Yo era un palurdo egocéntrico. Era masoquista y creía ser feliz. Cuando me desperté y me dije: «Debe de haber algo en mí que no funciona», maduré. Puesto que nunca me había comprendido a mí mismo, ¿cómo podía pretender entender a alguien? Por esa razón digo ahora que por primera vez en mi vida de verdad puedo ofrecer amor a una mujer, porque puedo entenderla[278].
Cary Grant
A instancias de Drake, Grant intentó una reconciliación que sabía que no podía salir bien. Incluso antes de terminar Con la muerte en los talones ya estaba decidido a romper su matrimonio, y una vez más corrió hacia el refugio protector de una nueva película. Las separaciones sentimentales siempre le resultaban difíciles, y no había nada en su vida que apartara de su mente las tragedias personales y le absorbiera tanto como el cine. En su calidad de «magnate del cine, con una mente para los negocios parecida a un ordenador IBM»[279], Grant negoció un acuerdo con Universal Studios, y le apretó las clavijas hasta que consiguió para Grandon el setenta y cinco por ciento de los beneficios o el diez por ciento de la recaudación, según cuál fuera la cifra más alta, más un millón de dólares por adelantado y los derechos exclusivos de la película al cabo de siete años[280].
Para Universal seguía siendo un buen negocio, pero para Grant, que se había implicado más en las cuestiones económicas de su actividad cinematográfica tras despedir sin miramientos a Lew Wasserman y la MCA, era magnífico. Tras el enorme éxito comercial de Con la muerte en los talones, la MCA había empezado a presionarle para que se pasara a la televisión, algo a lo que Grant se resistía desde que la pequeña pantalla había comenzado a aparecer en las salas de estar de todo el país. En su biografía de Wasserman, Dennis McDougal describe la ruptura de Wasserman y Grant:
La última afrenta [después de que la MCA no pudiera conseguir Me enamoré de una bruja para Grant] se produjo cuando citaron a Grant en la oficina de Wasserman en Beverly Hills para una reunión profesional. Una vez allí, varios ejecutivos le dijeron que tras su triunfal interpretación en Con la muerte en los talones debía hacer su propia serie de televisión. Grant adoptó una actitud hostil al instante. Preguntó de nuevo si de verdad creían que debía aparecer en televisión y MCA contestó: «Sí». Grant preguntó quién produciría el programa y le dijeron que MCA, por supuesto. Grant se levantó, echó una ojeada a los presentes, que parecían clones de Wasserman, todos con trajes oscuros, camisas blancas y corbatas negras, y dijo: «A partir de ahora nuestro contacto queda anulado»; entonces se fue y no volvió jamás[281].
Grant tenía motivos de sobra para indignarse. Para él estaba muy claro que a la MCA le interesaba menos prolongar su magnífica carrera en el cine que reducirla a veintiuna pulgadas en blanco y negro, donde ellos tendrían el control total del medio, el talento, la publicidad y los beneficios. Wasserman había hecho lo mismo con Alfred Hitchcock a mediados de los años cincuenta, cuando le propuso realizar una serie televisiva de episodios de media hora que le sirvieron para reforzar a Revue, división televisiva de la Universal. (El director, no obstante, fue lo bastante listo para asegurarse de que se le permitiría seguir haciendo películas y controlar el contenido creativo del programa, así como conservar la propiedad de todos los episodios a largo plazo. Wasserman no iba a cometer el mismo error. A Grant no se le ofreció la posibilidad de hacer aportaciones al contenido creativo, y tampoco participar de los beneficios ni de la titularidad).
Como siempre, Grant fue muy oportuno. Dejó a Wasserman y la MCA justo en el momento en que el gobierno intensificaba una prolongada investigación de la poderosa agencia de representación y gestión artística por supuestas prácticas monopolistas[282].
Operación Pacífico, la película número sesenta y siete de Cary Grant, se estrenó en diciembre de 1959, a tiempo para la lucrativa temporada navideña, y fue el mayor éxito de su carrera. Superó la recaudación de Con la muerte en los talones en más de tres millones de dólares y, en consecuencia, Grant se convirtió en uno de los escasos (en aquella época) productores independientes de películas que superaban el récord de diez millones de recaudación. Como productor y protagonista de Operación Pacífico, Grant obtuvo unos ingresos netos de tres millones de dólares, lo máximo que había ganado nunca con una sola película. Un mes después del estreno, Cary Grant se convirtió en la primera estrella de la historia del cine cuyas películas habían recaudado más de diez millones de dólares en una sola sala. Poseía ya el récord de haber estrenado veinticuatro cintas en la inmensa sala de estilo art déco del auditorio del Radio City Music Hall, con un aforo para tres mil doscientos espectadores, en el centro de Nueva York. Operación Pacífico consiguió que el conjunto de los filmes de Grant proyectados en el Music Hall alcanzara la cifra histórica de diez millones de dólares[283].
