artur London, nacionalista burgués, judío y espía; Ludvik Frejka, nacionalista, burgués, judío, espía y colaborador del agente americano Emanuel Voska; Otto Sling, nacionalista burgués y judío; Eugen Lóbl, espía formado en la cuadrilla reaccionaria de Benes en Londres; Otto Fischl, nacionalista burgués, judío y agente del Estado imperialista de Israel, y André Simone-Katz, nacionalista burgués, judío y espía… Yo protegía también del mismo modo a otros miembros del núcleo para que no fuesen desenmascarados, remitiendo a Slansky los documentos comprometedores y advirtiendo, individualmente, a los otros componentes del grupo cuando estaban amenazados».

El Presidente: «¿De quiénes se trataba?».

Svab: «Se trataba de Artur London, del cual Slansky y yo sabíamos que era trotskista y colaborador del espía americano Noel Field. A pesar de eso, Slansky le confió en 1948 un puesto importante en el Ministerio de Asuntos Exteriores. Bedrich Geminder tenía influencia decisiva en el funcionamiento de la actividad enemiga en el sector de la política extranjera. Gozaba de esta influencia, gracias a su puesto de jefe de la Sección Internacional del Secretariado Central del Partido Comunista Checoslovaco. Fue Slansky quien colocó a Geminder en aquel puesto…».

El fiscal: «¿Cómo han saboteado Slansky y usted la investigación sobre la actividad enemiga que desplegaba en Checoslovaquia el espía americano Noel Field?».

Svab: «El espía americano Noel Field, desenmascarado en el proceso de Hungría, declaró que había formado una red de espionaje en Checoslovaquia, y que esa red desplegaba una .gran actividad…”

El Presidente: «¿Cómo ha disimulado usted lo que sabía sobre Field?».

Svab: «Puesto que no podíamos, ni Slansky ni yo, suprimir esta declaración, Slansky ordenó que la investigación sobre los diferentes miembros del núcleo comprometidos por ella se efectuara de manera formal. Durante la investigación se les informó a todos del contenido de la declaración de Field para que pudiesen preparar su defensa…».

El Presidente: «¿En quién se apoyaba Slansky particularmente?».

Svab: «Se apoyaba particularmente, como Tito, en un grupo trotskista bien organizado, compuesto de voluntarios que habían estado en España, y que se cubrían los unos a los otros; grupo dirigido por el trotskista Josef Pavel, Osvald Zavodsky y el espía London… He impedido que ese grupo fuese desenmascarado y he desviado sistemáticamente la atención del aparato de la Seguridad para salvar a todos los elementos trotskistas, aduciendo que los trotskistas no eran peligrosos…”

El fiscal: «¿Le dio instrucciones Slansky sobre lo que tenía que hacer en su puesto de la Seguridad?».

Svab: «Sí. Yo mismo pregunté a Slansky cómo debía proceder. Me aconsejó que leyese el libro del antiguo Ministro de la policía francesa, Fouché, y que extrajese sus enseñanzas. Eso fue antes de mi nombramiento en la Seguridad. En su libro, Fouché, que se decía especialista, describe una interminable serie de intrigas, de fraudes, de complots, organización de grupos para preparar la provocación, el aparato escénico de los procesos para apartar y comprometer personas que estorban, llegando incluso hasta el asesinato. Finalmente, en ese libro, el autor cuenta cómo se encontraba muchas veces en desgracia a pesar de sus fieles servicios al rey y cómo conseguía recobrar su confianza. Comprendí claramente que Slansky quería sugerirme que yo actuase de la misma forma…».

¡Qué imprudencia, qué cinismo demuestran, a través de estas palabras, los que han puesto en la boca de Svab su propia profesión de fe!

Y con la misma desvergüenza obligaron a su propia hermana, Svermova, a declararle culpable como miembro de la conspiración contra el Estado: «En la Seguridad, Slansky se servía de Karel Svab para realizar su actividad enemiga. La posesión de esos sectores (Asuntos Exteriores y Seguridad) de primer plano en el aparato del Estado, era muy importante para la preparación de la conspiración contra el Estado…».

