En el puente de la Reina Mab se desencadenó otro hervidero de actividad y conversaciones por tensorrayo cuando llegó un tercer mensaje vía máser de la Voz de la ciudad asteroidal de la órbita polar terrestre. Se trataba de una repetición de las coordenadas de encuentro y, al cabo de cinco minutos sin que llegara otro mensaje, los principales moravecs se reunieron de nuevo alrededor de la mesa de mapas.
—¿Dónde estábamos? —preguntó Orphu de Io.
—Estabas a punto de exponer tu Teoría del Todo —dijo el Integrante Primero Asteague/Che.
—Y has dicho que sabías de quién es la Voz —repuso Cho Li—. Quién o qué es.
—No sé de quién es la Voz —respondió Orphu, vocalizando con murmullos suaves en vez de tensorrayar o transmitir por los canales de comunicación internos de la nave—. Pero tengo una idea bastante aproximada.
—Cuéntanoslo —dijo el general Beh bin Adee. El tono del moravec del Cinturón no sugería una petición amable, sino más bien una orden directa.
—Preferiría explicar mi… Teoría del Todo… primero, y luego hablaros sobre la Voz —dijo Orphu—. Tendrá más sentido en el contexto.
—Adelante —dijo Asteague/Che.
Mahnmut oyó a su amigo tomar una profunda bocanada de O-dos, aunque el ioniano tenía semanas o meses de reserva en sus tanques. Quería tensorrayar a su amigo la pregunta (¿Estás seguro de que quieres seguir adelante con esta explicación?), pero como el propio Mahnmut no tenía ni idea de lo que iba a decir Orphu, guardó silencio, aunque estaba nervioso por su amigo.
—Lo primero —dijo Orphu de Io—, todavía no nos habéis confiado la información, pero estoy seguro de que habéis identificado la mayoría del millón aproximado de satélites que componen los anillos polar y ecuatorial a los que nos acercamos tan rápidamente… y apuesto a que la mayoría de los objetos no son asteroides ni habitáculos.
—Eso es correcto —dijo Asteague/Che.
—Algunos de ellos sabemos que son primeros intentos de los posthumanos para crear y contener agujeros negros —continuó Orphu—. Aparatos enormes como el acumulador de agujero de gusano que nos mostrasteis chocando contra esa otra ciudad asteroide orbital hace nueve meses.
¿Pero cuántos de esos hay? ¿Unos miles?
—Menos de dos mil —confirmó Asteague/Che.
—Apuesto a que el resto del millón de… cosas… que los posthumanos pusieron en órbita son aparatos de almacenamiento de datos. No sé de qué tipo… de ADN tal vez, aunque eso requeriría soporte vital constante, así que probablemente sean burbujas de memoria combinadas con algún tipo de ordenador cuántico avanzado con algún complicado almacenamiento de memoria posthumano que los moravecs no hemos descubierto todavía.
Orphu se detuvo y se produjo un silencio que a Mahnmut le pareció que se extendía durante horas. Los diversos Integrantes Primeros y los líderes moravecs no se miraban entre sí, pero Mahnmut dedujo que tenían un canal de tensorrayo privado y que estaban conferenciando.
Asteague/Che finalmente rompió el silencio… que en realidad probablemente sólo había durado unos minutos en tiempo real.
—Son principalmente aparatos de almacenamiento —confirmó el Integrante Primero—. No estamos seguros de su naturaleza, pero parece que son algún tipo de unidades de almacenamiento cuántico de burbujas magnéticas.
—Y cada unidad es esencialmente independiente —dijo Orphu—. Tiene su propio disco duro, como si dijéramos.
—Sí.
—Y la mayoría del resto de los satélites de los anillos (probablemente no más de diez mil) son transmisores de energía básicos y transmisores de ondas taquiónicas moduladas.
—Seis mil cuatrocientos ocho transmisores —dijo el navegante Cho Li—. Exactamente tres mil transmisores de ondas taquiónicas.
—¿Cómo sabes eso, Orphu de Io? —preguntó Suma IV, el poderoso ganimediano—. ¿Has hackeado en los canales de comunicación o los archivos de los Integrantes?
Orphu alzó dos de sus brazos manipuladores multisegmentados delanteros, las palmas hacia arriba.
