Capítulo III

[1] Giles, op. cit., pp. 233-234; Rev. J. MacGowan, The Imperial History of China (Shanghai, 1906), pp. 4-5; Friedrich Hirth, The Ancient History of China (Columbia University Press, 1908), pp. 8-9.

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[2] Giles, op. cit., p. 656; MacGowan, op. cit., pp. 5-6; Hirth, op.cit., pp. 10-12.

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[3] Giles, op.cit., p. 338; MacGowan, op.cit., pp. 6-8; Edouard Chavannes, Les mémoires historiques de Se-ma Ts’ien (París, 1895-1905), vol. I, pp. 25-36. Ver también John C. Ferguson, Chinese Mythology (“The Mythology of All Races”, vol. VIII, Boston, 1928). pp. 27-28, 29-31.

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[4] Esta fórmula, por supuesto, no es precisamente la de la enseñanza cristiana común en que, a pesar de que se dice que Jesús declaró que “el reino de los Cielos está dentro de vosotros”, las iglesias mantienen que, puesto que el hombre ha sido creado sólo “a la imagen” de Dios, la distinción entre el alma y su creador es absoluta, y retiene así, en el último paso de su sabiduría la distinción dualista entre el “alma eterna” del hombre y la divinidad. La trascendencia de esta pareja de contrarios no es apoyada (hasta es negada como “panteísmo” y algunas veces ha sido recompensada con la hoguera); sin embargo, las plegarias y los diarios de los místicos cristianos abundan en descripciones extáticas de la experiencia unificadora que sacude el alma (supra, pp. 43-44), mientras que la visión de Dante a la conclusión de la Divina Comedia (supra, p. 176) va por encima del dogma ortodoxo, dualista y concreto de la finalidad de las personalidades de la Trinidad. Donde este dogma no es trascendido, el mito del Retorno al Padre se toma literalmente, como la última meta del hombre (ver supra., p. 236, nota 5).

En cuanto al problema de imitar a Jesús como a un modelo humano, y de meditar sobre Él como un dios, la historia de la actitud cristiana puede resumirse a grosso modo como sigue: 1) un período de seguir literalmente al maestro, Jesús, renunciando al mundo en la forma en que Él lo hizo (cristianismo primitivo); 2) un período de meditación sobre Cristo Crucificado como una divinidad dentro del corazón, llevando la vida en este mundo como la del sirviente de este dios (cristianismo antiguo y medieval); 3) rechazo de la mayor parte de los instrumentos que sustentan la meditación, pero continuando, sin embargo, la propia vida en el mundo como sirviente o vehículo del dios que se ha dejado de imaginar (cristianismo protestante); 4) un intento de interpretar a Jesús como un ser humano modelo, pero sin aceptar su camino ascético (cristianismo liberal). Comparar supra, p. 140, nota 83.

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[5] Estas tres leyendas aparecen en el excelente estudio psicológico del Dr. Otto Rank, The Myth of the Birth of the Hero (Nervous and Mental Disease Monographs, Nueva York, 1910). Una variante de la tercera aparece en Gesta Romanorum, cuento LXXXI.

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[6] En realidad, Carlos el Grande era calvo y no tenía barba.

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[7] Los ciclos de Carlomagno han sido estudiados definitivamente por Joseph Bédier, Les légendes épiques (3° edición; París, 1926).

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[8] Louis Ginzberg, The Legends of the Jews (Filadelfia, The Jewish Publication Society of America, 1911, vol. III, pp. 90-91).

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[9] George Bird Grinnell, Blackfoot Lodge Tales (Nueva York, Charles Scribner’s Sons, 1892, 1916). pp. 31-32.

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[10] Elsie Clews Parsons, Tewa Tales (Memoirs of the American Folklore Society, XIX, 1926), p. 193.

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[11] El sentido de este consejo que para el lector de Occidente puede parecer extraño es que el Camino de la Devoción (bhakti marga) debe empezar con cosas conocidas y amadas por el devoto, no por concepciones remotas e inimaginables. Puesto que la Divinidad es en todo inmanente, Él se dará a conocer a través de cualquier objeto profundamente amado. Y lo que es más, la Divinidad dentro del devoto es lo que hace posible para él descubrir a la divinidad en el mundo exterior. Este misterio queda ilustrado en la presencia doble de Krishna durante el acto de la adoración.

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[12] Adaptado de Hermana Nivedita y Ananda K. Coomaraswamy, Myths of the Hindus and Buddhists (Nueva York, Henry Holt and Company, 1914), pp. 221-232.

