Capítulo 11

ESTALLA LA REVOLUCIÓN

A

 lo largo de toda la guerra, existió el convencimiento de que el resultado final se estaba dilucidando en el escenario del frente occidental. Las trincheras de Flandes eran el principal punto de atención de los contendientes, y daba la impresión de que cualquier giro en desarrollo del conflicto debía pasar obligatoriamente por un cambio en ese escenario.

Sin embargo, ya hemos visto que la Gran Guerra se desarrolló en innumerables frentes, muchos de ellos secundarios, como Mesopotamia o África Oriental, aunque hubo otros, como el frente oriental, que requirieron una cantidad ingente de efectivos. Si las Potencias Centrales hubieran dispuesto libremente de los ejércitos empleados en combatir al Imperio ruso, es muy probable que el equilibrio del frente occidental se hubiera roto muy pronto a su favor.

En 1914, tal como quedó señalado en el segundo capítulo, los rusos lanzaron un ataque contra la Prusia oriental. Los alemanes, gracias a la astucia y a su excelente red ferroviaria, lograron frenar el avance ruso. Pero aun así, el peligro de que los ejércitos del zar irrumpiesen masivamente en territorio germano o austríaco no había sido conjurado. Los rusos se habían atrincherado a lo largo de la cadena montañosa de los Cárpatos, teniendo ante sí la llanura húngara, por lo que tenían capacidad para asestar un duro golpe al tambaleante ejército austrohúngaro.

Era necesario desalojar urgentemente al enemigo de esa posición tan ventajosa. Mientras que los alemanes apostaban por caer sobre las fuerzas rusas en territorio polaco desde el norte, los austríacos se inclinaban por avanzar frontalmente a lo largo de un frente de cincuenta kilómetros, entre las ciudades de Gorlice y Tarnow. Al final, se acordó esta última opción. El encargado de llevarla a cabo sería el general alemán August von Mackensen, un veterano de la guerra franco-prusiana de 1870.

La ofensiva se lanzó el 1 de mayo de 1915. Las tropas de Von Mackensen arrollaron a los rusos y en pocas horas fueron hechos prisioneros cerca de 20.000 soldados. Se produjo una retirada general entre las tropas del zar, pero los alemanes no fueron lo suficientemente rápidos para cercarlas por completo, permitiéndoles efectuar un repliegue ordenado. A esta incapacidad germana para alcanzar una rotunda victoria no fue ajena la encarnizada resistencia de los rusos en Tarnow. Aun así, el éxito alemán fue rotundo, puesto que sirvió para alejar el peligro ruso y cambiar por completo la situación estratégica en la región a favor de los Imperios Centrales.

Esa batalla, conocida con el nombre de Gorlice-Tarnow, no ha disfrutado del renombre de otras batallas de la Gran Guerra, pero su importancia en el desarrollo de la contienda fue trascendental. A partir de ese momento, con el frente oriental bajo control, Alemania pudo centrarse de lleno en el frente occidental y diseñar con calma y dedicación la ofensiva que tendría lugar al año siguiente en Verdún.

Si los alemanes se habían visto obligados en 1915 a prestar atención a lo que sucedía en los Cárpatos, y a concentrar allí sus mejores tropas, los Aliados también tenían fuerzas distraídas del frente principal, en este caso en una región muy alejada de sus intereses tácticos. El 5 de octubre de 1915, tropas franco-británicas procedentes de la frustrante campaña de Gallípoli desembarcaron en el puerto griego de Salónica, con el fin de proteger a Serbia de un ataque búlgaro. Los Aliados avanzaron hacia el norte, pero un decidido ataque de los búlgaros les impidió tomar contacto con los serbios. Por su parte, estos habían comenzado una penosa retirada de invierno al oeste, sobre las montañas albanesas, para refugiarse en la isla de Corfú.

El general alemán August von Mackensen, un veterano de la guerra franco-prusiana. Dirigió a las tropas germanas en la Batalla de Gorlice-Tarnow, infligiendo una severa derrota a los rusos, que dejaron así de amenazar la llanura húngara desde los Cárpatos.

En la primavera de 1916, los Aliados concentrados en Salónica fueron reforzados con los serbios procedentes de Corfú y algunas tropas rusas. Tras una exitosa campaña búlgara, la contraofensiva aliada logró arrebatar varias conquistas de los búlgaros en noviembre de 1916, pero las operaciones posteriores, de marzo a mayo de 1917, se demostraron ineficaces. El frente de Salónica inmovilizó a medio millón de soldados aliados, que no alcanzaban a comprender exactamente el sentido último de su misión en el extremo sur de los Balcanes.

Más lógica parecía, por el contrario, la campaña militar que los rusos lanzarían en el verano de 1916. Con el fin de desviar la potencia alemana en el frente de Verdún, y ayudar así a sus aliados occidentales, los rusos iniciaron una ofensiva que alcanzaría un inesperado éxito, pero que a la postre resultaría tan espectacular como engañosa.