—No, no —dijo—. No tendría suficiente conocimiento de programación para hackear el diario de mi hermana… si tuviera una hermana y si ella llevara un diario.
—¿Entonces cómo…? —empezó a preguntar el Retrógrado Sinopessen.
—Tiene sentido —respondió Orphu—. Me interesan mucho los seres humanos y su literatura. A lo largo de los siglos, he prestado atención a esas observaciones de la Tierra, los anillos posthumanos y los datos sobre los pocos humanos que quedaron en el planeta que el Consorcio de las Cinco Lunas ha hecho de dominio público.
—El Consorcio nunca ha hecho pública ninguna información sobre los aparatos de almacenamiento de memoria en órbita —dijo Suma IV.
—No —reconoció Orphu—, pero tiene sentido que esas cosas sean eso. Toda las pruebas de hace catorce siglos, cuando dejaron la superficie de la Tierra, indicaban que sólo existían unos pocos miles de entidades posthumanas, ¿no es así?
—Es correcto —dijo Asteague/Che.
—Nuestros expertos moravec de la época ni siquiera estaban seguros de que los posthumanos tuvieran cuerpo… no un cuerpo tal como nosotros los concebimos —dijo Orphu—, así que seguro que no necesitaban construir un millón de ciudades en órbita.
—Eso no lleva a la conclusión de que la mayoría de los objetos que están en órbita de la Tierra sean aparatos de memoria —dijo el general Beh bin Adee.
Mahnmut se preguntó cuál era en la nave el castigo por espionaje.
—Sí lo hace cuando se contempla lo que han estado haciendo los posthumanos en la Tierra durante casi un milenio y medio —contestó Orphu de Io—. Y lo que no han estado haciendo.
—¿Qué quieres decir con eso de lo que «no han estado haciendo»? —preguntó Mahnmut. Había planeado permanecer en silencio durante la conversación, pero su curiosidad era demasiada.
—Primero, no han estado reproduciéndose como se reproducen los seres humanos —dijo Orphu—. Fueron menos de diez mil durante varios siglos. Entonces ese rayo de neutrinos (guiado por taquiones modulados, creo entender por las publicaciones online de los astrónomos) fue disparado desde Jerusalén hace mil cuatrocientos años, un rayo que no apuntaba a ninguna parte en el espacio profundo y, de repente, pareció que no quedaban humanos. Ninguno.
—Sólo brevemente —dijo el Integrante Primero Asteague/Che.
—Sí, pero con todo… —continuó Orphu. Pareció que perdía el hilo de lo que iba a decir, pero luego añadió—: Y entonces, menos de un siglo más tarde, había unos cien mil humanos antiguos dispersos por el planeta. Evidentemente no eran descendientes de esos diez mil que desaparecieron. No hubo aumento de población… sólo zas, pam, gracias-señora… y cien mil personas surgen de la nada.
—¿Y qué te indica eso? —preguntó Asteague/Che. El formidable europano parecía divertido, como un maestro cuando un estudiante demuestra ser de pronto una promesa inesperada.
—Eso me indicó que los antiguos no nacieron —dijo Orphu de Io—. Fueron decantados.
—¿Nacimiento virgen? —preguntó Cho Li. La extraña voz del calistano rezumaba sarcasmo.
—Más o menos —dijo Orphu, sugiriendo con su tono tranquilo que no se había ofendido por el retintín—. Creo que los posthumanos tienen y tenían un millón o así de memorias y personalidades y cuerpos humanos almacenados en esos aparatos de memoria orbitales… ¿Quién sabe? Tal vez un satélite por cada ser humano, y que restituyeron la manada. Lo cual lleva a la explicación de por qué la población parece haberse mantenido exactamente en cien mil antiguos durante un milenio y medio.
—¿Por qué? —preguntó el centurión líder Mep Ahoo. Al igual que Mahnmut, el soldado rocavec parecía sinceramente interesado.
—Población rebaño mínima —dijo Orphu—. Los posthumanos permitieron a los antiguos reproducirse solamente por sustitución… es decir, uno por persona. Y sólo cuando se producía una muerte. Y he leído que se estima que los antiguos viven exactamente un siglo terrestre y luego desaparecen. Suficiente para mantener al rebaño en marcha dados los cambios climáticos o lo que sean, sin que haya tantos para que puedan tener una población excesiva o escapar de la reserva.
