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En la escena del monte Rushmore de Con la muerte en los talones, yo quería que Cary Grant se escondiera en el orificio nasal de Lincoln y luego tuviera un acceso de estornudos. A la Comisión de Parques del Departamento Interior le disgustó bastante la idea. Discutí hasta que uno de sus miembros me preguntó si me gustaría que ellos rodaran la escena con Lincoln en la nariz de Cary Grant. Les di la razón al momento[261].

Alfred Hitchcock

Cary Grant había empezado a tomar dosis controladas de LSD poco después de terminar el rodaje de Tú y yo, por recomendación de los doctores Mortimer A. Hartman y Arthur Chandler, psiquiatras de Beverly Hills, que eran pioneros en el uso de los psicotrópicos para reforzar los beneficios de la psicoterapia tradicional en el tratamiento de la depresión. A instancias de Drake, se sometió a una serie de pruebas físicas y psicológicas, tras las cuales los médicos decidieron que era un candidato idóneo para dicho tratamiento, aún en fase experimental. Un sábado de 1957, a primera hora de la mañana, Grant tomó ácido por primera vez en el instituto psiquiátrico de Hartman y Chandler, en Beverly Hills, junto a unos cien pacientes más, y siguió haciéndolo durante los tres años siguientes. Aunque Grant sufrió casi toda la publicidad (indeseada) de aquel asunto, no fue la única celebridad que participó en esas sesiones de LSD. Entre los centenares de «figuras» que se sometieron a las técnicas experimentales del instituto en aquella época estaban los escritores Anaïs Nin y Aldous Huxley, el actor Jack Nicholson, la actriz Rita Moreno, el cómico lord Buckley, el guionista Gavin Lambert y el músico André Previn.

Los médicos de Grant habían llegado a la conclusión de que sufría un «prolongado distanciamiento emocional» y que utilizaba la interpretación como una forma de «volver a unirse» a su yo más íntimo. De todos los directores con los que había trabajado, solo Hitchcock había conseguido definir al menos los parámetros de ese oscuro pasaje, pero las películas eran películas, y al final de todas ellas Cary Grant siempre se separaba de «Cary Grant». Solo el ácido le permitió por fin reunir esas mentes, cuerpos y emociones compartidas y dependientes entre sí.

En su «autobiografía» Grant menciona de pasada sus sensaciones en relación con sus experiencias con el LSD. Habla de las alucinaciones que le provocaba la droga. Las describe como sueños que relajaban los controles conscientes que se había impuesto a sí mismo, controles que eran, según llegó a comprender, el resultado de sus múltiples neurosis, que habían impedido que emergieran revelaciones verdaderas. Explica que, cuando tomaba ácido, esas revelaciones le permitían por fin entrar en contacto consigo mismo.

Durante esas sesiones supervisadas, Grant describió con mucho más detalle las alucinaciones mientras se producían, caminos hacia su subconsciente que de ese modo pudieron analizar los médicos. En esos tres años Grant recogió en un diario las reacciones que le provocaba la droga. En él explica que aprendió «a aceptar la responsabilidad de mis propias acciones y a culparme a mí mismo, y a nadie más, de las condiciones que yo mismo había creado. Aprendí que nadie me hacía desgraciado, sino yo mismo; que podía fustigarme a mí mismo mejor que nadie… Aprendí que todo es, o llega a ser, su contrario… Aprendí que mis queridos padres, productos de sus padres, no supieron hacerlo mejor y empecé a recordarles solo por las cosas más útiles, mejores y más sabias que me enseñaron. Me dieron la vida y mi cuerpo, el potencial de la combinación de ambos y mi fuerza inicial; me dotaron de una mente inquisitiva… la felicidad tarda mucho en abrirse paso hasta los individuos o las naciones… como dijo un filósofo una vez, no se puede juzgar el día hasta que llega la noche. Ahora que he llegado a la hora del crepúsculo, o al menos a la hora del té, puedo mirar atrás y evaluar el día. En 1932 me senté en la oficina de la Paramount, cogí el bolígrafo y escribí por primera vez “Cary Grant”. Y ese, al parecer, soy yo»[262].

