Capítulo XIX

LAIN SEN.

APOSENTOS PRIVADOS DEL PRÍNCIPE PRANCE DE SER Y CEL.

TIEMPO DE ESTANCIA DESDE LA ANIQUILACIÓN DE LOS MEGABATALLONES: UNA SEMANA.

Tras mirar por encima los datos que me había suministrado Yárrem, comprobé que estábamos a cero. Íbamos a tardar milenios en recuperarnos. Miraba las cifras y no veía la forma de conseguir recuperar nuestra flota ni a medio ni a corto plazo. Si el Mal atacaba otro sistema, el ir a defenderles podría ser un suicidio y el problema es que no podríamos negarnos.

La IA de mis aposentos, Cásam, interrumpió mi línea de pensamiento.

—La Capitana Zuzan, pide que se la reciba.

—Que entre.

Con una gran sonrisa entró dándome dos sonoros besos, en cada mejilla. Todavía no habíamos podido estar juntos.

—¿Desde cuándo pides permiso para entrar en mis aposentos? —ironicé.

—No estaba segura de que quisieras estar con alguien después de esto.

—Explícame lo de los ataques del Mal —le pedí para cambiar de tema.

—No tienen sentido. Un Crucero se mantiene alejado mientras otros, generalmente chatarras volantes, nos atacan. Pero desde esa distancia, lo único que pueden ver es cómo abrimos fuego contra sus naves.

—Yo tampoco le veo la utilidad a los ataques.

En ese instante Cásam, nos informó de que Yárrem y Dora solicitaban audiencia.

—¿Y bien? —les pregunté una vez pasaron.

—Te traigo una buena noticia —dijo Yárrem.

—¡Por fin una buena! —exclamé.

—Hace unos minutos hemos detectado la nave de Elizaid. Transmiten los códigos correctos —dijo sonriente.

—Que se detenga a tiro de los cañones y que una nave de reconocimiento los inspeccione. No voy a correr ni un riesgo y desde ahora, toda nave que llegue a nuestro sistema recibirá el mismo trato. Confirmada su identidad, que venga directamente a informarme.

—Estoy de acuerdo contigo, si uno de esos bichos llega a Pangea… —dijo Dora.

—Mis cañones les detendrán —dijo socarronamente Zuzan.

—Si te oye Taban decir que son tuyos, le va a dar un ataque —le reprendí burlonamente. Tres horas después entraba Elizaid. Estaba solo, mis amigos habían ido a cubrir sus puestos. Entró con una gran sonrisa pero a la vez preocupado.

—¿Qué es lo que ocurre aquí, mi señor? Todo el mundo está cabizbajo —dijo tras llevarse la mano al pecho, en señal de respeto, al estar exento de la reverencia.

—El Mal tiene una nueva arma… biológica. Unos animales realmente peligrosos, sin miedo, sólo matan. Ya le informarán sus homólogos.

—Usted siempre tiene una solución.

—No siempre Capitán. Bien, qué noticias me trae de la misión que le encomendé.

—En algunos aspectos buenas y en otros malas.

—Sinceramente necesito las buenas —dije cansado.

—Los he encontrado. Ha sido muy complicado. Es una raza extraña y orgullosa que mezcla la tecnología con la tradición.

—Sigue.

—Están mucho más lejos de lo que habíamos pensado. Los encontré por pura casualidad, su sistema se encuentra en una zona de vacío, su estrella, muy vieja, es la única de todo el sector, casi se me pasó inadvertida. Los Regh son una raza espléndida, como lo es la nuestra o la Fried. Sus guerreros son fantásticos y dispuestos a unirse a nuestras tropas, en cuanto consigan poner a salvo a su pueblo.

—¿A salvo? —pregunté intranquilo recordando a los insaciables.

—Su estrella está a punto de volverse inestable y convertirse en una nova. Durante los últimos mil años han estado fabricando cámaras de hibernación para toda la población del planeta.

—¿Para todo el planeta? ¿Cuántos son?

—Mil millones. Y sus guerreros se pueden contar por cientos de miles.

—¿Mil…? ¿Cómo han podido calibrar mil millones de cámaras en mil años?

