La confirmación de que se iba a desarrollar un conflicto a escala planetaria llegó bien pronto para los alemanes. Poco acostumbrado a sostener campañas militares en el otro lado del globo, el pueblo germano tuvo que buscar en los libros de geografía la situación exacta de la ciudad china de Tsingtao, cuyo nombre actual es Jiaozhou.
Tsingtao, en el extremo sur de la península de Shandong, se había convertido en un enclave alemán en 1897, en un régimen de concesión por 99 años similar al que los ingleses disfrutaban en Hong Kong[19]. Su puerto era la principal base de la marina germana en Extremo Oriente. Desde allí podía proteger las posesiones alemanas en el Pacífico: las islas Marshall, las Carolinas y las Marianas, estas últimas adquiridas a España en 1899.
Antes de la guerra, británicos, franceses y rusos habían asistido con temor y desconfianza a la presencia germana en China. Al estallar el conflicto, surgió una oportunidad inmejorable para expulsar a los alemanes de ese estratégico escenario. Londres solicitó a Tokio su apoyo en la contienda, una demanda a la que no pudieron resistirse los japoneses, con la vista puesta en las apetecibles colonias alemanas. Por tanto, Japón lanzó el 15 de agosto un draconiano ultimátum a Alemania, exigiéndole la entrega de Tsingtao sin contrapartidas, por lo que era claramente inaceptable. El 23 de agosto expiró el plazo y el gobierno nipón declaró la guerra al káiser.
La armada imperial japonesa, con refuerzos procedentes de la marina británica, procedió a bloquear los accesos a Tsingtao, que en esos momentos estaba desprotegida, puesto que el grueso de la flota germana había partido para adentrarse en el Pacífico, tal como hemos visto en el capítulo dedicado a la guerra naval. A partir del 2 de septiembre se produjeron desembarcos nipones en áreas próximas al enclave. Por su parte, la guarnición alemana contaba solamente con 3.000 hombres, apoyados por un millar de chinos y austrohúngaros para hacer frente a más de 23.000 soldados japoneses dispuestos a tomar la colonia a cualquier precio. El contingente nipón recibió además el refuerzo de 1.500 soldados británicos.
Un grupo de colonos alemanes residentes en Tsingtao. Los japoneses ambicionaban apoderarse de esta colonia para eliminar la competencia germana en la región.
Los alemanes, en clara inferioridad, permanecieron a la expectativa. La aparición de un tifón supuso un paréntesis en las operaciones. El 13 de septiembre, con el tiempo de nuevo en calma, se produjo el primer enfrentamiento, iniciado por un ataque de la caballería nipona, que provocó una retirada alemana hacia la ciudad, quedando totalmente rodeada. Aunque las tropas germanas lanzaron algún contraataque, los japoneses no se vieron superados y pudieron consolidar sus posiciones cavando una red de trincheras.
El 26 de septiembre, las tropas niponas se lanzaron al asalto de la ciudad. Los alemanes se iban retirando hacia la última línea de defensa, dejando la pequeña fortaleza de la colina Príncipe Heinrich como núcleo de resistencia. Allí los alemanes se defendieron heroicamente en un duro combate nocturno hasta que no les quedó otra opción que rendirse.
La guarnición germana decidió contraatacar a la desesperada el 2 de octubre, consiguiendo tomar algunas trincheras niponas, lo que alimentó las esperanzas de resistir. La llegada de un nuevo tifón favoreció a los defensores, a lo que se sumó el hundimiento de un crucero japonés. Pero a finales de mes, una vez amainado el temporal, nipones y británicos comenzaron a bombardear con insistencia las fortificaciones germanas. Los soldados nipones, día a día, fueron cerrando el círculo, mientras los alemanes lanzaban algún contragolpe destinado al fracaso.
Finalmente, tras violentas cargas a la bayoneta por ambos lados —incluido un anacrónico duelo a espada entre un capitán nipón y un teniente germano—, el 6 de noviembre irrumpieron las tropas japonesas en la ciudad sitiada, rindiéndose la guarnición teutona al día siguiente.
Los alemanes habían perdido 199 hombres, mientras que las fuerzas niponas contabilizaron más de 700 muertos. Los británicos solo anotaron 16 bajas mortales. Los japoneses dieron ese alto coste como bien empleado, ya que el puerto quedaría en su poder. La Royal Navy se apropió de los barcos de guerra germanos que eran aún aprovechables, y que a partir de entonces combatirían bajo pabellón británico.
En cuanto a las colonias en el Pacífico, dos meses antes de caer Tsingtao, la Nueva Guinea alemana había sido conquistada por tropas australianas, apoderándose así de su importante base naval.
En los días siguientes se producía la ocupación del resto de colonias alemanas en el Pacífico, en su mayoría por fuerzas japonesas.
La guerra en Oriente aún tenía reservado otro capítulo, en este caso anecdótico. En marzo de 1917, China declararía la guerra a Alemania, y en agosto haría lo propio con el Imperio austrohúngaro. Pese a que las Potencias Centrales ya no tenían por entonces ninguna presencia en esta parte del mundo, el gobierno de Pequín quiso así ganarse las simpatías de los Aliados en competencia con sus enemigos históricos, los japoneses, aunque los efectos de la entrada en la guerra del gigante chino serían insignificantes.