3. La ayuda sobrenatural

Para aquellos que no han rechazado la llamada, el primer encuentro de la jornada del héroe es con una figura protectora (a menudo una viejecita o un anciano), que proporciona al aventurero amuletos contra las fuerzas del dragón que debe aniquilar.

Una tribu del oriente de África, por ejemplo, los Wachaga de Tanganika, cuentan de un hombre muy pobre llamado Kyazimba que partió desesperado en busca de la tierra donde nace el sol. Caminó mucho, hasta que se encontró cansado y se detuvo a mirar sin esperanza hacia la dirección de lo que buscaba, cuando oyó que alguien se aproximaba por detrás. Se volvió y vio una mujercita decrépita. Ella se acercó y le preguntó qué le pasaba. Cuando se lo hubo dicho, lo envolvió en sus vestiduras y se elevaron en el aire, hasta que llegaron al cénit, donde el sol se detiene al mediodía. Entonces, con gran estrépito, un gran grupo de hombres vino hasta ese lugar por el lado oriente y en medio de ellos venía un jefe resplandeciente, quien, cuando hubo llegado, mató un buey y se sentó a comer con sus acompañantes. La vieja le pidió ayuda para Kyazimba. El jefe bendijo al hombre y lo envió a su casa, y se cuenta que vivió en la prosperidad desde entonces.[27]

Entre los indios americanos del suroeste el personaje favorito en este bienhechor papel es una Mujer Araña, una pequeña señora, como una abuela, que vive en el subsuelo. Los Dioses Gemelos de los Navajo, dioses de la guerra, en su camino a casa de su padre, el Sol, apenas habían dejado su hogar, siguiendo una huella celeste, cuando encontraron esa maravillosa figurita: “Los muchachos avanzaban rápidamente en la huella celeste, y poco después de la salida del sol, cerca de Dsilnaotil, vieron que salía humo del suelo. Fueron al lugar de donde el humo se levantaba, y descubrieron que salía de un hoyo de una cámara subterránea. Una escalera, negra a fuerza de humo, se proyectaba dentro del agujero. Se asomaron a la cámara y vieron una vieja, la Mujer Araña, que los miró y dijo: ‘Bienvenidos, niños. Entrad. ¿Quiénes sois y de dónde venís caminando juntos?’ Ellos no respondieron, pero bajaron la escalera. Cuando alcanzaron el suelo, ella habló de nuevo, preguntando: ‘¿Adónde vais caminando juntos?’ ‘A ningún lugar en particular —contestaron—; llegamos aquí, porque no teníamos adónde ir.’ Ella repitió la pregunta cuatro veces y cada vez recibió una respuesta similar. Entonces dijo: ‘¿Tal vez vais en busca de vuestro padre?’ ‘¡Sí! —contestaron ellos—. Si sólo supiéramos el camino de su casa…’ ‘¡Ah! —dijo la mujer—, el camino de la casa de vuestro padre, el Sol, es largo y peligroso. Muchos monstruos habitan entre aquí y allá, y tal vez, cuando lleguéis, vuestro padre no os reciba con agrado y quizá os castigará por haber ido. Debéis pasar por cuatro lugares de peligro: las rocas que aplastan al viajero, las cañas que lo cortan en pedazos, los cactos que lo arañan hasta despedazarlo y las arenas hirvientes que lo ahogan. Pero os daré algo para vencer a vuestros enemigos y preservar vuestras vidas.’ Les dio un talismán llamado ‘pluma de los dioses extranjeros’, que consistía en un arco con dos plumas vitales prendidas (plumas arrancadas de un águila viva) y otra pluma vital para preservar su existencia. También les enseñó una fórmula mágica, que si era repetida a sus enemigos, aplacaría su cólera: ‘Inclinad vuestros pies con polen. Inclinad vuestras manos con polen. Inclinad la cabeza con polen. Entonces vuestros pies son polen, vuestras manos son polen, vuestro, cuerpo es polen, vuestra mente es polen, vuestra voz es polen. La huella es hermosa. Quedaos quietos.’”[28]

La viejecita servicial y el hada madrina son personajes familiares al reino de las hadas europeo; en las leyendas cristianas de los santos ese papel lo representa generalmente la Virgen. La Virgen puede interceder para ganar la merced del Padre. La Mujer Araña con su tela puede dominar los movimientos del Sol. El héroe que llega bajo la protección de la Madre Cósmica no puede ser dañado. El ovillo de Ariadna devolvió a Teseo sano y salvo de la aventura del laberinto. Esta es la fuerza guía que corre por la obra de Dante en las figuras femeninas de Beatriz y la Virgen, y que aparece en el Fausto de Goethe sucesivamente como Gretchen, Helena de Troya y la Virgen. “Eres… vivo manantial de esperanza —reza Dante al final del feliz pasaje a través de los peligros de los Tres, Mundos—. Eres tan grande, señora, y tanto vales, que todo el que desea alcanzar alguna gracia y no recurre a ti, quiere que su deseo vuele sin alas. Tu benignidad no sólo socorre al que te implora, sino que muchas veces se anticipa espontáneamente a la súplica. En ti se reúnen la misericordia, la piedad, la magnificencia, y todo cuanto bueno existe en la criatura.”[29]