—No tienen casi que calibrarlas. Su sistema sanguíneo y su metabolismo son muy diferentes al nuestro, por lo que el calor, por poner un ejemplo, casi no les afecta. La temperatura media de su planeta es de ochenta grados. La verdad es que el frío no les va bien.

—Una fina ironía ya que las cámaras los van a hibernar.

—Sí. Como ya le habrán informado, he venido sólo. He dejado a mis hombres ayudándoles, ya que tienen dos problemas.

—Le escucho.

—Necesitan naves para evacuarles, una vez hibernados, y un planeta que les acoja.

—¿Cuántas tienen en este momento?

—Cuando llegamos sólo tenían una, en bastante malas condiciones, con una capacidad máxima para cuatrocientas cámaras.

—Cuando me fui les habíamos conseguido, negociando con sistemas alejados y gracias a las grandes cantidades de oro que tenían, cuatrocientas, la mitad de ellas con armamento defensivo.

—Necesitarán medio millón de grandes cruceros, como mínimo. Sin contar que va a ser una locura albergar en distintos planetas a toda la población.

—Si les rescatamos con la flota no harían falta tantos. La Gran Dama podría transportar casi la mitad de las cámaras y había pensado en Marte, es un planeta muy parecido al suyo y ya está medio terraformado.

—No hay nada en Marte, tras el fracaso de la colonia nos llevamos todo.

—No admitirían nada. Son una raza muy orgullosa pero puedo asegurarle que se encargarán de todo, no van a ser una carga para Pangea…

—No se trata de eso. Pangea, si pudiera, estaría encantada de ayudarles.

—¿Si pudiera, mi señor? —preguntó extrañado.

—Nos encontramos… en una situación muy difícil, límite diría yo, Capitán.

—Pero podríamos traerles y…

—No, Capitán. La flota no puede ir en su ayuda. El Mal tiene una nueva arma, he perdido un cuarto de la primera flota, ayudando a nuestros aliados.

—Mientras recuperamos la primera, tal vez la segunda…

—No hay segunda. Las naves que ha visto a su llegada sólo son carcasas vacías. Nuestras reservas están agotadas, tardaremos más de mil años en empezar a tener algo que almacenar.

—Pero cómo…

—Es usted un Capitán de elite, cuando vaya a su cubículo pida a Dama que le informe.

—Deje que me lleve a medio megabatallón. Con eso ya me arreglaré.

—En la defensa de Shaifín perdimos los cinco megabatallones —dije fríamente.

—¡Que mi alma cruce la frontera! ¡Estamos indefensos! —exclamó horrorizado.

—Eso me temo. Tengo las manos atadas, en este asunto.

—No… no podemos dejar que se abrasen. Esa estrella está apunto de convertirse en una nova. Déjeme cien mil… En este tiempo he reclutado a algunos guerreros regh y les he proporcionado trajes, por supuesto pasaron «La Celda» con total éxito, pero en tan poco tiempo aún son pocos. Necesito guardianes para negociar con otros sistemas para conseguir naves.

—Sólo le permitiré que se lleve los que le entren en la nave en la que ha venido. No puedo prescindir de más. Puedo asegurarle que lo siento en el alma pero Pangea y nuestros aliados, nos necesitan. Esos «insaciables» son imparables.

—Entonces no podré salvar más que a unos pocos, les había dado mi palabra y sobre todo esperanzas —dijo cabizbajo.

—El almacén de Jades de la Gran Dama está lleno. Coja cien mil y lléveselos. Pero por la Galaxia de Andrómeda, si caen en manos del Mal…

—Me introduciré en una estrella antes que permitir que caigan en su poder.

—Sinceramente espero que los Regh sean tan buenos guerreros como usted cree. Comuníqueles que Pangea intentará ayudarles todo lo que pueda, cuando lleguen a nuestro sistema.

—Sí, mi Príncipe.

—Una cosa más. La mitad de naves con las que vengan deben ser de combate. De no ser así, el Mal acabará con su convoy de refugiados. Piense que para cuando lleguen, el Mal puede haber descubierto que no podemos contraatacar.

—Eso implicará que tendrán que ser más naves, algo más del doble, aunque llenemos todos sus huecos con cámaras de hibernación.

—Sí, Capitán. Comprenda que cuando lleguen, los Regh que se hayan convertido en guardianes, comenzarán la instalación de su primera colonia, en colaboración con los primeros deshibernados. Tardarán varios milenios en adaptar Marte a sus exigencias y preparar la acogida de su pueblo. Construir tantas ciudades e infraestructuras va a ser un considerable esfuerzo y sin naves de combate no podrán defender el convoy, que permanecerá en órbita alrededor del planeta.

—También podrían permanecer tras las lunas escudo.

—Sí, también. Pero más de un millón de naves en órbita complicaría bastante nuestro tráfico y podría hacer creer al Mal que la segunda flota lo tendría complicado para reaccionar a tiempo, provocando un ataque de algún tipo por su parte sobre la naciente civilización de Marte. Por supuesto, si llegara el caso, se podrían refugiar tras las lunas escudo pero dejarían desprotegidas a las colonias instaladas y a toda su población.

—Entiendo. Deben tener su propio ejército que les proteja para que no ocurra otra desgracia como la de nuestra colonia.

—Tenga por seguro que para cuando llegue, ya habremos descubierto cómo acabar con los insaciables. ¿Cuándo piensa partir, Capitán Elizaid?

—Si me da su permiso, en cuanto almacene los Jades.

—Elija sus hombres entre las tropas de elite.

—Gracias, mi Príncipe. Sé que esos guardianes le hacen mucha falta.

—No se puede imaginar cuánto. Una vez se pongan en marcha con el convoy y antes de cruzar la frontera, espere mi comunicación de ruta y paradas a realizar. Quiero que lleguen sanos y salvos.

—Esperaré sus órdenes.

—Tenga cuidado Capitán.

—Lo tendré, mi Príncipe.

SISTEMA SIDÓMEL.

ASTEROIDE PÉLJAM. COBERTURA DE ESPIONAJE.

MÁXIMO MANDO: CAPITÁN ANYEL.

TROPAS: TRES GUARDIANES DE ÉLITE.

Mis guardianes terminaron de montar la base interna en el asteroide, seis semanas después de llegar. Instalaron los sistemas de observación dos días después. Al estar en medio del cinturón de asteroides, eran prácticamente indetectables. Tras pasar quince años a la espera, mis redes de información me comunicaron que Tógar, con la mayor parte de su ejército, se dirigía hacia el Sistema Sidómel. Cogiendo una de nuestras naves más rápidas, me adelanté y me reuní con mis hombres en Péljam, dando la orden a la tripulación del microcrucero para que regresara a la flota.

No pasó un día de Shaifín, cuando llegaron las primeras naves de reconocimiento del Mal. Una vez se aseguraron que no estábamos, llegó Tógar con el grueso de su flota de toma de sistemas. Medio centenar de naves se detuvieron lo más próximo que pudieron al planeta, sin ser atraídos por su masa, lanzando cada una, un millar de cápsulas. Con el sistema de vigilancia a máxima potencia, pudimos observar el aterrizaje de las cápsulas, de las que salió un gas que se extendió rápidamente. Los insaciables que se dirigían hacia ellas se detuvieron al entrar en contacto con el gas, inmovilizándose. Se quedaron petrificados. El gas se extendió por toda la atmósfera rápidamente, petrificando a la totalidad de los animales. Tras esperar cuatro horas, decidieron desembarcar un pequeño contingente de tropas, usando varios cruceros. Pudimos contabilizar unos cincuenta mil guardianes del Mal. Cuando estuvieron todos formados, se abrieron formado círculo y comenzaron a matar a los animales, extendiéndose cada vez más. Sin previo aviso, los insaciables se estremecieron y salieron de su petrificación, atacando con furia a los guardianes del Mal. Ningún Crucero llegó a despegar. Por los mensajes que pudimos interceptar y descifrar, no sabían qué había fallado. Se pasaron meses haciendo infructuosas pruebas, perdiendo tropas y recursos.

Nosotros enviábamos mensajes a la flota, informando de cada intento fallido. Si ellos tampoco podían controlarlos, se convertía en un arma ineficaz, sólo intimidatoria. Su uso implicaba la pérdida de un planeta habitable y de todos sus recursos.

INFORME DEL OB DEL PRÍNCIPE PRANCE DE SER Y CEL.

SITUACIÓN: LAIN SEN.

Un asunto que me preocupaba mucho era la seguridad en Lain. A pesar de no entender mi obsesión, Laurence la había reforzado varias veces dada mi insistencia. Conocía muy bien mis presentimientos y no puso ninguna objeción a mis peticiones, claro que aprovechó la coyuntura para destinar más tropas en mi protección.

A mediados del período de Al Sárem, Zuzan terminó de reorganizar la nueva seguridad de las otras lunas. Se presentó en mis aposentos mientras dormía, sufriendo otra de las habituales pesadillas que cada vez me atormentaban más a menudo. Siempre trataban de lo mismo, era yo pero no lo era, o sí, pero distinto o muy parecido. Estaba entre gente que no sabía quién era. Me miraba y no tenía el Traje, ¡era mortal! Mi vida era un sueño, aunque estaba con gente, me sentía solo, muy solo. Era como si vivera dos vidas. La angustia y la impotencia me consumían…

Al despertarme sobresaltado, lo primero que vi fueron dos enormes y preciosos ojos azules marino que me miraban cariñosamente.

—¡Zuzan! A poco consigues que me dé un infarto —dije a la vez que ordenaba a Dama con un gesto, que desactivara el campo gravitatorio, depositándonos suavemente en el piso.

—Ya… —respondió dándome un beso en la mejilla.

—¿No sabes qué es la intimidad? —le reprendí.

—Sí, mi apuesto Príncipe —respondió mimosa.

—No vas a engatusarme con tus arrumacos, pequeña señorita.

—¡EH!, que ya no soy una pequeña señorita. Para su información, querido anciano, soy toda una mujer.

—Ya lo veo —tenía que reconocer que era una mujer realmente preciosa—, y con muy mal genio —bromeé.

—Ni la mitad del que tú tienes.

—Pero yo puedo permitírmelo, soy «el manda más».

—Hablando de órdenes. Ya he finalizado las modificaciones de seguridad. Las lunas están conectadas con Dama, desde ella podrás dar cualquier orden como si te encontraras aquí. Pero reconozco que sigo sin entender toda esta ampliación. Somos impenetrables.

—Mi instinto me dice que hay algo que no marcha.

—Estudiemos la situación —dijo bostezando—. Para que alguien pudiera infiltrarse, primero tendría que acercarse y eso sería imposible ya que los cañones Jarkamte o la flota, lo haría trizas, así que si no puede acercarse, no puede entrar —dijo volviendo a bostezar.

—Creo que tienes razón…

—Claro que tengo… UAAAA —bostezó nuevamente.

—¿Qué pasa? ¿No has dormido?

—Sí, pero últimamente tengo el sueño un poco alterado.

«¿La cuarta enfermedad…? —pensé».

—¿Has pasado la última revisión médica para Capitanes de elite? —pregunté conociendo la respuesta de antemano.

—No, todavía no. No he querido pasarla hasta hablar contigo.

—¿Puedo saber qué relación tienen ambas cosas, señorita? —pregunté algo enfadado.

—Está claro que si me hubiera presentado a la revisión, me habrían retenido un buen rato y no habría podido supervisar personalmente todos los cambios.

—Podías haberlo hecho después.

—Y tú probablemente… —comenzó interrumpiéndose con un enorme bostezo—, me habrías pedido los informes antes de que lo hiciera…

—Eres la mujer más cabezota con la que he tenido la desgracia de cruzarme. Ahora mismo vas a venir conmigo a la unidad médica para que te hagan una revisión.

—¿Por tener sueño?

—Por ser más tozuda que un Blut[16] que se niega a cruzar un río.

Dos horas más tarde, mis sospechas fueron confirmadas, sufría la cuarta enfermedad, Ensoñación. Zuzan parecía muy preocupada.

—¿No hay otro remedio? —me preguntó, abriendo mucho sus preciosos ojos, de la misma manera que lo hacía cuando era pequeña.

—No, preciosa. Es la única cura que conocemos.

—Me voy a pasar medio año hibernada. Menudo rollo.

—¿Rollo? Tú si que eres un rollo —bromeé—. Ni te vas a enterar. Te meterás dentro, cerrarás los ojos, los abrirás y ya habrá pasado medio año.

—¿Y quién se va a encargar del Escudo? —preguntó intranquila.

