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En casi todas mis películas yo tenía un objetivo: encarnar a un tipo que parece vestir bien, es moderadamente educado y sofisticado y posee suficiente experiencia, y colocarlo en una serie de situaciones insostenibles y ridículas. ¿Cómo conseguirá salir de esta? Me vienen a la memoria Atrapa a un ladrón y Con la muerte en los talones. Lo que atrae a los espectadores es esto: si eso puede pasarle a él, puede pasarme a mí. Y se sienten aliviados por el hecho de que me esté pasando a mí, no a ellos. He intentado ser yo mismo en la pantalla. He aprendido que es lo más difícil de hacer. Exponerse uno mismo. Lo más difícil es ser uno mismo ante treinta millones de personas. Resulta mucho más fácil esconderse detrás de un personaje[250].

Cary Grant

Atrapa a un ladrón se estrenó casi un año después de finalizar el rodaje porque Hitchcock tuvo que trabajar en su nueva serie de televisión mientras montaba la película. Llegó por fin a las pantallas en agosto de 1955, un mes antes de la temporada de otoño, lo que indicaba la escasa fe que la Paramount tenía en sus posibilidades comerciales, aunque la vendieran como el «regreso al cine» de Cary Grant. La evidente diferencia de edad entre Grant y Kelly preocupaba a los ejecutivos de los estudios, que no estaban seguros de que el público la aceptara. Por otro lado, nadie en la Paramount acababa de entender la trama. Después de su proyección, la mayoría se preguntaba: «¿Era él el ladrón o no?», aunque en realidad el final del filme tenía poco de ambiguo. Si los de la Paramount no eran capaces de seguir la trama hasta el final, ¿sería capaz el público?, se preguntaban los ejecutivos de los estudios.

Grant asistió al fastuoso «estreno mundial» en el teatro Paramount de Nueva York, un local donde había actuado treinta años atrás, cuando la sala era realmente un teatro. Pese a toda la pompa y la promoción, la película recibió críticas desiguales. «Atrapa a un ladrón no es el thriller que podía haber sido», se afirmó en el Hollywood Citizen-News. En el Saturday Review se leía: «¿Qué más puedo decirles? Los diálogos son tan malos que Cary parece avergonzado de decirlos». Sin embargo, a pesar de las dudas iniciales, Atrapa a un ladrón llegó a ser uno de los mayores éxitos de la primera mitad de la década de 1950. Además, avivó el deseo de Grant de seguir en el cine, aunque eso significara el final de su matrimonio con Betsy Drake. Desde su punto de vista, el barco del amor ya había zarpado.

Aunque estaba impaciente por ponerse de nuevo ante la cámara, Grant tardó un año entero en escoger su siguiente película. No fue por falta de ganas, ni porque no le llegaran guiones; sencillamente quería esperar a ver si Atrapa a un ladrón era su resurrección o su epitafio. Una vez demostrado que la película funcionaba, actuó con cautela para no malograr el impacto de su vuelta al cine. Mientras buscaba un buen guión, concedió una entrevista a la revista Pix y el periodista le preguntó cuál era el secreto de su longevidad profesional. Grant sonrió y explicó su aparente inmutabilidad en el siempre cambiante mundo del cine con un argumento nuevo. «El cine es como el negocio del acero —respondió—. Un actor debe ser bueno en cualquier circunstancia y duradero»[251].

Buenos días, tristeza, de Otto Preminger, fue una de las ofertas que rechazó durante aquel período. Preminger pensó que Grant sería perfecto para el papel de padre de la menuda Audrey Hepburn (que ocho años más tarde sería su amante en Charada, de Stanley Donen). Gracias, dijo él, pero no[252]. La Fox le quería como protagonista de Can-Can. Grant declinó la oferta y Frank Sinatra se llevó el papel. Grant pensó hacer una película basada en José y sus hermanos, de Thomas Mann, y quería que Clifford Odets escribiera el guión y la dirigiera. Aquello no salió bien y Grant le pidió entonces a Odets que escribiera la historia de un general de brigada que se suicida, después de lo cual se descubre que había llevado varias vidas secretas. La idea tampoco fructificó. La Columbia le propuso entonces una versión musical de Sucedió una noche. Grant aceptó, siempre y cuando retocaran el guión para hacer un remake de Luna nueva, en la que pudiera trabajar otra vez con Grace Kelly. «Estaría listo en diez minutos», dijo Grant. Como era de esperar, el proyecto se descartó. Quizá la oferta más extraña de todas fue la que hizo Mae West, que quería volver a rodar Lady Lou. Lo siento, dijo él educadamente.

