SOLDADOS RUSOS EN ESCOCIA

Si la historia del canadiense crucificado se creó y consolidó fue gracias a la falta de comprobaciones sobre la veracidad de ese hecho. Un caso similar fue el de los soldados rusos que, supuestamente, habían desembarcado en Escocia para desplazarse por ferrocarril a través de Gran Bretaña hasta la costa del Canal de la Mancha para, desde allí, acudir al frente occidental en ayuda de las tropas aliadas.

Sin embargo, en este caso no estaríamos tratando de un mito o una leyenda, sino más bien de lo que se conoce como leyenda urbana. Con este término se designa una historia extravagante pero verosímil, urdida meticulosamente, y que circula de boca en boca como si hubiera ocurrido realmente. El protagonista o el testigo del suceso nunca es el propio narrador, sino «un amigo» o alguien al que el narrador no conoce personalmente, y el hecho es siempre situado en un escenario concreto para reforzar el realismo del argumento, que depende de la verosimilitud de los detalles.

En agosto de 1914, mientras las tropas alemanas avanzaban a través de territorio belga, los británicos se hallaban confiados en que sus tropas, unidas a las francesas, lograrían detener la ofensiva germana por el país cuya neutralidad había sido violada. Pero a finales de ese mes ya era evidente que no se había conseguido ese objetivo, y que más bien debían centrarse en defender los puertos del Canal de la Mancha y en salvar París.

Fue entonces, el 27 de agosto, cuando se «confirmó» un rumor que venía circulando desde unos días antes. Un fuerte retraso en los trenes que circulaban entre Liverpool y Londres fue achacado a las necesidades de transporte de unas supuestas tropas rusas que habrían desembarcado en Escocia para sumarse a las fuerzas franco-británicas que luchaban en el frente occidental.

En pocas horas se extendió por toda la geografía británica la noticia de que varios trasatlánticos, cargados de soldados rusos, habían llegado al puerto escocés de Aberdeen procedentes de Arkangel. Desde Aberdeen estaban siendo transportados por ferrocarril hasta los puertos del Canal de la Mancha para ser trasladados al continente, lo que explicaba los retrasos en la red ferroviaria.

A partir de aquí comenzaron a proliferar los testimonios que daban fe de esa vasta operación de traslado. Se contaba que los jefes de estación debían barrer la nieve dejada por las botas de los rusos en los andenes —y eso que era el mes de agosto—, que esos soldados iban vestidos con «varias capas de pieles» y que venían con sus propios caballos, hubo quien dijo haberlos visto pertrechados con arcos y flechas en lugar de fusiles, y hasta circuló la noticia de que 10.000 de ellos habían sido vistos marchando por las calles de Londres camino de la estación Victoria.

Entonces se dio un curioso fenómeno; sobre la presencia de los rusos no salió ni una noticia en los diarios británicos, debido a la censura que impedía publicar información militar no oficial, pero la prensa norteamericana sí que reflejó el rumor haciéndose eco de las impresiones de sus compatriotas que residían en suelo inglés. De este modo, ese rumor, convertido ya en noticia, se expandió por los países neutrales, llegando a su vez a la propia Gran Bretaña revestido ya de toda credibilidad.

El número total de rusos desembarcados en Escocia variaba mucho, oscilando entre 70.000 y 250.000. El propietario de una finca cercana a Aberdeen aseguraba —tal como publicó la prensa norteamericana— que solamente por sus terrenos había pasado una columna de 125.000 soldados rusos. Pero al final fue la cifra de 70.000 la comúnmente aceptada, y la que los alemanes, que también estaban al corriente de la historia, tenían presente a la hora de planificar sus avances, temerosos de que esos hipotéticos refuerzos pudieran dificultarlos.

Por su parte, el gobierno británico asistió con cierta satisfacción a la extensión del bulo, puesto que beneficiaba claramente los intereses nacionales. En un momento en el que las noticias que llegaban del frente no eran demasiado esperanzadoras, la supuesta presencia de esos soldados rusos ayudaba a mantener alta la moral del pueblo británico y a suscitar dudas en el enemigo. La prueba de que el mantenimiento de esa patraña era beneficioso es que el gobierno no desmintió oficialmente la noticia hasta el 15 de septiembre, cuando ya se había decidido la batalla del Marne y los Aliados habían conseguido detener la ofensiva alemana sobre la capital francesa.

¿Hasta qué punto el propio gobierno de Londres colaboró en la extensión, si no en la creación, de esa falsa noticia? Eso es imposible saberlo, pero la realidad es que la historia de los soldados rusos fue un providencial balón de oxígeno en un momento en el que la moral de la Entente se encontraba muy tocada.