Cary Grant es un gran actor de comedia, un gran actor de comedia ligera. Es muy atractivo, pero también muy divertido. Esa combinación resulta arrolladora, y por eso hace tanto tiempo que es una estrella[192].
Frank Capra
Poco después de que Grant llegara a México, Barbara Hutton viajó en avión hasta allí para estar con él y le comunicó la buena noticia de que su divorcio del conde Reventlow era un hecho. Antes de que hubieran acabado de negociar el acuerdo económico, las fuerzas de ocupación nazi habían detenido al conde en Dinamarca y, al parecer, «bajo amenaza de muerte», le habían obligado a colaborar con ellos en ciertos «asuntos de seguridad». Una de las «recompensas» que sus captores le ofrecieron por su cooperación fue la promesa de que le permitirían firmar los documentos del divorcio y recibir el dinero de Hutton, del que tendría que entregarles la mayor parte, tras lo cual quedaría en libertad.
Grant y Hutton permanecieron en México hasta el primer lunes de septiembre (día del Trabajo). Regresaron por separado a Los Angeles, donde Hutton escribió a los oficiales nazis en Dinamarca para pedirles un documento que certificara que su divorcio de Reventlow era en firme. Dicha correspondencia fue copiada y entregada al gobierno estadounidense sin que ella se enterara. Durante todo ese tiempo Hutton nunca supo que era objeto de una investigación secreta del FBI y que estaba bajo vigilancia constante de alguien que podía seguir todos sus movimientos.
Ese alguien era Cary Grant.
En 1941, después de trabajar sin interrupción durante casi una década, a lo largo de la cual rodó cuarenta películas, Grant deseaba desesperadamente bajar el ritmo. Tras la experiencia muy satisfactoria pero intensa de Sospecha, quería seleccionar mejor sus nuevos proyectos para comprobar si podía mantener la calidad interpretativa que Hitchcock había conseguido sacar de él.
Por desgracia no pudo cumplir su deseo. Poco después de volver a Hollywood, se encontró con Frank Capra, en su día el director más valorado de la Columbia Pictures, que finalmente había llevado a la práctica su amenaza de dejar a Cohn y se había pasado a la Warner Bros, con la que estaba a punto de realizar una adaptación cinematográfica de Arsénico por compasión, una comedia que había obtenido un prolongado éxito en Broadway. Durante la comida Capra le dijo a Grant que era el único actor que daba la talla para el papel de Mortimer Brewster. El director era tan buen vendedor como cineasta. Ya había ofrecido el papel a Bob Hope, que deseaba interpretarlo, pero no consiguió que la Paramount diera el visto bueno a la cesión. También había tanteado a Jack Benny, que declinó la oferta, e incluso a Ronald Reagan, que igualmente la rechazó, antes de que Grant aceptara interpretarlo.
La producción de Arsénico por compasión empezó en octubre. La trama de la película gira en torno al compromiso matrimonial de Mortimer, crítico teatral, con Elaine Harper (Priscilla Lane), que desata el caos, con asesinatos y otras locuras a manos de sus tías y su trastornado tío, hasta el punto de que Mortimer piensa que si tiene un hijo heredará la demencia familiar. La trepidante farsa continúa hasta la escena final, cuando Mortimer descubre que en realidad fue adoptado y, por lo tanto, puede casarse con Elaine sin temor a engendrar otra generación de lunáticos.
Lo cierto es que Grant no disfrutó en absoluto trabajando con Capra y en los años sucesivos, siempre que le preguntaban por su interpretación de Mortimer, respondía que era la que menos le gustaba de su filmografía. Aunque sentía un gran aprecio por Capra («un hombre encantador, encantador»)[193], consideraba que el humor de la película no «es de mi estilo… demasiados gritos histéricos y equívocos exagerados». En realidad odiaba todo lo relacionado con la producción. Creía que los decorados eran malos, demasiado oscuros y teatrales; los actores secundarios —excepto Jean Adair, por quien sentía un cariño especial— demasiado histriónicos (Capra pidió que le cedieran tanto a Josephine Hull como a Adair, que interpretaban a las tías de Mortimer, durante sus vacaciones de la obra, que seguía en los escenarios de Broadway), y los gags, demasiado forzados. Según el guionista Julius Epstein, Capra era consciente de los problemas de la película y pensaba solucionarlos rodando nuevas tomas durante el proceso de montaje. Este plan se fue al traste cuando los japoneses atacaron Pearl Harbour el 7 de diciembre y Capra abandonó inmediatamente Hollywood para unirse al cuerpo de transmisiones del ejército. Grant donó todo su salario (ciento sesenta mil dólares) a la United Service Organization (que proporcionaba entretenimiento a las tropas), al Fondo de Ayuda a las Víctimas de la Guerra y a la Cruz Roja[194].
Durante el rodaje se produjeron dos acontecimientos inesperados que conmovieron profundamente a Grant. El primero se remontaba a la época en que el joven Archie Leach trabajaba con la troupe Pender y durante una gira, cuando estaba en Rochester (Nueva York), enfermó de fiebre reumática, a consecuencia de la cual pasó varios días confinado en su habitación de la pensión, sin ver apenas a nadie. Jean Adair, que actuaba en el mismo teatro, se enteró de lo que le había ocurrido al chico, cuyos únicos parientes vivían en Inglaterra, y le llevó flores y fruta fresca todos los días, hasta que se recuperó. Grant reconoció de inmediato a la actriz cuando Capra se la presentó el primer día de rodaje y le preguntó si le reconocía también. Por supuesto, había visto todas sus películas, respondió Adair. Cuando él le explicó que era el joven acróbata que había enfermado en Rochester, ella sonrió de pronto, lo rodeó con sus brazos y le estrechó tiernamente. Adair le dijo que, aunque no recordaba su nombre (en aquel tiempo él era aún Archie Leach), en cuanto lo vio había pensado que su cara le sonaba de algo.
El segundo acontecimiento fue el inesperado encuentro de Grant y su anterior compañero de piso y amigo Orry-Kelly, que por pura coincidencia era el diseñador de vestuario de Arsénico por compasión. Grant y Orry-Kelly pasaron una larga velada juntos recordando «los viejos tiempos», y prometieron seguir en contacto.
Cosa que no hicieron.
En enero de 1942 Grant, de nuevo con la Columbia, rodó El asunto del día, producida y dirigida por George Stevens, una película en general prescindible sobre un triángulo amoroso en una ciudad pequeña, en la que también trabajaban Jean Arthur y Ronald Colman[195]. Justo antes de empezar el rodaje, y después de que Estados Unidos entrara en la Segunda Guerra Mundial, Grant, que contaba treinta y ocho años y no era aún ciudadano estadounidense (por lo tanto, no podía ser llamado a filas), decidió realizar trabajos voluntarios para el Hollywood Victory Commitee, donde colaboró en la organización de reuniones para promover la venta de bonos de guerra y visitas de celebridades a los hospitales, además de presentar varios espectáculos para las tropas que estaban en el país.
Aquel febrero, Grant fue candidato al Oscar al mejor actor por su interpretación en Serenata nostálgica. Los otros nominados fueron Walter Huston por El hombre que vendió su alma, de William Dieterle; Robert Montgomery por El difunto protesta, de Alexander Hall; Orson Welles por Ciudadano Kane, producida por Mercury Players, y Gary Cooper por El sargento York, de Howard Hawks. Los que más posibilidades tenían eran Grant, considerado el favorito, y Cooper.
La cena de gala de la Academia, presentada por Bob Hope, se celebró el 26 de febrero de 1942 en el hotel Baltimore, situado en el centro de Los Ángeles. Grant acudió con Hutton y siguió tranquilamente la ceremonia hasta que Rosalind Russell presentó a James Stewart, ganador del Oscar del año anterior, para que entregara el premio al mejor actor secundario y al mejor actor. Tras anunciar que el premio al mejor secundario era para Donald Crisp por Qué verde era mi valle, Stewart abrió el sobre del mejor actor, miró el nombre durante unos segundos, alzó la vista y con una amplia sonrisa pronunció el nombre de Cooper. La sala prorrumpió en vítores y se puso en pie para aplaudir a Cooper, mientras este iba hacia el micrófono. Con su estilo vacilante, el actor se inclinó y dijo: «Es el sargento Alvin York quien ha ganado este premio». Sus palabras provocaron una nueva ovación.
Joan Fontaine obtuvo el Oscar a la mejor actriz por su interpretación en Sospecha.
Entre bastidores, tras felicitar a Fontaine, Grant cogió a Hutton de la mano, abandonó la ceremonia y se fue a casa sin acudir a ninguna fiesta. En el coche, se volvió hacia Hutton y le dijo que aquella era la última entrega de premios de la Academia a la que pensaba asistir.
J. Edgar Hoover creía que Barbara Hutton entregaba importantes cantidades de dinero a los nazis, a través de su segundo marido, a cambio de la seguridad de este. En junio, una vez finalizada la producción de El asunto del día, tuvo lugar en Washington otra reunión secreta entre Grant y Hoover. Dos días después de que el actor regresara a Beverly Hills, le pidió a Hutton que se casara con él lo antes posible. Ella aceptó y a la mañana siguiente, a petición de Grant, Frank Vincent ya había redactado un borrador del acuerdo prematrimonial según el cual, si se divorciaban, Grant no obtendría ni un centavo del dinero de ella (que en su mayor parte estaba en cuentas secretas en Suiza), ni ella de él. La idea del acuerdo probablemente no partió ni de Grant ni de Vincent, sino de Hoover, que, para proteger al actor de cualquier complicación, no quiso que sus finanzas estuvieran relacionadas con las de Hutton. Al cabo de unos días, por fin se dio curso a la solicitud de ciudadanía de Grant, y el 26 de junio de 1942, a los treinta y ocho años, Archibald Alec Leach prestó juramento de lealtad ante el juez federal Paul J. McCormick en Los Ángeles, después de lo cual se convirtió de manera oficial en ciudadano estadounidense. Ese mismo día cambió legalmente su nombre por el de Cary Grant.
El 7 de julio, Hutton, su amiga Madeleine Hazeltine y los once miembros del servicio personal de la millonaria salieron de Beverly Hills en dirección a la casa de vacaciones que Frank Vincent poseía en las montañas, junto al lago Arrowhead, para celebrar la boda ese mismo día. Con objeto de asegurarse de que ningún periodista descubriría lo que estaba a punto de suceder, Vincent consiguió dos licencias de matrimonio con los espacios correspondientes a los nombres en blanco.
Para despistar aún más, unos días antes Grant había empezado a rodar Once Upon a Honeymoon, de Leo McCarey, una entusiasta e insustancial película para tiempos de guerra. El actor aceptó protagonizarla para la RKO de mala gana a instancias del FBI, que le «pidió» que hiciera una película explícitamente antinazi. Cuando llevaban apenas una semana de rodaje, Grant pidió un par de días libres, que le concedieron.
La mañana del 7 de julio de 1942 partió en coche en dirección al lago Arrowhead, paró de camino para comprar flores en una tienda de Beverly Hills y llegó a casa de Vincent al mediodía. Menos de una hora después tuvo lugar una ceremonia matrimonial de seis minutos, oficiada por el reverendo luterano de la localidad. El único testigo de Grant, aparte de Vincent, fue su secretario Frank Horn. Destacaba la ausencia de Randolph Scott, Howard Hughes y los miembros de la colonia británica de Malibú. Aquella noche los recién casados regresaron a Beverly Hills y al día siguiente Cary Grant decidió alistarse.
Pasó el examen físico y el 4 de agosto la oficina del general responsable de las cuestiones administrativas le comunicó que debía comparecer el 15 de septiembre para su incorporación oficial a filas. Sin embargo, sin explicación alguna, ni en ese momento ni durante el resto de su vida, Grant no se presentó y nunca más nadie, ni dentro ni fuera del gobierno, volvió a hablar de su «alistamiento». Tres meses después, el 11 de diciembre, su solicitud pasó de la categoría 1A a la 1H en el servicio de selección. La única referencia oficial de todo eso está enterrada en un informe interno de la RKO, que reza:
Washington señala que les gustaría tener el nombre de Cary Grant en la lista de la personas que de vez en cuando puedan realizar algún servicio temporal. Si se diera la circunstancia de que le llamaran, tendría la oportunidad de decir «sí» o «no» a cualquier trabajo que le propongan, y en todo caso no es seguro que vayan a llamarle. Entendemos que la clase de trabajo para el que podrían requerirle no le obligaría a abandonar cualquier actividad que estuviera llevando a cabo, y que el hecho de que estaba realizando dicho trabajo se haría público.
La fuente del estudio de la que procede este extraordinario documento sigue siendo confusa, pero «Washington» es sin duda J. Edgar Hoover. En el documento se asume toda la responsabilidad del «servicio temporal» no especificado de Grant, para una organización que no se nombra y se concluye con la promesa de «hacerlo público», una fórmula que el FBI utilizaba habitualmente para indicar que la actividad en cuestión se encubriría dando una pista falsa a la prensa. En efecto, el FBI hizo saber al estudio que Grant debía estar disponible siempre que le necesitaran[196]. Eso significó un giro espectacular en las actividades políticas de Grant, que poco tenían que ver con la época en que Hoover le advirtió personalmente que corría el riesgo de violar el Acta de Neutralidad (algo que, por supuesto, perdió todo sentido cuando Estados Unidos declaró oficialmente la guerra a Japón, Alemania y el resto de potencias del Eje).
Inmediatamente después de la boda Grant se incorporó al trabajo. Acabó Once Upon a Honeymoon, un título tan apropiado como el de su siguiente película, Mr. Lucky, dirigida por H.C. Potter, en la que aparecía radiante en el papel de un apuesto y pícaro jugador, que estafaba a los ricos a bordo de un crucero y que al final se redimía al encontrar el amor verdadero y renunciar a su conducta inmoral. Era un personaje atípico para Grant, que prácticamente traspasaba los límites de lo que el público estaba dispuesto a aceptar de él. En The New Republic Manny Farber describió la película y la interpretación de Grant como «interesante, como una mala ensalada con un aliño inteligente».
Una vez que la cinta de Mr. Lucky pasó a la filmoteca de la RKO, Grant quedó a la espera del próximo trabajo, mientras la guerra continuaba causando estragos. En mayo de 1943 hizo una breve aparición en un acto para promover la venta de bonos de guerra, durante el cual Jack Warner le agarró por la solapa y le pidió por favor que hiciera el papel protagonista de Destino: Tokio. Tras la primera advertencia del gobierno acerca de su neutralidad hasta que por fin consiguió la nacionalidad estadounidense, Grant se había negado a aparecer en la pantalla con un uniforme militar. No quería que le vieran como un extranjero que interpretaba a héroes estadounidenses, pues temía ofender a demasiada gente y que acabaran pidiéndole que abandonara el país. Una vez resuelta la cuestión, se mostró más que dispuesto a aparecer en la película de Warner.
Para conseguir los servicios de Grant, Warner tuvo que entenderse con la Columbia, con la que el actor había firmado un contrato sin exclusividad. La Columbia aceptó cederlo a cambio de que la estrella de la Warner, Humphrey Bogart, protagonizara Sahara (un papel que Grant rechazó). De ese modo se allanó el camino para que Grant protagonizara Destino: Tokio (en un papel que Gary Cooper había declinado interpretar).