Incluso Mike Todd, gran productor de cine y flamante marido de Elizabeth Taylor, solicitó los servicios de Grant para su suntuosa versión de La vuelta al mundo en ochenta días, de Julio Verne. Para atraer al público se pretendía que varias estrellas hicieran un cameo, y por esa razón Grant rechazó la propuesta. Nunca quiso compartir la pantalla con varios grandes actores, temeroso de perderse entre la multitud y acabar pareciendo insignificante. David Niven protagonizó el filme, que ganó el Oscar a la mejor película de 1956.

Mientras Grant esperaba el proyecto adecuado, su relación con Drake seguía deteriorándose. Decidieron dormir en camas separadas y luego vivir separados. La prensa logró enterarse y, cuando el matrimonio cumplió su quinto aniversario, corrió el rumor de que tenía problemas. Resurgieron las habladurías sobre la homosexualidad de Grant, a las que se sumaron otras que afirmaban que Drake era lesbiana. La particular naturaleza de su matrimonio dio pábulo a esos rumores, por más que fueran infundados. Grant consideró que el hecho de que su nombre volviera a aparecer en las columnas de cotilleo significaba que él volvía a ser importante.

Finalmente Grant escogió Orgullo y pasión, que dirigía Stanley Kramer y contaría con un presupuesto de cuatro millones de dólares. Era una película de época, ambientada en las guerras napoleónicas, que se basaba en la novela El cañón de C. S. Forester. (A petición de Kramer, Forester solicitó a Grant que le hiciera el honor de trabajar en la versión cinematográfica de su novela). De acuerdo con la pauta de conducta de Grant, a menudo desconcertante y en última instancia autodestructiva, escogió la peor de las opciones posibles.

El protagonista de Orgullo y pasión es un cañón, que el oficial de la armada británica Anthony (Grant) debe impedir que caiga en manos de los franceses. Entretanto Anthony conoce a Miguel (Frank Sinatra), líder de la guerrilla española, que quiere llevar el cañón a Ávila a fin de expulsar a los franceses de la ciudad. Ambos se unen contra el enemigo común, aun cuando compiten por el amor de Juana, una guerrillera, interpretada por Sophia Loren, en todo su esplendor cinematográfico de campesina con amplio escote.

No es difícil entender qué atrajo a Grant de ese drama de época, el primero que interpretaría tras el desastroso The Howards of Virginia, donde había intervenido quince años antes. Por un lado, se filmaría en España, y Grant, deseoso de poner tierra por medio entre él y Drake, no veía el momento de viajar, esta vez solo, al escenario del rodaje. Por otro, le apetecía trabajar tanto con Stanley Kramer, director y productor premiado por la Academia, como con Sinatra, que se hallaba en la cumbre de su carrera tras ganar el Oscar por su interpretación en De aquí a la eternidad. En opinión de Grant, la película era una apuesta segura.

Podía escoger a su pareja en la película. Grant quería a Ava Gardner, que residía en España en aquel momento, pero Sinatra, que vivía un desagradable proceso de separación y divorcio de la actriz, vetó dicha opción. Entonces Grant tanteó a Grace Kelly, convertida en la princesa Grace, que rechazó de mala gana el papel porque había prometido dejar el cine por el príncipe. Su tercera opción fue la que le propuso Stanley Kramer, que había pensado en Sophia Loren desde el principio. Carlo Ponti, el productor italiano y novio de la actriz, presionaba a Kramer para que le diera a Loren su primer papel en inglés. Con la aprobación de Grant, Kramer le ofreció a Loren una cantidad innegociable: doscientos mil dólares en un solo pago. Ella aceptó y, según dijo, «fue la decisión más fácil de mi vida»[253].

Grant esperó hasta el momento de partir hacia España para decirle a Drake que ella no viajaría con él, tras lo cual llamó a su amigo el productor William Frye para pedirle que se ocupara de Betsy durante su ausencia. Drake, indignada y confusa, le advirtió que durante el rodaje no hiciera nada de lo que tuviera que arrepentirse después. Había oído demasiadas historias (la mayoría de labios del propio Grant) sobre sus enamoramientos de las actrices protagonistas y no quería esperar sentada a que Loren se lo robara. En realidad, a Drake no le importaba demasiado que Grant no volviera; a esas alturas lo que temía sobre todo era la humillación pública, más que el sufrimiento privado. Él le dijo que no se preocupara.

