5. La posesión de los dos mundos

La libertad para atravesar en ambos sentidos la división de los mundos, desde la perspectiva de las apariciones del tiempo a aquella de la causalidad profunda, y a la inversa, sin contaminar los principios de la una con los de la otra, pero permitiendo a la mente conocer a la una por virtud de la otra, es el talento del maestro. La Bailarina Cósmica, declara Nietzsche, no descansa pesadamente en un solo punto, sino que ligera y alegremente brinca y se vuelve de una posición a otra. Es posible hablar desde un solo punto a la vez, pero eso no invalida las instituciones del resto.

Los mitos no descubren a menudo en una sola imagen el misterio del pronto tránsito. Cuando lo hacen, el momento es un símbolo precioso, lleno de importancia, que debe ser atesorado y contemplado. Un momento así fue el de la Transfiguración de Cristo.

“Seis días después tomó Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan, su hermano, y los llevó aparte, a un monte alto, y se transfiguró ante ellos; brilló su rostro como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías hablando con Él. Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: ‘Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, una para Moisés y otra para Elias.’[26] Aun estaba él hablando, cuando los cubrió una nube resplandeciente, y salió de la nube una voz que decía: ‘Éste es mi hijo amado, en quién tengo mi complacencia; escuchadle.’ Al oírla, los discípulos cayeron sobre su rostro, sobrecogidos de gran temor. Jesús se acercó, y tocándolos dijo: ‘Levantaos, no temáis.’ Alzando ellos los ojos, no vieron a nadie, sino sólo a Jesús. Al bajar del monte les mandó Jesús, diciendo: ‘No deis a conocer a nadie esta visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.’”[27]

Aquí, en un momento, se encuentra el mito entero: Jesús el guía, el camino, la visión y el compañero del regreso. Los discípulos son los iniciados, no los amos del misterio, pero que no obstante, fueron introducidos a la plena experiencia de la paradoja de los dos mundos en uno. Pedro estaba tan aterrorizado que tartamudeaba.[28] La carne se había disuelto ante sus ojos para revelar el Verbo. Cayeron sobre sus rostros y cuando se levantaron; la puerta se había cerrado de nuevo.

Debe observarse que este momento eterno se remonta por encima de la realización romántica del destino individual de Kamaru-s-Semán. No sólo tenemos un paso maestro, de ida y vuelta, por el umbral del mundo, sino que observamos una penetración de las profundidades muchísimo más honda. El destino individual no es el motivo ni el tema de esta visión, pues la revelación fue contemplada por tres testigos y no uno: de allí que no pueda ser desentrañada satisfactoriamente en simples términos psicológicos. Por supuesto, podemos descartarla. Podemos poner en duda si esta escena tuvo lugar alguna vez. Pero eso no nos ayudaría, porque los que nos ocupan ahora son problemas de simbolismo y no de historicidad. No nos interesa particularmente saber si en realidad vivieron Rip van Winkle, Kamaru-s-Semán o Jesucristo. Sus historias son las que nos interesan y éstas están tan ampliamente distribuidas en el mundo, unidas a diferentes héroes en diferentes países, que el problema de si es o no histórico, vivo, este o el otro portador local del tema universal sólo puede tener una importancia secundaria. El subrayar este elemento histórico llevaría solamente a la confusión, serviría para ofuscar el mensaje de la imagen.

¿Cuál es el significado de la imagen de la transfiguración? Eso es lo que tenemos que preguntarnos. Pero para poder explicarlo en terrenos de universalidad y no de sectarismos, debemos ir a otro ejemplo, igualmente celebrado, del suceso arquetípico.

Lo siguiente está tomado del “Canto del Señor” hindú, el Bhagavad Gita[29]. El Señor, el bello joven Krishna, es una encarnación de Vishnú, el Dios Universal; el príncipe Arjuna es su discípulo y amigo.