Mientras escucho la declaración de Karel Svab, me acuerdo de lo que me ha hecho sufrir, de los meses de tensión, de desmoralización, de angustia, de miedo. Había terminado por considerarlo como uno de los principales artífices de mi desgracia, uno de los que utilizaban en el Partido, métodos policiales y terroristas. Su frialdad, su manera de tratar a todo el mundo como a un acusado, la brutalidad de sus expresiones y su conducta conmigo me habían confirmado esta idea.

Luego, cuando me enteré durante los interrogatorios, que él también había sido detenido, comencé a olvidar al verdugo y a compadecerme de la víctima. Así, los consejeros soviéticos, en los que tenía una confianza ciega para «manejar la espada de la justicia proletaria», le habían eliminado. Le habían engañado, manipulado, se habían servido de él, antes de detenerle a su vez y de torturarle, para al fin incluirle en el proceso de Slansky, puesto que les hacía falta un aliado de las fuerzas enemigas dentro la Seguridad…

Karel Svab fue obrero, hijo de un viejo militante socialista, también obrero. En 1918, a los catorce años, vivía con su familia en Alemania. Como un nuevo Gavroche, suministraba las municiones a los combatientes spartakistas. En 1929 pasó un año en la URSS como alumno de la Internacional Deportiva Roja. Siempre tuvo una admiración sin límites por el país del socialismo. Cuando los esbirros de Hitler llegaron a Praga, fue uno de los primeros detenidos, y pasó todo el resto de la guerra en las prisiones y en los campos nazis. En Sachsenhausen-Oranienburg fue compañero de Zapotocky y de Dolansky en la organización de la resistencia.

Ahora le han hecho «confesar» como se lo han hecho «confesar» también a Frank que, por este hecho, se ha convertido en un criminal de guerra, un instrumento de la Gestapo en los campos. Y sus camaradas de deportación y de combate en el campo: Zapotocky, Presidente del Consejo, y Dolansky, Vicepresidente del Consejo –miembros, tanto el uno como el otro de la Oficina Política– permiten que se diga todo eso y callan…

En el momento de acabar este libro me he enterado, por algunos miembros de la familia de Svab que pudieron ver el expediente en la época de la rehabilitación jurídica de 1963; que Farel Svab, a pesar de la confianza absoluta que tenía en los consejeros soviéticos, se había negado en el mes de noviembre de 1950, a dar crédito a la Comisión Central de Control del Partido y expuso sus dudas sobre el resultado de su investigación contra los enemigos en el interior del Partido. Cuando fue nombrado Viceministro de la Seguridad, se negó incluso a tomar en consideración las proposiciones de detención de dicha comisión que, siendo en principio política, se había convertido en policial. Algunos de sus miembros fueron trasladados a la Seguridad y tomaron parte directamente en los interrogatorios. Mi primer verdugo, Smola, era uno de ellos. En realidad, esta comisión estaba ya enteramente dominada por los servicios soviéticos.

De esta forma, Svab había firmado su propia condena. En los primeros días de diciembre de 1950, el Ministro Kopriva le suspendió de sus funciones obedeciendo la petición de los consejeros soviéticos y de la Comisión de Control. El dieciséis de febrero de 1951 fue detenido.

Una observación de su hermana Anna, ha confirmado la hipótesis que ya he expuesto sobre las razones que provocaron la «confesión» inmediata de Zavodsky. Svab era Viceministro de la Seguridad, es decir, en el nivel político; Zavodsky, como jefe de servicio, ejercía sus funciones a nivel técnico, práctico. La hermana de Svab escribió: «Todo demuestra que si hubiese conocido los verdaderos métodos de investigación, no habría intentado afrontar unos interrogatorios tan espantosos y no habría desmentido varias veces, como lo ha hecho, sus «confesiones». Habría realizado en seguida su «confesión» y todo lo que le exigían…».

Esto no ha cambiado nada, en la escala de los sufrimientos y del martirio, entre Zavodsky y él. Zavodsky esperó dieciocho meses más la cuerda del verdugo.

Ahora es el turno de Zavodsky de atestiguar a su vez contra su antiguo jefe Svab y contra mí.

El Presidente: «¿Qué sabe usted de la actividad de Karel Svab?».

Zavodsky: «Yo sabía que Svab trabajaba con abnegación para Rudolf Slansky y que era uno de los enemigos agrupados en torno a él… Yo mismo, he ayudado a Karel Svab, por orden directa de Slansky, a ocultar la actividad de Artur London, desenmascarado como agente americano».

