Capítulo XVI

INFORME DE MÁXIMA SEGURIDAD DEL OB DEL CAPITÁN LAURENCE. ASUNTO: EVACUACIÓN DE LA RAZA YÚREM.

El último día, del cuarto trimilenio, de la quinta generación de la raza Yúrem, recibimos un mensaje de emergencia del Patriarcado Yar. Sus sistemas de defensa habían detectado la aproximación de un asteroide de cinco mil kilómetros de diámetro, casi se podía incluir en la categoría de luna. Los datos finales no dejaban dudas, impacto contra el planeta y como consecuencia, destrucción total.

Era demasiado grande y rápido como para desviarlo o destruirlo. Y aunque fuera menor, no había tiempo para preparar alguna defensa o línea de ataque. Para nuestra sorpresa, cuando les informamos que les enviaríamos todas las naves disponibles que se encontraran por la zona y que obviamente, no podríamos rescatar a toda la población, nos respondieron que los sesenta y cinco mil que podríamos rescatar, en tan poco tiempo, ya habían sido seleccionados y que los primeros en llegar, se encontraban acampados desde hacía dos horas, junto a los espaciopuertos, en espera de su evacuación, porque la destrucción y exterminio del resto de la población, había aparecido en sus profecías.

Cogí la nave más rápida de la flota y fui personalmente a su planeta. Llegué dieciocho horas antes del cataclismo. El asteroide se veía a simple vista. En contra de lo previsto, no había revueltas ni disturbios, ni intentos de apoderarse de una nave, por parte de los que no habían sido seleccionados. La verdad es que no había nadie a parte de una silenciosa fila de Yúrems que embarcaba en una nave de carga. Ordené a la escolta que permaneciera junto a nuestra nave, dirigiéndome al edificio del Patriarcado. Estaba casi vacío, aparte de algunas ancianas repartidas por distintos niveles, sólo estaba la Gran Garda en el centro. Me esperaba, no había duda.

—Bien venido, Capitán Laurence, siento recibirle de esta forma solitaria pero las Yúrems querían pasar sus últimas horas con sus hombres.

—Lo entiendo, Jefe del Patriarcado.

—Gran Garda, por favor.

—Gran Garda, entonces.

—Me sorprende que siendo la mano derecha del Príncipe y el segundo en mando de los Guardianes del Bien, vengáis solo.

—¿Debería haber traído una escolta? —pregunté con sorna.

—Me gustáis Capitán Laurence —respondió mostrando algo que parecía una sonrisa.

—Vos también. Lamento no haber podido venir en otra ocasión más… propicia. Si no es indiscreción, me gustaría saber si sois la misma Gran Garda que conoció a nuestro Príncipe —dije cambiando de tema.

—Sí. Un gran hombre, nuestro Príncipe. Y que conste que es la primera vez que alguien me oye decir algo así de un varón.

—Por lo que oigo, lo consideráis también vuestro Príncipe.

—Sí. Es nuestra única esperanza. Aunque sea un cabezota y niegue sus capacidades.

—Ambas cosas no puedo negarlas.

—Supongo que no, porque a pesar de sus súplicas se ha negado a venir.

—Al final va a ser cierto que sois adivina.

—Sólo predecimos un posible futuro, Capitán. Siempre borroso. No se puede imaginar cuántas variables hay. ¿Cómo está realmente?

—Aún no se ha recuperado de muerte de la Princesa.

—Tardará mucho, tal vez no se recupere nunca pero seguirá luchando contra el Mal, hasta el fin.

—De eso estoy seguro.

—Por cierto, me parece bien. Es una solución.

—No le entiendo.

—Su planeta de origen Jarkis, será un buen hogar.

—¿Cómo…?

—¿Olvidáis que soy la Patriarca Yar? Mi raza siempre estará en deuda con el Príncipe, sé que la idea ha sido suya. Quiero que le transmitáis mi más sincero agradecimiento.

—Creía que ibais a venir conmigo en mi nave.

—Vuestra misión es proteger a nuestro Príncipe. Debéis volver a su lado cuanto antes. Yo me quedaré con mi pueblo aquí. Mi tiempo ha terminado. Ya ha sido designada otra Patriarca Yar para el nuevo mundo.