En un momento determinado describe lo que consideró su «renacimiento», que atribuyó al LSD:

Pasé a través de mares cambiantes de imágenes horripilantes y alegres, la sucesión de amor y odio intensos, un mosaico de impresiones del pasado que se unían y reunían: a través de aterradoras profundidades de negra desesperación, sustituidas por símbolos religiosos al estilo del cielo de los creyentes.

Percibía la creciente intensidad de la luz en la habitación y, cuando cerraba los ojos, aparecían visiones en cortos intervalos. Me parecía estar en un mundo de piernecitas y pañales de niños sanos y regordetes, y manchas de sangre, una especie de proceso menstrual. No me parecía repulsivo como suele suceder con esos pensamientos…

Cuando empecé a experimentar con la droga, pareció dar rienda suelta a mis miedos más profundos, del mismo modo que el sueño desata la pesadilla. Tuve experiencias terroríficas como participante y espectador, pero en cada sesión era más feliz, tanto mientras experimentaba con la droga como en los períodos intermedios… Me siento mejor y creo que la droga posee cierto poder curativo.

Es indudable que el LSD cambió profundamente todos los aspectos de la vida profesional y personal de Grant. En noviembre de 1957, con el inicio del rodaje de la siguiente película, Indiscreta, comenzó lo que sabía sería el verdadero proceso de su retirada no solo del cine, sino del mundo artificial donde habitaba bajo el disfraz de una leyenda. Por fin estaba preparado para «la hora del té» de su vida, para un mundo civilizado en el que podía vivir de verdad en un tiempo real como un ser humano completo.

Ese mismo mes, una encuesta nacional proclamó a Cary Grant, de cincuenta y tres años, el hombre más atractivo de Hollywood.

Indiscreta fue la segunda película que Grant hizo con el productor y director Stanley Donen. La primera fue Bésalas por mí, durante cuyo rodaje se conocieron. Cuando la terminaron, crearon juntos una productora independiente llamada Grandon. Su objetivo era producir películas de las que serían propietarios y firmar un contrato de distribución con uno de los grandes estudios; en definitiva, subvertir el sistema de primacía de los estudios de Hollywood, ya en decadencia. En lugar de trabajar para uno de los grandes, ellos mismos harían las películas (mediante financiación bancaria), lo que significaba contratar al director, actores y productor, asumir todos los costes de producción, incluidas las copias, conseguir distribución y conservar la propiedad exclusiva del producto final. Una de las exigencias de Grant fue que su contrato con Donen no fuera de exclusividad, de manera que, si lo deseaba, pudiera hacer películas fuera de Grandon. Además, insistió en que debía dar su aprobación a los guiones, para asegurarse de que no volvería a intervenir en ningún fracaso como Orgullo y pasión. Por Indiscreta Grandon le pagó trescientos mil dólares por adelantado y le regaló un flamante Rolls Royce, que se quedó en Inglaterra para que lo usara allí.

Donen y Grant habían adquirido los derechos de Indiscreta cuando aún se representaba en Broadway con el título original, Kind Sir, con Charles Boyer y Mary Martin en los papeles principales. Era una de las comedias sofisticadas sobre «parejas mayores» que abundaban en Broadway, donde los miembros de las compañías teatrales solían ser de cierta edad. Grant y Donen contrataron al autor de Kind Sir, Norman Krasna, para que «modernizara» (hiciera más emocionante) la versión cinematográfica haciendo que la pareja protagonista fuera diez años menor. Grant escogió a su querida amiga Ingrid Bergman como protagonista femenina. Luego Donen cambió el título por Indiscreta, más sugerente, que en muchos sentidos recordaba otro título de una sola palabra, Encadenados que Bergman y Grant habían protagonizado doce años antes[263].

Como Bergman seguía viviendo en Londres, Grant mandó cambiar la localización de la historia de Nueva York a la capital británica. Rodar en Gran Bretaña le hacía ilusión por varias razones: en primer lugar, porque tendría la oportunidad de visitar a su madre, ya octogenaria, y en segundo lugar, porque lo haría sin Drake, a quien ya no quería presentar a Elsie.

