Me llamo Thomas Hockenberry. Tengo un doctorado en estudios clásicos. Mi especialidad es estudiar, escribir y enseñar la Ilíada de Homero.
Durante casi treinta años fui catedrático, la última década y media en la Universidad de Indiana, en Bloomington, Indiana. Luego fallecí. Me desperté (o fui resucitado) en el monte Olimpo… o en lo que seres que se hacían pasar por dioses llamaban el monte Olimpo, aunque más tarde descubrí que se trataba del gran volcán de Marte, el Olympus. Estos seres, estos dioses, o sus superiores (personalidades de las que he oído hablar pero sé poco o nada, una de ellas llamada Próspero como el personaje de La Tempestad de Shakespeare), me reconstruyeron para que fuera escólico, o sea, un observador de la guerra de Troya. Presenté mis informes durante diez años a una de las musas. Registraba mis relatos diarios en piedras parlantes, pues incluso los dioses de aquí son analfabetos. Estoy registrando esto en una pequeña grabadora electrónica de estado sólido que robé en la nave moravec llamada la Reina Mab.
El año pasado, hace justo nueve meses, todo se fue a hacer puñetas y la guerra de Troya tal como se describe en la Ilíada se salió de madre. Desde entonces ha habido confusión, una alianza entre Aquiles y Héctor (y por tanto entre todos los troyanos y los griegos) para luchar contra los dioses; más confusión, traiciones, el cierre del último Agujero Brana que conectaba el Marte actual con la antigua Ilión y que hizo que los soldados y técnicos moravec huyeran de esta Tierra-Ilión. Sin Aquiles (desaparecido al otro lado del Agujero Brana en un ahora lejano Marte del futuro) la guerra de Troya se reemprendió, Zeus desapareció y, en su ausencia, los dioses y diosas bajaron a combatir junto a sus respectivos campeones. Durante un tiempo pareció que los ejércitos de Agamenón y Menelao habían tomado Troya. Diomedes estuvo a punto de tomar la ciudad. Entonces Héctor abandonó su reclusión (es interesante cómo esta parte de nuestra historia reciente corre en paralelo a la larga reclusión de Aquiles en su tienda en la Ilíada) y el hijo de Príamo en seguida mató al aparentemente invulnerable Diomedes en combate singular.
Al día siguiente, según me han contado, Héctor derrotó a Ayax: Ayax el Grande, el gran Ayax, el Ayax de Salamina. Helena me cuenta que Ayax suplicó por su vida pero que Héctor lo mató sin piedad. Menelao (el ex marido de Helena y la parte agraviada que inició esta maldita guerra) murió por un impacto de flecha en el cerebro ese mismo día.
Entonces, como había visto tantos cientos de veces en mis más de diez años de observación de campo, la iniciativa de la batalla cambió una vez más. Los dioses que apoyaban a los aqueos dirigieron el contraataque tras las diosas Hera y Atenea, con el rugiente Poseidón destruyendo los edificios de Ilión y, durante un tiempo, Héctor y sus hombres tuvieron que retirarse de nuevo a la ciudad. Me han dicho que Héctor llevó a su hermano herido, el heroico Deífobo, sobre sus espaldas.
Pero hace dos días, justo cuando Troya estaba a punto de caer de nuevo (esta vez ante un ataque combinado de los furiosos aqueos y los más poderosos e implacables dioses y diosas, con Atenea, Hera, Poseidón y los suyos dándoles una paliza a Apolo y los otros dioses que defendían la ciudad), reapareció Zeus.
Helena me cuenta que Zeus hizo pedazos a Hera, lanzó a Poseidón al pozo infernal del Tártaro y ordenó al resto de los dioses que volvieran al Olimpo. Dice que los dioses antaño poderosos, docenas y docenas de ellos, se teletransportaron cuánticamente en sus dorados carros voladores y con sus hermosas armaduras doradas, obedientes, de regreso al Olimpo, como niños culpables que esperan la azotaina de su padre.