—¿Dónde has leído que los humanos antiguos vivían exactamente un siglo? —preguntó Cho Lo. Parecía sorprendido.
—En The Scientific Ganymedan —contestó Orphu—. Hace más de ocho siglos que estoy suscrito a su emisión.
El Integrante Primero Asteague/Che alzó una mano muy humanoide.
—Tendrás que perdonarme, Orphu de Io, pero aunque te felicito por tus deducciones sobre el propósito de los aparatos orbitales y la longevidad exacta que hemos observado en los restantes cien mil seres humanos antiguos (al menos hasta estos últimos meses, cuando se ha producido una caída en la población debida a esos ataques de criaturas desconocidas), has dicho que podías decirnos por qué hay dioses griegos en Marte, de quién es la Voz, cómo fue Marte tan milagrosamente terraformado y qué está causando la actual inestabilidad cuántica tanto en la Tierra como en Marte.
—A eso voy —dijo Orphu—. ¿Quieres que lo condense y ponga la Teoría del Todo en una ráfaga de tensorrayo a alta velocidad? Tardaría menos de un segundo.
—No, no es necesario —dijo el Integrante Primero Asteague/Che—. Pero tal vez deberías hablar algo más rápido. Tenemos menos de tres horas para lanzar la nave de contacto… o no, durante la maniobra de aerofrenado.
Orphu de Io bramó a niveles subsónicos de un modo que Mahnmut había aprendido a interpretar hacía tiempo como una risotada.
—Los humanos antiguos se concentran en unos trescientos centros localizados, en cinco continentes de la Tierra, ¿correcto? —dijo el ioniano.
—Correcto —respondió Cho Li.
—Y la población de esos nódulos varía —dijo Orphu—, aunque nuestros telescopios nunca han detectado signos de transporte: ninguna carretera importante en uso, ningún avión, ningún barco… ni siquiera barcos de vela como ésos en los que Mahnmut y yo recorrimos el Valles Marineris de Marte, ni siquiera un globo aerostático ocasional. Así que supusimos que los humanos antiguos se teletransportaban cuánticamente, aunque nuestros científicos moravec nunca han podido perfeccionar ese modo de viajar.
—Fue una suposición razonable —dijo Suma IV.
—Razonable —reconoció Orphu de Io—, pero equivocada. Sabemos ahora por los datos cuánticos dejados por los llamados dioses del Olimpo de Marte y la Tierra otradimensional, donde aún se libra la batalla de Troya, cómo es realmente el teletransporte cuántico. Conocemos sus huellas… y lo que los humanos antiguos hacían para llegar desde el Punto A al Punto B no lo es.
—Si los humanos antiguos no se teletransportan cuánticamente —dijo el centurión líder Mep Ahoo—, entonces ¿cómo se han estado moviendo instantáneamente de un lugar a otro de la Tierra durante más de mil cuatrocientos años?
—Usan la anticuada idea del teletransporte —dijo Orphu—. Almacenar todos los datos del cuerpo y la mente y la personalidad de un ser humano en código, descomponer la materia en energía, transmitirla y luego reagruparla en otra parte, igual que en esa vieja serie de televisión de la Edad Perdida… Star Truck.
—Trek —lo corrigió el general Beh bin Adee.
—¡Ajá! —dijo Orphu de Io—. Otro fan.
El general chasqueó sus afiladas garras con gesto de sonrojo o irritación.
—Hace mucho tiempo que nuestros científicos determinaron que almacenar cantidades tan increíbles de datos sería imposible —dijo Cho Li—. Requeriría más terabytes de espacio de almacenamiento que átomos hay en el universo.
—Evidentemente los posthumanos encontraron un medio de construir ese almacenamiento de memoria —dijo Orphu—, porque los humanos antiguos se han estado teletransportando durante siglos. No usan el verdadero teletransporte cuántico como nuestro amigo Hockenberry o los dioses del Olimpo, sino la burda destrucción mecánica de las moléculas y su montaje en otro lugar.