El Presidente: «¿De qué manera, se ha producido eso?».

Zavodsky: «En 1949, durante la investigación sobre el espía americano Noel Field, se desveló incontestablemente que las relaciones entre London y Field eran verdaderas relaciones de espionaje. Slansky conocía este hecho irrefutable, por las informaciones que le transmitía Karel Svab. A pesar de eso, Slansky no dio ninguna orden para que se tomasen medidas contra London, sino, al contrario, ocultó su actividad de espionaje y la de otras personas… Slansky protegía a London porque era uno de los saboteadores del núcleo de conspiración contra el Estado en Checoslovaquia. Slansky entabló relaciones con London cuando hizo venir a Checoslovaquia al grupo de voluntarios de España que se encontraba en Francia, desmoralizado y carcomido por el trotskismo. Slansky colocó a los miembros de este grupo en el aparato del Estado. Como ya he dicho, London dirigía ese grupo en Francia, y mandaba a Slansky informaciones detalladas y completas sobre la actividad de nuestro grupo enemigo en Francia, además de la de cada uno de nosotros, es decir, de la de cada miembro de nuestro grupo».

El Presidente: «¿Le ha dicho London algo más sobre este tema?».

Zavodsky: «London me dijo entonces que Slansky quería persuadirle de que se quedase en Checoslovaquia y que le ofrecía un puesto lucrativo en la Sección de Cuadros del Comité Central del Partido Comunista de Checoslovaquia. Le prometía también que se ocuparía de su familia».

»Cuando vino definitivamente a Checoslovaquia, a fines del año 1948, Slansky y Geminder le colocaron en un puesto importante: Viceministro de Asuntos Exteriores, encargado de la cuestión de los cuadros. London, con Josef Pavel, tomó de nuevo en sus manos la dirección del grupo enemigo de los voluntarios veteranos de España, y bajo su mando, ese grupo se reconstituyó y se organizó con personas que se apoyaban mutuamente. De esta manera hemos mantenido, de hecho, los objetivos del núcleo de conspiración en el aparato del Estado y del Partido…”

»En 1946, durante una conversación que tuve con London en el secretariado central del Partido Comunista, me confió que se disponía a trabajar en Francia de acuerdo con Slansky y Geminder, y me advirtió que yo sería el intermediario para comunicar informaciones confidenciales a Slansky y a Geminder, con quienes examiné esta cuestión en todos sus detalles».

»London me envió información destinada a Geminder hasta el año 1947. Por estas fechas se marchó de Francia para ir a curarse a Suiza, en donde practicó el espionaje por cuenta del agente americano, Noel Field, colaborador de Allan Dulles, jefe de los servicios de espionaje americanos en Europa. Yo estaba al corriente de este hecho tan grave por las informaciones que llegaban a la Seguridad del Estado. Rudolf Slansky lo sabía también, puesto que yo le pasaba todas las informaciones de esa naturaleza. Las informaciones que hemos comprobado, demostraban claramente que Artur London era un colaborador inmediato del espía Noel Field».

El texto de las declaraciones de todos los testigos de la acusación ha sido cuidadosamente preparado por Ruzyn, como lo serán más tarde los «testimonios» que me obligarán a hacer en algunos juicios.

El proceso continúa exactamente como Kohoutek me lo había explicado. El fiscal y el Presidente del Tribunal me hacen las preguntas en el momento preciso, como estaba indicado en mi declaración preparada de antemano. Repiten, palabra por palabra, las que he aprendido estudiando mi texto y que han sido elaboradas por los hombres de Ruzyn. ¡No cambian ni una palabra y no tienen la menor vacilación! ¡También ellos han aprendido su lección!

Mi defensor no me hace ninguna pregunta. ¡Eso no estaba previsto en el escenario! Nuestros referents no mentían cuando decían: «El Tribunal hará lo que nosotros le digamos». Lo ha hecho, efectivamente.