Y ahora los griegos están recibiendo la del pulpo. El mismísimo Zeus, más alto que las nubes, según dice Helena, mató a miles de argivos, hizo retroceder al resto hasta los barcos y luego los quemó con sus rayos. Helena dice que el señor de los dioses envió una enorme ola que hundió las negras quillas de los barcos. Luego Zeus desapareció y no ha vuelto desde entonces.
Dos semanas más tarde (después de que ambos bandos hubieran encendido hogueras para incinerar a los miles de caídos y observado los ritos funerarios de nueve días), Héctor lideró con éxito un contraataque que ha hecho retroceder a los griegos aún más. Parece que unos treinta mil de los aproximadamente cien mil argivos iniciales han sobrevivido, aunque muchos de ellos (como su rey Agamenón) están heridos y desmoralizados. Sin barcos para escapar ni forma de conseguir que sus leñadores lleguen a las laderas boscosas del monte Ida para cortar madera con la que construir otras naves, han hecho todo lo posible por resistir, cavando profundas trincheras, cubriéndolas con estacas, lanzando flechas de madera, excavando una serie de zanjas que conectan con sus propias líneas, construyendo montículos de arena, reuniendo sus escudos y lanzas y letales arqueros en una sólida pared alrededor de este semicírculo de muerte cada vez más reducido. Es la última resistencia de los griegos.
Es la tercera mañana desde mi llegada y estoy en el campamento griego, un arco amurallado y atrincherado de poco más de medio kilómetro, con los miserables aqueos amontonados y acorralados por las ruinas humeantes de sus naves. Están de espaldas al mar.
Héctor tiene todas las ventajas: más hombres, en una proporción de casi cuatro a uno, con la moral más alta y bien alimentados. Los griegos empiezan a pasar hambre mientras huelen los cerdos y vacas asándose en las hogueras de los sitiadores troyanos. Helena y el rey Príamo estaban seguros de que los griegos serían derrotados hace dos días, pero los hombres desesperados son valientes, hombres que no tienen nada que perder, y los griegos han estado luchando como ratas acorraladas. También han tenido la ventaja de líneas interiores más cortas y de luchar tras defensas fijas, aunque es cierto que estas ventajas de poco les valdrán sin comida ni suministro de agua, ya que los troyanos han cortado el río a un kilómetro de la playa y el tifus empieza a hacer mella en la multitud del insalubre campamento aqueo.
Agamenón no combate. Durante tres días el hijo de Atreo, rey de Micenas y comandante en jefe de esta fuerza expedicionaria, antaño enorme, se ha estado ocultando en su tienda. Según Helena Agamenón resultó herido durante la retirada general de los griegos, pero por los capitanes y guardias de aquí me entero de que sólo se rompió un antebrazo y no hay que temer por su vida. Parece que fue la moral de Agamenón la que resultó gravemente herida. El gran rey, la némesis de Aquiles, no pudo recuperar el cadáver de Menelao cuando su hermano fue alcanzado en un ojo por una flecha, y aunque Diomedes, Ayax el Grande y los otros héroes griegos caídos han tenido los funerales apropiados y cremaciones en sus altos túmulos en la playa, el cuerpo de Menelao fue arrastrado tras el carro de Héctor alrededor de las murallas vitoreantes de Ilión. Parece que fue la gota que colmó el vaso del tenso y arrogante Agamenón. En vez de enfurecerse y luchar, Agamenón se ha hundido en la depresión y la negatividad.
