ARCHIVO PRIVADO DEL PRÍNCIPE PRANCE DE SER Y CEL.
PRIMER DÍA EN LA GRAN DAMA.
Tras recibir el Traje, el Maestro nos envió de vuelta a nuestros aposentos, ahora pienso que fue más para reflexionar que para descansar, ya que el Traje había eliminado todas nuestras carencias físicas. No había más que mirar nuestros rostros para adivinar que estábamos deseando aprender a manejarlo, pero no podíamos ni soltar una de las armas, parecían soldadas. Había que armonizarse con el Traje antes que nada, nos dijo el Maestro.
Una vez en mi cubículo y con la puerta cerrada, comencé a flotar manteniéndome a distancia de las paredes. Cerré los ojos varias veces intentando dormir pero con escaso éxito. Me sentía pletórico, lleno de energía, tenía ganas de hablar y jugar. Debería estar rendido pero el Traje me proporcionaba absoluto bienestar. Al no poder estar más tiempo sin hacer nada, decidí salir al pasillo, cosa que me llevó un buen rato porque no sabía cómo salir del campo gravitatorio. Fuera estaba Katrina que tenía su cubículo junto al mío.
—Hola —me dijo sonriendo—. Te ha costado salir, ¿verdad?
—Sí. Me he puesto a patalear como un bobo, en vez de simplemente dar la orden para que se me impulsara hacia la puerta.
—A mí me ha ocurrido lo mismo. ¿Has podido dormir? —me preguntó.
—No. No tengo sueño y es extraño, llevamos mucho tiempo levantados. Tiene que ser por el Traje.
En ese momento salió Urgan bufando. Que nos miró con complicidad.
—Otro que ha descubierto el don de la palabra —dijo Katrina bromeando.
—¿No os sentíais como en ese sueño que corres pero no avanzas? —nos preguntó.
—Sí, creo que todo el mundo ha tenido ese sueño alguna vez —le respondí—. Por cierto, ¿tenéis hambre? —les pregunté.
—No —me respondieron al unísono.
—Espero que nos den de comer. ¡Me encanta comer! —exclamó Katrina.
De pronto le presentimos. Era el Maestro que se acercaba por uno de los extremos del pasillo, no estaba a más de veinte metros. Aunque la iluminación era excelente, no le habíamos visto o tal vez no nos habíamos fijado que estaba allí.
—Vaya, vaya… ¿qué tal?
—Bien, Maestro —le respondí.
—¿Podremos comer? —preguntó Katrina algo angustiada.
—Sí, preciosa. Haré que Dama te deje todos los días algo de comida en tu cubículo.
—Espero que no sea carne de «tran».[9] Odio como huele —dijo Urgan.
—Tranquilo, ya me he informado de esos pequeños detalles. La razón por la cual no tenéis hambre, como ha apuntado Prance, es por el Traje. Vuestro organismo ha cambiado, se ha fusionado con el Traje, eso significa que podéis alimentaros de casi cualquier cosa. Aunque a veces, el gasto de energía para absorberlas, sea más alto que la energía obtenida. La realidad es que cada vez tomareis menos comida, digamos, para dedicaros a absorber energía, lo que implicará que vuestros estómagos se irán reduciendo por la falta de uso real, pero no es malo ya que cuando queráis, con un poco de uso, volverán a ser normales.
—¿Podemos alimentarnos de radiación? —pregunté sorprendido.
—Sí. No suele ser normal, pero no habría problema.
—¿De luz? —preguntó Katrina sorprendiendo al Maestro.
—Sí, pero a no ser que sea muy intensa, no es apreciable.
—¿Entonces es imposible morir de hambre ya que todo nos da energía? —pregunté.
—No es tan sencillo. Puede ser que la energía que absorbas sea inferior a lo que gasta el Traje ya sea en combate o por mantener vivo al Guardián por sus heridas.
—¿Si todo nos da energía, no habrá algún sitio dónde no habrá «comida»? —preguntó Urgan.