Arjuna dijo: “Oh, Señor, si crees que soy capaz de contemplarlo, entonces, oh maestro de yoguis, revélame tu Ser Inmutable.” El Señor dijo: “Contempla mis formas por cientos y por miles, múltiples y divinas, variadas en forma y matiz. Contempla todos los dioses y los ángeles; contempla muchas maravillas que nadie ha visto antes. Mira aquí hoy el universo entero, lo que, se mueve y lo que no se mueve y todo aquello que desees ver, todo concentrado en mi cuerpo. Pero con esos ojos no puedes verme. Te doy un ojo divino; contempla ahora mi soberana fuerza yoga.”

Habiendo hablado así, el gran Señor del Yoga reveló a Arjuna su suprema forma como Vishnú, Señor del Universo con muchos ojos y caras presentando muchas vistas portentosas, adornado con muchos ornamentos celestiales, armado con muchas divinas armas levantadas; llevando celestiales guirnaldas y vestiduras, ungido con divinos perfumes, omnimaravilloso, esplendente, sin límites y con rostros en todos sus lados. Si la irradiación de mil soles fuera a alumbrar al mismo tiempo el cielo, aquello sería como el esplendor del Poderoso. En la persona del Dios de los dioses, Arjuna contempló el universo entero, con sus múltiples divisiones reunidas en uno. Entonces, sobrecogido de asombro, con los cabellos de punta, Arjuna inclinó la cabeza ante el Señor, juntó las palmas de las manos a modo de saludo y se dirigió a Él:

“En Tu cuerpo, oh Señor, contemplo todos los dioses y todas las diferentes clases de seres: al Señor Brahma, sentado en el loto, a todos los patriarcas y a las serpientes celestiales. Te contemplo con miríadas “de brazos y vientres, con miríadas de rostros y ojos; te contemplo infinito en tu forma por todos los lados, pero no veo ni Tu fin ni Tu medio ni Tu principio, ¡Oh, Señor del Universo, oh, Forma Universal! Te contemplo brillando por todas partes como una masa de irradiación, con Tu diadema, Tu maza, y Tu disco relampagueando como el fuego ardiente y el sol ardiente, sobrepasando todas las medidas y difícil de contemplar. Tú eres el Supremo Apoyo del Universo; Tú eres el Inmortal Guardián de la Ley Eterna; Tú eres, por lo que creo, el Ser Primario.”

Esta visión se le presentó a Arjuna en un campo de batalla justamente antes de que el toque de la primera trompeta llamara a combate. Con el dios como cochero, el gran príncipe atravesó el campo entre los dos ejércitos listos para la batalla. Su propio ejército se había reunido contra el de su primo el usurpador, y ahora, en las huestes del enemigo, el príncipe vio una multitud de hombres que conocía y amaba. El ánimo lo traicionó: “¡Ay —le dijo al divino cochero—, estamos resueltos a cometer un gran pecado, pues nos preparamos a asesinar a nuestros allegados para satisfacer nuestra ambición por el placer de un reinado! Mucho mejor sería para mí que los hijos de Dhritarashtra, arma en mano, me mataran en batalla, y yo estuviera pacífico y desarmado. No lucharé.” Pero fue entonces cuando el dios sabio le devolvió el valor y le infundió la sabiduría del Señor, y finalmente le concedió esta visión. El príncipe contempló, enmudecido, no sólo a su amigo transformado en la personificación viva del Apoyo del Universo, sino a los héroes de los dos ejércitos que desaparecían como el viento en las innumerables y terribles bocas de la deidad. Exclamó lleno de horror:

“¡Cuando veo Tu forma relampagueante alcanzar los cielos y brillar con muchos colores, cuando Te veo con la boca completamente abierta y con Tus grandes ojos relucientes, lo más escondido de mi alma tiembla de terror, y no encuentro ni paz ni valor, oh Vishnú! Cuando contemplo tus bocas, que causan terror con sus defensas, como el fuego del Tiempo que todo lo consume, me siento desorientado y no encuentro paz. ¡Sé misericordioso, oh Señor de los Dioses, oh Firmamento del Universo! Todos estos hijos de Dhritarashtra, así como las huestes de monarcas, y Bhishma, Drona y Karna, y los jefes guerreros de mi partido, entran precipitadamente en tus terribles bocas armadas de colmillos espeluznantes a la vista. Puede verse cómo algunos caen entre tus dientes, y sus cabezas son convertidas en polvo. Como los torrentes de muchos ríos corren hacia el océano, así caen los héroes del mundo mortal en Tus fieras y llameantes bocas. Como las mariposas vuelan alocadas para desaparecer en el ardiente fuego, así corren estas creaturas a su destrucción dentro de Tus bocas. Te relames y devoras todos los lados de todos los mundos con Tus bocas llameantes. Tus feroces rayos llenan todo el universo con su irradiación y lo queman, ¡Oh Vishnú! Dime quién eres, que tomas esta forma terrorífica, ¡A Ti te saludo, oh Dios Supremo! Ten misericordia. Deseo conocerte, a Ti que eres el Primero, pues no entiendo Tu propósito.”

El Señor dijo: “Soy el Tiempo poderoso y destructor del mundo, y ahora me ocupo en asesinar a estos hombres. Aun sin ti, todos estos guerreros que forman ejércitos contrarios no habrán de vivir. Por lo tanto levántate y gana la gloria; derrota a tus enemigos y disfruta de un opulento reinado. Por Mí y no por otros han sido muertos; sé sólo mi instrumento, oh Arjuna. Mata a Drona y a Bhishma y a Jayadratha y a Karna y también a los otros grandes guerreros que ya han sido muertos por Mí. No te dejes vencer por el temor. Lucha y habrás de vencer a tus enemigos en la “batalla.”

Habiendo escuchado estas palabras de Krishna, Arjuna tembló, dobló sus manos en adoración y se inclinó. Sobrecogido de temor, saludó a Krishna y luego se dirigió a Él de nuevo, con la voz vacilante: “…Eres el primero de los dioses, el Alma antigua; eres el supremo lugar de Apoyo del Universo; eres el Conocedor y Aquello que ha de ser conocido y la Última Meta. Y de Ti el mundo está transido, oh Tú el de la forma infinita. Tú eres el Viento y la Muerte y el Fuego y la Luna y el Señor del Agua. Eres el Primer Hombre y el Gran Gran Señor. ¡A ti te saludo!… Me regocijo de haber visto lo que nunca antes se vio; pero mi mente también se halla confusa de temor. Muéstrame la otra forma de Tu ser. Sé misericordioso, oh Señor de los Dioses, oh Firmamento del Universo. Quisiera verte como antes, con Tu corona y Tu maza y el disco en Tu mano. Asume de nuevo tu forma de los cuatro brazos, oh Tú el de los mil brazos y las formas sin fin.”

El Señor dijo: “Por Mi gracia y por Mi propio poder yoga, oh Arjuna, te he mostrado esta suprema forma, resplandeciente, universal, infinita y primitiva, que nadie más que tú ha visto… No temas, no te asombres al ver esta terrible forma mía, libre de temor y alegre de corazón, contempla de nuevo Mi otra forma.”

Habiéndose dirigido así a Arjuna, Krishna asumió una forma llena de gracia y confortó al aterrorizado Pandava.[30]

El discípulo había sido bendecido con una visión que trascendía el alcance del destino humano normal y que correspondía a una visión de la esencial naturaleza del cosmos. No se abrió ante él su destino personal, sino el destino de la especie humana, de la vida como un todo, del átomo y de todos los sistemas solares; y esto en términos adecuados a su entendimiento humano, o sea en términos de visión antropomórfica: el Hombre Cósmico. Una iniciación idéntica podría haberse efectuado por medio de la imagen igualmente válida del Caballo Cósmico, el Águila Cósmica, el Árbol Cósmico, o la Mantis Religiosa Cósmica.[31] Lo que es más, la revelación registrada en el “Canto del Señor” fue hecha en términos adecuados a la casta y a la raza de Arjuna: el Hombre Cósmico a quien él contempló era un aristócrata y un hindú como él. En forma correspondiente, en Palestina el Hombre Cósmico apareció como judío; en la antigua Alemania como germano; entre los Basuto es un negro y en Japón un japonés. La raza y la estatura de la figura que simboliza el Universo inmanente y trascendente son de importancia histórica, no semántica; también el sexo: la Mujer Cósmica, que aparece en la iconografía de los jainistas[32] es un símbolo tan elocuente como el del Hombre Cósmico.