Los otros griegos no han necesitado de su liderazgo para saber que tienen que luchar por sus vidas. Su estructura de mando ha sido severamente reducida: Ayax el Grande muerto, Diomedes muerto, Menelao muerto, Aquiles y Odiseo desaparecidos al otro lado del Agujero Brana cerrado… El viejo Néstor dirige la mayor parte de la lucha desde hace dos días. El guerrero antaño reverenciado ha vuelto a ser reverenciado, al menos en las débiles filas de los aqueos. Aparece con su cuádriga cada vez que las líneas griegas parecen a punto de ceder, urgiendo a los cavadores de trincheras a sustituir las picas y rellenar las zonas de arena desplomadas, a mejorar las trincheras internas con bloques de piedra y huecos por donde poder disparar a salvo las flechas, enviando hombres y muchachos como exploradores nocturnos para robar agua a los troyanos, y pidiendo siempre a los hombres que tengan valor. Antíloco y Trasimedes, los hijos de Néstor, que tuvieron pocos momentos de valor durante los primeros diez años de guerra o durante la breve guerra contra los dioses, han luchado espléndidamente estos dos últimos días. Trasimedes fue herido ayer dos veces, una por una lanza y la otra por una flecha en el hombro, pero continuó combatiendo, dirigiendo a sus brigadas pileas para contener la ofensiva troyana que amenazaba con cortar en dos el semicírculo defensivo.
Acaba de amanecer el tercer día, posiblemente el último día, ya que los troyanos se han movido toda la noche trasladando fuerzas, trayendo más soldados, carros y equipo para cavar trincheras, y más de cien mil soldados troyanos relativamente frescos se agrupan en torno al perímetro defensivo mientras hablo.
He traído la grabadora al campamento de Agamenón porque Néstor ha convocado a sus caudillos supervivientes. Al menos a los que pueden abandonar sus puestos en estos momentos. Estos hombres cansados y sucios ignoran mi presencia… o más bien probablemente recuerdan que pasé mucho tiempo con y cerca de Aquiles, durante los ocho meses de guerra con los dioses, así que aceptan mi presencia. Y la visión de esta grabadora del tamaño de una galleta en mi mano no significa nada para ellos.
Ya no sé para quién observo y grabo estas cosas. Imagino que sería la persona non grata definitiva si apareciera en el Olimpo y entregara esta grabación a una de las musas que pretendieron matarme, así que haré estas observaciones y grabaré estas palabras sólo como el estudioso que una vez fui, no como el esclavo escólico en que me convirtieron. Y aunque ya no sea estudioso, puedo servir como corresponsal de guerra en estas últimas horas de la última resistencia de los griegos y el final de esta época heroica.
NÉSTOR
¿Qué noticias hay? ¿Creéis que vuestros hombres aguantarán la posición hoy?
IDOMENEO
(Comandante del contingente cretense. La última vez que lo vi, acababa de matar a la amazona Bremusa de un lanzazo. Momentos después, el Agujero Brana se cerró. Idomeneo fue uno de los últimos en abandonar a Aquiles)
Las noticias son malas en mi zona del frente, noble Néstor. Por cada troyano que hemos matado en estos últimos dos días, otros tres han ocupado su lugar durante la noche. Preparan sus lanzas y herramientas zapadoras para el ataque. Sus arqueros siguen congregándose. Hoy será un día decisivo.
AYAX EL MENOR
(por distintos que fueran los Ayantes —los dos Ayax—, eran como hermanos. Nunca he visto tan sombrío a este Ayax de la Lócride. Las ojeras y arrugas de su cara están tan marcadas de sangre y lodo que parecen una máscara kibuki)
Néstor, hijo de Neleo, héroe de los tiempos más sombríos, mis combatientes de la Lócride resistieron al enemigo durante gran parte de la noche mientras los exploradores de Deífobo intentaban rodearnos por el flanco norte del perímetro. Los combatimos hasta que la marea se volvió roja. Nuestra sección de la trinchera se está llenando de muertos propios y muertos troyanos y pronto estarán pisando cuerpos amontonados diez palmos de altura. Un tercio de mis hombres ha muerto, los demás están agotados. Héctor ha enviado tropas nuevas para reemplazar sus pérdidas.
NÉSTOR
Podalirio, ¿cómo le va al último hijo de Atreo?
PODALIRIO
(El hijo de Asclepio es uno de los últimos médicos que les quedan a los griegos. También es, junto con su hermano Macaón, comandante de los tesálidos de Trica)
Noble Néstor, Agamenón tiene el brazo en cabestrillo, no ha tomado ninguna hierba para el dolor y está despierto y razona.