—Un gesto que os honra. ¿Puedo haceros una pregunta?

—¿Por qué, si soy inmortal, parezco una anciana?

—Sí. No deberíais haber envejecido —pregunté azorado.

—Mi hombre…

—¿Su hombre?

—Esposo dirían ustedes, murió en un desafortunado accidente. Le amaba. Sí, nosotras también amamos, aunque ustedes no puedan notarlo y nuestro amor es para siempre. Ese triste día decidí no parar mi envejecimiento hasta que no hubiera más remedio. No quiero seguir viviendo sin él, me espera al otro lado de la frontera desde hace ya demasiado tiempo. La muerte no es tan mala. Sólo es un paso a otro lugar. No debéis preocuparos, lo que ha de ocurrir ya lo vimos en la profecía.

—La…

—No, usted, Capitán, no es necesario que la conozca. Mi raza asume su destino y se alegra de que una pequeña parte de los nuestros, pueda salvarse. Ahora debéis iros.

—Ha sido un honor conoceros —dije haciéndole la reverencia en señal de respeto. Luego me giré y no volví a verla.

—Que la sabiduría os guíe y la paz os acompañe —le oí decir mientras salía.

El traslado del convoy de rescate de la raza Yúrem, se produjo sin incidentes. Seguimos la ruta sugerida por la Gran Garda. No nos cruzamos con nadie, ni siquiera con un Crucero de trasporte. Algo muy extraño, porque estábamos obligados a cruzarnos por varias rutas de paso muy transitadas. No me cabe duda que la trazó así, con toda la intención y comprendiendo la importancia de mantener el secreto del destino final de su raza. Seguimos sus instrucciones al pie de la letra.

Sé, por Ayam, y ésta a su vez por Dama, que Prance desde sus aposentos, siguió todos los acontecimientos desde mi entrevista con la Patriarca, pidiendo informes y posiciones regularmente. Estaba preocupado por ellos aunque no lo demostró ni ante mí, ni ante nadie. De hecho cuando Yárrem o algún Capitán quería darle un informe al respecto, le ordenaba que los introdujera en los archivos de Dama y les comunicaba que cuando tuviera tiempo, ya les echaría un vistazo. Luego, en sus aposentos, los leía y observaba ávidamente.

Por aquel período hubo una gran temporada en la que no se produjeron combates. Era como si al Mal se lo hubiera tragado un agujero negro. Sin duda estaban preparando algún contraataque.

Durante este periodo de «paz», me dediqué a recorrer la Gran Dama de arriba abajo. La zona de impulsión central era impresionante, esos motores eran lo más increíble que había visto en la vida. Nuestros ingenieros los investigaban constantemente, sin conseguir comprender plenamente su funcionamiento. La teoría, a pequeña escala, sí pero… ¿cómo era posible que semejante nave con su enorme tamaño pudiera absorber energía suficiente del espacio, sin necesidad de acercarse a una estrella para recargarse, como lo hacían el resto de naves? En ese instante comprendí que si algún día, por improbable que pudiera ser, un Guardián del Mal llegara hasta ese lugar y consiguiera destruir ese sitio, estaríamos perdidos. En ese mismo período destiné un pequeño Escuadrón a su protección.

Esos meses me hicieron reflexionar acerca de lo poco que sabíamos sobre Dama. No tenía duda de que aún nos guardaba un montón de sorpresas.

PUENTE DE MANDO DE LA GRAN DAMA.

OFICIAL DE MAYOR GRADUACIÓN: CAPITÁN LAURENCE.

Desde que las Yúrem partieron hacia Jarkis y orbitaban el sistema, a la espera de que les colocaran un sistema médico[14] para poder instalarse entre los Fried, Prance empezó a salir más, dando paseos por la Gran Dama, casi siempre solo. Mi raza, estaba construyendo una seria de gigantescas galerías y estancias en el subsuelo, bajo la arenas de alrededor de la gran fortaleza de roca. Los Yúrem que iban llegando, eran instalados provisionalmente en la sala de reuniones, el mismo lugar donde los Príncipes informaron a los Jefes de los Clanes, de su unión.