Los símbolos son sólo los vehículos de la comunicación; no deben confundirse con el término final, el contenido, de su referencia. No importa lo atractivos o impresionantes que parezcan, no son más que los medios convenientes, acomodados al entendimiento humano. De aquí la personalidad o personalidades de Dios, ya sea que estén representadas en términos trinitarios, dualistas o unitarios, en términos politeístas, monoteístas o henoteístas, en forma pictórica o verbal, como un hecho documentado o como una visión apocalíptica, nadie debería intentar leerlos o interpretarlos como la cosa final. El problema del teólogo es conservar la transparencia de su símbolo, para que no oscurezca la misma luz que se supone ha de reflejar. “Porque sólo conocemos a Dios verdaderamente —escribe Santo Tomás de Aquino— cuando creemos que está muy por encima de todo lo que posiblemente el hombre puede pensar de Dios.”[33] El Upanishad Kena tiene el mismo espíritu: “saber no es saber, no saber es saber”.[34] El equivocar el vehículo por su contenido puede llevar a derramar no sólo la tinta sin valor sino la sangre valiosa.

La siguiente observación se refiere a que la transfiguración de Jesús fue atestiguada por devotos que habían extinguido sus voluntades personales, por hombres que habían prescindido hacía mucho de la “vida”, del “destino personal”, del “destino”, por una completa entrega a su Maestro. “Ni por medio de los Vedas, ni por penitencia, ni por limosna, ni siquiera por sacrificio, me habrán de ver en la forma en que acabas de contemplarme —declaró Krishna, después de haber reasumido su forma familiar— sino sólo por medio de la devoción por Mí, he de ser conocido en esta forma, realizado verdaderamente y penetrado. Aquel que hace Mi trabajo y me mira como la Meta Suprema, aquel que es devoto Mío y no odia a ninguna criatura, ése vendrá a Mí.”[35] La formulación correspondiente hecha por Jesús, aclara el punto en forma más sucinta: “El que pierda su vida por mí, la hallará.”[36]

El significado es muy claro; es el significado de toda práctica religiosa. El individuo, por medio de prolongadas disciplinas psicológicas, renuncia completamente a todo su apego a sus limitaciones personales, idiosincrasias, esperanzas y temores, ya no resiste a la aniquilación de sí mismo que es el prerrequisito al renacimiento en la realización de la verdad y así madura, al final, para la gran reconciliación (unificación). Después de disolver totalmente todas sus ambiciones personales, ya no trata de vivir, sino que se entrega voluntariamente a lo que haya de pasarle; o sea que se convierte en anónimo. La Ley vive en él con su consentimiento sin reservas.

Muchas son las figuras, particularmente en los contextos sociales y mitológicos del Oriente, que representan este último estado de la presencia anónima. Los sabios que viven como ermitaños y los mendigos errantes que juegan un papel importante en la vida y en las leyendas del Oriente; en el mito, las figuras como la del Judío Errante (despreciados, desconocidos, pero con la perla de gran precio en el bolsillo); el mendigo perseguido por los perros; el milagroso poeta mendicante cuya música apacigua el corazón; o el dios enmascarado: Wotan, Viracocha, Edshu; éstos son los ejemplos. “Unas veces un tonto, otras veces un sabio, unas veces poseído de real esplendor, otras veces errando, unas veces tan quieto como un pitón, otras veces con una expresión benigna, unas veces lleno de honores, otras insultado, otras desconocido; así vive el hombre realizado, siempre feliz con la suprema dicha. Así como un actor es siempre un hombre, lleve o no la indumentaria de su papel, así es el perfecto conocedor de lo Imperecedero, siempre lo Imperecedero y nada más.”[37]