Con las personificaciones de su destino para guiarlo y ayudarlo, el héroe avanza en su aventura hasta que llega al “guardián del umbral” a la entrada de la zona de la fuerza magnificada. Tales custodios protegen al mundo en las cuatro direcciones, también de arriba a abajo, irguiéndose en los límites de la esfera, actual del héroe, u horizonte vital. Detrás de ellos está la oscuridad, lo desconocido y el peligro; así como detrás de la vigilancia paternal está el peligro para el niño, y detrás de la protección de su sociedad está el peligro para el miembro de la tribu. La persona común está no sólo contenta sino orgullosa de permanecer dentro de los límites indicados y las creencias populares constituyen la razón de temer tanto el primer paso dentro de lo inexplorado. Así los marinos de las atrevidas carabelas de Colón rompieron el horizonte del espíritu medieval, navegando, como lo pensaban, en el océano sin límites del ser inmortal que rodea el Cosmos, como una interminable serpiente mitológica que se muerde la cola,[37] y sin embargo, tuvieron que ser convencidos y empujados como niños, porque temían los fabulosos leviatanes, las sirenas, los reyes dragones y otros monstruos de las profundidades. Las mitologías populares pueblan con engañosas y peligrosas presencias cada lugar desierto fuera del tránsito normal de la aldea. Por ejemplo, los hotentotes describen un ogro que ha sido visto ocasionalmente entre los matorrales y las dunas. Tiene los ojos en la planta del pie, de manera que para descubrir lo que pasa tiene que echarse sobre manos y rodillas y levantar un pie. El ojo, entonces, mira hacia atrás; de no ser así mira continuamente hacia el suelo. Este monstruo es un cazador de hombres, a quienes hace pedazos con unos dientes crueles tan largos como dedos. Se dice que esta criatura caza en grupo.[38] Otra aparición de los hotentotes, el Hai-uri, camina brincando sobre montones de matas en vez de rodearlos.[39] Una peligrosa figura de una pierna, un brazo y un lado, el medio hombre, invisible desde el lado opuesto, se encuentra en muchos lugares de la Tierra. En el África Central se cuenta que el medio hombre dice a la persona que lo ha encontrado: “Ya que me has conocido, vamos a luchar.” Si es vencido, suplica: “No me mates. Te enseñaré muchas medicinas”; entonces, la persona afortunada se convierte en un magnífico doctor. Pero si el medio hombre (su nombre es Chiruwim, “cosa misteriosa”) gana, su víctima muere.[40]
Las regiones de lo desconocido (desiertos, selvas, mares profundos, tierras extrañas, etc.) son libre campo para la proyección de los contenidos inconscientes. La libido incestuosa y la destrudo parricida, son reflejadas en contra del individuo y de su sociedad en forma que sugieren tratamientos de violencia y peligrosos y complicados placeres; no sólo como ogros sino como sirenas de belleza misteriosamente seductora y nostálgica. Los campesinos rusos hablan, por ejemplo, de las “mujeres salvajes” de los bosques, que tienen su guarida en las cavernas de la montaña y que cuidan de sus hogares como los seres humanos. Son hermosas mujeres, con trenzas espesas y cuerpos peludos. Se echan los pechos sobre los hombros cuando corren y amamantan a sus hijos. Van en grupos. Usan ungüentos preparados de raíces del bosque y cuando se los aplican se vuelven invisibles. Gustan de hacer bailar o de hacer cosquillas a la gente que se aventura por el bosque, hasta matarla; y aquel que accidentalmente se arriesga en sus danzas invisibles, muere. Por otra parte, si la gente las alimenta, ellas recogen el grano, hilan, cuidan de los niños y arreglan la casa; y si una joven peina cáñamo para que ellas hilen, le dan hojas que se vuelven de oro. Gustan de los amantes humanos, frecuentemente se casan con jóvenes del campo y se dice que son excelentes esposas. Pero como todas las desposadas sobrenaturales, en el mismo momento en que el esposo ofende en grado mínimo sus caprichosas nociones de la decencia matrimonial, desaparecen sin dejar rastro.[41]