NÉSTOR
¿Por qué entonces no ha salido de su tienda? Sus tropas constituyen el número mayor que le queda a nuestro ejército, pero se protegen en el centro como mujeres. Sus corazones han desaparecido sin su líder.
PODALIRIO
El corazón de su líder ha desaparecido sin su hermano Menelao.
TEUCRO
(El maestro arquero, hermanastro y querido amigo del caído Ayax el Grande)
Entonces Aquiles tenía razón hace diez meses cuando se enfrentó a Agamenón ante nuestros ojos y dijo que el gran rey tiene el corazón de una cierva. (Escupe en la arena.)
EUMELO
(Hijo de Admeto y Alcestis, comandante de los tesalios de Feras. A menudo Aquiles y Odiseo lo llamaban «señor de hombres»)
¿Y dónde está su acusador, Aquiles? El cobarde se quedó atrás en la base del monte Olimpo en vez de enfrentarse aquí a su muerte con sus camaradas. El de los pies ligeros también ha resultado tener el corazón, y los pies, de una cierva.
MENESTIO
(El enorme capitán de los mirmidones, antiguo teniente de Aquiles)
Mataré a cualquier hombre que diga eso del hijo de Peleo. Él nunca nos abandonaría por propia voluntad. Todos vimos y oímos a la diosa decirle a Aquiles que había sido encantado por el hechizo de Afrodita.
EUMELO
Encantado por el coño de la amazona, querrás decir.
(Menestio avanza hacia Eumelo y empieza a desenvainar la espada.)
NÉSTOR
(Interponiéndose entre ambos)
¡Basta! ¿No nos matan los troyanos con suficiente rapidez que necesitamos aumentar nuestra propia carnicería? ¡Eumelo, atrás! ¡Menestio, envaina tu espada!
PODALIRIO
(Hablando como último médico de los aqueos, no como doctor personal de Agamenón)
Lo que nos está matando es la enfermedad. Hay otros doscientos muertos, sobre todo entre los epeos que defienden la ribera del río al sur.
POLIXENO
(Hijo de Agastenes, comandante de los epeos)
Es cierto, mi señor Néstor. Al menos hay doscientos muertos y otros mil están demasiado enfermos para combatir.
DRESEO
(Capitán de los epeos, recién ascendido a comandante)
La mitad de mis hombres no respondieron a diana esta mañana, mi señor Néstor.
PODALIRIO
Y se está extendiendo.
ANFIÓN
(Otro capitán de los epeos recién ascendido)
Es el arco de plata de Febo Apolo el que nos golpea, como hizo hace diez meses cuando la enfermedad difundida por el dios hizo que tuviéramos que quemar cadáveres todas las noches. Fue eso lo que produjo la primera discusión entre Aquiles y Agamenón… y lo que causó todas nuestras cuitas.
PODALIRIO
Oh, al carajo con Febo Apolo y su arco plateado. Los dioses, incluido Zeus, nos causaron grandes males y ahora se han ido, y sólo ellos saben si volverán. Personalmente, no me importa si lo hacen o no. Estas muertes, esta enfermedad, no viene del arco plateado de Apolo… creo que viene del agua hedionda que estamos bebiendo. Nos estamos bebiendo nuestros propios orines y nos sentamos en nuestros propios excrementos. Mi padre, Asclepio, tenía una teoría sobre la enfermedad en el agua contaminada y…
NÉSTOR
Sabio Podalirio, nos alegrará escuchar la teoría sobre la enfermedad de tu padre en otro momento. Ahora mismo necesito saber si podremos contener a los troyanos hoy y qué nos aconsejan que hagamos nuestros capitanes.
EQUEPOLO
(Hijo de Anquises)
Deberíamos rendirnos.