—Me temo que sí que hay sitios, os voy a poner dos ejemplos estáis en un planeta tan alejado de su estrella y falto de atmósfera que se encuentra helado, no hay energía solar suficiente ni para alimentar ni al insecto más débil, no hay casi radiación. El Traje gastará energía en manteneros calientes y permitiros respirar. Si no salís de ese lugar moriréis sin remedio. Al igual, y éste es el segundo ejemplo, que si por cualquier causa, quedáis a la deriva en el espacio sin más protección que el Traje. Si no os rescata nadie, la energía se acabará y moriréis.
—¿Cuánto tiempo podríamos sobrevivir en el espacio? ¿Mucho? —preguntó una niña llamada Tífery de Jally Nucka, que por su aspecto casi debería tener diez años. Su pelo liso y largo, casi hasta la cintura, le hacía parecer más alta.
—Si pudieras respirar, bastante, pero el Traje gastaría gran cantidad de energía en la fabricación de oxígeno o sustitutivos para que siguierais con vida. El tiempo total depende de cada Guardián, ya que cuanto más viejo, fuerte y capacitado, más energía tendría y por tanto, más tiempo duraría.
—Entonces vos, Maestro, duraría muchísimo —afirmó Morko.
—Comparado ahora con vosotros sí, pero también depende de la voluntad y confianza en sí mismo. En ese instante, salió Tógar, bufando, todo rojo. Con él, ya estábamos todos en el pasillo.
—En resumen, fin de energía, fin de protección del Traje, sólo quedará la fuerza del cuerpo del Guardián en cuestión. Cuánta más energía se gasta, más cuesta recuperarla, por eso, en el caso de una emergencia, se puede acoplar al Guardián en una máquina de energía pura que más tarde os mostraré.
—¿No sería más seguro llevar siempre con nosotros una de esas máquinas? —preguntó una chica que estaba detrás de mí.
—No. Son bastante grandes. Haría falta un vehículo especial para transportarlo y eso a escala individual no sería práctico —dijo pensativo—, y los portátiles no tienen mucha capacidad. Por lo que veo ninguno desea descansar, así que vamos a ir a una sala de juegos, un tanto especial —continuó sonriendo un poco.
Tras recorrer varios pisos, llegamos a una amplia sala con varios cientos de máquinas que parecían huevos gigantes tumbados. Nos colocó a cada uno en una siguiendo una de las filas.
—Atentos guardianes. Ésta va a ser vuestra máquina particular de control. Quedarán registrados todos vuestros entrenamientos mientras seáis aprendices. Gracias a ella podréis ver, revisar, mejorar y perfeccionar todos vuestros avances y resultados.
El interior de la máquina era una copia exacta a la cabina de un caza de combate, los cuales todavía no habíamos visto pero como nos explicó el Maestro, había varios espaciopuertos llenos. Al entrar y sentarme, el asiento se auto ajustó volviéndose realmente cómodo. El proceso duró menos de un segundo y acto seguido se cerró la compuerta de acceso, activándose todas las pantallas interiores, adquiriendo el ya característico color. Los paneles se volvieron ligeramente verdes fosforescentes. A la altura de mi ombligo, un sistema de mandos iguales a los de Tankai, con los que sin duda se debía pilotar el caza. No había comenzado a observar todo lo que contenía la cabina cuando oí, al igual que mis compañeros, la voz del Maestro.
—Para poder pilotar un caza debéis tener el casco puesto. Observad vuestro OB Cuando pulséis la tecla alargada, el ordenador se activará y, por lo tanto, el Traje a todos los niveles. No notaréis ningún cambio a excepción de que cuando deseéis que el casco se active, éste lo hará automáticamente. Ahora pulsad la tecla.
Cuando lo hice, no noté ningún cambio pero en cuanto pensé en el casco, éste me envolvió toda la cabeza. Surgió de mi nuca, de mi ser, el Traje y yo éramos la misma cosa. Reflejado en la pantalla frontal, observé que no se me veía el rostro, pero yo ni siquiera notaba que tuviera algo ante los ojos o me molestara al respirar. Tenía el mismo color que el Traje, dándome un aspecto amenazador.