Un ejemplo más, para ilustrar la asociación libidinosa del ogro peligroso e impío con el principio de la seducción es Dyedushka Vodyanoy, el “Abuelo del Agua” ruso. Es un famoso transformista y se dice que hace que la gente que nada al mediodía o a la media noche se ahogue. Se casa con las jóvenes ahogadas o desheredadas. Tiene especial talento para atraer a sus lagos a las mujeres infelices. Gusta de bailar en las noches de luna. Cuando una de sus mujeres va a tener un hijo, viene a las aldeas a buscar una partera. Puede ser reconocido por el agua que sale de los bordes de sus vestiduras. Es calvo, con una gran barriga, grandes mejillas, con vestiduras verdes y un alto sombrero de cañas; pero también puede aparecer como un atractivo joven o como cualquier personaje bien conocido de la comunidad. Este amo de las aguas no es fuerte en tierra, pero en su propio elemento es supremo. Habita las profundidades de los ríos, las corrientes, los estanques y prefiere las que están cerca de un molino. Durante el día permanece escondido como una vieja trucha o salmón, pero por la noche sale a la superficie, aleteando y brincando como un pez, para llevar su ganado submarino, sus ovejas y caballos, a pastar en tierra o simplemente se sube en la rueda del molino a peinarse sus cabellos verdes y su barba. En la primavera, cuando se levanta de su larga invernación, deshace el hielo de los ríos y los apila en grandes bloques. Se divierte destruyendo las ruedas de los molinos. Cuando está de buen humor, lleva peces a las redes del pescador o avisa la llegada de las corrientes. La partera que lo acompaña es ricamente recompensada con oro y plata. Sus hijas son hermosas, altas, pálidas y con un aire de tristeza; vestidas con trajes verdes y transparentes, tortura y tormento de los ahogados. Gustan de mecerse en los árboles cantando dulcemente.[42]
El arcádico dios Pan es el más conocido ejemplo clásico de esta peligrosa presencia que vive fuera de la zona protegida de los límites de la aldea. Silvano y Fauno eran sus equivalentes latinos.[43] Él fue el inventor de la zampona que tocaba para las danzas de las ninfas, y los sátiros eran sus compañeros varones.[44] La emoción que provocaba en los seres humanos que por accidente se aventuraban en sus dominios era el terror “pánico”, un terror repentino y sin causa. Cualquier motivo trivial, una rama que se rompe, el movimiento de una hoja, hará que la mente se estremezca con un peligro imaginario y en el esfuerzo enloquecido para escapar de su propio inconsciente despierto la víctima expira en su fuga aterrorizada. Sin embargo, Pan era benigno con aquellos que le rendían culto y les concedía los dones de la divina salud de la naturaleza, abundancia a los labriegos, a los pastores y a los pescadores que le dedicaban sus primeros frutos, también daba salud a quienes se acercaban en la forma debida a sus santuarios curativos. También sabiduría, la sabiduría de Omphalos, el Ombligo del Mundo, estaba en su poder; porque el cruce del umbral es el primer paso en la zona sagrada de la fuente universal. En Liceo había un oráculo, presidido por la ninfa Erato, inspirada por Pan, del mismo modo que las profetisas de Delfos eran inspiradas por Apolo. Plutarco enumera los éxtasis de los orgiásticos ritos de Pan, junto con el éxtasis de Cibeles, el frenesí báquico de Dionisos, el frenesí poético inspirado por las Musas, el frenesí guerrero del dios Ares (Marte), y el más violento de todos, el frenesí de amor, como ilustraciones de ese divino “entusiasmo” que hace perder la razón y libera las fuerzas de la oscuridad destructivo-creadora.
“Soñé —declaró un hombre casado, de mediana edad— que quería entrar en un jardín maravilloso. Pero ante él había un guardián que no me permitía entrar. Vi que mi amiga, la señorita Elsa, estaba adentro y quería tenderme la mano, por encima de la puerta. Pero el guardián lo evitó, me tomó del brazo y me condujo a casa. ‘Debes ser sensato, después de todo —dijo—, sabes que no debes hacer eso’.”[45]
Éste es un sueño que acentúa el primer aspecto del guardián del umbral, o sea el protector. Es mejor no sacar al guardián de los límites establecidos. Y sin embargo, sólo atravesando esos límites, provocando el otro aspecto de la misma fuerza, o sea el destructor, pasa el individuo, ya sea vivo o muerto, a una nueva zona de experiencia. En el lenguaje de los pigmeos de las islas Andamán, la palabra oko-jumu (“soñador”, “el que habla de sueños”) designa a aquellos individuos temidos y altamente respetados que se distinguen de sus iguales porque poseen talentos sobrenaturales, que sólo pueden adquirirse con el trato de los espíritus, directamente en la selva, por medio de sueños extraordinarios o por la muerte y el retorno.[46] La aventura es siempre y en todas partes un pasar más allá del velo de lo conocido a lo desconocido; las fuerzas que cuidan la frontera son peligrosas; tratar con ellas es arriesgado, pero el peligro desaparece para aquel que es capaz y valeroso.