—Esta vez no pienso entrometerme. Tú designarás a tu sustituto.

Tres semanas después la acompañé a la cámara de hibernación trescientas catorce, b, diecisiete. A simple vista me pareció que había muchas más cámaras de las que debiera, sin duda se trataba de un efecto óptico que tanto le gustaba a Taban realizar con los diseños. Nos detuvimos junto a los dos ingenieros que supervisarían la hibernación automática, por si surgía algún problema, algo altamente improbable.

—Bien, ¿a qué esperas? ¿Te vas a meter o voy a tener que hacerlo yo? —pregunté sonriente.

En ese instante llegó Dora que me miró duramente, apartándome con un suave empujón.

—Hola, Zuzan. No hagas caso de éste… Príncipe y señor. Métete cuando estés preparada.

—¿Puedo saber a qué viene todo esto?

Zuzan se acercó y abrazándome con fuerza, me dio un beso en la mejilla.

—¿Estarás aquí cuando despierte?

—Me tendría que estar muriendo para no hacerlo —dije bromeando.

—No correré ningún peligro, ¿verdad? Yo nací Guardián…

—Zuzan —intervino Dora—, el Príncipe ya ha pasado esta enfermedad y otros muchos también. Las cámaras son muy seguras y tu especial condición no es un problema, más bien diría que una ventaja. Cuando despiertes te encontrarás perfectamente y si ese día él, por la razón que fuera, no pudiera estar, lo estaré yo.

—Como no te metas de inmediato en esa cámara, por lo único por lo que deberás preocuparte es que no se me acabe la paciencia y me enfurezca —dije bromeando.

Con una triste mirada se introdujo y antes de que se cerrara la tapa de iones, le solté un sonoro beso en la frente. En menos de un segundo quedó inconsciente. Uno de los ingenieros tecleó la orden de inicio de hibernación y traspasó el protocolo a la central de Lain Sen. En unos pocos minutos estaba totalmente hibernada. Al verla así y con todos los procesos en verde, para una hibernación correcta, me acordé del riesgo loco que nos vimos obligados a correr con la enfermedad Del Frío.

Mientras me alejaba, tuve la extraña sensación de que no la volvería a ver en mucho tiempo, alejé esos oscuros pensamientos, seis meses pasaban volando.

Al día siguiente llamé a mis aposentos de Lain a Laurence, Yárrem y Taban. Era una reunión que no se esperaban y lo que les iba a decir no les iba a gustar nada.

—¿Qué es lo que ocurre mi señor? —preguntó Laurence que fue el último en llegar.

—Siéntate, por favor. Lo que hablemos hoy aquí debe permanecer en el más absoluto secreto.

—¿No suele serlo siempre a este nivel? —preguntó Yárrem divertido por mi advertencia.

—Se trata de los insaciables.

—¿Ha descubierto algo Thorfhun? —preguntó Laurence.

—Si fuera así, estaría aquí…

—Si estás pensando en algún método de ataque para acabar con ellos, ya te puedes olvidar —me advirtió Laurence—. Sea lo que sea tendrá que esperar.

—Taban, ¿el blindaje de Lara es igual por todas partes?

—Claro.

—¿También en el interior de la bodega?

—¿Me cree tan incompetente como para dejar una zona así desprotegida? Incluso tiene sus propios escudos internos para que en el hipotético caso de… ¡Ah, no! ¡Ni hablar! ¡No puede hacer eso!

—Es lo único que se me ocurre.

—El riesgo es demasiado grande. ¿Y si falla algo? —preguntó angustiado.

—¿Podemos saber de qué demonios estáis hablando? —preguntó indignado Yárrem.

—Tengo la intención de enviar a Lara, sin tripulación, a uno de los sistemas infectados por los insaciables. Ordenarle aterrizar y permitir que penetren en su compartimiento de carga unos cuantos animales, de forma que podamos investigarlos en el lugar que designemos.

—¿No pensarás traerlos aquí? —preguntó Laurence poniéndose en pie.

—No estoy loco. Pensaba montar un pequeño laboratorio de investigación en algún asteroide —dije tranquilizándole haciendo un gesto para que se volviera a sentar—. Lo dotaremos de todas las medidas de seguridad que se nos ocurra y no habrá nada orgánico de forma que no pudieran reproducirse.

