—¿Qué piensas de esto, tío Holly? —dijo Leo entrecortadamente, mientras volvía a dejar la carta sobre la mesa—. Habíamos estado buscando un misterio y por cierto que parece que hemos hallado uno.
—¿Qué quieres que diga? Nada, que tu pobre padre había perdido la cabeza, por supuesto —respondí con impertinencia—. Lo mismo supuse aquella noche, hace veinte años, cuando entró en mi cuarto. Ya ves que, evidentemente, el pobre hombre precipitó su propio fin. Es un completo disparate.
—¡Eso es, señor! —dijo Job con solemnidad.
Job era el más perfecto ejemplar de materialista dentro de una clase social conscientemente positivista.
—Bueno, veamos de todos modos qué tiene que decir la vasija —dijo Leo, cogiendo la traducción hecha por su padre, y comenzó a leer:
«Yo, Amenartas, de la Casa Real de los Faraones de Egipto, esposa de Calícrates (el Hermoso en su Fuerza), sacerdote de Isis a quien los dioses aprecian y los demonios obedecen, en el momento de morir, a mi pequeño hijo Tisístenes (El Poderoso Vengador): Huí de Egipto con tu padre en los tiempos de Nectanebó[21], haciendo que por amor rompiese los votos que había jurado. Huimos hacia el mediodía, cruzando las aguas, y erramos durante dos veces doce lunas por las costas de Libia (África) que miran hacia el sol naciente, donde junto a un río hay una gran roca esculpida como la cabeza de un etíope. Cuatro días navegamos por las aguas hasta la boca de un poderoso río, donde naufragamos y algunos se ahogaron y otros murieron de enfermedad. Pero a nosotros hombres salvajes nos llevaron a través de yermos y ciénagas donde las aves del mar ocultaban el cielo, llevándonos durante una jornada de diez días hasta que llegamos a una montaña hueca, donde una gran ciudad había existido y ahora se hallaba en ruinas y donde hay cavernas cuyo fin ningún hombre ha visto; ellos nos condujeron ante la reina de los que coronan con vasijas a los extranjeros; ella es una maga que tiene el conocimiento de todas las cosas, de la vida y del encanto que no muere. Dirigió miradas de amor sobre tu padre Calícrates, y quiso matarme y tomarlo por esposo; pero él me amaba y la temía, rechazándola. Entonces ella nos tomó y nos condujo por terribles caminos, mediante magia negra, hasta donde se abre el gran pozo, en cuya boca yace el viejo filósofo muerto, y nos mostró el Pilar de la Vida que gira y nunca muere, cuya voz es la voz del trueno; y ella entró en las llamas y salió de allí incólume y aún más bella. Luego juró a tu padre que lo haría inmortal, al igual que ella, si él accedía a matarme y se le entregaba; porque ella no podía hacerme daño a causa de la magia de mi propio pueblo, que yo poseía y prevalecía sobre la suya. Y él puso sus manos sobre los ojos para guardarse de su belleza y se negó. Entonces, en su ira, ella lo hirió con su magia y él murió: pero ella lloró sobre su cuerpo y lo cubrió de lamentaciones: y, sintiéndose atemorizada, me hizo conducir hasta la boca del gran río a donde llegan los barcos; fui llevada lejos en los barcos, donde naciste, y luego aquí, a Atenas, donde llegué al fin, tras muchos viajes. Ahora te digo esto a ti, mi hijo, Tisístenes; busca a la mujer y aprende el secreto de la Vida y, si puedes hallar el medio, mátala, por tu padre Calícrates; y, si tienes miedo o fracasas, di esto que digo a toda tu progenie que venga después de ti, hasta que al fin se encuentre entre ellos un hombre valiente que se bañe en el fuego y se siente en el lugar de los Faraones. Hablo de estas cosas porque, aunque sean creencias pretéritas, yo las he conocido, y no miento».
—Que el Señor la haya perdonado —gruñó Job, que había escuchado esta maravillosa narración con la boca abierta.
Por mi parte, no dije nada; mi primera idea había sido que mi pobre amigo, caído en la demencia, había compuesto todo el discurso, aunque era escasamente verosímil que semejante historia hubiera podido ser inventada por alguien. Era demasiado original. Para solventar mis dudas cogí la tinaja y comencé a leer la apretada escritura griega uncial trazada en ella: era un excelente griego de ese periodo, considerando que venía de la pluma de una egipcia. He aquí una transcripción exacta: