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Todos coincidieron en que el público no querría enterarse en los últimos fotogramas de la película de que una personalidad tan popular como Cary Grant era un asesino, destinado a que lo desenmascararan[186].

Alfred Hitchcock

La oportunidad de trabajar con Alfred Hitchcock no pudo presentarse en un momento mejor. Después de la amarga decepción de verse excluido de las nominaciones a los Oscar por Historias de Filadelfia y del trauma personal sufrido durante el rodaje de Serenata nostálgica, Grant se había planteado retirarse del cine. Había ganado dinero y dejado huella, y se preguntaba por qué debía exponerse de nuevo a la humillación de ser rechazado por la Academia. La posibilidad de trabajar con Hitchcock renovó su interés por actuar en el cine.

El rodaje de Sospecha empezó el 10 de febrero de 1941, tan solo unas semanas después de que Grant terminara Serenata nostálgica, y se prolongó cinco meses, durante los cuales Hitchcock y David O. Selznick discutieron airadamente sobre el destino del personaje de Johnnie Aysgarth.

Cuando se inició el rodaje de Sospecha, Hitchcock ya lamentaba su decisión de haber firmado un contrato con Selznick. Desde el principio había batallado con él por el guión de Rebeca, lo que le causó una gran consternación, especialmente porque Selznick se salió con la suya en la mayoría de los aspectos en que discrepaban. Por eso, y pese a que el filme consiguió el Oscar a la mejor película de 1940, la consideró siempre una película de Selznick. En sus cuadernos el cineasta observó amargamente que con Rebeca aprendió que Hollywood veía al director como «una figura menor de la industria cinematográfica, integrada por los empresarios que dirigían los estudios»[187].

En cuanto a Selznick, a finales de 1940, tras ganar dos años consecutivos el Oscar a la mejor película[188], se sentía exhausto y agotado desde el punto de vista creativo, e irónicamente necesitaba dinero con urgencia. Ambas habían sido caras películas de época, que acarrearon grandes costes por exceder el tiempo previsto de rodaje y plantearon numerosos problemas, todo lo cual le llevó a una fuerte adicción a la Benzedrina, una anfetamina, que a su vez exacerbó su ya incontrolable ludopatía. En 1940 Walter Wanger (productor de varias películas de éxito en la década de 1930, cuando trabajó para la Paramount, la Columbia y la MGM)[189] firmó un nuevo acuerdo de distribución con United Artists, consiguió que Selznick le cediera a Hitchcock para dirigir Enviado especial y volvió a reclamar al realizador británico para que dirigiera Sospecha, que iba a producir para la RKO. Aunque Wanger estaba dispuesto a abonar a Selznick cinco mil dólares a la semana por los servicios del director, mientras Selznick solo le pagaba dos mil quinientos semanales, Hitchcock no intentó en ningún momento entrometerse en las negociaciones. No le importaba perder varios miles de dólares, tenía tantas ganas de alejarse de Selznick como este de desembarazarse de él.

Sospecha está basada en Before the Fact, una novela que el británico Anthony Berkeley Cox escribió en 1932 (con el seudónimo de Francis Iles) y que la RKO compró en 1935. Tras varios intentos frustrados de llevarla a la pantalla, los ejecutivos dieron carpetazo al proyecto, hasta que Hitchcock y Wanger rescataron el libro de las polvorientas estanterías del estudio. La novela cuenta la historia de Lina McLaidlaw Aysgarth (Joan Fontaine), una mujer pasiva y acaudalada, que está sumamente enamorada de su esposo, Johnnie (Grant). Lina descubre que su marido es en realidad un estafador, que ha asesinado a su mejor amigo y que está a punto de matarla también a ella. Embotada por su amor hacia él, no puede hacer nada por detenerle y, en la escena culminante, acepta con calma el vaso de leche que él le ofrece, aun sabiendo que contiene veneno, y muere.

Era un terreno fértil para Hitchcock, a quien fascinó la idea de hacer una película sobre una mujer ligada de un modo tan masoquista a su marido para permitir que la mate… si en realidad eso es lo que él pretende. El brillante enfoque de Hitchcock consistió en hacer que hasta el último momento los espectadores se preguntaran si Aysgarth era en verdad un asesino o si todo no era más que el producto de la imaginación de su paranoica esposa.

Él tenía la película muy clara en la mente, pero Harry Edington, el productor asignado por el estudio, no. Cuando el director, que había dudado sobre el final del filme, decidió que en efecto Grant sería un asesino, Edington dijo que eso era imposible, porque el público nunca aceptaría al actor en ese papel. Debido a esta discrepancia la producción se retrasó dos meses, hasta que Hitchcock modificó a regañadientes el guión para convertir a la esposa en una víctima de sus propias fantasías paranoicas[190].

El rodaje se reanudó, y durante los tres meses siguientes Joan Fontaine estaba tan nerviosa por la insistencia del director en que «actuara como una loca» que sufrió problemas estomacales y la filmación se interrumpió de nuevo. La pausa duró una semana e hizo que la RKO revisara una vez más el proyecto. Dada la vaguedad del guión, donde seguía sin estar claro si Johnnie era un asesino, la junta directiva del estudio se planteó cancelar el proyecto. La solución alternativa fue eliminar del metraje todas las referencias negativas del personaje de Johnnie y ver cuál era el resultado. Así pues, el estudio montó una versión «feliz», de cincuenta y cinco minutos, que resultaba incomprensible y horrorizó a Hitchcock. Llegado ese punto, el director aseguró al estudio que el filme acabaría tal como ellos deseaban. En consecuencia, Sospecha termina con un trepidante recorrido en coche por una carretera sinuosa, durante el cual al principio parece que Johnnie intenta asesinar a Lina, cuando en realidad solo pretende evitar que salte del vehículo hacia una muerte segura.

Pese a la confusión argumental, por primera vez en su carrera Grant ofreció, gracias en gran medida a la dirección de Hitchcock, una interpretación definida casi enteramente por las emociones íntimas de su personaje, en lugar de por sus características externas. El Johnnie Aysgarth de Grant personificaba las más oscuras proyecciones del propio Hitchcock, quien, por su parte, tuvo la audacia de escoger a uno de los actores más populares de Hollywood y utilizar su agradable aspecto como una máscara para hacer que el público se volviera loco intentando averiguar qué había detrás de ella. Como habían hecho los grandes directores que ayudaron a Grant a moldear su imagen en la pantalla como una extensión de sí mismos, Hitchcock, gracias a su profundidad de campo, la preponderancia del uso de las herramientas del oficio —primeros planos, magistral y personal, ritmo mediante el montaje sobre la composición de la puesta en escena—, fue capaz de crear más que obtener una interpretación de Grant sin la innecesaria intromisión de una «actuación». En manos de Sternberg, Grant se había convertido en el paradigma del donjuán despreciable; la visión de McCarey era la de alguien con encanto e ingenio y la ilimitada energía que el amor infunde a la juventud; para Hawks, Grant era el aventurero atlètico y romántico; para Cukor, era el hombre intrépido y romántico en el fondo. Fue Hitchcock quien finalmente dio mayor profundidad a Grant; quien usó su inseguridad como actor (reflejo de sus represiones en la vida real) con el fin de crear una personalidad cuya sombra criminal era la tapadera perfecta para proteger los defectos emocionales del carismàtico intérprete, la fachada compleja pero amable del personaje que interpretaba, y fue el magistral director quien consiguió aunarlo todo en una exhibición deslumbrante. Como acertadamente observó John Mosher en su crítica para The New Yorker, «Cary Grant encuentra un nuevo territorio propio, el territorio del crimen, el del villano sonriente, sin corazón ni conciencia. El crimen da color a su afabilidad».

Tanto para el actor como para el director, su espléndida colaboración en Sospecha fue una virtuosa demostración no solo de lo que podían hacer en el cine, sino de lo que el cine podía hacer mejor: mostrar o sacar a la superficie el alma mostrando mediante el comportamiento los pensamientos y deseos íntimos (secretos, prohibidos, reprimidos). Ese magnífico toque hitchcockiano es lo que hace que Sospecha sea tan irresistible. Al permitir a Grant exteriorizar las interioridades de su personaje —un hombre tan enfurecido con su esposa que quiere matarla—, este llega a ser, según el rígido universo moral de Hitchcock, un verdadero asesino. Más sorprendente aún, su mujer se convierte en su «cómplice» por su «papel» como instigadora de esos pensamientos asesinos.

Incluso con el guión desnaturalizado y el final feliz impuesto por el estudio, Sospecha obtuvo un apabullante éxito comercial y, junto a Historias de Filadelfia y Serenata nostálgica, las dos películas que Grant había rodado ese mismo año, entró en la lista de las cinco producciones más taquilleras de 1941[191]. El estreno, que rompió récords de taquilla, tuvo lugar en el Radio City Music Hall el fin de semana de Acción de Gracias (e inauguró oficialmente la temporada de cine de 1941), y esa vez todo el mundo del negocio consideró imposible que la Academia le negara a Grant un premio tan largamente merecido.

Poco después de terminar su trabajo en Sospecha Grant, alegando que estaba agotado, declinó participar en la siguiente película que tenía programada, la versión cinematográfica de una comedia de gran éxito en Broadway, The Man Who Carne to Dinner, en la que debía interpretar a Sherman Whiteside. Dieron su papel a Monty Woolley que lo había representado en el teatro. Poco después, la mañana del 14 de agosto de 1941, sin informar a nadie excepto al gobierno, que le había concedido un visado especial para salir y volver a entrar en el país, preparó unas pocas maletas, subió al coche y condujo hasta el hotel Reforma, en Ciudad de México, donde según dijo a sus amigos pensaba disfrutar de un largo y bien merecido descanso.

El descanso duró dos días.