TRASIMEDES
(El hijo de Néstor que tan valientemente combatió el día anterior. Sus heridas están vendadas, pero parece sufrir por ellas más hoy que en el calor de la larga lucha de ayer)
¡Rendirnos, una mierda! ¿Quién en nuestro círculo de argivos se acobarda por el miedo y sugiere una vergonzosa rendición? Ríndete a mí, hijo de Anquises, y pondré fin a tus miserias con la misma seguridad con que lo harán los troyanos.
EQUEPOLO
Héctor es un hombre honorable. El rey Príamo solía serlo y tal vez lo será. Viajé con Odiseo a Troya, los de Ítaca vinimos a razonar con Príamo, para intentar recuperar a Helena con conversaciones para evitar esta guerra, y tanto Príamo como Héctor fueron hombres razonables y honorables. Héctor oirá nuestra rendición.
TRASIMEDES
Eso fue hace once años y cien mil almas enviadas al Hades, necio. Viste el grado de merced de Héctor cuando Ayax el Grande le suplicó por su vida, su largo escudo destrozado y los mocos y las lágrimas corriéndole por el rostro. Héctor le atravesó con la espalda y le arrancó el corazón. Sus hombres probablemente no serán tan misericordiosos contigo.
NÉSTOR
Sé que se ha hablado de rendición. Pero Trasimedes tiene razón: ya se ha derramado demasiada sangre en suelo troyano para que haya ninguna esperanza de merced. Nosotros no habríamos dado ninguna a los ciudadanos de Ilión, ¿no?, si hubiéramos quebrado sus murallas con más éxito hace tres semanas… o hace diez años. Todos los presentes sabéis que habríamos matado a todo hombre lo bastante mayor o lo bastante joven para empuñar una espada o un arco, y habríamos eliminado a sus viejos por engendrar a nuestros enemigos, violado a sus mujeres, nos habríamos llevado como esclavos a todas sus mujeres y niños supervivientes y habríamos prendido fuego a la ciudad y sus templos. Pero los dioses… o los Hados, quienquiera que decida el resultado de esta guerra, se han vuelto contra nosotros. No podemos esperar de los troyanos, que sufrieron nuestra invasión y nuestros diez años de asedio, más merced que la que nosotros les habríamos concedido. No, decid a vuestros hombres, si oís esos murmullos, que es una locura rendirse. Es mejor morir de pie que de rodillas.
IDOMENEO
Mejor todavía es no morir. ¿No hay ningún plan para salvarnos?
ALASTOR
(Comandante teucro)
Las naves han sido quemadas. Se nos está acabando la comida, pero todos habremos muerto de sed antes que de hambre. La enfermedad se lleva a más gente cada hora.
MENESTIO
Mis mirmidones quieren hacer una salida, que nos abramos paso entre las líneas troyanas y nos dirijamos al sur, al monte Ida y los densos bosques de allí.
NÉSTOR
(asintiendo)
Tus mirmidones no son los únicos que piensan en hacer una salida y escapar, valiente Menestio. Pero tus mirmidones no pueden hacerlo solos. Ninguna de nuestras tribus o grupos puede. Las líneas troyanas se extienden durante kilómetros y las de sus aliados aún más. Esperan que intentemos salir. Probablemente se estarán preguntando por qué no lo hemos intentado. Tú conoces las leyes del combate con la espada, el escudo y la lanza, Menestio, todos los mirmidones y aqueos las conocen: por cada hombre que cae en el combate escudo-contra-escudo, cien caen abatidos mientras huyen. No nos quedan carros, los jefes de Héctor los tienen a centenares. Nos alcanzarán y nos masacrarán como a corderos antes de que crucemos el lecho seco del río Escamandro.
DRESEO
¿Entonces nos quedamos? ¿Moriremos aquí, hoy o mañana, en la playa, junto a los maderos quemados de nuestras grandes naves negras?