—Compruebo que todos lo habéis activado. De momento, no lo usaréis para nada hasta que aprendáis a manejar un caza por vosotros mismos. Vuestra destreza se sumará a la ayuda del casco y de la propia computadora del caza. Cuando aprendáis a manejarlo, habréis aprendido a manejar cualquier nave de la Gran Dama, por supuesto un caza es más rápido y fácil de maniobrar, porque su masa es pequeña, pero en síntesis es lo mismo. También supongo que os preguntaréis cómo funcionan todas esas pantallas y controles… no os lo voy a decir. Deberéis descubrir para qué sirven y cómo se utilizan correctamente vosotros solos. Un solo dato, al ser este vuestro primer día, apareceréis en el espacio virtual todos alineados. Suerte y que gane el mejor.
Sin pensarlo dos veces decidí hacer como el Maestro con Tankai.
—Caza, actívate —le dije en tono imperativo.
Las pantallas se volvieron transparentes dejando ver un espacio estrellado. Miré a mi derecha e izquierda viendo unos cazas iguales que el mío que también permanecían estáticos. Por lógica, el piloto de mi izquierda debía ser Tora de Ñark y Selam, puesto que fuera estaba a mi lado, pero no lograba recordar quién estaba en la máquina de la derecha. En el interior de mi casco cada vez que miraba a uno de los cazas aparecían las letras «ENE», de enemigo sin duda alguna.
Pronto vi que mis compañeros se movían erráticamente, sin rumbo ni destino. En pocos minutos todos se habían salido de la fila, a excepción del que tenía a mi derecha. Había gran cantidad de teclas y pequeñas pantallas, sinceramente no sabía por dónde empezar hasta que recordé un consejo de mi padre que le gustaba repetir «todo lo que está hecho en este mundo, está fabricado de forma que hasta el más tonto sepa manejarlo».
—Caza, permanece en tu posición en el espacio aunque mueva los mandos de avance, retroceso, etc, etc. Permíteme sólo girar en cualquier sentido dada mi posición actual —le ordené imperativamente sin saber si me obedecería.
Posé con suavidad mis manos sobre las dos medio esferas que estaban a la altura de mis codos, notando cómo se adaptaban a mis enguantadas manos. Al mover una de ellas, el caza empezó a girar suavemente hacia un lado y ligeramente escorado. Tras varios minutos, comprobé que, combinando las dos manos, se podía girar en uno u otro sentido, arriba y abajo, todo dependía de la presión y el ángulo para la dirección o velocidad. Había dos movimientos que no me permitía hacer con las esferas, adelante y atrás. El caza las había bloqueado. Los demás cazas seguían rotando locamente y sin sentido, y cada vez que uno pasaba delante de mí, la «ENE» aparecía sobre él. Así que comprendí que debía destruirlos.
—Activa el sistema de ataque de forma «seguimiento automático», de naves enemigas —le dije sin demasiado convencimiento, pero en el acto apareció sobre la nave más cercana, un círculo con un aspa sobre el caza «ENE».
Giré la cabeza para observar al caza que permanecía parado, al igual que yo, y descubrí que ya no estaba. En ese momento me di cuenta que no estaba estático y que seguía girando, ya que el caza que tenía en la diana se había desplazado hacia arriba, y ahora encañonaba a otra. Sólo había un movimiento que no había probado y era acercar las manos una hacia otra, obteniendo el resultado deseado, la detención absoluta del caza.
—Abre fuego sobre todo enemigo que esté a tiro y no te detengas hasta que sea destruido —le dije, y sin casi dejarme terminar, comenzó a disparar ráfagas de láser de color verde, que impactaban sobre los cazas, que uno tras otro estallaban y desaparecían de la pantalla. Mientras, me dedicaba a rotar sobre mí mismo para completar la esfera, de forma que todos los cazas acabaran siendo destruidos. En pocos minutos no quedaba ninguno a la vista.
Según los iba destruyendo, en la parte inferior de mi casco, se iban anotando, hasta que apareció la cifra de veintisiete, sobre veintiocho. Había ganado. En ese momento, sonó una alarma y se produjo un cambio de color en las pantallas, sobresaltándome una voz que provenía del caza. Eso me asustó aún más.
—Localizados, movimiento evasivo, loca…
No dijo más, las pantallas se volvieron negras y la compuerta de acceso se abrió. En el interior de mi casco se podía leer «muerto». Al salir, todos mis compañeros me esperaban fuera, casi a la vez, del caza contiguo salía el Maestro sonriente.
