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Al ser americanos, la frontera la pasamos sin ningún problema y con un pequeño soborno, no quedó constancia de nuestro paso. Nos citamos con el amigo de Yerri, en una tabernucha de un pueblecito llamado Segunda Veracruz. Hacía un calor insoportable y las malditas moscas nos estaban comiendo vivos. En cuanto cruzó la puerta de entrada, le reconocí y eso que sólo le había visto una vez en Stamp. Era bajo, regordete, con unas gafas redondas que no paraba de limpiar y con un pelo tan ralo que parecía calvo. Sus glándulas sudoríparas habían empapado la camisa casi en su totalidad. Con una nerviosa sonrisa y tras saludar a Yerri, se sentó en nuestra mesa.

—Esteve Guzmán, éstos son Mark Temple y Susan Sen.

—Encantado —respondimos al unísono.

—Esteve, fue unos de los ingenieros que diseñó y ayudó a construir la base.

—¿Estaban en Stamp, verdad? —nos preguntó.

—Sí, antes de que todo se fuera al carajo —le respondí.

—¿Qué es lo que quieren de mí? —preguntó nervioso mirando a todas partes.

—Queremos saber cómo podemos inundar Stamp.

—No se puede —respondió quitándose las gafas, limpiándolas y volviéndoselas a poner.

—¿Seguro?

—Sin entrar y tras dos semanas de intenso trabajo por toda la base, no.

—Entonces la idea no vale.

—De todas formas estamos bien jodidos. Yo les recomiendo que disfruten todo lo que puedan antes del final —dijo sorbiendo la cerveza que acababa de dejar el zafio camarero.

—No sea tan pesimista. Si esos militares descerebrados no hacen alguna estupidez, no corremos un peligro inmediato —dije, no te ofendas Yerri…

—No lo hago.

—Ya. Hay algo que no saben. Cuando se construyó Stamp, alguien la cagó y lo hizo a base de bien.

—¿Qué insinúa?

—Que la maldita base está en la trayectoria de la falla, ¡DE LA GRAN FALLA!

—¿La gran falla de California? ¿La que provocará el Big One?

—Esa misma, que provocará el gran terremoto final, San Francisco será destruida y Manhattan se separará del continente convirtiéndose en una isla arrasada. Morirán millones de personas, aunque eso ya no importará.

—¿Y la base no aguantará el temblor?

—¿Un temblor de escala nueve coma ocho o más? —preguntó irónico—. Nada aguantará ese temblor.

—Pero habrá un ejército en la zona preparado para contenerlos —dijo Susan inocentemente.

—No habrá nadie y mucho menos un ejército en pie en ese lugar, preparado para contenerles. Está casi en la falla. La tierra se levantará en olas con tal violencia que destruirá todo lo que esté en la zona.

—¿Cuándo será ese terremoto? —preguntó Susan.

—Dentro de diez, veinte, treinta años… ¿Quién sabe?

—Aún tenemos tiempo de preparar algún plan de ataque —dijo Yerri.

—O puede que sea mañana —dijo echando todas nuestras esperanzas por tierra.

—Tal vez se les pueda contener. No serán muchos y en ese desierto no hay mucho que comer… —comencé.

—Hay tres centrales nucleares en la zona. Dos muy cerca que sin duda también sufrirán gran cantidad de daños. Cuando las alcancen, serán imparables —profetizó Esteve.

Tras eso, contamos a Esteve lo que nos relató Lara. Tras escucharnos atentamente se volvió a quitar las gafas y tras limpiarlas de nuevo nos miró a los tres.

—¡Así que han estado seis años inactivos! ¡No me lo puedo creer! —dijo elevando la voz indignado. Un par de borrachos nos miraron de reojo, volviendo enseguida a sus bebidas.

—Hemos hecho todo lo que hemos podido. El Gobierno nos ha hundido. No tenemos credibilidad, nadie nos escuchará —dije entre indignado y dolido por la acusación.

—Lara no quería que se dirigiera a las televisiones o radios o a la prensa. Todos esos medios están controlados por los gobiernos de los distintos países.

—¿Y cual no lo está?

—Los libros. Los libros no se pueden censurar. Llegan a todas partes y a todo el mundo que quiere. Si yo fuera él, sería el lugar en el que buscaría. Publiquen un libro contando esto y él irá a ustedes.

Ésta es la razón por la que he escrito este libro. Sólo espero que él venga a mí o si no, en breve, todos estaremos perdidos. Os espero mi Príncipe.

QUE LA SABIDURÍA OS GUÍE.

QUE LA PAZ OS ACOMPAÑE.

QUE EL BIEN OS PROTEJA.