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[13] Parsons, op. cit., p. 193.

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[14] Los ciclos legendarios de la Irlanda medieval incluyen: 1) El Ciclo Mitológico, que describe las migraciones a la isla de los pueblos prehistóricos, sus batallas y, en particular, las hazañas de la raza de los dioses conocidos como los Tuatha De Danaan, “Hijos de la Gran Madre, Dana”; 2) Los anales de los milesianos, crónicas semi-históricas de la raza que vino al final, los hijos de Milesio, fundadores de las dinastías célticas, que sobrevivieron hasta la llegada de los anglo-normandos bajo Enrique II en el siglo XII; 3) El ciclo ulsteriano de los Caballeros de la Rama Roja, que trata sobre todo de los hechos de Cuchulainn en la corte de su tío Conchobar; este ciclo influyó grandemente en el desarrollo de la tradición artúrica en Gales, Bretaña e Inglaterra: la corte de Conchobar sirve de modelo para la del rey Arturo y las hazañas de Cuchuluinn para las del sobrino de Arturo, Sir Gawain (Gawain es el héroe original de muchas aventuras posteriormente atribuidas a Lanzarote, Perceval y Galahad); 4) El Ciclo de los Fianna: los Fianna eran un grupo de guerreros heroicos capitaneados por Finn MacCool (véase nota, p. 205, supra); el más grandioso de los cuentos de este dclo es el del triángulo amoroso de Finn, Griani su desposada, y Diarmaid su sobrino, muchos de cuyos episodios han venido hasta nosotros en la celebrada historia de Tristán e Isolda. 5) Leyendas de los Santos Irlandeses.

La “gente menuda” del popular reino de las hadas de la Irlanda cristiana es una reducción de las anteriores divinidades paganas, los Tuatha De Danaan.

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[15] “Taín bó Cuailgne” (de la versión del Book of Leinster, 62ab, editado por Wh. Stokes y E. Windisch. Irische Texte; Extraband zu Serie I bis IV; Leipzig, 1905), pp. 106-117; traducción inglesa de Eleanor Hull. The Cuchullin Saga in Irish Literature (Londres, 1898), pp. 135-137.

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[16] Book of Leinster, 64B67B (Stokes y Windisch, op. cit., pp. 130-169); Hull, op. cit., pp. 142-154.

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[17] De Eleanor Hull, op. cit., p. 154; traducido del Book of Leinster, 68A (Stokes y Windisch, op. cit., pp. 168-171).

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[18] Hull, op. cit., pp. 174-176; del Book of Leinster, 77 (Stokes y Windisch, op. cit.. pp. 368-377). Comparar con la transfiguración de Krishna, supra, pp. 212-215 y lám. IV; ver también láms. II y XII.

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[19] Uno Holmberg (Uno Harva) Der Baum des Lebens (Annales Academiae Scientiarum Fennicae, Ser. B. Tom. XVI, N° 3; Helsinki, 1923), pp. 57-59; de N. Gorochov, “Yryn Uolan” (Izvestia Vostochno-Siberskago Otdela I. Russkago Geograficheskago Obshchestva, XV), pp. 43 ss.

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[20] Kalevala, Canto tercero

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[21] Conservo la distinción entre el primitivo héroe-titán semianimal (fundador de ciudades, donador de cultura) y el tipo enteramente humano posterior (ver pp. 282 ss., supra). Los hechos del segundo frecuentemente incluyen el asesinato del primero, los Pitones y Minotauros que concedieron los dones en el pasado. (Un dios desmesurado se convierte inmediatamente en un demonio destructor de la vida. La forma tiene que romperse y las energías liberarse.) No es poco frecuente que las hazañas que pertenecen a etapas anteriores al ciclo se atribuyan al héroe humano, o que uno de los héroes primitivos se humanice y sobreviva en una época posterior; pero esas contaminaciones y variantes no alteran la fórmula general.

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[22] Clark Wissler y D. C. Duvall, Mythology of the Blackfeet Indians (Anthropological Papers of the American Museum of Natural History, vol. II, parte I, Nueva York, 1909), pp. 55-57. Citado por Thompson, op. cit., pp. 111-113.

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[23] Jacobus de Vorágine, op. cit., CIV, “Santa Marta, virgen”.

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[24] Especie de sacerdotes que se ocupaban de preparar y aplicar los sagrados ungüentos.

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[25] Gran Sacerdote, que gobernaba como vicerregente del dios.