El rodaje empezó el 20 de abril de 1956 en Segovia. Al final de la primera semana Grant ya estaba perdidamente enamorado de Sophia Loren.

Para complicar más las cosas, a Frank Sinatra le pasó lo mismo, aunque lo negaría durante el resto de su vida. Estaba celoso porque Loren, de veintidós años, prefería a Grant, que tenía treinta más que ella y diez más que él (y que Ponti). Ese sentimiento le impulsó a hacer algo que nadie se había atrevido a hacer delante del ídolo cinematográfico. Se burló abiertamente de la sexualidad de Grant durante el rodaje llamándole «madre Cary». Si la estrategia tenía algún objetivo, no lo consiguió. Loren, aunque no hablaba inglés demasiado bien, sabía que Sinatra se mofaba de Grant, y tras un día de rodaje particularmente difícil se hartó e hizo algo que Grant no quería o no podía hacer: respondió a la mezquindad de Sinatra y delante de todo el equipo le llamó «italiano hijo de puta».

Para Sinatra, que no había superado la rabia por su ruptura con Gardner, aquello fue la gota que colmó el vaso. Se largó de «villa molinos de viento», como llamaba a Segovia, y abandonó la producción antes de rodar todas sus escenas (lo que haría posteriormente en Hollywood), de modo que Grant se vio obligado a hablar con un traje colgado en una percha en las escenas pendientes que compartían.

Entretanto Grant buscaba siempre la compañía de Loren durante el rodaje, y al acabar la jornada le hacía confidencias y mantenía con ella conversaciones en inglés, idioma que ella apenas entendía en aquella época, desde el atardecer hasta la madrugada del día siguiente. En el plató estaban siempre juntos, lo que alimentó los rumores, que pronto llegaron a Hollywood. En cuanto Drake vio a Grant y Loren en los periódicos, tomó un avión con destino a España.

Lo que la prensa no supo —al menos no al principio (y cuando al fin se enteró Grant lo negó vehementemente)— fue que antes de que Drake llegara a Segovia Grant había propuesto matrimonio a Loren prometiéndole un divorcio «rápido» de Drake. La reacción de Loren no fue la que él esperaba: se limitó a recordarle que estaba comprometida con Ponti[254].

Una vez en España, Drake le aseguró a Grant que estaba allí solo porque lo echaba de menos, sin mencionar los titulares de la prensa estadounidense sobre su «aventura». Sin embargo, al cabo de dos semanas se hartó. Sencillamente no pudo soportar la expresión avergonzada de Grant en cuanto aparecía Loren. Si así lo quería él, de acuerdo, pensó Drake, y mediante una conferencia telefónica decidió dar por terminado su retiro profesional y aceptar la oferta de Frank Tashlin para trabajar en su próxima comedia, Will Success Spoil Rock Hunter? De ese modo esperaba irritar lo bastante a Grant para que le pidiera que olvidara la película y se quedara con él, pero quedó consternada cuando su marido le deseó mucha suerte. Al día siguiente compró un pasaje a Estados Unidos en el Andrea Doria, el buque insignia de una compañía italiana de lujo.

El Andrea Doria zarpó de Génova el 17 de julio de 1956 para emprender su quincuagésima primera travesía por el Atlántico hasta Nueva York. Al día siguiente Drake embarcó en la primera escala del barco, el puerto de Nápoles. Grant, argumentando que tenía un apretadísimo horario de rodaje, no la acompañó al muelle para despedirla.

Al cabo de una semana, exactamente a las 23.10 del 25 de julio, una noche oscura y brumosa, a sesenta millas de la isla de Nantucket (Massachusetts) se produjo el peor desastre marítimo en tiempo de paz desde el hundimiento del Titanic. Cuando solo faltaban unas horas para que el Andrea Doria llegara a su destino, chocó contra el SS Stockholm, un crucero de menor tamaño. Mientras el Andrea Doria se hundía, apenas media hora después de la colisión, los más de mil ciento noventa y siete pasajeros y la tripulación luchaban por una plaza en los botes salvavidas y se lanzaban al mar. Milagrosamente, de las mil setecientas personas que había a bordo de los dos barcos solo murieron cuarenta y seis, la mayoría en la colisión.