Lo que representa esa figura es la fuerza protectora y benigna del destino. La fantasía es la seguridad, la promesa de que la paz del Paraíso, que fue primero conocida dentro del vientre materno, no ha de perderse; que sostiene el presente y está en el futuro tanto como en el pasado (es omega y es alfa), que aunque la omnipotencia parezca amenazada por los pasajes de los umbrales y despertares a la vida, la fuerza protectora está siempre presente dentro del santuario del corazón y existe en forma inmanente dentro o detrás de las extrañas apariencias del mundo. El individuo tiene que saber y confiar, y los guardianes eternos aparecerán. Después de responder a su propia llamada y de seguir valerosamente las consecuencias que resultan, el héroe se encuentra poseedor de todas las fuerzas del inconsciente. La Madre Naturaleza misma apoya la poderosa empresa. Y en tanto que el acto del héroe coincide con aquello para lo que su sociedad está preparada, se hallará dirigiendo el gran ritmo de los procesos históricos. “Me siento —dijo Napoleón cuando empezó su campaña contra los rusos— empujado hacia un fin que no conozco. Tan pronto como lo alcance, tan pronto como me vuelva innecesario, un átomo será suficiente para destruirme. Hasta entonces ninguna fuerza humana puede hacer nada contra mí.”[30]

No es raro que el ayudante sobrenatural tenga forma masculina. En el reino de las hadas puede ser algún pequeño habitante del bosque, algún hechicero, ermitaño, pastor o herrero que aparece para dar al héroe los amuletos y el consejo que requiere. Las mitologías superiores han desarrollado el papel en la gran figura del guía, el maestro, el conductor, el que lleva las almas al otro mundo. En el mito clásico es Hermes-Mercurio; en el egipcio, usualmente es Thoth (el dios ibis, el dios cinocéfalo); en el cristiano, el Espíritu Santo.[31] Goethe presenta el guía masculino en Fausto como Mefistófeles, y a menudo se subraya el peligroso aspecto de la figura “mercurial”, porque él es quien induce a las almas inocentes a los reinos de la prueba. En la visión de Dante esta parte está representada por Virgilio, que cede ante Beatriz en el umbral del Paraíso. Protector y peligroso, maternal y paternal al mismo tiempo, este principio sobrenatural de la guardia y de la dirección une en sí mismo todas las ambigüedades del inconsciente, significando así el apoyo de nuestra personalidad consciente en ese otro sistema, más grande, pero también la inescrutabilidad del guía que se hace seguir por nosotros, con peligro de todos nuestros fines racionales.[32]

El héroe a quien se aparece tal ayudante es típicamente el que ha respondido a la llamada. La llamada, de hecho, ha sido el primer anuncio de la aproximación de este sacerdote iniciador. Pero aun a aquellos que han endurecido sus corazones aparentemente, puede venir el guardián sobrenatural; porque como hemos visto: “Bien puede Alá salvaros.” Y así sucedió, como por azar, que en la vieja y abandonada torre en donde dormía Kamaru-s-Semán, el príncipe persa, había un viejo pozo[33] y estaba habitado por una hechicera de la descendencia de Iblis el Maldito, llamada Maimuna, hija de Demaryat, un famoso rey de los genios.[34] Como Kamaru-s-Semán seguía durmiendo hasta el segundo tercio de la noche, Maimuna salió de la fuente y quiso ir al firmamento, con la intención de escuchar, al acecho, las conversaciones de los ángeles, pero cuando salió del borde de la fuente y vio que una luz brillaba en la torre, contrariamente a lo que era costumbre, se maravilló, se acercó, atravesó la puerta y vio el lecho, donde había una forma humana con velas de cera cerca de su cabeza y un mosquitero extendido a sus pies, cerró las alas, se acercó a la cama y levantando la cubierta, descubrió el rostro de Kamaru-s-Semán. Y permaneció inmóvil durante una hora, de admiración y maravilla. Y cuando se recobró exclamó: “¡Loado sea Alá que lo creó y que de todos los creadores es el mejor!” Pues se ha de saber que aquel genio femenino era del número de los genios creyentes, no del de los infieles.

