Las llaves

La aventura puede resumirse en el siguiente diagrama:

El héroe mitológico abandona su choza o castillo, es atraído, llevado, o avanza voluntariamente hacia el umbral de la aventura. Allí encuentra la presencia de una sombra que cuida el paso. El héroe puede derrotar o conciliar esta fuerza y entrar vivo al reino de la oscuridad (batalla con el hermano, batalla con el dragón; ofertorio, encantamiento), o puede ser muerto por el oponente y descender a la muerte (desmembramiento, crucifixión). Detrás del umbral, después, el héroe avanza a través de un mundo de fuerzas poco familiares y sin embargo extrañamente íntimas, algunas de las cuales lo amenazan peligrosamente (pruebas), otras le dan ayuda mágica (auxiliares). Cuando llega al nadir del periplo mitológico, pasa por una prueba suprema y recibe su recompensa. El triunfo puede ser representado como la unión sexual del héroe con la diosa madre del mundo (matrimonio sagrado), el reconocimiento del padre-creador (concordia con el padre), su propia divinización (apoteosis) o también, si las fuerzas le han permanecido hostiles, el robo del don que ha venido a ganar (robo de su desposada, robo del juego); intrínsecamente es la expansión de la conciencia y por ende del ser (iluminación, transfiguración, libertad). El trabajo final es el del regreso. Si las fuerzas han bendecido al héroe, ahora éste se mueve bajo su protección (emisario); si no, huye y es perseguido (huida con transformación, huida con obstáculos). En el umbral del retorno, las fuerzas trascendentales deben permanecer atrás; el héroe vuelve a emerger del reino de la congoja (retorno; resurrección). El bien que trae restaura al mundo (elíxir).

Los cambios que se llevan a cabo en la escala del monomito desafían toda descripción. Muchas historias aíslan o aumentan grandemente uno o dos elementos típicos del ciclo completo (el motivo de la prueba, el motivo de la huida, el rapto de la desposada), otros reúnen un grupo de ciclos independientes en una sola serie (como en la Odisea). Caracteres o episodios diferentes pueden fundirse o un solo elemento puede multiplicarse y reaparecer bajo muchos cambios.

El perfil de los mitos y de los cuentos está expuesto a ser dañado u oscurecido. Los rasgos arcaicos son generalmente eliminados o suavizados. El material importado se revisa para que cuadre con el paisaje, las costumbres o las creencias locales y el material primitivo sufre en el proceso. Lo que es más: en las innumerables repeticiones de una historia tradicional son inevitables las dislocaciones accidentales o intencionales. Para explicar elementos que por una u otra razón han perdido su significado, se inventan interpretaciones secundarias, a menudo con gran habilidad.[2]

En la historia esquimal de Cuervo en el vientre de la ballena, el motivo de las teas ha sufrido una dislocación y la subsecuente racionalización. El arquetipo del héroe en el vientre de la ballena es ampliamente conocido. El principal acto del aventurero es usualmente encender una fogata con sus pedazos de madera en el interior del monstruo, causando así la muerte de la ballena y su propia liberación. El encender fuego de esta manera es un símbolo del acto sexual. Los dos pedazos de madera, el cóncavo y el agudo, son conocidos respectivamente como lo femenino y lo masculino; la llama es la vida nuevamente generada. El héroe que prende fuego dentro de la ballena es una variante del matrimonio sagrado.

Pero en el cuento esquimal, esta imagen de la fogata sufrió una modificación. El principio femenino estaba personificado en la bella joven que Cuervo encontró en el gran aposento del animal; al mismo tiempo, la conjunción de lo femenino con lo masculino fue simbolizada separadamente en las gotas de aceite que por el tubo caían en la lámpara encendida. El hecho de que Cuervo probara el aceite es su participación en el acto. El cataclismo resultante representa la crisis típica del nadir, la terminación del antiguo eón y el principio del nuevo. El surgimiento de Cuervo simboliza el milagro del renacimiento. Como los leños originales se habían vuelto superfluos, fue inventado un epílogo inteligente y divertido, para darles una función en el argumento. Después de haber dejado los pedazos de madera en el vientre de la ballena, Cuervo pudo interpretar este descubrimiento como un signo de mala suerte, para asustar a la gente y disfrutar el festín solo. Este epílogo es un excelente ejemplo de elaboración secundaria. Se basa en el carácter astuto del héroe, pero no es, un elemento de la historia esencial.

En las últimas etapas de muchas mitologías, las imágenes clave se esconden como agujas en grandes pajares de anécdota y racionalización secundarias; pues cuando una civilización ha pasado desde el punto de vista mitológico al seglar, las imágenes más antiguas ya no son sentidas ni del todo aprobadas. En la Grecia helenística y en la Roma imperial, los antiguos dioses fueron reducidos a patrones cívicos, mascotas domésticas y favoritos literarios. Incomprendidos temas heredados, como el del Minotauro —el aspecto nocturno, terrible y oscuro de la antigua representación egipcio-cretense del dios del sol y divino rey encarnado— fueron racionalizados y reinterpretados para adecuarlos a finalidades contemporáneas. El Monte Olimpo se convirtió en una Riviera de escándalos y asuntos amorosos, y las diosas madres en histéricas ninfas. Los mitos se leían como idilios sobrehumanos. En cambio en China, en donde la fuerza humanística y moralizadora del confucianismo ha vaciado completamente las viejas formas del mito de su grandeza primaria, la mitología oficial es hoy un grupo de anécdotas sobre los hijos y las hijas de los oficiales provincianos quienes, por servir a su comunidad de una manera o de otra, eran elevados por sus agradecidos beneficiarios a la dignidad de dioses locales. En el cristianismo moderno progresista, Cristo, encarnación del Logos y Redentor del Mundo, es ante todo un personaje histórico, un inofensivo y sabio hombre del campo del pasado semioriental, que predicaba la doctrina benigna de “haz lo que quieras que hagan contigo” y sin embargo fue ejecutado como un criminal. En su muerte se lee una espléndida lección de integridad y fortaleza.

