El giro hacia adelante de la rueda cosmogónica precipita lo Uno en los muchos. De aquí una gran crisis, una grieta que divide al mundo creado en dos planos de ser aparentemente contradictorios. En el esquema de Paiore, los hombres emergen de la oscuridad inferior e inmediatamente empiezan a trabajar para elevar el cielo.[42] Son revelados en acción con una aparente independencia. Celebran consejos, deciden, planean; asumen el trabajo de arreglar el mundo. Sin embargo, sabemos que detrás de la escena está el Motor Inmóvil, como un director de títeres.
En la mitología, dondequiera que se encuentre el Motor Inmóvil, donde el Viviente Poderoso sea el centro de atención, hay una espontaneidad milagrosa en la formación del universo. Los elementos se condensan y entran en juego por su propio acuerdo, o con la palabra más ligera del Creador; y las porciones del huevo cósmico que se rompe solo alcanzan sus destinos sin ayuda. Pero cuando la perspectiva cambia, para enfocarse en los seres humanos, cuando el panorama del espacio y de la naturaleza es enfrentado desde el punto de vista de los personajes que deben habitarlo, hay una repentina transformación que oscurece la escena cósmica. Ya no parecen moverse las formas del mundo en los patrones de una cosa armoniosa, viva y creciente, sino que son recalcitrantes o cuando más inertes. Los pilares del escenario universal tienen que ajustarse, o incluso forzarse a tomar determinada forma. La tierra produce espinas y cardos; el hombre gana el pan con el sudor de su frente.
Confrontamos, por lo tanto, dos maneras del mito. De acuerdo con una, las fuerzas demiúrgicas continúan operando por sí mismas; de acuerdo con la otra, pierden la iniciativa y aun se ponen en contra de un avance posterior del ciclo cosmogónico. Las dificultades representadas en esta última forma del mito empiezan temprano, durante la larga oscuridad del abrazo original, que engendra las creaturas, de los padres cósmicos. Dejemos que los maoríes nos introduzcan a este tema terrible:
Rangi (el Cielo) yacía tan cerca del vientre de Papa (la Madre Tierra) que los hijos no podían surgir de su vientre. “Estaban en una condición inestable, flotando en el mundo de la oscuridad, y ésta era su apariencia: algunos se arrastraban… algunos estaban de pie con los brazos levantados… otros yacían en sus costados… otros sobre sus espaldas, algunos inclinados, otros con las cabezas bajas, otros con las piernas levantadas… otros arrodillados… otros tropezando en la oscuridad… Y todos estaban dentro del abrazo de Rangi y Papa…
Finalmente, todos los seres que habían sido engendrados por el Cielo y la Tierra, cansados de la continua oscuridad, se consultaron entre ellos y dijeron: ‘Determinemos lo que debemos hacer con Rangi y Papa, si debemos matarlos o sólo separarlos.’ Entonces habló Tumatauenga, el más feroz de todos los hijos del Cielo y de la Tierra: ‘Debemos matarlos.’
Luego habló Tane-mahuta, el padre de los bosques y de todo lo que los habita y de lo que se construye con los árboles: ‘No, no es así. Es mejor separarlos y dejar que el cielo quede por encima de nosotros y que la tierra yazga bajo nuestros pies. Dejemos que el cielo se convierta en un extraño para nosotros, pero que la tierra permanezca cerca, como la madre que debe alimentarnos.’”