Desde que ambos habían empezado a tomar LSD Drake mostraba un gran deseo de revitalizar su relación. La droga produjo el efecto contrario en Grant. Bajo su influencia empezó a comprender poco a poco que se había equivocado al elegir a sus tres esposas, y por una razón apabullante: ninguna había expresado el menor deseo de tener hijos con él. Con más de cincuenta años, para Grant, a quien empezaba a rondar el pensamiento de la muerte y que había encontrado en el LSD una ayuda para afrontar el problema de la conexión con su yo íntimo, por primera vez la idea de prolongar su propia vida a través de un hijo no era solo un deseo, sino una prioridad. Drake presentaba un problema insalvable para él: aunque decidiera de pronto que la maternidad le tentaba, algo que no ocurrió, no era la mujer que él deseaba para criar a su descendencia. Ése era un regalo que debía reservar para una mujer que cumpliese su recién renovada lista de requisitos.

En Indiscreta Anne Kalman (Bergman) es una estrella del West End que decide tomarse unas vacaciones para descansar. Su hermana mayor, Margaret Munson (Phyllis Calvert), y su marido Alfred (Cecil Parker), que trabaja para la OTAN, llegan a Londres para asistir a una cena en honor de Philip Adams (Grant), un experto economista de fama internacional. Anne conoce a Philip en la cena y empiezan a salir juntos. Durante su cita él le dice que está casado, aunque separado de su mujer, y que tiene problemas para conseguir el divorcio. Ambos acuerdan ser solo amigos. En realidad Philip miente: nunca ha estado casado y ha utilizado esa excusa para no perder su placentera vida de soltero. Anne se entera y decide darle celos… una estrategia innecesaria, puesto que él ya ha decidido casarse con ella. Sigue a continuación la historia del chico consigue a la chica, el chico pierde a la chica (cuando Philip la sorprende con el chófer, como ella había planeado), y la película acaba cuando el chico consigue a la chica para lo bueno y para lo malo.

Es fácil entender por qué el guión atrajo a Grant, y se ve claramente cómo lo escribieron para él a partir de la obra original, sobre un hombre y una mujer maduros que están solos e intentan desesperadamente entenderse, para convertirla en una comedia más convencional, al estilo de los años cincuenta, sobre la batalla entre sexos, que se centra en la resistencia del varón a ser «cazado» y el creciente y desesperado deseo de la mujer por «casarse». Philip miente, pero sus engaños se consideran una estrategia defensiva normal en el hombre en aras de la libertad (soltería), mientras que las mentiras y los engaños de Anne aparecen como un defecto propio de su sexo, también conocido como argucia femenina. Al final el hombre sucumbe al matrimonio, más que alegrarse por haber conseguido al amor de su vida.

Los paralelismos con la vida real de Grant y Bergman son obvios, y sobre todo se recalcan los que atañen a los problemas de Grant con Drake y a su reciente «aventura» con Loren. En el filme, la ambivalencia de Philip hacia el matrimonio (que, como en la mayoría de las películas, es una metáfora de la intimidad sexual) es exagerada. Además, es católico romano, lo que emplea como un pretexto para explicar por qué le resulta tan difícil conseguir el divorcio; casi una copia de la excusa que utilizó Ponti durante tanto tiempo para no casarse con Loren. En la película, el encanto de Grant, su apostura e integridad lo llevan como siempre a actuar como es debido, para satisfacer el deseo del público de verle felizmente casado. En cuanto a Bergman, su larga y escandalosa unión con Rossellini se refleja en la buena disposición de Anne a mantener una relación con un hombre al parecer casado, que también se resuelve felizmente en la película para complacer al público que ha pagado su entrada.

Más importante aún, la química de la pareja Grant-Bergman era magnífica, y no solo recordaba la dinámica de Encadenados, sino que además reflejaba el sentimiento de Grant de que Bergman había sido víctima de un escándalo. Al aceptarla como protagonista ayudó a que el público comenzara a aceptarla, e Indiscreta significó el final de los diez años de exilio de Hollywood que la actriz se había impuesto. Hasta ese punto llegaba el poder de «Cary Grant»[264].