ANTILOCO
(El otro hijo de Néstor)
No. La rendición queda fuera de toda cuestión para cualquier hombre que tenga pelotas, y defender esta posición será imposible dentro de unas horas… puede que lo sea durante el siguiente ataque. Pero yo digo que tenemos que intentar hacer una salida todos al mismo tiempo. Nos quedan treinta mil soldados, y más de veinte mil están lo bastante bien para luchar y correr. Cuatro de cada cinco de nosotros pueden caer, cierto, y morirán como ovejas antes de que lleguemos a los bosques del monte Ida… pero con esas probabilidades, cuatro o cinco mil de nosotros sobrevivirán. La mitad de ese número puede incluso sobrevivir a las batidas por el bosque que harán los troyanos y sus aliados, como nobles persiguiendo a una presa, y la mitad de ese número restante puede encontrar su camino para salir de este maldito continente y cruzar los mares oscuros como el vino y volver a casa. Esas probabilidades me bastan.
TRASIMEDES
Y a mí.
TEUCRO
Cualquier probabilidad es mejor que la certeza de que nuestros huesos se blanquearán en esta puñetera playa maldita de mierda.
NÉSTOR
¿Votas entonces por hacer una salida, hijo de Telemón?
TEUCRO
Tienes toda la maldita razón, mi señor Néstor.
NÉSTOR
Noble Epeo, no has hablado aún en este consejo. ¿Qué opinas?
EPEO
(Arrastrando los pies y mirando avergonzado hacia el suelo. Epeo es el mejor púgil de todos los aqueos y su cara y su cabeza afeitada muestran sus años como deportista: orejas rotas, la nariz aplastada, tejido cicatrizado permanente en sus mejillas y entrecejo, incontables cicatrices incluso en el cuero cabelludo. No puedo dejar de ver la ironía en la postura de Epeo en este consejo y mi propio efecto sobre su vida y su destino. Nunca famoso por su habilidad en la batalla, Epeo habría ganado las competiciones de boxeo en los juegos funerarios de Patroclo, celebrados por Aquiles, y habría sido el capataz encargado de la construcción del caballo de madera concebido por Aquiles si yo no hubiera empezado a cargarme la versión Homérica de esta historia hace casi un año. Si Epeo forma ahora parte del consejo de jefes es sólo porque todos sus oficiales al mando, hasta Menelao, han muerto)
Mi señor Néstor, cuando tu oponente está más confiado, cuando cruza el espacio de la lucha hacia ti con la certeza en el corazón de que vas a caer para la cuenta, incapaz de levantarte, entonces es el mejor momento para golpearle con fuerza. En este caso, golpearle duro, aturdirlo, derribarlo y correr por nuestras vidas. Estuve en los Juegos una vez cuando un púgil hizo exactamente eso.
(Todos ríen.)
EPEO
Pero tendrá que ser de noche.
NÉSTOR
Estoy de acuerdo. Los troyanos ven demasiado lejos y sus carros son demasiado veloces para que tengamos oportunidad de combatir de día.
MERÍONES
(Hijo de Molo, camarada de Idomeneo, segundo al mando de los cretenses)
No tendremos muchas más probabilidades a la luz de la luna. La luna está casi llena.
LAERCES
(Un mirmidón, hijo de Hemón)
Pero el sol de invierno se pone antes y la luna sale más tarde esta semana. Tendremos casi tres horas desde el principio de la auténtica oscuridad, la oscuridad en la que necesitas una antorcha para encontrar el camino, y la salida de la luna.
NÉSTOR
La cuestión es: ¿Podremos aguantar las horas del día y tendrán nuestros hombres fuerzas suficientes para luchar? Tendremos que concentrar nuestro ataque y luchar con fiereza para abrir una brecha en las líneas troyanas. ¿Les quedará suficiente energía para correr los treinta kilómetros o más que nos separan de los bosques del monte Ida?
IDOMENEO
Tendrán la energía para luchar hoy si saben que pueden tener una posibilidad de vivir esta noche. Yo digo que ataquemos a los troyanos en el centro de sus líneas, justo donde se encuentra Héctor, ya que ha concentrado sus fuerzas en ambos flancos para la batalla de hoy. Digo que hagamos la salida esta noche.