Dirigida y escrita en colaboración por Delmer Daves y Albert Maltz, basada en una historia original de Steve Fisher que publicó la revista Liberty y realizada con la total cooperación de la armada estadounidense, Destino: Tokio cuenta la historia de un submarino torpedero que se arriesga a llevar a cabo una misión de espionaje muy peligrosa en la misma bahía de Tokio. En el momento culminante de la película, el submarino hunde varios barcos de guerra japoneses, escapa milagrosamente de varias cargas de profundidad dirigidas por radar y regresa a San Francisco.
En septiembre de 1943 empezaron seis semanas de rodaje en Burbank (California), en un plató que el estudio construyó a partir de la descripción pormenorizada del interior de un submarino de la armada. Se indicó a los actores que expresaran la discreta autoridad de los hombres que cumplen una misión. Hablan con el tono susurrante de los justos y reconocen el valor de sus compañeros con sonrisas de orgullo y admiración. Faye Emerson es la única mujer de Destino: Tokio y no aparece en la película hasta el final, cuando, por fin en la patria, el heroico capitán Cassidy (Grant) se reúne con su esposa e hijo en el muelle militar. El filme acaba con su cálido abrazo, la causa implícita «por la que luchan los hombres».
Grant realzó su excelente interpretación teniendo siempre a mano treinta uniformes idénticos, de modo que pudiera aparecer siempre inmaculado en la pantalla; el paradigma del estadounidense gallardo, apuesto y viril, que era como veía a su personaje.
Destino: Tokio fue bien recibida por la crítica y arrasó en las taquillas desde su estreno, el día de Año Nuevo de 1944, dos semanas antes de que Cary Grant cumpliera cuarenta años. Según el Newsweek, «incluso los aficionados al cine que hayan desarrollado una intensa alergia contra las películas militares pensarán que Destino: Tokio se cuenta entre los mejores filmes bélicos… Cary Grant ofrece una de las actuaciones más destacadas de su carrera, y John Garfield, William Prince, Dañe Clark y el resto del reparto masculino resultan convincentes no solo como seres humanos corrientes, sino también como héroes extraordinarios».
Como la filmación de Destino: Tokio superó con mucho las seis semanas previstas, Grant se vio obligado a rodar sus secuencias en el plató de la Warner durante el día, para a continuación salir corriendo hacia la Columbia Pictures, donde ya había empezado a trabajar en su siguiente película. Once Upon a Time, de Alexander Hall, con Janet Blair y el venerable James Gleason, era una candorosa comedia ambientada en Broadway sobre nada menos que una oruga que se yergue y canta cada vez que oye la canción «Yes Sir, That’s My Baby». Como sucedía en Harvey —nadie puede ver a la oruga, excepto Jerry Flynn (Grant)—, la historia, escrita y producida originalmente para la radio, fue uno de los errores más espectaculares de Grant en la cumbre de su carrera.
Debido a la producción simultánea de ambas películas, Grant pasaba a menudo la noche en el estudio y dormía en su camerino, lo que lógicamente molestó a su esposa, disgustada por sus frecuentes ausencias. Durante el primer año de matrimonio, mientras Grant se quedaba en el estudio o solo en la casa que tenían alquilada, Hutton celebraba cada vez más a menudo espléndidas fiestas sin él, a las que invitaba sobre todo a sus amigos europeos, con títulos dudosos (y poco dinero, por lo visto, ya que normalmente ella lo pagaba todo, cosa que a Grant, tacaño empedernido, le molestaba). Una noche, mientras estaba solo en la casa alquilada, Grant (que cuando estaba trabajando solía acostarse a las once, con solo la chaqueta del pijama, una taza de té caliente en la mesilla de noche y un buen libro)[197] leyó una obra que le cautivó: None But the Lonely Heart, de Richard Llewellyn, cuya anterior novela, Qué verde era mi valle, John Ford había convertido en una película espectacular.