En las islas Banks, de las Nuevas Hébridas, si un joven al regreso de pescar, en el atardecer, ve sobre una roca “una joven con la cabeza coronada de flores, llamándolo desde un recodo del camino que lleva; y él reconoce el aspecto de alguna joven de su aldea o de otra vecina, se detiene, vacila y piensa que debe ser una mae;[47] entonces mira con más cuidado, y si observa que sus codos y rodillas se doblan al contrario de lo que es natural, esto revela su verdadero carácter y él huye. Si el joven puede golpear a la tentadora con una hoja de dracena ella vuelve a su forma primitiva y se aleja convertida en serpiente.” Pero de estas mismas serpientes, las tan temidas mae, se cree que se convierten en los parientes de aquellos que tienen relaciones con ellas.[48] Tales demonios, al mismo tiempo peligrosos y dispensadores de fuerza mágica, deben ser enfrentados por cada héroe que pone un pie fuera de las paredes de su tradición. Dos vívidas historias orientales han de servir para iluminar las ambigüedades de este perplejo pasaje y mostrar cómo, aunque los terrores retroceden ante una genuina preparación psicológica, el aventurero demasiado temerario que se atreve más allá de su profundidad puede ser vergonzosamente deshecho.
La primera cuenta de un jefe de caravana de Benarés que se atrevió a conducir una expedición de quinientos carros ricamente cargados en un desierto endemoniado y sin agua. Advertido de los peligros había tomado la precaución de colocar en los carros inmensas jarras de agua, de manera que, racionalmente considerado, su proyecto de atravesar sólo sesenta leguas de desierto era factible. Pero cuando estaba a la mitad del camino el ogro que habitaba el desierto, pensó: “Haré que estos hombres tiren el agua que llevan.” De manera que creó un carro que deleitaba el alma; estaba tirado por jóvenes bueyes blancos, con las ruedas llenas de lodo y lo hizo aparecer por el camino en la dirección opuesta. Por delante y por detrás de él marchaban los demonios que formaban su comitiva, con las cabezas y las ropas mojadas, portaban coronas de lirios de agua azules y blancos, llevaban en sus manos ramos de flores de loto rojas y blancas, iban masticando los tallos fibrosos de los lirios y dejaban huellas de agua y de lodo. Cuando la caravana y el grupo de demonios se hicieron a un lado para dejarse pasar, el ogro saludó al jefe amistosamente. “¿Adónde vais?” le preguntó cortésmente. A lo que contestó el jefe de la caravana. “Señor, venimos de Benarés. Pero vosotros os acercáis llenos de lirios de agua azules y blancos, con flores de loto rojas y blancas en vuestras manos; masticáis los tallos fibrosos de los lirios, venís salpicados de lodo y dejáis caer gotas de agua. ¿Llueve por el camino por donde habéis venido? ¿Están los lagos completamente cubiertos con lirios azules y blancos y con flores de loto blancas y rojas?”
El ogro: “¿Veis aquella línea de bosques verde oscuro? Detrás, todo el campo es una masa de agua; llueve todo el tiempo, los hoyancos están llenos de agua, y por todas partes se ven lagos completamente cubiertos de flores de loto rojas y blancas.” Luego, cuando los carros fueron pasando uno detrás del otro, preguntó: “¿Qué artículos lleváis en ese carro?, ¿y en ese otro? El último parece muy pesado, ¿qué lleváis en él?” El jefe contestó: “Llevamos agua.” “Habéis actuado sabiamente, por supuesto, al traer agua hasta aquí; pero de aquí en adelante no hay necesidad de llevar esa carga. Romped los cántaros, tirad el agua y viajad más de prisa.” El ogro siguió adelante y cuando se perdió de vista, regresó a su propia ciudad de ogros.
