Felipe des Comines fue descrito en anteriores ediciones de esta obra como un hombre pequeño, más adecuado para el consejo que para la acción. Ésta era una descripción hecha algo a la ventura, y que discrepa de los retratos militares en que la época abunda. El historiador Sleidan, apoyándose en la autoridad de Matthieu d’Arves, que conoció a Felipe des Comines y había servido en su casa, dice que era un hombre de alta estatura y noble presencia. El erudito monsieur Petitot, editor de la edición de Memorias relativas a la historia de Francia, obra de gran valor, insinúa que Felipe des Comines intervino en los juegos de jinetes y en los festivales celebrados con motivo de la boda de Carlos de Borgoña con Margarita de Inglaterra en 1468. (Ved la Crónica de Juan de Troyes en la edición de Petitot de Memoirs Relatifs à l’histoire de France, vol. XIII, pág. 375, nota). He consultado a Oliver de la Marcke, quien, en el libro II, cap. IV de sus Memorias, da amplia relación de estas «bárbaras vanidades», compuestas de artículos tan variados como la bolsa del viejo mercader Peter Schleml, que llevaba en ella todo lo que uno pudiera desear. Figuran en esa espléndida descripción caballeros, damas, pajes y arqueros, y además buena provisión de castillos, fieros dragones y dromedarios; hay leopardos cabalgando sobre leones; hay rocas, vergeles, fuentes, lanzas rotas y los doce trabajos de Hércules. En tan brillante mezcolanza tuve alguna dificultad para encontrar a Felipe des Comines. Es, sin embargo, el primero que cita de una lúcida banda de asaltantes, caballeros y nobles, hasta veinte, quienes, con el príncipe de Orange como jefe, lucharon en un torneo general con una partida del mismo número bajo el calavera Adolfo de Cleves, que actuó de retador con el romántico título de Arbre d’or. El encuentro, aunque efectuado con armas de salón, fue muy fiero, y tuvo que ser concluido por la fuerza y no sin dificultad. Felipe des Comines tiene, por consiguiente, derecho a aplicársele lo de tam Marte, quam Mercurio, aunque, cuando consideramos la obscuridad en que ha quedado sumida el resto de su troupe dorée, no tenemos duda en apreciar la más valiosa de sus cualidades.