—¡Bravo caballeros! La cabeza es lo único que no se debe utilizar —dijo con sorna—. Prance es el único que ha decidido aprender a andar, antes que correr y por eso os ha destruido a todos. ¡ESTÁIS TODOS MUERTOS! Vuestra impaciencia os a costado la vida. Entrad de nuevo en los cazas y estudiad su manejo. No activéis el armamento hasta que yo os lo ordene.
Cuando me disponía a entrar en el mío, el Maestro me detuvo.
—Habéis sido vos el que me ha destruido, ¿verdad? —dije mirándole a los ojos.
—Sí.
—¿Dónde estabais? Recorrí toda la esfera y no os vi.
—Detrás de ti, según girabas me mantenía a tu espalda.
—¿Cómo puedo saber que hay alguien a mi espalda? —le pregunté.
—Eso tendrás que deducirlo tú mismo.
—No se me ocurre otra manera que no sea el casco.
—Bien pensado —dijo sonriente—. Ahora quiero que me expliques el razonamiento que has seguido en tu primera experiencia con el simulador.
Según se lo explicaba, su rostro se llenaba de gozo. Cuando terminé, me ordenó volver al caza. En este combate, el primero en salir fue Chabaro y el penúltimo, Trash que casi consigue destruirme pero en el último segundo conseguí alcanzarle primero, más por suerte o instinto que por otra cosa. Los combates se sucedieron uno tras otro y lo que nosotros pensamos que habían sido horas, se habían convertido en cinco días de combates. El recuento final me convertía en líder, con el setenta y ocho por ciento de las victorias y el de menor porcentaje en averías, ya que era el que mejor sabía distribuir los escudos defensivos, dándome gran ventaja en los combates frente a frente. En esos pocos días habíamos aprendido a manejar el casco, en conjunción con el caza, claro que eso no era nada comparado con lo que nos costó aprender el manejo del OB …
ARCHIVO PARTICULAR DEL OB DEL PRÍNCIPE PRANCE DE SER Y CEL.
TIEMPO DE PARTIDA DEL PRÍNCIPE PRANCE DE SER Y CEL: DOCE MESES.
SITUACIÓN: APROXIMACIÓN A LA GRAN DAMA.
La visión de la Gran Dama dejó sin aliento a Anyel que no podía creer que existiera una nave tan grande. Su boca permanecía entreabierta mientras la observaba. Yárrem pilotaba la nave de Yamazu.
—Yárrem, ¿me escuchas?… ¡Yárrem!
—Es… es ¡ENORME! —balbuceó a través del intercomunicador.
—Sí que lo es. Atraca tu nave en el espaciopuerto número cuatro, es el más vacío. Te recogeré e iremos a Pangea en ésta.
—Sí, Capitán.
Su aterrizaje fue un tanto brusco pero dado el poco tiempo que había tenido para aprender a manejar la nave, había sido todo un logro que no se estrellara. Aterricé a su lado y en cuanto le recogimos, partimos hacia Pangea Capital. Mientras tomábamos tierra en el espaciopuerto principal de la Capital, envié un mensaje al Gran Consejo para que se reuniera y me esperara.
Al abrir la compuerta de salida de la nave, miles de Warlooks se abalanzaron sobre la pista, en nuestra dirección. Yárrem y Anyel se sorprendieron tanto que, instintivamente, se llevaron las manos a sus pistolas láser pero enseguida escucharon las voces y gritos, comprendiendo lo que ocurría.
—¡Viva el Príncipe Prance! ¡Viva el Príncipe del Bien! ¡Viva el Príncipe de los Guardianes! ¡Viva el Príncipe Warlook! ¡VIVA! —gritaban extasiados con nuestra presencia.
En cuestión de segundos la multitud nos rodeó y nos llevó en volandas. El trayecto hasta la sala del Gran Consejo estaba atestado de gente aclamándonos. Todas las calles adyacentes estaban abarrotadas. Había gente bailando, cantando, riendo e incluso llorando por la emoción, ¡y todos nos querían tocar!