El jefe de la caravana, movido por su propia tontería, siguió el consejo del ogro, rompió los cántaros e hizo avanzar los carros. Más tarde, no encontró ni la más mínima partícula de agua. Por falta de agua para beber los hombres se cansaron. Viajaron hasta ponerse el sol, desuncieron los bueyes, pusieron los carros en círculo y amarraron los bueyes a las ruedas. No había agua para los bueyes, ni atole ni arroz cocido para los hombres. Los hombres debilitados se echaron aquí y allá y trataron de dormir. A la media noche, los ogros vinieron de su ciudad, asesinaron a todos los bueyes y los hombres, devoraron su carne, dejando sólo los huesos desnudos, y habiendo hecho así, partieron. Los huesos de las manos de los hombres y todos los otros huesos quedaron esparcidos en las cuatro direcciones y en las cuatro direcciones intermedias; los quinientos carros quedaron intactos.[49]
La segunda historia es de diferente estilo. Habla de un joven príncipe que acababa de terminar sus estudios militares bajo la dirección de un maestro mundialmente famoso. Habiendo recibido, como símbolo de su distinción, el título de príncipe Cinco Armas, aceptó las cinco armas que su maestro le dio, se inclinó y armado con sus nuevas armas, se puso en el camino que llevaba a la ciudad de su padre, el rey. Avanzó hasta que llegó a cierto bosque. La gente que vivía a la entrada del bosque trató de advertirle. “Señor príncipe, no entréis en este bosque —le dijeron—, aquí vive un ogro llamado Cabello Pegajoso; mata a todos los hombres que ve.”
Pero el príncipe era confiado y valeroso como un león de melena. Entró en el bosque y cuando llegó al centro el ogro se le apareció. El ogro había aumentado su estatura a la altura de una palmera; se había creado una cabeza tan grande como una casa de verano con un pináculo en forma de campana, unos ojos como cestos de limosna, dos colmillos como bulbos o capullos gigantes; un pico de halcón; la barriga estaba llena de ronchas y las manos y los pies eran verde oscuro. “¿Dónde vas? —le preguntó—. ¡Detente! ¡Eres mi presa!”
El príncipe Cinco Armas contestó sin temor y con gran confianza en las artes y tretas que había aprendido. “Ogro —dijo—, sabía a lo que me exponía cuando entré en este bosque. Harías bien en cuidarte de atacarme, porque atravesaré tu carne con una flecha mojada en veneno y te haré caer en tus huellas”.
Habiendo amenazado así al ogro, el joven príncipe puso en su arco una flecha mojada en veneno mortal y la disparó. Cayó en los cabellos del ogro. Luego disparó una detrás de la otra, cincuenta flechas. Todas se pegaron en los cabellos del ogro. El ogro se sacudió cada una de las flechas, que cayeron a sus pies, y se aproximó al joven príncipe.
El príncipe Cinco Armas amenazó al ogro por segunda vez y levantando su espada, le dio un golpe maestro. La espada, que tenía treinta y tres pulgadas de largo, se pegó a los cabellos de ogro. Entonces el príncipe quiso atravesarlo con una lanza, que también se pegó a sus cabellos; al ver que la lanza se había pegado, lo golpeó con un garrote, que también se pegó a sus cabellos.
Cuando vio que el garrote se había pegado, le dijo: “Señor ogro, nunca habéis oído hablar de mí. Soy el príncipe Cinco Armas. Cuando entré en este bosque infestado por vos, no pensaba en arcos ni en armas parecidas; cuando entré en este bosque, pensaba sólo en mí mismo. Ahora voy a golpearos y a convertiros en polvo.” Habiendo dado a conocer su determinación y dando un alarido, golpeó al ogro con su mano derecha. La mano se pegó a los cabellos del ogro. Lo golpeó con la mano izquierda. También se le pegó. Lo mismo sucedió a su pie derecho. Lo golpeó con su pie izquierdo. También se le pegó. Pensó: “Le golpearé con mi cabeza y se ha de convertir en polvo.” Lo golpeó con la cabeza. Y también se le pegó en el cabello del ogro.[50]
El príncipe Cinco Armas falló cinco veces, se pegó en cinco lugares y colgaba del cuerpo del ogro. Con todo eso, no estaba atemorizado; entretanto, el ogro pensó: “Éste es un hombre león, un caballero de noble nacimiento… no un simple hombre. Porque aunque ha sido atrapado por un ogro como yo, no parece temblar ni estremecerse. En el tiempo que he cuidado de este camino, no he visto ningún hombre que lo iguale. ¿Por qué no tendrá miedo?” Sin atreverse a comérselo, le preguntó: “Joven, ¿por qué no tienes miedo? ¿Por qué no estás aterrorizado con el miedo a la muerte?”
