Los hechos históricos referentes a esta entrevista están expuestos con detalle en el anterior capítulo. Agentes enviados por Luis habían tentado al pueblo de Lieja para que se revelase contra su superior, el duque Carlos, y perseguir y asesinar al obispo. Pero Luis no estaba preparado para que actuasen con tanta rapidez. Cogieron las armas con la temeridad de la chusma voluble; hicieron prisionero al obispo; le amenazaron e insultaron, y rompieron uno o dos de sus cañones. Estas noticias fueron enviadas al duque de Borgoña en el momento en que Luis tan desprevenidamente se había puesto en su poder, y la consecuencia fue que Carlos colocó guardias en el castillo de Peronne, y sintiendo mucho la traición del rey de Francia al excitar la sedición en sus dominios, mientras aparentaba demostrar la más íntima amistad, deliberaba si ordenar o no la muerte de Luis.
Tres días estuvo detenido Luis en esta situación precaria, y fue sólo su gran liberalidad para con los favoritos y cortesanos de Carlos lo que, a la postre, le libró de la muerte o la deposición. Comines, que era el chambelán del duque de Borgoña en esta época, y dormía en su habitación, dijo que Carlos ni se desnudó ni durmió, sino que de vez en cuando se echaba sobre la cama, y otras veces paseaba como alocado por la habitación. Pasó tiempo antes de que se suavizase esta disposición colérica. Por fin, sólo accedió a dar a Luis su libertad, a condición de que acompañase en persona a sus tropas, que emplearía en someter a los rebeldes, a quienes sus intrigas habían inducido a tomar las armas.
Ésta fue una alternativa amarga y degradante. Pero no viendo Luis otro procedimiento para arreglar los efectos de su temeridad, no sólo se sometió a esta condición vergonzosa, sino que juró cumplirla sobre un crucifijo, que se cuenta perteneció a Carlomagno. Estos detalles son debidos a Comines. Hay un sucinto epítome de ellos en la Historia de Francia, vol. I, de sir Nathaniel Wraxall.