None But the Lonely Heart transcurre en Londres, sumido en la pobreza en los días previos a la Segunda Guerra Mundial. El protagonista, Ernie Mott, que aún no ha superado la muerte de su padre en la última guerra, trabaja en la tienda de artículos de segunda mano de su madre para ayudarla a salir adelante. En un momento determinado, la necesidad de dinero es tan acuciante que Ernie se une a una banda de ladrones y está a punto de ser detenido. Cuando por fin llega a casa, queda conmocionado al enterarse de que han arrestado a su madre por comerciar con objetos robados. Ernie no tardará en conocer la razón de esa conducta: su madre se está muriendo de cáncer y quiere dejarle algo a su hijo antes de abandonar el mundo. La mujer muere en prisión, en brazos de Ernie, mientras este se promete luchar para conseguir una vida mejor.
Grant comunicó a la RKO que estaba interesado en el libro y Charles Koerner, el nuevo director del estudio, se apresuró a adquirir los derechos por sesenta mil dólares, tras lo cual accedió a pagar a Grant los ciento cincuenta mil dólares que este exigió por interpretar al protagonista, más un 10 por ciento de los beneficios.
Clifford Odets, un dramaturgo de Broadway que se había hecho famoso (pero no rico) poniendo en escena las penalidades de la clase trabajadora (Waiting for Lefty, Awake and Sing! y Golden Boy), deseaba ganarse un buen dinero antes de que lo llamaran a filas. Odets le pidió a su agente que le buscara un trabajo rápido y lucrativo en Hollywood, y la RKO respondió contratándolo para adaptar None But the Lonely Heart a la pantalla con el título de Un corazón en peligro.
Odets, que empezó a trabajar en el guión antes de que Grant firmara su contrato, quedó sorprendido cuando supo que habían elegido al actor, que contaba cuarenta años, para interpretar a Ernie Mott, que en la novela solo tenía diecinueve y todavía vivía con su madre. Buscó varias fórmulas para adaptar la edad de Grant al guión, hasta que se le ocurrió una historia en la que el chico era mayor y la madre algo más joven, modificando las características de los personajes de forma más verosímil. Grant, a quien también le preocupaba la disparidad de edad, pensó que el guión de Odets captaba a la perfección tanto la esencia de la historia como la de los personajes, de modo que llamó a Koerner e insistió en que contrataran a Odets para que también dirigiera la película.
Koerner, que no deseaba crear problemas, aceptó enseguida, y fue así como el joven dramaturgo nacido en Filadelfia y establecido en Nueva York, uno de los fundadores del Group Theater, que jamás había puesto los pies en Hollywood ni dirigido un centímetro de película, se puso al frente de una película de gran presupuesto.
Durante la producción Grant trabó una buena amistad con Odets, que le ayudó a relacionar los momentos más dramáticos de la película con episodios significativos de su infancia, en especial la relación con su madre y la dureza de la vida cotidiana de la clase trabajadora en Londres. El filme, que tenía algo de apologético, de autobiográfico, de homenaje a Elsie y de crítica social, sería uno de los preferidos de Grant[198].
No obstante, en un Hollywood cada vez más polarizado políticamente, la presencia de Odets, izquierdista declarado y ex miembro del Partido Comunista estadounidense, enfureció a la poderosa facción conservadora de la industria. Odets sería uno de los primeros objetivos de la tristemente famosa Alianza Cinematográfica por la Preservación de los Ideales Americanos (MPA), fundada por extremistas de la derecha como Walt Disney, William Randolph Hearst y el director Sam Wood (y liderada más adelante por John Wayne)[199]. La MPA animó a J. Edgar Hoover a emprender una exhaustiva «investigación sobre la infiltración comunista en la industria cinematográfica». La investigación del FBI de 1944 fue el preludio de la caza de brujas que se desataría después de la guerra.