Cuando Grant llegó a la segunda mitad de la cincuentena, el tictac de su reloj biológico parecía sonar cada vez más. Su dosis semanal de LSD le recordaba quién era en realidad y lo que aún necesitaba hacer, mientras sentía que se le acababa el tiempo para recuperar su propia infancia criando a su propio hijo. En febrero de 1961, justo después de cumplir cincuenta y siete años, Grant le dijo a un periodista de The New York Times: «No hay duda de que estoy envejeciendo. Mi formato de comedia es el mismo de siempre. Me atraen los guiones que me colocan en una situación insostenible. Luego el resto de la película está dedicada a sacarme de ella. Por supuesto, al final siempre consigo a la chica. Quizá parezca pasado de moda. Por lo visto hoy día se tiende hacia la comedia satírica, como El apartamento. Quizá es porque los escritores jóvenes adoptan una postura satírica ante un mundo que parece encaminarse hacia la destrucción»[284].[285]
La idea de Grant de que sus películas podían de alguna forma salvar el mundo era una fantasía de paternidad tan descabellada y desmesurada como atractiva para él. Aquel mes, empezó a divulgar discretamente entre sus amigos su intención de ofrecer un millón de dólares en efectivo a «la mujer adecuada que estuviera dispuesta a darle un hijo». Esa oferta de recompensa reaparecería periódicamente durante el resto de su vida.
Grant decidió cumplir con todos los compromisos cinematográficos que tenía pendientes con las empresas que poseía junto con Donen y no aceptar nuevos proyectos. Aquel invierno, por fin empezó a trabajar en Página en blanco. La película se basaba en una popular obra de teatro británica de Hugh y Margaret Williams, que se rodó en Londres y dirigió Stanley Donen. Grant insistió en que se filmara allí porque quería volver a Inglaterra. Ahorrativo como siempre, encontró un proyecto que financiaría su viaje y no interferiría en sus asuntos no profesionales. Salvo un par de escenas, la película transcurre en un solo escenario; la mayor parte de la acción tiene lugar en Lynley Hall, la majestuosa mansión del conde Víctor de Rhyall (Grant), que por razones económicas —está arruinado— decide convertirla en una atracción turística.
Grant escogió a Deborah Kerr para que interpretara a su esposa, Hilary, aunque su primera opción fue Jean Simmons, mucho más sensual. Simmons, sin embargo, estaba a punto de divorciarse y por eso solicitó un papel secundario, el de Hattie Durant, la amiga de Hilary. Donen recomendó a Robert Mitchum para el papel de Charles Delacro, el acaudalado joven estadounidense que, mientras visita el lugar, conoce y se enamora de Kerr. Para el importante papel del mayordomo Grant quería a Noël Coward, pero Donen prefirió a Moray Watson, que había interpretado el personaje en los escenarios del West End (fue el único miembro del reparto teatral que trabajó también en la película). Grant aceptó.
La trama se centra en los esfuerzos de Charles por conquistar a Hilary y apartarla de Victor. El enredo sexual está tratado de un modo muy británico, es decir, mucha conversación civilizada y poca acción, hasta que los dos hombres acuerdan resolver sus diferencias en un duelo. Victor resulta herido, Hilary se da cuenta de que aún le quiere y todos viven felices para siempre, incluido Charles, que de algún modo acaba con Hattie (con quien Victor ha fingido un romance con la esperanza de dar celos a Hilary y conseguirla antes de que se dispare ningún tiro).
En un momento dado Grant pensó en no aparecer en la película y de modo no oficial ofreció su papel a Rex Harrison, que aceptó hacerlo, hasta que la muerte de su esposa, Kay Kendall, le obligó a rechazarlo. Para evitar un costoso retraso, Grant se resignó a hacer el papel, que sabía podía interpretar con los ojos cerrados. Por otro lado, Mitchum parecía fuera de lugar encarnando un personaje atípico en él: el de un estadounidense millonario, sofisticado, elocuente y comedido. Grant había dado el visto bueno a la elección de Donen porque Mitchum había protagonizado dos filmes con las dos actrices de Página en blanco y creía que eso ayudaría a crear la química necesaria para esa película coral[286].