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[26] Un ejemplo divertido e instructivo del fracaso de un gran héroe se encuentra en el Kalevala finlandés, Runos IV-VIII, cuando Väinämöinen es rechazado, primero por Aino y luego por la “doncella de Pohjola”. El cuento es demasiado largo para el presente contexto.

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[27] The Wooing of Emer, síntesis de la traducción de Kuno Meyer, en E. Hull, op. cit., pp. 57-84.

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[28] Parsons, op. cit., p. 194.

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[29] Firdusi, Shah-Nameh, traducción de James Atkinson (Londres y Nueva York, 1886), p.7.

La mitología persa está enraizada en el sistema indoeuropeo común que fue llevado de las estepas aral-caspianas a la India y al Irán, como también a Europa. Las principales divinidades de los primeros escritos sagrados (Avesta) de los persas corresponden muy estrechamente a los de los primeros textos hindúes (Vedas: ver nota 32, p. 108, supra), pero las dos ramas sufren grandes influencias que las hacen variar grandemente en sus nuevos países, pues la tradición védica cede gradualmente a las fuerzas dravidianas, y la persa a las sumerio-babilonias. Al principio del primer milenio a.C. las creencias persas fueron reorganizadas por el profeta, Zaratustra (Zoroastro) conforme a un estricto dualismo de principios del bien y del mal, luz y oscuridad, ángeles y demonios. Esta crisis afectó profundamente no sólo a los persas sino también la materia de las creencias hebreas, y, por lo tanto, siglos después, al cristianismo. Representa un apartamiento radical de la más usual representación mitológica del bien y del mal como efectos procedentes de una única fuente del ser que trasciende y reconcilia toda polaridad.

Persia fue arrasada por los soldados de Mahoma, 642 d.C. Los que no se convirtieron fueron pasados a cuchillo. Un pequeño grupo se refugió en la India, donde sobrevive hasta el presente bajo el nombre de Parsis (“persas”) de Bombay. Después de un período de tres siglos hubo una “restauración” literaria, mahometana-persa. Los grandes nombres son: Firdusi (940-1020?), Omar Khayyam (?-1123?), Nizami (1140-1203), Jalal ad-Din Rumi (1207-1273), Saadi (11847-1291), Hafiz (7-1389?) y Jami (1414-1492). El Shah Namek de Firdusi (“La Épica de los Reyes”) es una repetición en sencillo verso narrativo de la historia de la antigua Persia hasta la conquista islámica.

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[30] Opler, op. cit., pp. 133-134.

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[31] Adaptado de la obra de Nivedita y Coomaraswamy, op. cit., pp. 236-237.

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[32] Coomaraswamy, Hinduism and Buddhism, pp. 6-7.

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[33] Mateo, 10:34-37.

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[34] Bhagavad Gita, 18:51-53.

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[35] Antífonas cantadas por las monjas durante su consagración como desposadas de Cristo; Pontificale Romanum, jussu editum a Benedicto XIV et Leone XIII. Pont. Max., 1888.

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[36] Ginzberg, op. cit., vol. I, pp. 305-306.

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[37] Wilhelm Stekel, Die Sprache des Traumes, sueño 421. La muerte aparece aquí, observa el doctor Stekel, con cuatro símbolos: el Viejo Violinista, el Bizco, la Vieja y el Joven Campesino (el campesino es quien siembra y cosecha).

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[38] Bernardino de Sahagún Historia General de las Cosas de Nueva España (México, 1839), Lib. III, caps, XII-XIV (condensado). Esta obra ha sido reimpresa por Pedro Robredo (México, 1938), vol. I, pp. 278-282.

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[39] Thomas A. Joyce, Mexican Archaeology (Londres. 1914), p. 46.

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[40] “Taín bó Regamna”, editado por Stokes y Windisch, Irische Texte (2. Serie, Heft 2, Leipzig, 1887), pp. 241-254. Lo anterior ha sido condensado de la obra de Hull, op. cit., pp. 103-107.

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[41] Parsons, op. cit., pp. 194-195.

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[42] Tathagata: “Llegado al, o residente en” (gata}, “tal estado o condición” (tatha), o sea un Iluminado, un Buddha.

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[43] Reproducido de la obra de Henry Clarke Warren, Buddhism in Translations (Harvard Oriental Series, 3), Cambridge, Mass.; Harvard University Press, 1896, pp. 95-110.

Comparar las etapas de la emanación cósmica, p. 246, supra.

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