Una de las primeras cosas que hizo el FBI fue examinar minuciosamente el contenido de las películas producidas en Hollywood durante la guerra, de las que señalaron cinco como «las peores de la industria; es decir, los productos más pro comunistas hasta la fecha»[200], The Master Race, de Herbert J. Biberman, autor también del guión; Citizen Tom Paine; Mr. Lucky, de H.C. Potter; Destino: Tokio, de Delmer Daves, y Un corazón en peligro, de Odets[201]. Es sorprendente que tres de ellas estuvieran protagonizadas por Cary Grant. En un informe posterior del FBI[202] se afirmaba que las siguientes celebridades de Hollywood tenían «contactos comunistas»: Lucille Ball, Ira Gershwin, John Garfield, Walter Huston y Cary Grant. El «contacto comunista» de Grant era, según el FBI, Clifford Odets. Más adelante, en 1947, durante la primera ronda de comparecencias ante el Comité de Actividades Antiamericanas (HUAC, que se trasladó a Hollywood a instancias de la MPA), Lela Rogers (la vengativa madre de Ginger Rogers), a quien la RKO contrató como «experta» en infiltraciones comunistas, declaró que en su opinión la desesperanza y la falta de expectativas de Un corazón en peligro no eran más que propaganda comunista. Citó como prueba una sola frase del guión, en la que la madre de Ernie Motts le dice que no desea que trabaje con ella en la tienda de artículos de segunda mano, para arrebatarle unas pocas monedas a gente más pobre que él.
Rogers señaló también Destino: Tokio por una sola frase del diálogo. Albert Maltz, autor del guión (y que sería uno de los conocidos como Diez de Hollywood durante las investigaciones que el HUAC llevó a cabo en la década de 1950), hace decir al capitán Cassidy (Grant), después de que una bomba enemiga que lleva estampadas las palabras «Made in USA», haya estado a punto de hundir el submarino: «El apaciguamiento tiene sus consecuencias, chicos». Aunque el significado de la frase parece claro (un comentario irónico sobre la venta de armamento estadounidense a países extranjeros antes de la guerra), Rogers y el Comité de Actividades Antiamericanas la interpretaron como propaganda comunista. John Garfield, compañero de reparto de Grant en la película, acabó siendo llamado a declarar en la segunda ronda de comparecencias ante el HUAC. Garfield afirmó que nunca había sido comunista, a pesar de lo cual lo incluyeron en la lista negra, al igual que a Maltz. Incapaz de encontrar trabajo, Garfield se dio a la bebida y murió prematuramente de un ataque al corazón en 1952, con treinta y nueve años[203].
Sin embargo Cary Grant, cuyo nombre y películas salieron a relucir repetidamente en dichas investigaciones del FBI; que protagonizó tres de los cinco filmes citados en el informe del FBI sobre la infiltración comunista; que era buen amigo de varios de aquellos a los que posteriormente el HUAC mandó comparecer y acusó de ser comunistas; que evitó el servicio militar primero en Gran Bretaña y luego en Estados Unidos; que se negó a aparecer en películas patrióticas antes de tener garantizada la ciudadanía estadounidense; que se casó con una mujer que había renunciado en una ocasión a la nacionalidad estadounidense para contraer matrimonio con un sospechoso de simpatizar con los nazis, y cuyos mejores amigos eran nazis reconocidos o presuntos, o simpatizantes del nazismo, quedó a salvo de las actividades del FBI y del HUAC.
Tras examinar los archivos y otras fuentes relacionadas con el asunto, la única e inevitable conclusión es que Grant contaba con la protección del único hombre de Washington que tenía poder para brindársela, Edgar J. Hoover, seguramente como parte de un trato con el FBI y el gobierno británico. Ese «pacto» le permitió eludir el procesamiento por el escándalo de los bonos filipinos, librarse del alistamiento tanto en Gran Bretaña como en Estados Unidos y cambiar de repente de nacionalidad (lo que a su vez le permitió contraer matrimonio con Hutton y tener acceso a los movimientos de su dinero), además de impedir que los sabuesos del HUAC le pisaran sus especialmente tentadores talones. El papel de Grant (y lo que le había enfurecido muchísimo cuando el Ministerio de la Guerra británico le convocó por primera vez) consistió en aceptar a la fuerza servir como espía «voluntario» de Hoover en el país. Apenas hay duda de que fue un agente especial o un contacto designado por el FBI antes y durante la contienda, para espiar a Barbara Hutton.
