PREFACIO

«¡El tren para Marsella sale en cinco minutos!».

Antes de subir al vagón, Galo Aldave introdujo la mano en el interior de la levita para comprobar que llevaba consigo el billete. Le extrañó notar algo más en el fondo del bolsillo e, intrigado, sacó todo. Eran dos entradas para el estreno de L’elisir d’amore en el Palacio Garnier, tres meses antes. Las había adquirido con la idea de asistir con Camille, para obsequiarla, porque ella amaba la ópera y Donizetti era uno de sus autores preferidos. Pero no le dio tiempo a invitarla; la negra mano del destino se había interpuesto entre ellos y ahora las dos entradas, ya caducas, permanecían en su ropa como cruel recordatorio de los días felices. Una fina pero certera daga le atravesó el pecho y a duras penas subió la escalerilla que le separaba del pasado y le conducía a un futuro incierto.