Mientras Grant rodaba en Inglaterra, Betsy Drake decidió viajar hasta allí para pasar las navidades con su marido. Ambos fueron con Bergman a Italia el día de Navidad, y después Grant y Drake se unieron al príncipe Rainiero y la princesa Grace a bordo del yate de Onassis para navegar por el Mediterráneo hasta el 1 de enero. Antes de volver al plató para el último mes de rodaje, Drake se fue de compras por Londres, y Grant fue a Bristol para ver a su madre.

A Elsie, octogenaria, le fallaba a menudo la memoria y apenas si lo reconoció, lo que para él fue devastador y muy difícil de aceptar.

Indiscreta terminó de rodarse en febrero de 1958 y se estrenó poco después, en mayo, distribuida por la Warner Bros, que quería que Grandon empezara a recuperar lo antes posible parte del dinero invertido[265]. Cuando la película se estrenó, Grant y Drake se fueron de vacaciones a Moscú, un viaje que organizó el productor Sam Spiegel. En cuanto aterrizaron en Londres, un periodista se acercó a Grant en el aeropuerto y le preguntó por qué había visitado un país comunista. Grant entornó los ojos y, malhumorado y ofendido, respondió: «No me importa qué tipo de gobierno tengan en Rusia, no me he sentido más libre en toda mi vida».

La elección de las palabras fue desafortunada, porque Grant se refería a su estado de ánimo, no al sistema de gobierno. Sin embargo, Hedda Hopper —una de las arpías que seguían alimentándose en el ala más extremista de la derecha, junto a William Randolph Hearst— escribió en su columna que si a Grant le gustaban tanto los rojos debía irse a vivir a Moscú. Grant intentó responder explicando a otro periodista que cuando dijo «libre» se refería a no sentirse perseguido por cazadores de autógrafos, pero la tormenta no escampó y, aunque la histeria del Comité de Actividades Antiamericanas había menguado, muchos en Hollywood siguieron pensando que Grant estaba demasiado a la izquierda.

Al volver a Nueva York, Grant siguió bailando a su propio son. Según una famosa anécdota que se ha contado muchas veces, cuando Grant se hospedaba con Drake en el hotel Plaza, en suites separadas, siempre pedía para desayunar dos magdalenas partidas por la mitad. Un día, solo le sirvieron tres mitades. Furioso, llamó al servicio de habitaciones para saber el porqué. Le dijeron que un experto había observado que la mayoría de la gente solo comía tres; así pues, si el hotel se quedaba con la cuarta, conseguía una ración extra de magdalenas cada cuatro pedidos.

Grant perdió los papeles como Humphrey Bogart en El motín del Caine. Llamó por teléfono al presidente de la cadena Hilton (propietaria del Plaza en aquella época) y juró crear una «sociedad de amantes de las magdalenas» para «¡proteger los derechos de los amantes de las magdalenas de todo el mundo!». Al día siguiente, cuando le subieron el desayuno, le sirvieron cuatro mitades de magdalenas.

De nuevo en Hollywood, mientras Grant planeaba su siguiente película con Stanley Donen, le ofrecieron el papel protagonista de la versión cinematográfica de Lolita, de Vladimir Nabokov, que dirigiría Stanley Kubrick. Lo rechazó enfadado, calificando el filme de proyecto «degenerado». Luego propusieron el papel a Olivier, que también lo rechazó; finalmente lo encarnó James Masón, que ofreció una de las grandes interpretaciones de su carrera, en una película que se considera un clásico.

Grant decidió interpretar al protagonista del nuevo proyecto de Hitchcock, Con la muerte en los talones, una película que estaba ansioso por empezar a rodar. Después de leer el guión supo que podía identificarse por completo con su personaje y comprendió por qué Hitchcock le había dicho que él era el único que podía estar a la altura del papel.

Como de costumbre, Hitchcock acertó de lleno.