Dados los métodos de intimidación y persuasión de Hoover (entre ellos, amenazas de procesamiento o de hacer públicas las prácticas sexuales de aquellos cuyos servicios requería, y Grant era vulnerable en ambos sentidos), no es difícil comprender cuán eficaz era Hoover en el ejercicio de su poder, o mejor dicho, en el abuso de este.
Apenas hay pruebas de que Grant hiciera algo para el FBI, aparte de proporcionar información sobre las finanzas de Barbara Hutton, excepto por un incidente. Hutton tenía «amistad» con un tal Carlos Vejarnano Cassina. Grant, algo celoso, creía que Cassina fingía estar enamorado de su esposa para conseguir su dinero, y el FBI no tardó en arrestarle bajo la acusación de ser un espía nazi. Cuando le detuvieron, encontraron en su abrigo una carta de recomendación de Hutton para un puesto en defensa sumamente delicado que Cassina intentaba obtener. El FBI llevaba meses vigilándolo y supo en qué momento debía apresarle. Grant estaba presente el día que Hutton entregó la carta a Cassina[204].
En 1944, tras acabar su trabajo en Un corazón en peligro, Grant esperaba con ilusión el regreso del hijo de Hutton, Lance, que llevaba varios meses en Nueva York con su padre. El conde Reventlow había viajado directamente a Nueva York cuando las autoridades nazis de Dinamarca le liberaron, había vuelto a casarse y vivía en un lujoso apartamento de Park Avenue, sin ingresos conocidos. Grant sentía verdadero afecto por el muchacho; disfrutaba jugando a pelota con él y enseñándole los lugares turísticos de Hollywood. En julio Lance llegó a Pacific Palisades acompañado por varios representantes del conde, quienes comunicaron a Hutton el mensaje de que su ex marido quería la custodia de su hijo.
Una semana después Lance desapareció. Temiendo que lo hubieran secuestrado, Grant avisó a la policía, que inició una frenética búsqueda y cuyos nadadores rastrearon las aguas poco profundas del litoral por si el chico se había ahogado accidentalmente. Al día siguiente el conde hizo saber a Grant y Hutton que sus hombres habían trasladado en secreto al muchacho a Canadá, lejos de las garras de su ex esposa y fuera del alcance de las autoridades estadounidenses.
La tensión que provocó el secuestro de Lance acabó con el matrimonio de Grant, que ya estaba en crisis. Durante varias semanas Hutton le recriminó que había «empujado» al conde a llevarse a su hijo. Se refería al hecho de que Reventlow había conseguido una orden judicial para impedir que Grant estuviera a solas con el chico, pues según el citado documento Lance le había contado que el actor usaba reiteradamente un «vocabulario obsceno» en su presencia. Era una acusación peligrosa que podía dar pie a algo mucho más feo si el tribunal hubiera decidido presentar cargos de abuso infantil contra él.
A principios de agosto Grant se hartó. Una noche preparó discretamente el equipaje, dejó la casa sin decir una palabra y se trasladó a un apartamento de Beverly Hills que había alquilado en secreto la semana anterior.
Al día siguiente Hutton, indignada, anunció a la prensa que Grant y ella se habían separado. Quiso dejar claro que era ella quien había decidido dar el paso, no su marido, y que no había «posibilidad de reconciliación»[205].
En febrero de 1945, después de pensarlo durante meses, Grant solicitó el divorcio, que se hizo efectivo en una única vista de quince minutos celebrada el verano siguiente, durante la cual se determinó que, según el acuerdo prematrimonial, ninguna de las dos partes recibiría dinero de la otra. Hutton insistió en que Grant se quedara con los numerosos regalos con que ella le había obsequiado, un botín que incluía varios relojes de diamantes por valor de miles de dólares, gemelos y otras joyas. Cuando el juez le preguntó por qué creía que su marido había solicitado el divorcio, ella reflexionó durante unos segundos y, con una sonrisa de suficiencia, respondió que no compartían el mismo círculo de amigos.