¿Cómo es posible que juristas, hombres elegidos entre los más responsables, cuya función y cuyo deber es justamente hacer respetar la ley y aplicar la legislación en vigor, hayan podido convertirse con semejante servilismo en instrumentos conscientes de la ilegalidad y de la arbitrariedad? Los Derechos de los Ciudadanos inscritos en la Constitución y por los que han vertido su sangre tantas generaciones, son inseparables de la Democracia y todavía más del Socialismo. Los que habían jurado ser sus adalides, se han inclinado ante nuestros verdugos para dar a la caza de brujas, a los debates de este Tribunal harto sospechosos, una apariencia de legalidad.

No son simplemente dóciles. No se puede negar su celo.

En el caso de Geminder, yo no estaba en la sala durante su declaración; mis ojos se llenaron de lágrimas cuando tuve ocasión de leer con qué celo, el Presidente y Urvalek, han humillado al hombre indefenso que se encontraba ante ellos.

El Presidente: «¿Nacionalidad?».

Geminder: «Checa».

El Presidente: «¿Habla el checo?».

Geminder: «Sí».

El Presidente: «¿Quiere un intérprete?».

Geminder: «No».

El Presidente: «¿Comprende las preguntas y será capaz de responderlas en lengua checa?».

Geminder: «Sí».

El Presidente: «¿Ve con claridad y comprende el delito del que se le acusa según el acta del Fiscal General?».

Geminder: «Sí, me declaro culpable en todos los puntos de la acusación».

El fiscal: «¿Cuáles eran sus declaraciones con respecto al pueblo trabajador checoslovaco?».

Geminder: «Los intereses del pueblo checoslovaco me eran indiferentes, no he estado nunca ligado a ese pueblo. Sus intereses nacionales me son extraños».

El fiscal: «¿A qué escuela ha ido usted?».

Geminder: «Fui a la escuela alemana de Ostrava. En el año 1919 me marché de Checoslovaquia y terminé mis estudios secundarios en Berlín, donde cursé el pregraduado. Cuando terminé, frecuenté los medios pequeño burgueses, cosmopolitas y sionistas, donde encontraba personas de nacionalidad alemana, lo que también ha contribuido a que no conozca a fondo la lengua checa».

El fiscal: «¿Y durante todo este período no ha aprendido usted a hablar bien el checo, ni siquiera en 1946, cuando vino a Checoslovaquia y ejerció funciones de responsabilidad en el aparato del Partido Comunista?».

Geminder: «No, no he aprendido a hablar bien el checo».

El fiscal: «¿Qué lengua es la que domina usted?».

Geminder: «El alemán».

El fiscal: «¿Conoce usted realmente bien el alemán?».

Geminder: «Hace mucho tiempo que no he hablado en alemán, pero conozco bien esta lengua».

El fiscal: «¿Conoce usted el alemán poco más o menos como el checo?».

Geminder: «Sí».

El fiscal: «Así, en realidad no conoce usted correctamente ninguna lengua. Usted es un cosmopolita típico. Con una cualidad semejante ha conseguido introducirse en el Partido Comunista».

Geminder: «He ingresado en el Partido Comunista Checoslovaco en el año 1921, y he seguido siendo miembro hasta que me han desenmascarado en 1951».

Con esta manera de proceder se quiere negar que Geminder pertenezca a la comunidad checoslovaca, ya que sus padres eran judíos, y nació en una región fronteriza, la mía, en la cual los derechos de la lengua de la minoría alemana habían sido reconocidos por la República de Masaryk. Checoslovaquia se enorgullece con razón, de tener en su patrimonio cultural, admirables pensadores, historiadores, escritores, artistas y periodistas de lengua alemana. No creo que haga falta citar a los Kafka, R.M. Rilke, Werfel, E. E. Kisch, Max Brod, Weisskopf Fürnberg…

Gottwald, Kopriva, Bacilek, Siroky, Kopecky, Dolansky, Köhler, han dado el visto bueno a todas las falsificaciones de los consejeros soviéticos y de sus hombres de Ruzyn, disfrazando nuestra actividad de militantes, bajo sus órdenes y su control, con la apariencia de actos de traición y de crímenes. Todos hemos tenido la loca esperanza de que se apercibieran de la insensatez de las «confesiones» que nos arrancaban. Como respuesta, nos han enviado a Bacilek para confesar en cierto modo, que sabían que nuestras «confesiones» eran falsas y para pedirnos, en nombre del Partido, que nos atuviésemos a ellas, acompañándolo de un chantaje en el que entraba en juego nuestra propia vida.