—¡PRANCE! ¡PRANCE! ¡PRANCE! ¡PRANCE!…
El Gran Consejo estaba reunido esperándonos. Cuando entré, todos los Venerables, incluidos los más viejos, se levantaron y me hicieron la reverencia con rodilla en el suelo. Mi sorpresa fue mayúscula, era yo quien debería habérsela hecho.
—Bienvenido, mi señor —dijo el Jefe del Gran Consejo—. Es un honor para nosotros que hayáis decidido venir a vernos y hablar con nosotros.
—¿Qué demonios está pasando aquí? ¿En este año de ausencia se han vuelto todos locos? Venerables, espero que me expliquéis qué demonios es todo eso del Príncipe. Os advierto que mi paciencia empieza a acabarse y sabéis que no tengo mucha —les dije en un tono bastante duro.
—Según el segundo de sus mensajes habéis acabado con Yamazu, ¿verdad?
—Así es —respondió Yárrem.
—Ruego a los dos extranjeros que esperen a hablar, cuando hayan sido debidamente presentados al Consejo —les dijo uno de los Venerables.
—Yárrem, al igual que yo, sólo obedecemos las órdenes del Capitán Prance —le respondió desafiante Anyel.
—¡Príncipe Prance! —corrigió imperativo el Venerable Blace—. A partir de ahora siempre será tratado como Príncipe y con el tratamiento de señor. Así lo decidimos como ayuda a la solución de los traidores.
—Espero que os expliquéis, Venerable Blace. ¿Por qué me habéis nombrado Príncipe? ¿Con qué fin? Hace siglos que no hay Príncipes entre nosotros.
—Ya habéis visto al pueblo, os adora y os ha aceptado como Príncipe sin ningún reparo. Dedujimos que, en el plazo de un año, no podrías cazarlos a todos y menos con los pocos datos de los que disponíais. En este momento la proporción en combate es de tres a uno, en teoría claro, porque ellos ya tendrán un pequeño ejército, dispuesto a atacarnos, o para apoderarse de la Gran Dama. Y si no me equivoco, todo vuestro ejército se resume en los dos extranjeros que os acompañan, que por lo que veo llevan el Traje. El nombraros Príncipe es una forma de unificar y crear en vos, el símbolo de la lucha, una forma de que el pueblo os considere su objetivo, su meta.
—Entiendo vuestra idea, pero yo sólo soy un hombre… —comencé diciendo.
—Os equivocáis. Sois «EL HOMBRE».
—¿El hombre? Por poner un simple ejemplo, Yárrem lucha mucho mejor que yo.
—No lo pongo en duda. También habrá mejores pilotos, guardianes más rápidos o fuertes. Pero primero no tienen su carisma y segundo hasta la fecha no hay ningún estratega mejor que usted. Hemos revisado multitud de combates simulados y habéis ganado todas las batallas. Siempre tenéis una idea, estrategia o forma de sorprender al enemigo.
—Más tarde o temprano surgirá alguien mejor que yo.
—Tal vez, lo que es seguro que no lo suficientemente pronto. Por lo que será tarde para cambiar de líder. Lo que tendréis que hacer es convertirlo en vuestro consejero.
—Me han convencido Venerables.
—Cuenten con nuestro apoyo —dijo Yárrem.
—Me gustaría saber y, si es posible ver, cómo funciona «La Celda». Sin ánimo de ofender a los extranjeros, no me gustaría que volvieran a repetirse tan terribles acontecimientos, esta vez con nuestro Príncipe —dijo un Venerable que no había visto nunca, debía sustituir al fallecido Lorj.
Ambos me miraron y afirmaron con la cabeza. Tecleé la orden en mi OB y se la trasmití a ambos, que quedaron petrificados durante un par de segundos. En cuanto volvieron, miraron con descaro al Venerable que había solicitado la prueba.
—Como ya ha quedado demostrado, mis dos hombres quedan exentos de cualquier duda. Desde este instante ambos serán tratados por su rango, el de Capitanes. Anyel será Capitán del segundo ejército y Yárrem se hará cargo de las tropas de elite y administración. Ésta es mi primera decisión.
Mis palabras tomaron por sorpresa, tanto al Gran Consejo, como a los propios Yárrem y Anyel.
—Y como tal será respetada y obedecida —sentenció el Jefe del Gran Consejo.