Algunos de los dioses hermanos trataron en vano de separar el cielo de la tierra. Al fin, fue Tane-mahuta, el padre de los bosques y de todo lo que los habita y de lo que se construye con árboles, quien logró el titánico proyecto. “Con la cabeza firmemente plantada en su madre la tierra, levantó los pies y los apoyó contra su padre los cielos, y estiró su espalda y sus miembros con un poderoso esfuerzo. Al quedar separados Rangi y Papa, se quejaron en voz alta, con gritos y gruñidos de desesperación. ‘¿Por qué matáis así a vuestros padres? ¿Por qué cometéis el horrible crimen de matar a vuestros padres, de separarnos?’ Pero Tane-mahuta no desmayó, no tuvo en cuenta sus alaridos y sus gritos, y por debajo de él presionó sobre la tierra y lejos, muy lejos por encima de él, empujó el cielo…”[43]
Tal como los griegos la conocieron, esta historia la cuenta Hesíodo en su narración de la separación de Uranos (Padre Cielo) y de Gea (Madre Tierra). De acuerdo con esta variante, el titán Cronos castró a su padre con una hoz y lo levantó por los aires.[44] En la iconografía egipcia, esta posición de la pareja cósmica está invertida: el cielo es la madre, el padre es la vitalidad de la tierra;[45] pero el patrón del mito permanece: ellos fueron separados por su hijo, el dios del aire Shu. De nuevo la imagen viene a nosotros desde los antiguos textos cuneiformes de los sumerios, que datan de los milenios tercero y cuarto a.C. Primero estaba el océano original; el océano original generó la montaña cósmica, que consistía en cielo y tierra unidos; An (el Padre Cielo) y Ki (la Madre Tierra) crearon a Enlil (el Dios del Aire) que posteriormente separó a An de Ki y luego se unió con su madre para crear la especie humana.[46]
Si estas acciones de los hijos desesperados parecen violentas, no son nada comparadas con la derrota total de la fuerza de los padres que vemos narrada en las Eddas de Islandia, y en las Tablillas de la Creación de los babilonios. El insulto final se da en la caracterización de la presencia demiúrgica del abismo como el “mal”, lo “oscuro”, lo “obsceno”. Los brillantes hijos guerreros desdeñan la fuente; generatriz, el personaje del estado seminal del sueño profundo, la matan, sin más miramientos; la cortan, la parten en pedazos y la convierten en la estructura del mundo. Éste es el patrón de la victoria de todas las posteriores muertes del dragón, el principio de la antigua historia de las aventuras del héroe.
De acuerdo con la narración de las Eddas, después de que la “brecha bostezante”[47] había traído por el norte un mundo frío de neblina y por el sur una región de fuego, y después de que el calor del sur había hecho efecto en los ríos de hielo que bajaban del norte, una ponzoña espumosa empezó a surgir. De ella se levantó una llovizna que a su turno se convirtió en escarcha. La escarcha se fundió y goteó y la vida surgió de las gotas en la forma de una figura horizontal llamada Ymir, que era torpe, gigantesca y hermafrodita. El gigante durmió y mientras durmió sudó, uno de sus pies engendró un hijo con el otro, mientras que debajo de su mano izquierda germinaban un hombre y una mujer.
La escarcha seguía deshaciéndose y goteando y se condensó en una vaca, Audumla. De sus ubres brotaron dos corrientes de leche de las que se nutrió Ymir. La vaca, para alimentarse, lamió los bloques de hielo, que eran salados. La noche del primer día que lamió, los cabellos de un hombre surgieron de los bloques; el segundo día, la cabeza de un hombre; el tercero, el hombre completo estaba allí y su nombre era Buri. Luego, Buri tuvo un hijo (no se sabe quién fue la madre) llamado Borr que se casó con una de las hijas gigantes de las creaturas que habían nacido de Ymir. Dio nacimiento a la trinidad de Odín, Vili y Ve, y estos asesinaron al dormido Ymir y cortaron el cuerpo en pedazos.
De la carne de Ymir se compuso la tierra,
De su sudor, el mar;
De sus huesos, despeñaderos; árboles de sus cabellos,
Y de su cráneo el cielo.
De sus huesos los alegres dioses hicieron
a Midgard para los hijos de los hombres;
y de su cerebro fueron creadas
todas las violentas nubes.[48]
En la versión babilónica el héroe es Marduk, el dios solar; la víctima es Tiamat: aterradora, con forma de dragón, servida por nubes de demonios, una personificación femenina del abismo original mismo: el caos como madre de los dioses y también la amenaza del mundo. Con arco y tridente, con maza y red, y con una columna de vientos de batalla, el dios montó en su carroza. Los cuatro caballos, adiestrados para pisotear, espumeaban.
… Pero Tiamat no volvió su cuello.