NÉSTOR
¿Y los demás? Necesito oír todas vuestras opiniones. Es verdaderamente todo o nada, todos o ninguno en este intento.
PODALIRIO
Tendremos que dejar atrás a nuestros enfermos y heridos, y habrá miles de ellos más al anochecer. Los troyanos los matarán. Quizás hagan algo peor que matarlos en su frustración si alguno de nosotros consigue escapar.
NÉSTOR
Sí. Pero así son los caprichos de la guerra y el destino. Necesito oír vuestros votos, nobles jefes de los aqueos.
TRASIMEDES
Sí. Que sea esta noche. Y que los dioses cuiden de aquellos que queden atrás y sean capturados más tarde.
TEUCRO
Que les den por el culo a los dioses. Yo digo que sí, si nuestro destino es morir aquí en esta playa pestilente, digo que desafiamos a los Hados. Vayamos esta noche a la caída de la auténtica oscuridad.
POLIXINO
Sí.
ALASTOR
Sí. Esta noche.
AYAX EL MENOR
Sí.
EUMELO
Sí. Todo o nada.
MENESTIO
Si mi señor Aquiles estuviera aquí, iría a por la garganta de Héctor. Tal vez tengamos suerte y podamos matar al hijo de puta en nuestra salida.
NÉSTOR
Otro voto a favor de salir. ¿Equepolo?
EQUEPOLO
Creo que todos moriremos si nos quedamos y luchamos un día más. Creo que todos moriremos si tratamos de escapar. Prefiero quedarme con los heridos y ofrecer mi rendición a Héctor, confiando en que le quede algún resto de su antiguo honor y su sentido de la piedad. Pero les diré a mis hombres que pueden decidir por sí mismos.
NÉSTOR
No, Equepolo. La mayoría de los hombres seguirán las órdenes de su comandante. Puedes quedarte atrás y rendirte, pero te retiro del mando y nombro a Anfión en tu lugar. Puedes ir directamente a la tienda donde esperan los heridos, pero no hables con nadie. Tu brigada es pequeña y está a la izquierda de la de Anfión en la línea… las dos pueden unirse sin confusión ni necesidad de recolocar las tropas. Es decir, asciendo a Anfión si Anfión vota a favor de abrirnos paso luchando esta noche.
ANFIÓN
Así voto.
DRESEO
Yo voto por mis epeos: lucharemos y moriremos esta noche, o lucharemos y escaparemos. Quiero ver mi casa y mi familia de nuevo.
EUMELO
Los hombres de Agamenón y los seres moravec nos dijeron que nuestras ciudades y hogares estaban vacíos, nuestros reinos despoblados, nuestros pueblos robados por Zeus.
DRESEO
Y a eso yo digo: a la mierda con Agamenón, a la mierda con los juguetes moravec y a la mierda con Zeus. Pienso ir a casa a ver si mi familia está esperando. Creo que lo está.
POLIPETES
(Otro hijo de Agastenes, caudillo de los lápitas de Argisa)
Mis hombres aguantarán las posiciones hoy y liderarán la lucha esta noche. Lo juro por los dioses.
TEUCRO
¿No podrías jurar por algo un poco más constante? ¿Como tus tripas?
(Risas en todo el círculo)
NÉSTOR
Está acordado, entonces, y yo lo acepto. Haremos todo lo que esté en nuestra mano para contener el asalto de los troyanos. Con ese fin, Podalirio, supervisa el reparto de todas nuestras raciones esta mañana, excepto las que un hombre pueda llevar en su túnica esta noche. Y dobla las raciones de agua de la mañana. Llégate a las tiendas de Agamenón y el difunto Menelao, saca todo lo que sea comestible. Comandantes, decid a vuestros hombres antes de la batalla de esta mañana que todo lo que tienen que hacer es aguantar, aguantar por sus vidas, morir sólo por las vidas de sus camaradas, y atacaremos esta noche al oscurecer. Algunos de nosotros llegarán al bosque y, si lo quieren los Hados, volverán al hogar con la familia. O, si eso no ocurre, nuestros nombres serán escritos en letras de oro que durarán eternamente. Los nietos de los nietos de nuestros hijos visitarán nuestras tumbas en esta tierra maldita y dirán: «Sí, eran hombres en aquellos tiempos.» Así que decidles a vuestros sargentos y a sus hombres que desayunen bien esta mañana, pues la mayoría de nosotros cenaremos en la Mansión de los Muertos. Así que esta noche, cuando esté oscuro y antes de que salga la luna, autorizaré que nuestro púgil favorito, Epeo, cabalgue a lo largo de nuestras líneas gritando Ápete, como se hace al inicio de las carreras de carros y de a pie en los Juegos. ¡Y entonces correremos hacia nuestra libertad!