Y los magistrados que nos juzgan, traicionan los deberes de su profesión, sometiéndose a las órdenes que han recibido de la Dirección del Partido. He conocido en Francia a los jueces de Pétain que habían aceptado también, bajo la ocupación nazi, la jurisdicción de excepción y la inculcación de los derechos de la defensa. Pero eran jueces del aparato de represión burgués. Y no se prestaban tan crudamente, tan servilmente a ser auxiliares de la policía. Guardaban, por lo menos en apariencia, la idea de la presunción de la inocencia de los acusados. No admitían como ley la afirmación de Vychinski: «La confesión constituye por sí sola la prueba de la culpabilidad». Hasta los defensores nombrados de oficio, en el último momento, trataban en el plano jurídico, de prestar asistencia a sus clientes. Después de nuestra detención en 1942, y aunque fuimos remitidos al Tribunal del Estado, mi mujer y yo tuvimos el derecho de preparar nuestra defensa con nuestro abogado.

En Pankrac no hay tal cosa. Los fiscales y los jueces no tienen la excusa de que han dado crédito a nuestras «confesiones» y de que se escudan tras ellas; se han aprendido de memoria, como nosotros, el guión de los consejeros soviéticos y de los hombres de Ruzyn. Conocen por tanto la farsa, pero colaboran en su ejecución. No solamente cuando nos obligan a decir que las garantías legales han sido respetadas –habiéndolas violado ellos mismos– sino sobre todo, porque se prestan en cada momento a ser cómplices de la mentira.

Esto es lo que hace el Presidente Novak cuando escamotea en mi cuestionario de identidad los motivos de mis diversos encarcelamientos, en 1931,1932 y 1933, en Ostrava; en agosto de 1942 en París; mi deportación en Mauthausen, así como toda mi actividad antifascista, pues lo que le interesa es perfilar mi papel de espía dejando además, un aire turbio en mi pasado.

¡No hay por tanto que extrañarse, de que admitan como verdades indiscutibles todo el material que les somete la Seguridad, y de que lo autentifiquen sin el más mínimo control!

Aceptan como prueba de mi «infamia» las cartas, los documentos de trabajo enteramente lícitos, retirados de los archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores o de los de la Sección Internacional del Partido, y los presentan como «pruebas de la acusación» durante el proceso.

El fiscal: «Remito al Tribunal un documento que prueba la actividad contra el Estado del acusado London. Se trata de la fotocopia de una carta del diez de julio de 1948, que London escribió en París a Slansky y que prueba las relaciones que tenía con él encaminadas a perjudicar al Estado. También presento el original de la carta del siete de noviembre de 1946, que London escribió en París a Geminder y que prueba sus relaciones de sabotaje con Geminder. La fotocopia de la carta escrita y enviada por Rudolf Slansky a París, prueba igualmente las relaciones entre los enemigos del Estado, London y Slansky. Presento la fotografía del espía americano Noel Field, en la que London certifica al dorso, de su propia mano, sus relaciones de espionaje con Field…».

Luego presenta los documentos que ya he citado, dirigidos a la embajada de Londres y de París con respecto a Zilliacus, y otras cartas enviadas a Goldstücker y a otros empleados del Ministerio que gestionaban algunos problemas de visados y de cuadros. Y para terminar… «el original de la carta del veintitrés de marzo de 1950, escrita por Milos Nekvasil a London y que prueba las relaciones hostiles al Estado de London con el grupo trotskista de los antiguos miembros de las Brigadas Internacionales».

El menor examen serio de los documentos que figuran en mi expediente presentados como pruebas convincentes, mostraría que se trata de una simple correspondencia amistosa en el caso de mi carta a Geminder, a la que adjuntaba un artículo para la revista Svetove Rozhledy, a la que prestaba mi colaboración, y de una carta de servicio para Goldstücker. La carta que me había enviado Slansky a París, era una simple recomendación para el nuevo y joven corresponsal que acababa de ser nombrado en París para la Agencia de Prensa Checoslovaca (CTK), Jirka Drtina. La última era una carta personal que me había enviado Nekvasil, llena de hiel contra algunos de nuestros antiguos compañeros de combate en las Brigadas…