Se prometió que no le haría ningún daño a Kamaru-s-Semán y empezó a preocuparse de que por estar en ese lugar desierto, el príncipe fuera asesinado por alguno de sus parientes, los marid.[35] Se inclinó sobre él y lo besó en medio de los ojos y luego colocó la sábana sobre su rostro; después abrió sus alas, se remontó en el aire y voló hasta alcanzar el más bajo de los cielos.

Ahora bien, como lo quiso la suerte o el destino, la alada ifritah Maimuna oyó repentinamente a su lado el ruidoso sacudir de unas alas. Dejándose guiar por el sonido, descubrió que venía de un ifrit llamado Dahnasch. Voló sobre él como un ave de rapiña y cuando él cayó en la cuenta y la reconoció como Maimuna, la hija del rey de los genios, se aterrorizó, los músculos de sus costados temblaron y le imploró piedad. Pero ella lo obligó a declarar de dónde venía a esta hora de la noche. Él contestó que regresaba de las islas del mar de la China, los imperios del rey Gayur, señor de las Islas, de los Mares y de los Siete Palacios.

“…Tuve ocasión de ver a la hija de ese rey que es tal, que no creó el Creador otra igual.” Y dedicó grandes alabanzas a la princesa Budur. “…Tiene una nariz afilada como la hoja de una brillante espada; y una mejillas rubicundas como el vino de púrpura y una boca cuyas labios son corales y rubíes engarzados y cuya saliva es más sabrosa que la miel y apaga con su frescura el fuego de la quemadura y cuya lengua se mueve a impulsos de la inteligencia y siempre dice la palabra discreta; y, para terminar, te diré que; sus pechos turgentes y erguidos son una tentación para el más acostumbrado a dominar sus sentidos, y dos antebrazos, suaves y torneados, como de ellos dijo Al-Ualahán, el poeta nombrado:

Unas muñecas tiene, que si no fuera

porque los brazaletes las aprisionan,

luego en lluvia de plata se derritieran.”

El elogio a su belleza continuó y cuando Maimuna lo hubo escuchado todo, permaneció silenciosa y estupefacta. Dahnasch describió al poderoso rey, su padre, sus tesoros, y los Siete Palacios y también la historia de la negativa al matrimonio de su hija. “Y yo, reina mía —continuó el efrit, dirigiéndose a su amiga— voy a verla todas las noches y me extasío contemplando su hermosura y la beso entre sus ojos con mucha ternura, en tanto ella duerme sin inquietud alguna; y tanto la amo, que no le hago el menor daño.” Expresó su deseo de que Maimuna fuera con él a China y admirara la belleza, la hermosura, la estatura y la perfección de las proporciones de la princesa. “Y después que la hayas visto podrás, si lo merezco, imponerme el castigo por haberte engañado y declararme cautivo. Que yo todo lo dejo a tu albedrío.”

A Maimuna le indignaba que alguien se atreviera a celebrar a cualquier criatura del mundo después de que ella había mirado a Kamara-s-Semán. Gritó, se rió de Dahnasch y escupió su rostro: “Pues yo esta noche he visto a un joven, que si a verlo llegaras, te daría un patatús y se te haría la boca agua.” Entonces ella lo describió. Dahnasch se mostró incrédulo de que alguien pudiera ser más hermoso que la princesa Budur y Maimuna le ordenó que viniera con ella y mirara.

“Oír es obedecer. Vamos, pues, allá” —accedió Dahnasch.

Descendieron y entraron en el salón. Maimuna puso a Dahnasch junto a la cama y estirando la mano estiró la colcha de seda del rostro de Kamaru-s-Semán; su rostro alumbraba, relucía, reflejaba y brillaba como el sol naciente. Ella lo miró por un momento, luego se volvió a Dahnasch y dijo: “¡Míralo, maldito, y no seas loco rematado; que yo soy hembra y por él he perdido la chaveta!”

“¡Por Alá, mi señora, que tenías razón en tus lisonjas! Pero hay que hacer cuenta también de otra cosa; y es que existe diferencia entre los varones y las hembras. Por Alá que éste tu amado es el que de todas las criaturas más se asemeja a mi adorada en punto a hermosura y perfección y belleza consumada y que el uno y la otra son tal para cual y se diría que entre ambos toda la belleza del mundo se halla repartida.”

La luz se convirtió en tinieblas a los ojos de Maimuna cuando oyó aquellas palabras y le azotó a Dahnasch la cara con las alas, con tal fuerza que por poco acaba con él. Y lo increpó diciendo: “Por el fulgor de su rostro y la majestad de su persona, te conjuro, ¡ye maldito!, a que vayas por tu novia ahora mismo y cargues con ella y aquí te la traigas en cumplimiento de tu palabra.”

Y así, incidentalmente, en un plano del que no tenía conciencia, el destino de Kamaru-s-Semán, el que había rechazado la vida, empezó a consumarse sin intervención de su voluntad consciente.[36]