(Y eso debería haber sido el final de la reunión, y era un final conmovedor ya que Néstor es un líder nato y sabe como envolver una reunión con elementos de acción energía, algo que nunca se comprendió en la cátedra de mi departamento en la universidad de Indiana… pero, como siempre sucede alguien rompe de ritmo perfecto de un guión perfecto. En este caso alguien es Teucro).
TEUCRO
Epeo, noble púgil, no nos has contado el final de tu historia. ¿Qué le ocurrió a ese boxeador de Olimpia que derribó a su oponente y luego salió corriendo de la arena?
EPEO
(Que como todo el mundo sabe es más sincero que sabio)
Oh, ése. Los sacerdotes de Olimpia lo persiguieron por el bosque y lo mataron como a un perro.
Los jefes aqueos se han dispersado y vuelven a sus líneas con sus hombres. Néstor se ha marchado con sus hijos. El médico Podalirio ha reunido a un contingente de hombres para saquear la tienda de Agamenón en busca de comida y vino. Yo me quedo aquí solo en la playa, o al menos tan solo como uno puede estar apretujado con treinta mil hombres sin lavar que apestan a sudor y miedo.
Toco el medallón TC de mi túnica. Néstor no ha pedido mi voto. Ninguno de los héroes aqueos me ha mirado siquiera durante todo el debate. Saben que yo no lucho y parece que no me aprecian más por ello: es la forma en que los griegos antiguos tratan a los homosexuales a quienes gusta vestirse con ropas de mujer y pintarse la cara de blanco. No hay ningún deshonor en los ojos de la mayoría de estos hombres, sólo despedida. Para ellos soy una rareza, alguien ajeno, algo menos que un hombre.
Sé que no voy a quedarme hasta el amargo final. Dudo que me vaya a quedar durante la batalla de hoy, ya que el aire se oscurecerá con las andanadas de flechas dentro de media hora. No tengo el aparato morfeador y la armadura de impacto que usaba cuando era escólico: ni siquiera me he puesto una armadura de metal o de cuero de ésas que hay tan disponibles en los cadáveres aqueos que me rodean. Si me quedo, dudo que sobreviva: los dos últimos días han sido una serie de horas de cobardía y tímida ocultación para mí, aquí, en la retaguardia, cerca de la tienda donde se mueren los heridos. Si quiero sobrevivir, mis posibilidades de hacerlo cuando ataquen a los troyanos después de oscurecer serán cero.
¿Y por qué debería quedarme? Tengo un aparato de teletransporte cuántico colgando de mi cuello, por el amor de Dios. Podría estar en los aposentos de Helena en dos segundos y relajándome en un baño caliente dentro de cinco minutos.
¿Por qué quedarme?
Pero no estoy preparado para irme. Todavía no. Ya no soy escólico y puede que no tenga sentido que me comporte como un estudioso, pero incluso como corresponsal de guerra que nunca podrá informar de sus observaciones, este último día glorioso de una época gloriosa y perdida es demasiado interesante para que me lo pierda.
Me quedaré un rato.
Los cuernos soplan por todas partes. Nadie ha tenido tiempo para tomar ese gran desayuno prometido aún, pero los troyanos atacan a lo largo de todo el frente.