En el caso de todos los acusados, las pruebas presentadas a los jurados son de la misma calidad. Durante la declaración de Vavro Hajdu presentan el documento siguiente como prueba «irrefutable» de su actitud antisoviética y de su complicidad con los imperialistas americanos:

El fiscal: «Someto al Tribunal el documento numeró uno. Es uno de los discursos difundidos por la BBC el cuatro de mayo de 1945, en el cual usted alaba con adulación a los angloamericanos como instrumentos de la derrota de la Alemania nazi, y no dice ni una palabra del papel de la Unión Soviética, que en realidad había participado de una manera decisiva en esa derrota. En ese discurso dijo usted textualmente: «El mérito indiscutiblemente mayor de esta victoria, se debe a los heroicos ejércitos americanos e ingleses que bajo el mando del gran mariscal Alexander, han luchado en combates encarnizados hasta el objetivo final, hasta el aplastamiento del enemigo y su capitulación».

Desligada aquí de su contexto, esta frase es un fragmento del discurso escrito por Vavro Hajdu para ser difundido por las ondas de la BBC. Iba destinado especialmente al pueblo de la Checoslovaquia ocupada, que celebraba la derrota de las tropas del Eje en Italia, y su rendición el dos de mayo de 1945, a los ejércitos aliados mandados por el mariscal Alexander.

¿Puede imaginarse una manera más imprudente y cínica de abusar sin tapujos de la credulidad pública? ¿De burlarse de la justicia? ¡Qué desprecio por las personas supone una actitud semejante…!

Durante mi estancia en Moscú, tuve la ocasión de visitar la colonia de reeducación de jóvenes delincuentes, en Kuntzevo, situada en un bosque cercano a Moscú. El Director nos habló largo rato de los métodos, severos y humanos a la vez, aplicados por la justicia soviética para que el hombre verdadero se desprenda, con su ayuda, de su ganga contaminada. Siempre he creído, y como yo todos los comunistas sinceros, que una verdadera democracia socialista no puede existir sin derecho, sin legalidad y sin seguridad jurídica, lo mismo que un derecho verdaderamente justo no puede existir sin democracia socialista…

¿Quién de nosotros no ha tenido en un momento de su vida como libro de cabecera, la obra tan profundamente humana de Makarenko: Banderas en la torre? ¿Quién no ha llorado viendo en la pantalla esa obra maravillosa: Los caminos de la vida?. Justamente por eso ni yo, ni nosotros, ni mis camaradas, podíamos dudar al principio de los procesos de Moscú.

Como para todos los que han sufrido largos años de prisión por sus ideas, que han visto la realidad de las prisiones, que han sido víctimas de la arbitrariedad de la justicia burguesa y de su inhumanidad profunda, el comunismo era también para mí esa nueva justicia. Y ahora, nuestro proceso va a sumarse a la larga lista de los que les han precedido y han deshonrado nuestro ideal de comunistas. Mis trece compañeros y yo, somos víctimas de esta vergüenza, de esta degeneración. Pero vosotros, camaradas, seguiréis con vuestra ilusión. Vais a ver ahora en mí, en ellos, en los que seguirán más tarde nuestro camino, a los peores enemigos. Mientras los que nos deshonran, a nosotros antes de matarnos, y a vosotros porque os hacen aplaudir nuestro asesinato, se pavonean notoriamente no sólo en la Dirección del Partido, sino en la Dirección de todo nuestro movimiento…

¿Cómo hemos podido llegar a semejante enajenación del pensamiento? ¿No había yo combatido el primero, durante años, a los que acusaban a Stalin de impostura? Ahora pienso en los procesos que van a seguir al nuestro, a centenares de nombres almacenados en las declaraciones administrativas de Ruzyn. Por otra parte, las palabras que pronuncia Slansky al término de su declaración, y que serían suprimidas en todos los documentos oficiales, confirman mis temores. Ante nuestra estupefacción, Slansky recita efectivamente: «Nuestro núcleo de conspiración contra el Estado tenía centenares de miembros…».

Como, incluyendo a los testigos, no somos más que setenta u ochenta los que de una forma u otra estamos implicados en este asunto, se presagia mucho trabajo para los referents de Ruzyn y para los hombres que los manejan…