Entre los supervivientes del Andrea Doria estaba Betsy Drake, pero las joyas, valoradas en más de doscientos mil dólares, que llevó a España para lucirlas ante Grant, que se las había regalado, y el manuscrito de un libro en el que estaba trabajando se hundieron con el barco. Su presencia en el transatlántico siniestrado fue como una bomba informativa dentro de una noticia mayor y llegó también a los titulares. Para Drake lo peor de la experiencia fue el hecho de que Grant no lo dejara todo para estar a su lado. El actor le dijo por teléfono que era imposible, porque su marcha interrumpiría el rodaje de una producción carísima.

Grant se abstuvo de añadir que en aquel momento estaba muy ocupado intentando convencer a Sophia Loren de que se casara con él.

Para hacerle saber que había llegado a la casa de ambos en Los Ángeles, Drake le envió a Grant un telegrama de una línea, que decía sencillamente: DE TU ESPOSA SANA Y SALVA[255].

Nos enamoramos —admitía Loren en su autobiografía, de una inusitada franqueza—. Poco a poco, mientras nuestra relación se estrechaba y su confianza en mí crecía, se dio cuenta de que la confianza y la vulnerabilidad iban juntas; cuando su confianza fue lo bastante fuerte, ya no necesitó su máscara. Y yo también me abrí y me sentí confiada. Me habló de sus primeros años y yo le hablé de los míos, y encontramos un punto de unión en las similitudes emocionales de ese período de nuestra vida. Nos veíamos todas las noches; cenábamos en pequeños y románticos restaurantes situados en lo alto de escarpadas colinas, con música de guitarras flamencas, bebíamos buen vino español, reíamos y nos poníamos serios, nos hacíamos confidencias, nos sentíamos cómplices…

Pero yo también estaba enamorada de Carlo… y allí estaba Cary Grant, dispuesto a renunciar a todo por mí. Deseándome sin ataduras… Cary habló de casarnos. Cada día que pasaba, decía, estaba más convencido de que estábamos hechos el uno para el otro, que por fin había encontrado a alguien con quien comprometerse, y al infierno con la vulnerabilidad[256].

Loren era vulnerable, pero no indecisa. Sabía que debía su carrera a Ponti y no estaba dispuesta a abandonarlo para casarse con Grant, por mucho que lo quisiera. Cuando el largo rodaje terminó y su romántica y casta aventura con Grant estaba a punto de acabar, Loren acogió con alivio la obligación de viajar a Grecia para trabajar en La sirena y el delfín a las órdenes de Jean Negulesco. Ponti, que en aquella época seguía casado con otra mujer (lo que complicaba aún más las cosas para Loren, que era muy católica), estaba al corriente de la situación con Grant y quería alejarla lo más posible del actor. Lo organizó todo para que Loren tuviera que marcharse enseguida con él a Grecia, donde al día siguiente de terminar su participación en Orgullo y pasión se incorporaría al nuevo rodaje.

Después de siete largos, intensos y, en última instancia, descorazonadores meses en España, Grant volvió por fin a casa sin nada que decir a nadie, y menos aún a Drake, sobre su «aventura» con Sophia Loren. Por el contrario, parecía más unido a su esposa, feliz de que hubiera sobrevivido a la tragedia marítima y agradecido de que en apariencia estuviera dispuesta a acogerle de nuevo.

Por supuesto, Drake se alegró de verle, pero, si él no quería reconocer la innegable distancia que había crecido entre ambos, ella sí. Al poco tiempo las residencias separadas no le parecieron lo bastante distantes y, enfrascada en el rodaje de Will Success Spoil Rock Hunter?, agradeció tener un trabajo que le robaba casi todo su tiempo.

Durante la filmación de la película Drake profundizó en sus estudios sobre la hipnosis con la esperanza de encontrar alivio a la depresión postraumática que sufría desde el naufragio. Al final se puso en manos del doctor Mortimer Hartman, uno de los primeros que experimentaron con la dietilamida de ácido lisérgico, más conocida como LSD.

Grant, sin su esposa a su lado y todavía enamorado de Loren, estuvo a punto de sumirse en una nueva crisis de soledad. Para librarse de ella se entregó de nuevo al único remedio que conocía: el cine. En 1957 hizo cuatro películas seguidas y durante todo ese tiempo continuó obsesionado por encontrar la forma de que su belleza italiana se casara con él.