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BASE STAMP POINT. 9.00 PM.

CÓDIGO ROJO.

—Central, estamos conteniéndolos en el subnivel diecisiete.

—Bien Sargento Yerri. Aguanten la posición —dijo una nerviosa voz.

—Aquí subnivel dieciséis. La enfermería está casi evacuada.

—Escuche Yerri, deben resistir por lo menos cuatro horas hasta que lleguen los refuerzos —dijo la voz.

—¿Cuatro horas? ¿Está loco? Si resistimos treinta minutos me como la gorra. He perdido a más de la mitad de mis hombres en el repliegue. Envíeme a cualquiera que pueda empuñar un arma. ¡Necesito refuerzos y los necesito ahora! ¿Quién demonios es usted?

—Teniente de infantería en régimen de prueba.

—¿Un novato? ¡Mierda!

—Siento decirle que es usted el único mando ahí abajo. Debe resistir hasta que lleguen los refuerzos dentro de cuatro horas —dijo la voz que parecía que estaba a punto de echarse a llorar.

—¿Cuatro horas? ¡Y un cuerno! ¡Sáquenos de aquí! ¡Ya!

—Mire Sargento, las ordenes son…

—¡Sargento ahí vienen de nuevo! Sarggg… ¡Aaaaaaah…!

—¡Disparad, maldita sea, disparad!

—Sargento acabo de recibir…

—¡Dios! ¡Sáquenos de aquí!

Se produjo un leve chasquido en la línea. Alguien acababa de conectar.

—Escuche Sargento Yerri. Soy el General Bart Kalajan. Estoy con el Presidente y acaba de ordenar el sellado de la base. Tiene treinta minutos para salir de esas plantas. Después activaremos el PSA.

—¿Están locos? Tengo docenas de hombres desperdigados por todos los pasillos y por más de diez plantas, sin contar a los cientos de civiles que se hallan aislados en los subniveles inferiores. La mayoría, en ese tiempo, no podrán llegar ni siquiera a este subnivel.

—Sargento, le quedan veintinueve minutos para salir de ahí —dijo el General con voz serena.

—¡Mierda!