REIVINDICACIÓN DE DERECHOS

Las consecuencias de la Primera Guerra Mundial no fueron solo políticas. La sociedad entera cambió por completo en esos cuatro años. Con los imperios y las dinastías derribadas pasaba también a la Historia un mundo anclado en los principios del pasado, que parecía inmutable, basado en los privilegios de clase y en la incuestionabilidad de un orden que entroncaba con tradiciones seculares. En su lugar irrumpía la sociedad de masas, en la que las clases populares reclamaban su participación en este nuevo orden, una exigencia que tuvo su expresión máxima en el auge del comunismo o del fascismo.

El final de la Primera Guerra Mundial supuso un aldabonazo en la conciencia de los sectores que hasta entonces habían desempeñado un papel dócil y complaciente en sus respectivas sociedades.

Los campesinos habían descubierto en el frente una conciencia política propia que les sacará de su ancestral individualismo, al igual que los obreros, que asumirán un papel decisivo en el devenir de cada país. Los trabajadores demandarán nuevos derechos y utilizarán su poder como arma de presión política, en un contexto de desempleo, inflación y caída de los salarios. Para todos ellos, la burguesía es percibida como la auténtica responsable de la guerra, lo que originará tensiones sociales que tendrán una difícil resolución.

Al igual que los obreros, los acomplejados indígenas que habían acudido a los campos de batalla europeos a defender a la metrópoli que les tenía sometidos eran ahora conscientes de su propia fortaleza. Las potencias coloniales no eran aún conscientes de ello, pero la contienda había servido para insuflar el deseo de independencia en sus vastos imperios. Llegada la paz con la victoria de los Aliados, los naturales de sus dominios consideraban que el precio de su sacrificada y decisiva ayuda no podía ser otro que la liberación de sus países de origen. No entendían que el principio de autodeterminación defendido por el presidente Wilson fuera válido para las naciones europeas pero no lo fuera para sus territorios. No obstante, estos deseos no se verían satisfechos en esa primera posguerra y deberían quedar postergados hasta después de 1945.

La mujer, que había tenido que ocupar en las fábricas los puestos que habían dejado los hombres movilizados, tampoco estaba dispuesta ahora a regresar al papel pasivo que hasta entonces se había visto obligada a desempeñar. Sus ansias de independencia y autorrealización tendrían su reflejo en el mundo laboral, en la moda o en la política, con la reivindicación del derecho a voto. En Gran Bretaña, las mujeres obtendrían este derecho en 1918, pero en Francia no tendrían el mismo éxito en sus reivindicaciones, puesto que no lo alcanzarían hasta 1945. En cambio, la tradicional Turquía daría este importante paso en 1934.

Un mapa de la época refleja las pérdidas territoriales sufridas por las potencias centrales y Rusia. Estos cambios en el mapa europeo provocarían nuevos conflictos en el futuro.