—¿Por qué querrían hacer eso con los humanos antiguos? —preguntó Mahnmut—. ¿Por qué un proyecto tan increíble para cien mil personas a quienes tratan casi como mascotas… como animales en un zoo? No hemos visto signos de nueva ingeniería humana, construcción de ciudades o creatividad desde hace más de milenio y medio.
—Tal vez el teletransporte en sí tenga algo que ver con ese retraso cultural —dijo Orphu—. Tal vez no. Pero estoy convencido de que eso es lo que estamos viendo. Un caso de «Teletransporte, Scoot.»
—Scotty —lo corrigió el Retrógrado Sinopessen.
—Gracias —dijo Orphu. A Mahnmut le tensorrayó: Ya somos tres.
—Puede que tengas razón y los humanos antiguos hayan estado utilizando una forma burda de replicación-transmisión de materia en vez de auténtico teletransporte cuántico —dijo Asteague/Che—, pero eso no explica Marte ni…
—No, pero la obsesión de los posthumanos por alcanzar otro universo dimensional sí que lo hace —contestó Orphu, sin advertir siquiera en su emoción y su placer que estaba interrumpiendo al Integrante Primero más importante de todo el Consorcio de las Cinco Lunas.
—¿Cómo sabes que los posts estaban obsesionados con llegar a otro universo dimensional? —preguntó el general Beh bin Adee.
—¿Bromeas? —dijo Orphu. Mahnmut supuso que al severo general rocavec del Cinturón de Asteroides no le habían hecho esa pregunta muchas veces en su vida ni en su carrera militar.
—No hay más que echar un vistazo a toda la chatarra que los posthumanos dejaron en órbita —continuó Orphu, ajeno a la sorpresa del moravec militar—. Tienen acumuladores de agujero de gusano, aceleradores de agujeros negros… todo ello primeros intentos de romper el espacio-tiempo y tomar atajos para llegar a este universo… o a otro.
—Los agujeros negros y los agujeros de gusano no funcionan —dijo llanamente el calistano Cho Li—. Al menos no como medio de transporte.
—Sí, nosotros lo sabemos ahora y eso es lo que los posthumanos descubrieron hace más de mil quinientos años —reconoció Orphu—. Entonces, cuando tuvieron en órbita todos esos increíbles satélites de almacenamiento de memoria, además de los burdos portales teletransportadores de replicación de materia para los humanos antiguos (a quienes, me juego el cuello, seguro que usaban como conejillos de indias en todos esos experimentos), sólo entonces empezaron los posthumanos a juguetear con los Agujeros Brana y el teletransporte cuántico.
—Nuestros científicos e ingenieros han estado… jugueteando, como tú lo expresas… con el teletransporte cuántico y la generación de Agujeros Membrana del universo Calabi-Yau desde hace muchos siglos —dijo el Retrógrado Sinopessen. El amalteano estaba tan agitado que casi bailaba sobre sus largas y plateadas patas arácnidas—. Sin suerte —añadió.
—Eso es porque no teníamos lo que permitió a los humanos dar su salto —dijo Orphu de Io, e hizo una pausa. Todos esperaron. Mahnmut sabía que su amigo estaba disfrutando del momento.
—El millón de cuerpos humanos, mentes, memorias y personalidades que fueron almacenados como datos digitales en sus satélites de memoria orbitales —dijo Orphu. Su grave voz sonaba triunfante, como si hubiera resuelto un problema matemático largamente meditado.
—No lo entiendo —dijo el centurión líder Mep Ahoo.
El radar de Orphu fluctuó sobre todos ellos, la caricia de una pluma sobre el espectro electromagnético. Mahnmut pensó que su amigo estaba esperando sus reacciones, quizá sus gritos de aprobación. Nadie se movió ni habló.
—Yo tampoco lo entiendo —dijo Mahnmut.
—¿Qué es el cerebro humano? —preguntó Orphu retóricamente—. Quiero decir, todos nosotros los moravecs tenemos un pedazo de uno. ¿Cómo es? ¿Cómo funciona? ¿Como los ordenadores binarios o de ADN que también llevamos para pensar?
—No —dijo Cho Li—. Sabemos que el cerebro humano no es un ordenador, ni tampoco es una máquina de memoria química como creían los científicos de la Edad Perdida. El cerebro humano… la mente… es un frente de onda holístico firme de estado cuántico.