En cuanto la poesía del mito es interpretada como biografía, historia o ciencia, muere. Las imágenes vivas se convierten sólo en hechos remotos de un tiempo o de un cielo distantes. Además no es difícil demostrar que como ciencia o historia la mitología es absurda. Cuando una civilización empieza a reinterpretar su mitología de esta manera, la vida huye de ella, los templos se convierten en museos y se disuelve la liga entre las dos perspectivas. Esa plaga ha descendido sobre la Biblia y sobre gran parte del culto cristiano.

Para devolver las imágenes a la vida, el individuo tiene que buscar, no interesantes aplicaciones a asuntos modernos, sino huellas iluminantes del pasado inspirado. Cuando éstas se encuentran, vastas áreas de iconografía medio muerta muestran de nuevo su significado humano permanente.

En el Sábado Santo de la Iglesia Católica, por ejemplo, después de la bendición del fuego nuevo,[3] de la bendición del cirio pascual, y de la lectura de las profecías, el sacerdote se pone una capa pluvial púrpura y precedido por la cruz procesional, los candelabros y la vela bendita encendida, va a la pila bautismal con sus ministros, mientras se canta lo siguiente: “Como el ciervo suspira por las fuentes de las aguas, así desea mi alma a Ti, oh Dios mío,… ¿Cuándo vendré y compareceré ante el rostro de Dios? Fueron para mí las lágrimas panes de día y de noche, cuando se me dice todos los días: ¿dónde está tu Dios?” (Salmo XLI, 24).

Al llegar al umbral del baptisterio, el sacerdote hace una pausa para ofrecer una plegaria, luego entra y bendice el agua de la pila “para que una primogenitura celestial, concebida ya por esta bendición, salga del seno inmaculado de esta divina fuente para un nuevo nacimiento; y que todos, cualquiera que sea la diferencia de edad o de sexo, reciban nueva vida por la fecunda virtud de la gracia”. Toca el agua con su mano y ora para que sea purificada de la malicia de Satán; hace el signo de la cruz por encima del agua; divide el agua con su mano y la rocía hacia las cuatro partes del mundo, sopla tres veces sobre el agua en forma de cruz, luego sumerge el cirio pascual en el agua y entona: “Descienda sobre toda esta pila la virtud del Espíritu Santo.” Retira la vela, la sumerge de nuevo a una mayor profundidad y repite en un tono más alto: “Descienda sobre toda esta pila la virtud del Espíritu Santo”, de nuevo retira la vela y la sumerge por tercera vez hasta el fondo, repitiendo en un tono más alto todavía: “Descienda sobre toda esta pila la virtud del Espíritu Santo”; entonces sopla tres veces sobre el agua y sigue adelante: “Y fecunde toda la sustancia de esta agua, dándola virtud regeneradora”. Retira la vela del agua y luego de unas plegarias finales los sacerdotes asistentes rocían a la gente con esta agua bendita.[4]

El agua femenina espiritualmente fructificada con el fuego masculino del Espíritu Santo es el equivalente cristiano del agua de la transformación conocida en todos los sistemas de imágenes mitológicas. Este rito es una variante del matrimonio sagrado, que es la fuente que genera y regenera al mundo y al nombre; precisamente, el misterio simbolizado por el lingam hindú. Entrar a esta fuente es sumergirse en el reino mitológico; romper su superficie es cruzar el umbral del mar nocturno. Simbólicamente, el niño hace esta jornada cuando el agua cae sobre su cabeza; su guía y sus auxiliares son el sacerdote y los padrinos. Su meta es una visita a los padres de su Ser Eterno, el Espíritu de Dios y el Vientre de la Gracia.[5] Entonces se le devuelve a los padres de su cuerpo físico.

Pocos de nosotros tenemos algún indicio del sentido del rito del bautismo, que fue la iniciación a nuestra Iglesia. Sin embargo, aparece claramente en las palabras de Jesús: “ ‘En verdad, en verdad te digo que quien no naciere de arriba no podrá entrar en el Reino de Dios.’ Díjole Nicodemo: ‘¿Cómo puede el hombre nacer siendo viejo? ¿Acaso puede entrar de nuevo en el seno de su madre y volver a nacer? Respondió Jesús: ‘En verdad, en verdad te digo que quien no naciese del agua y del espíritu no puede entrar en el Reino de los Cielos.’”[6]

La interpretación popular del bautismo es la de que “lava el pecado original”, lo cual subraya la idea de la purificación y no la del renacimiento. Ésta es una interpretación secundaria. O si se recuerda la imagen tradicional del nacimiento, nada se dice del matrimonio que lo antecede. Los símbolos mitológicos, sin embargo, tienen que ser seguidos a través de todas sus implicaciones antes de que abran el sistema total de correspondencias a través del cual representan por analogía la aventura milenaria del alma.