Sin embargo, pronto empezó a pensar que la interpretación de Mitchum era demasiado medida y que, en consecuencia, él parecería sobreactuado. Mitchum lo veía de otra forma. Se quejaba de que su personaje no estaba bien construido y que se limitaba a decir «¡Oh!» y «¿En serio?» en mitad de largas peroratas de Grant o Kerr. Más aún, Grant le parecía un viejo pesado, tanto en el papel como en la vida real, y más adelante comentó con sus amigos que no le gustaba su sentido del humor «… al estilo de los viejos chistes de music-hall. “¿Qué es todo ese ruido ahí abajo? ¿Están celebrando un baile de elefantes? Bueno, pues espero que acaben pronto, estoy intentando dormir”». Y Mitchum añadía con socarronería: «Supongo que en aquella época estaba dejando su tratamiento con LSD»[287].
Donen recuerda la película como una especie de hito que marcó el final de cierto tipo de comedia británica sofisticada, antes de la llegada de Peter Sellers, cuyas payasadas dominaron la cinematografía inglesa en la década de 1960: «Cary interpretaba a un aristócrata inglés y [en muchas escenas] llevaba lo que llevaría un conde por las noches en su casa de campo: un batín de terciopelo verde oscuro. En mitad del rodaje, Grant se hartó: “No quiero llevar un batín”, dijo. Temía que al interpretar esa clase de personaje perdería el interés del público. Cierta clase de elegancia en las películas (la forma en que los personajes se movían y hablaban) desapareció en ese momento. Y nunca volvió».
Durante la filmación, Grant pasó todos los fines de semana en Bristol con su madre, disfrutando por primera vez de los ocasionales destellos de ingenio que emergían de sus mermadas capacidades mentales, sin el peso de la culpa que durante tanto tiempo había contaminado su relación. A Grant le encantaba llevar a Elsie de compras, en busca de antigüedades que a ella le gustaba coleccionar.
Menos gozosa fue la visita que le hizo Drake, quien en un nuevo y vano intento de reconciliarse con Grant voló a Inglaterra para pasar varias semanas a su lado. Durante su estancia, la princesa Grace les invitó a navegar con ella y el príncipe Rainiero por las aguas de Mónaco, lo que causó la consternación del príncipe. No solo había prohibido a su esposa volver a trabajar en el cine, sino que tampoco deseaba que le recordaran esa etapa de su vida, que, desde su punto de vista, era, como todo en Hollywood, mediocre y vulgar (y peligroso). Sin duda envidiaba tanto como temía a sus imaginarios (y en ocasiones reales) rivales de Hollywood por el amor de Kelly. En particular tenía celos de Grant, que era mucho más alto y apuesto que el regordete príncipe, que no podía quitarse de la cabeza los apasionados besos y el coqueteo erótico de Grant y su mujer en Atrapa a un ladrón. (No obstante, Rainiero proyectaba con frecuencia la película en palacio, siempre a petición de sus invitados. De todas las películas de Kelly, Atrapa a un ladrón fue la única cuya proyección pública estuvo prohibida en Mónaco).
Según un testigo, mientras duró la visita de Grant y Drake, «el príncipe no disimuló su mal humor durante la estancia de la pareja en palacio. No hablaba con nadie. Estaba enfurruñado… La princesa, entretanto, se mostraba fría, como siempre que su esposo se enfadaba»[288].
Por su parte, Drake interpretó la frialdad de la princesa con unos celos justificados y a su vez se puso celosa. El resultado de aquellas tensiones entrecruzadas fue que ninguno de los cuatro se sintió a gusto. Tanto la princesa Grace como Grant sabían lo que pasaba y procuraron hacer caso omiso de las sospechas de sus cónyuges y disfrutar juntos.
Aquella fue la última invitación oficial al principado de Mónaco que Grant recibió en vida de la princesa.
Página en blanco se estrenó en diciembre de 1960. La comicidad de su argumento —la superioridad de los británicos sobre los estadounidenses en lo referente al amor civilizado, hasta el punto de que sus matrimonios podían sobrevivir a los coqueteos inofensivos, mientras que los bárbaros norteamericanos, por muy ricos y refinados que fueran, iban detrás de cualquier falda, soltera o casada— fracasó estrepitosamente en Estados Unidos. Incluso las admiradoras más incondicionales de Grant se abstuvieron de ir al cine porque no querían ver a su ídolo en apuros frente al matón de Robert Mitchum.
Fue un jarro de agua fría en el terreno económico para Grant, pero en aquel momento no podía preocuparse de esas cosas. Su atención volvía a estar centrada en la búsqueda de un alma gemela, apropiada como esposa y futura madre. Mientras continuaba buscando, siguió adelante con su plan de liquidar a la mayor brevedad posible sus restantes compromisos. Enseguida empezó a rodar Suave como visón, una comedia decididamente estadounidense, en la que trabajaba con Doris Day, la rubia estrábica, pecosa y eternamente virgen del cine norteamericano de mediados del siglo XX.