—¡Exactamente! —exclamó Orphu—. Los posthumanos usaron este conocimiento profundo de la mente humana para perfeccionar sus Agujeros Brana, el viaje en el tiempo y el teletransporte cuántico.
—Sigo sin entenderlo —dijo el Integrante Primero Asteague/Che.
—Piensa en cómo funciona el teletransporte cuántico —dijo Orphu—. Cho, tú puedes explicarlo mejor que yo.
El calistano zumbó y luego moduló el zumbido en palabras.
—Los primeros experimentos de teletransporte (realizados por humanos antiguos en tiempos lejanos, hacia el siglo XX), funcionaban produciendo pares enlazados de fotones… y teletransportando un miembro del par… o más bien teletransportando el estado cuántico completo de ese fotón mientras transmitía el análisis del estado-Bell del segundo fotón a través de canales subliminales regulares.
—¿No viola eso el principio de Heisenberg y las restricciones de la velocidad de la luz de Einstein? —preguntó el centurión líder Mep Ahoo, quien, como Mahnmut, obviamente no había sido informado de los mecanismos por los que los dioses del monte Olimpo marciano se TCeaban a Ilión.
—No —respondió Cho Li—. Los fotones teletransportados no llevaban consigo ninguna información cuando se movían instantáneamente de un lugar a otro de este universo… ni siquiera información sobre su propio estado cuántico.
—Entonces los fotones teletransportados son inútiles —dijo el centurión líder Mep Ahoo—. Al menos para propósitos comunicativos.
—No del todo —lo corrigió Cho Li—. El recipiente de un fotón teletransportado tenía una posibilidad entre cuatro de adivinar su estado cuántico… el fotón cuántico sólo tenía esas posibilidades y, por deducción, la de utilizar los fragmentos de información cuántica. Se llaman qubits y los hemos usado con éxito para propósitos de comunicación instantánea.
Mahnmut sacudió la cabeza.
—¿Cómo llegamos de los fotones de estado cuántico que no transmiten información ninguna a los dioses griegos que se teletransportan cuánticamente a Troya?
—«La imaginación puede compararse con el sueño de Adán —entonó Orphu de Io—. Despertó y encontró la verdad.» John Keats.
—¿Podrías intentar ser más críptico? —preguntó cáustico Suma IV.
—Podría —contestó Orphu.
—¿Qué tiene que ver el poeta John Keats con el teletransporte cuántico y el motivo de la actual crisis cuántica? —preguntó Mahnmut.
—Sugiero que los posthumanos consiguieron dar su salto en el teletransporte cuántico y los Agujeros Brana hace más de milenio y medio, precisamente por su conocimiento íntimo de la naturaleza cuanticoholística de la naturaleza humana —dijo el ioniano, ahora con voz seria.
»He hecho algunos estudios preliminares en el ordenador cuántico de la nave —continuó Orphu—. Cuando se representa la conciencia humana como el fenómeno de frente de oda que realmente es, se halla el factor en terabytes de los datos cuánticos qubit en la base del frente de onda de la realidad física misma, se aplican los adecuados campos relativistas de Coulomb que se transforman en estas funciones de onda de mente-concienciarealidad, entonces se ve fácilmente cómo los posthumanos abrieron Agujeros Brana a nuevos universos y luego se teletransportaron allí.
—¿Cómo? —preguntó el Integrante Primero Asteague/Che.
—Primero abrieron Agujeros Brana a universos alternativos donde había puntos en el espacio-tiempo donde ya había frentes de onda de pares relacionados de conciencia humana.
—¿Eh? —dijo Mahnmut.
—¿Qué es la realidad sino un frente de onda cuántica firme que se colapsa a través de estados de probabilidad? —preguntó Orphu—. ¿Cómo funciona la mente humana sino como una especie de interferómetro que percibe y colapsa esos mismos frentes de ola?
Mahnmut sigue meneando la cabeza. Se había olvidado de los otros moravecs del puente, de que podrían enviar su submarino y la nave de contacto a la Tierra al cabo de menos de tres horas, olvidado del peligro que corrían… se había olvidado de todo excepto del dolor de cabeza que su amigo Orphu de Io le estaba provocando.