Siempre que estaba libre, a pesar de la estrecha vigilancia a la que le sometían Mhar y Jhem, desde mi pantalla personal del puente, seguía los paseos de mi amigo.

Prance estaba en una pasarela, a unos cincuenta metros por encima de un equipo de ingenieros, que estaba desmontando una pequeña área de impulsores, tras seguir una línea de abastecimiento. Taban los tenía todo el tiempo investigando el funcionamiento de los impulsores. Mi amigo, los observaba desde las alturas, siempre le gustaba supervisar a los hombres sin que se enteraran, de esa forma no les influía su presencia y actuaban con más libertad.

Por su derecha apareció Mhar, con una amplia sonrisa. Siempre que estaba con el Príncipe sonreía, era como si le inyectaran una sobredosis de estimulantes. Se detuvo a su lado mirando la escena. Ordené activar el sonido para escuchar la conversación, Mhar sonreía más de lo habitual, algo tramaba. Permaneció un buen rato callada mirando a los ingenieros.

—¿No tiene nada que hacer Capitán? —preguntó Prance sin haberla mirado ni una sola vez.

—¿Espiar a los ingenieros? —preguntó para fastidiarle, algo bastante peligroso. Su rostro cambió, parecía menos serio, menos rígido.

—¿Qué es lo que quiere Capitán, mi puesto? —preguntó mirándola y enmarcando una ceja, algo que casi parecía una broma.

—No, gracias. Menudo rollo. Supongo que ya te has enterado, como de todo.

—¿Enterado? ¿De qué?

—De lo que ha hecho Laurence. ¿Yo? ¿Qué le iba a contar?

—No me digas que me ha puesto todavía más vigilancia, ¿con vosotras dos no tenía suficiente?

—¿Lo sabes? —preguntó pícaramente.

—¿Crees que soy idiota?

—¿Tengo que responder a esa pregunta, mi señor? —preguntó sonriendo de oreja a oreja, con una cara de mala que daba miedo.

—Quieres que te atice, ¿verdad? ¿Qué ocurre con Laurence? ¿Ha decidido por fin unirse con tu hermana? Ay, ay, ay…

—No, parece que va a ser un noviazgo muy largo. Me refiero a lo que le ha hecho a Yárrem.

—¿Qué le ha hecho? —preguntó entre indignado e intrigado.

—Lo mandó supervisar un cargamento de Potos, imprescindible para alimentar a los refugiados Yúrem.

—No veo nada extraño. Pero podía haberlo delegado en otro Capitán.

—También fui yo, con órdenes. —¿Órdenes?

—Sabotaje. —¿Sab…?

—El Capitán Yárrem, con el casco activado, supervisaba el almacenaje desde una plataforma elevada unos metros sobre los corrales. Claro que él no sabía que yo había saboteado la plataforma, de forma, que a una orden mía, se inclinara cuarenta y cinco grados.

—¿No habrás sido capaz de…? —preguntó con una mueca que semejaba a una sonrisa.

—El Capitán Laurence, usando a Ayam, desactivó el casco del Capitán Yárrem, justo en el momento que yo ordenaba la inclinación de la plataforma.

—¡Noooo! —exclamó incrédulo sonriendo.

—Ja, ja, ja. Cayó en el centro de los Potos, pringándose de arriba a bajo, respirando esa asquerosa pestilencia. ¡No te puedes imaginar su cara…!, ja, ja, ja…

—Ja, ja, ja, ja. ¡Qué bueno!… Ja, ja, ja…

¡Estaba riendo! Prance estaba riendo y a mandíbula batiente. Desactivé el sector en el que estaban y activé todas las demás líneas de intercomunicación de la Gran Dama y con todos los cruceros de la flota que estaban a nuestro alcance.

—Soy el Capitán Laurence. Tengo una noticia importante que daros hace unos minutos el Príncipe se ha estado… ¡RIENDO!

Toda la sala, y por los informes que me suministraron las IA. gritaron de alegría y euforia al oír la noticia. Desde aquel día y progresivamente, el Príncipe volvió a ser el que era, un hombre alegre, jovial y divertido.