Con labios que no eran vacilantes emitió palabras rebeldes…
Entonces el señor levantó el rayo, su poderosa arma,
Y contra Tiamat que estaba enfurecida, envió su palabra:
“Te has vuelto grande, has exaltado tu estatura,
Y tu corazón te ha empujado a la batalla…
Y contra los dioses mis padres han forjado un malvado plan.
¡Deja entonces que tu ejército sea equipado y que se ciña las armas!
¡Ponte en pie y luchemos tú y yo!
Cuando Tiamat oyó estas palabras
Se sintió posesa y perdió la razón.
Tiamat dio gritos agudos y salvajes,
Tembló y se sacudió hasta sus más profundas bases,
Luego recitó un encantamiento, pronunció su hechizo.
Y los dioses de la batalla pidieron sus armas a gritos.
Luego avanzaron Tiamat y Marduk, el consejero de los dioses;
Llegaron a la lucha, se acercaron a la batalla.
El señor extendió su red y la cogió en ella,
Y le soltó en la cara el viento maligno que estaba detrás de él.
Los vientos terribles llenaron el vientre de ella,
Y perdió el valor y se quedó con la boca abierta.
Él tomó el tridente y le reventó el vientre,
Y después de haber cortado sus entrañas, atravesó su corazón.
Él la venció y le arrancó la vida;
Echó al suelo su cuerpo y se puso de pie sobre él.
Habiendo vencido lo que quedaba de sus aliados, el dios de Babilonia se volvió a la madre del mundo:
Y el señor se puso de pie sobre la parte trasera de Tiamat
Y con su maza inmisericorde le aplastó el cráneo.
Cortó las canales de su sangre
E hizo que el viento del norte la llevara a lugares secretos…
Entonces el señor descansó, miró el cuerpo muerto
… e inventó un astuto plan.
La partió en dos mitades como a un pez;
Estableció una de sus mitades como la cubierta para el cielo
Puso un cerrojo y puso un guarda
Y les dijo que no dejaran salir las aguas.
Pasó a través de los cielos, y miró las regiones celestiales
Y por encima de la Profundidad estableció el reino de Nudimmud.
Y el señor midió la estructura de las profundidades…[49]
Marduk, de esta heroica manera, detuvo las aguas de arriba con un techo, y con un suelo las aguas de abajo. Entonces creó al hombre en el mundo de en medio.
Los mitos ilustran incansablemente el punto de que el conflicto en el mundo creado no es lo que parece. Tiamat, aunque muerta y desmembrada, no quedó deshecha. Si la batalla pudiera verse desde otro ángulo, el monstruo del caos aparecería deshecho por su propio acuerdo, y sus fragmentos se hubieran colocado en los lugares correspondientes por su cuenta. Marduk y toda su generación de divinidades no eran más que partículas de la sustancia de ella. Desde el punto de vista de esas formas creadas, todas se lograron gracias a un brazo poderoso en medio del peligro y del dolor. Pero desde el punto de vista del centro de la presencia emanadora, la carne cedió voluntariamente y la mano que la hirió no era, en última instancia, más que un agente de la voluntad de la misma víctima.
Aquí está la paradoja básica del mito: la paradoja del foco dual. Así como al iniciarse el ciclo cosmogónico es posible decir: “Dios no interviene” pero al mismo tiempo: “Dios es el creador, protector, destructor”, así en esta coyuntura crítica en que lo Uno se convierte en muchos, el destino “sucede”, pero al mismo tiempo “es provocado”. Desde la perspectiva de la fuente, el mundo es una armonía majestuosa de formas que se vierten en el ser, estallan y se disuelven. Pero lo que experimentan esas creaturas que pasan velozmente es una terrible algarabía de dolor y de gritos de batalla. Los mitos no niegan esta agonía (la crucifixión); revelan por dentro, por detrás y alrededor de ella la paz esencial (la rosa celestial).[50]
El cambio de la perspectiva del reposo de la Causa central a la turbulencia de los efectos periféricos está representado en la caída de Adán y Eva desde el Jardín del Edén. Comieron la fruta prohibida, y “abriéronse los ojos de ambos”.[51] La felicidad del Paraíso se cerró ante ellos y contemplaron lo creado desde la otra parte del velo que lo transformaba. De ahí en adelante deberían experimentar lo inevitable como algo difícil de ganar.