—Los posthumanos estaban abriendo Agujeros Brana a universos alternativos que habían cobrado existencia a través de (o al menos habían sido percibidos) las lentes enfocadas de frentes de onda holográficos preexistentes. La imaginación humana. El genio humano.
—Oh, por el amor de Dios —dijo el general Beh bin Adee.
—Posiblemente —dijo Orphu—. Si asumimos un conjunto infinito o casi infinito de universos alternos, entonces muchos de ellos han sido necesariamente imaginados por la pura fuerza del genio humano. Imaginadlos como singularidades de genio… analizadores de estados-Bell y editores de la pura espuma cuántica de la realidad.
—Eso es metafísica —dijo Cho Li, escandalizado.
—Es una chorrada —dijo Suma IV.
—No, es lo que pasó aquí —continuó Orphu—. Tenemos un Marte terraformado con gravedad alterada y se nos pide que creamos que esa terraformación pudo conseguirse en unos pocos años. Eso sí que es una chorrada. Tenemos estatuas de Próspero en Marte, donde los dioses griegos viven en lo alto del monte Olimpo y viajan a través del espacio y el tiempo a una Tierra alternativa donde Aquiles y Héctor combaten por el futuro de Ilión. Eso sí que es una chorrada. A menos…
—A menos que los posthumanos abrieran portales exactamente a esos mundos y universos imaginados previamente por la fuerza del genio humano —dijo el Integrante Primero Asteague/Che—. Lo cual explicaría las estatuas de Próspero, las criaturas calibánicas en la Tierra y la existencia de Aquiles, Héctor, Agamenón y todos los otros humanos en la Tierra-Ilión.
—¿Y los dioses griegos? —rechazó Beh bin Adee—. ¿Vamos a encontrarnos luego con Jehová y con Buda?
—Podríamos —dijo Orphu de Io—. Pero me da la impresión de que los dioses del Olimpo que hemos visto son posthumanos transformados. Por eso desaparecieron los posthumanos hace mil cuatrocientos años.
—¿Porque decidieron convertirse en dioses? —preguntó el Retrógrado Sinopessen—. ¿Dioses cuyos poderes proceden de la nanotecnología y los trucos cuánticos?
—¿Y por qué no? —preguntó Orphu—. Inmortalidad, elección de género, sexo entre ellos y con cualquier mortal que escogieran, engendrar muchos retoños divinos y mortales (que es algo que los posthumanos no podían hacer solos), por no mencionar el juego de ajedrez de toda una década que es el sitio de Troya.
Mahnmut se frotó la frente.
—Y la terraformación y el cambio de gravedad de Marte…
—Sí —dijo Orphu—. Probablemente requirió casi todos esos mil cuatrocientos años, no sólo tres. Y eso se hizo con la tecnología cuántica de los dioses en funcionamiento.
—¿Entonces hay un Próspero real, ahí fuera, en alguna parte? —preguntó Mahnmut—. ¿El Próspero de La Tempestad de Shakespeare?
—O algo o alguien parecido —dijo Orphu.
—¿Qué hay del monstruo-cerebro que atravesó el Agujero Brana en la Tierra hace unos pocos días? —preguntó Suma IV. El ganimediano parecía enfadado—. ¿Es un héroe de tu preciosa literatura humana?
—Posiblemente —dijo Orphu—. Robert Browning escribió un poema llamado Caliban sobre Setebos en el que el monstruo Calibán de La Tempestad de Shakespeare reflexiona sobre su dios, una criatura llamada Setebos, a quien Browning hace que Calibán describa como «el que tiene muchas manos como un pulpo». Era un dios arbitrario que se alimentaba del miedo y la violencia.
—Eso es especular mucho —dijo Asteague/Che.
—Sí —contestó Orphu—. Pero también la criatura que fotografiamos parece un cerebro gigante que repta sobre manos humanas gigantescas. Un modelo de evolución improbable en cualquier universo, ¿no os parece? Pero Robert Browning tenía una imaginación impresionante.
—¿Vamos a encontrarnos con Hamlet, allá abajo, en la Tierra? —preguntó Suma IV con audible desdén.
—Oh —dijo Mahnmut—. Oh, eso estaría bien.
