Después de la batalla de Montlhéry, en 1465, Carlos, entonces conde de Charolais, tuvo una entrevista con Luis bajo las murallas de París, cada uno al frente de un pequeño séquito. Los dos príncipes se apearon y pasearon juntos tan embargados en la discusión del asunto que motivaba su encuentro, que Carlos olvidó la peculiaridad de su situación, y cuando Luis se volvió hacia la población de París, de donde venía, el conde Charolais le acompañó hasta rebasar la línea de las fortificaciones exteriores que rodeaban a París y penetrar en una zona de obras de campaña que comunicaban con la población por una trinchera. En esta ocasión sólo tenía cinco o seis personas en su compañía. Su escolta se alarmó respecto a su seguridad, y sus acompañantes de más categoría se adelantaron hacia donde le habían dejado, recordándole que su abuelo había sido asesinado en Montereau en una entrevista similar el 10 de septiembre de 1419. Con gran alegría suya, el conde volvió ileso, acompañado de un guarda de la escolta de Luis. Los borgoñeses le increparon por su acción en términos poco mesurados.
—No hablemos más de esto —dijo Carlos—; reconozco toda mi locura, pero no me percaté de lo que hacía hasta que penetré en el reducto. Memorias de Felipe des Comines, cap. XIII.
Luis fue muy elogiado por su buena fe en esta ocasión, y es natural que el duque le recordase cuando su enemigo se puso de un modo tan inesperado en su poder con su visita a Peronne.