—Si excluimos a los científicos —ironizó Taban.

—Quiero que diseñes el lugar de forma que en caso de que consiguieran salir de la zona donde estuvieran aislados, los científicos fueran expulsados del lugar de inmediato y dado el caso, se autodestruyera.

—Eso implicará, a parte de los escudos exteriores, otros interiores, módulos de energía independientes, dos IA. especialmente concebidas para tal proyecto, equipos de investigación altamente especializados y un grupo médico que esté absolutamente loco.

—Todo eso ya lo sé, Taban. También sé que nos hacen falta esos recursos pero si no encontramos la forma de acabar con esos bichos, nos van a tener toda la guerra acorralados. ¿La bodega podrá contenerlos?

—Sin duda alguna. Son fuertes pero no más que cualquier otro animal de ese tamaño y musculatura. Su mandíbula es brutal pero no capaz de atravesar una plancha de M7 y menos de esa pureza y aún mucho menos protegidas por los escudos interiores.

—Quiero que la programes junto a Ayam para que se dirija, en un tiempo máximo de unos pocos meses, a uno de los sistemas infectados y recoja una muestra de esos malditos.

—No tendremos lista la base-laboratorio en tan poco tiempo. Menos, si como imagino querrá que sea secreta y alejada de este sistema.

—No importa. Ordenaremos a Lara que una vez cargados y en el espacio, entreabra la compuerta de la bodega para que todo el aire y el calor salgan. De esa forma se congelarán y serán mucho menos peligrosos.

—De acuerdo, mi señor. Pondré un equipo en el proyecto.

—No, Taban. Quiero que te encargues personalmente, no puede haber fallos. También he decidido que sea el Capitán Lóntor quien se encargue de la seguridad de la base y en especial de la tuya hasta que vuelvas, amigo.

—Como ordenéis, mi señor.

SISTEMA SIDÓMEL.

ASTEROIDE PÉLJAM. COBERTURA DE ESPIONAJE.

TIEMPO DE ESTANCIA DEL CAPITÁN ANYEL: CINCO MESES PANGEANOS.

La flota de Tógar ha llegado al completo. Parece que se están agrupando. Maldigo nuestra mala suerte. Si tuviéramos nuestra primera flota en condiciones, sería un lugar y momento idóneos para cazarles.

—Capitán acabo de trasmitir a la Gran Dama su informe. Estamos a la espera de las instrucciones del Príncipe —dijo el Guardián de elite Bimos encargado de las transmisiones.

—¿Cree que se están agrupando para intentar acabar con los insaciables? —preguntó el otro, un Trogónita de nombre Tymol que estaba en la reducida sala. El tercero estaba durmiendo.

—Nosotros no pudimos detenerles con cinco megabatallones, dudo que ellos puedan. Pero sinceramente espero que lo intenten, así perderán más naves y tropas.

—Capitán. Un Crucero se acerca al cinturón de asteroides…

—¿Cuándo se ha puesto en movimiento?

—Al finalizar la transmisión.

—Despierta a Jimtolr. Que venga.

—Sí, Capitán.

—Tymol, apaga todo lo no sea imprescindible. Creo que nos han descubierto.

—No… no… podrán encontrarnos… ¿verdad?

—Tardarían mil años. Tranquilo.

El Crucero se dirigió al centro del cinturón, sin penetrar en él como es natural. En el momento que una lanzadera de gran tamaño salía de su espaciopuerto, llegaron mis otros dos guardianes.

—Bimos. Quiero saber a dónde va esa lanzadera tan grande.

No tuvimos que esperar demasiado. Fue directo a gran asteroide de la sección central del cinturón, comenzando a descargar gran cantidad de material.

Tras varias horas de duro trabajo, se alejaron a la máxima velocidad que les fue posible moverse por el cinturón.

—¿Qué están haciendo, Capitán? —preguntó Jimtolr bastante intranquilo.

—No sé qué… ¡Por la Galaxia de…!

—¿Capitán…?

—Venga moveros. Van a volar esa maldita roca y provocar una reacción en cadena. Van a provocar una gran convulsión en todo el cinturón. Quieren destruirnos. Hay que desconectarlo todo. No os…