—No nos dejemos llevar —dijo el Integrante Primero Asteague/Che—. Orphu, ¿de dónde has sacado todas estas ideas?
Orphu suspiró. En vez de responder verbalmente, una proyección holográfica en la vaina de comunicación situada en lo alto del ajado caparazón del enorme ioniano creó una imagen que flotó sobre la mesa.
Seis gruesos libros sobre una estantería visual. Mahnmut vio que uno de los libros se titulaba En busca del tiempo perdido, volumen III, El camino de Guermantes. Lo abrió por la página 445. La imagen se centró en las letras de la página.
Mahnmut advirtió de pronto que Orphu era ópticamente ciego: no podía ver lo que estaba proyectando. Eso significaba que debía tener memorizados los seis volúmenes de Proust. A Mahnmut le dieron ganas de llorar.
Mahnmut leyó como los otros mientras las letras flotaban en el aire:
«La gente de buen gusto nos dice hoy que Renoir es un gran pintor del siglo XVIII. Pero al decirlo olvidan el elemento tiempo, y que hizo falta mucho, incluso en pleno siglo XVIII, para que Renoir fuera considerado un gran artista. Para conseguir reconocimiento, el pintor original o el artista original actúa como lo hace un oftalmólogo. El tratamiento que nos aplica con la pintura o con la prosa no siempre es agradable. Cuando ha terminado nos dice: “¡Mirad!” Y entonces el mundo a nuestro alrededor (que no fue creado de una vez y para siempre, sino que se crea de nuevo cada vez que nace un artista original) nos parece completamente diferente del mundo antiguo, pero perfectamente claro. Las mujeres pasan por la calle, completamente distintas a las que hemos visto con anterioridad porque son Renoirs, esos Renoirs que insistentemente nos negamos a ver como mujeres. Los carruajes, también, son Renoirs, y el agua, y el cielo; nos sentimos tentados a salir a pasear por el bosque que es idéntico al que vimos por primera vez y nos pareció cualquier cosa menos un bosque, como por ejemplo un tapiz de innumerables tonos, pero sin los tonos precios y peculiares de los bosques. Así es el nuevo universo perecedero que acaba de ser creado. Durará hasta que un nuevo pintor con originalidad precipite la siguiente catástrofe geológica.»
Todos los moravecs que rodeaban la mesa de mapas permanecieron en un silencio roto sólo por el zumbido de los ventiladores, los ruidos de las máquinas y la suave comunicación de fondo de los moravecs que pilotaban la Reina Mab en ese momento crítico mientras se acercaban a los anillos ecuatorial y polar de la Tierra.
Finalmente, el general Beh bin Adee rompió el silencio.
—Qué tontería solipsista. Qué basura metafísica. Qué mierda de caballo absoluta.
Orphu no dijo nada.
—Quizá sea mierda de caballo —dijo el Integrante Primero Asteague/Che—. Pero es la mierda de caballo más plausible que he oído en los últimos nueve meses de surrealismo. Y le ha valido a Orphu de Io un puesto en la bodega del sumergible La Dama Oscura cuando la nave de contacto se separe y caiga a la atmósfera de la Tierra dentro de… dos horas y catorce minutos. Preparémonos todos.
Orphu y Mahnmut se dirigían al ascensor (Mahnmut caminaba en una especie de bruma, el enorme Orphu flotaba en silencio con sus repulsores) cuando Asteague/Che llamó:
—¡Orphu!
El ioniano se giró y esperó, dirigiendo amablemente las cámaras muertas y los tallos de sus ojos hacia el Integrador Primero.
—Ibas a decirnos de quién era la Voz con la que nos vamos a encontrar hoy.
—Oh, bueno… —el amigo de Mahnmut pareció cohibido por primera vez—. Es sólo una suposición.
—Compártela —dijo Integrante Primero.
—Bueno, según mi teoría, ¿quién exigiría con voz femenina ver a nuestro pasajero… Odiseo, hijo de Laertes?
—¿Santa Claus? —sugirió el general Bin Adee.
—No exactamente —dijo Orphu—. Calipso.
Ninguno de los moravecs pareció reconocer el nombre.
—O, del universo del que proceden nuestros nuevos amigos —continuó Orphu—, la encantadora también conocida como Circe.