“Ogro, ¿por qué habría yo de tener miedo? Si se tiene una vida, es absolutamente seguro que se tendrá una muerte. Es más, tengo en el vientre un trueno. Si me comes, no podrás digerir esa arma. Te romperé por dentro en pedazos y fragmentos que han de matarte. En ese caso, ambos pereceremos. ¡Por eso no tengo miedo!”
El lector debe saber que el príncipe Cinco Armas se refería al Arma del Conocimiento que estaba dentro de él. Este joven héroe no era otro que el Futuro Buddha, en una reencarnación anterior.[51]
“Lo que dice este joven es cierto —pensó el ogro, aterrorizado con el miedo a la muerte—. Del cuerpo de este hombre león mi estómago no podría digerir ni un fragmento de carne del tamaño de un frijol. ¿Lo dejaré ir?” Y dejó ir al príncipe Cinco Armas. El Futuro Buddha le predicó la Doctrina, lo dominó, lo enseñó a renunciar y luego lo transformó en el espíritu que debía recibir las ofrendas del bosque. Después de amonestar al ogro para que fuera prudente, el joven partió y a la entrada del bosque contó su historia a los seres humanos; luego siguió su camino.[52]
Como símbolo del mundo al que nos mantienen aferrados los cinco sentidos y que no puede hacerse a un lado por las acciones de los órganos físicos, Cabello Pegajoso fue vencido sólo cuando el Futuro Buddha, desposeído de las cinco armas de su nombre momentáneo y carácter físico, recurrió a la sexta arma, invisible y sin nombre, el trueno divino, el conocimiento del principio trascendente, que está detrás del reino fenoménico de los nombres y de las formas. Entonces cambió la situación. No permaneció atrapado sino que fue libertado; porque pudo recordar que ser era ser libre siempre. La fuerza del monstruo fenomenológico desapareció y aprendió a renunciar. Habiendo aprendido a renunciar se convirtió en divino, un espíritu que tiene derecho a recibir ofrendas, o sea como es el mundo mismo una vez que se conoce, no en el sentido final, sino como un mero nombre y la forma de lo que trasciende, pero que abarca en forma inmanente todos los nombres y las formas.
La “muralla del Paraíso” que esconde a Dios de los ojos humanos, ha sido descrita por Nicolás de Cusa como constituida por la “coincidencia de los contrarios”; la puerta está vigilada por “el más alto espíritu de la razón que impide la entrada hasta que ha sido dominado.”[53] Las parejas de contrarios (ser y no ser, la vida y la muerte, la belleza y la fealdad, el bien y el mal y todas las otras polaridades que atan las facultades a la esperanza y al temor y ligan los órganos de la acción a los actos de defensa y de adquisición) son las rocas que chocan (Simplégades) y destruyen al viajero, pero entre las cuales los héroes siempre pasan. Éste es un motivo conocido por todo el mundo. Los griegos lo asociaban con dos islas rocosas del mar Euxino, que chocaban una contra otra, empujadas por los vientos; pero Jasón, en el Argos, navegó entre ellas, y desde ese momento han permanecido separadas.[54] Los Héroes Gemelos de la leyenda Návajo fueron advertidos del mismo obstáculo por la Mujer Araña; protegidos sin embargo por el polen, símbolo del camino, y por las plumas de águila arrancadas de un pájaro del sol vivo, pudieron superarlo.[55]
Como el humo de ofrenda que se eleva a través de la puerta del sol, así va el héroe, liberado de su ego, a través de las paredes del mundo; deja al ego atrapado por el del Cabello Pegajoso y sigue adelante.