Grant interpretaba a un millonario refinado, elegante y conquistador, un papel en principio pensado para Rock Hudson, pareja de Day en dos comedias asexuadas que habían obtenido un gran éxito, Confidencias de medianoche y Pijama para dos, ambas de la Universal. En opinión de Martin Melcher, marido, agente y productor de Doris Day, Hudson se había llevado casi toda la gloria de sus anteriores éxitos, y Day muy poca, y, puesto que solía decirse que los personajes de Hudson eran del tipo «Cary Grant», decidió conseguir al genuino.
Sin embargo, Grant, que no quería volver a hacer negocios con la Universal después de despedir a Wasserman, rechazó varias veces la oferta de Melcher. Finalmente a Stanley Fox se le ocurrió un plan para persuadir a la empresa de Melcher, Arwin Productions, de que aceptaran a Grant como socio y a Stanley Shapiro como guionista de la película, además de coproductor junto a Grant y Melcher. Fue la elección de Shapiro lo que convenció a Grant. Shapiro, autor de la idea original de Suave como visón, era también el guionista de Operación Pacífico y coguionista de Confidencias de medianoche y Pijama para dos, tres películas muy populares y rentables.
En Suave como visón Philip Shayne (Grant), un millonario soltero, corteja a Cathy Timberlake (Day), una chica de clase trabajadora. Se conocen cuando el Rolls Royce de Grant salpica de barro el abrigo de Cathy, tras lo cual Philip, ayudado por Roger (Gig Young), su leal criado y consejero, decide conquistarla haciendo realidad las fantasías de todas las mujeres estadounidenses: visita al banquillo de los New York Yankees (a Grant, aficionado desde siempre al béisbol, le entusiasmó aparecer con Mickey Mantle, Roger Maris y Yogi Berra en una escena rodada en el estadio de los Yankees), viaje a las Bermudas con toda clase de lujos y cenas a medianoche en su ático. Sin embargo, Shayne no consigue acostarse con Cathy, lo que hace que la desee aún más. Al final se casan.
La película, en la línea de Pijama para dos, comedia escrita por Shapiro y protagonizada por Day, consiste básicamente en la fórmula de hombre maduro encuentra chica, hombre maduro pierde chica, hombre maduro acepta la medicina (y a la chica que se la da). Al público le encantó y recibió con los brazos y los portamonedas abiertos al «Cary Grant americano» de siempre. Se estrenó en el Radio City Music Hall el 18 de julio de 1962 y recaudó más de un millón de dólares durante su exhibición en Estados Unidos. Fue la segunda película más taquillera de toda la carrera de Cary Grant (superada únicamente por Operación Pacífico).
Pese a que con Suave como visón Grant ganó millones de dólares, la película le dejó indiferente y la consideró únicamente una obligación menos para el futuro[289].
Tres semanas después, el 13 de agosto de 1962, Drake, que volvió de Inglaterra sin haber tenido noticias de Grant durante todo el viaje, se convenció por fin de que su matrimonio no tenía salvación y presentó una demanda de divorcio alegando crueldad mental.
Según las actas judiciales, entre las razones de Drake figuraba el hecho de que Grant «prefería ver la televisión a hablar conmigo. Parecía aburrirse. Yo me sentía triste, sola y desgraciada, y me sometí a psicoanálisis. Él me dijo que no quería estar casado. No mostró interés por ninguno de mis amigos».
Como de costumbre, Grant no hizo declaraciones públicas, aparte de la frase: «Betsy era buena conmigo». Drake reaccionó con cierta teatralidad ante la prensa que la esperaba fuera de la sala del tribunal después de la vista (en la que Grant no testificó). «Yo siempre le amé —dijo. Hizo una pausa, volvió la cabeza y añadió—: Y sigo amándole».
Más adelante, Louella Parsons la presionó para que proporcionara información más «exclusiva» y Betsy hizo la siguiente confidencia: «Yo abandoné a Cary, pero físicamente él me había abandonado hacía mucho tiempo».
Drake recibió una generosa suma de Grant, que según los rumores superaba el millón de dólares en efectivo, y una parte de los beneficios de todas las películas que había rodado durante los casi trece años que estuvieron casados. Poco después Betsy Drake desapareció del mundo del espectáculo y de la vida de Grant para siempre.
La rapidez y la generosidad de la reacción de Grant demuestran lo único que le interesaba de su tercera esposa: quitársela de encima lo antes posible para poder seguir buscando a una mujer digna de ser la madre de su hijo.