Polígono industrial Kalikimaki
1 de noviembre, 3.40 h
Drake se había escondido en un rincón oscuro tras los ordenadores. Llevaba puesto un auricular de botón y sostenía una pistola en su mano derecha. Era una FN belga, semiautomática, con láser montado bajo el cañón. La luz se movía en todas direcciones. En la mano izquierda sostenía un controlador de «bots». Iba vestido con vaqueros negros, una camiseta del mismo color y unas botas de campo manchadas de barro. Caminó hasta situarse en el centro de la sala y apuntó a Eric, primero a los ojos y después a su antebrazo, iluminando los dos microaviones.
—Os veo, chicos —dijo.
Karen y Rick lo oyeron con toda claridad. Obviamente utilizaba un sistema de comunicación como el de Eric.
—¡Despega! —le dijo Rick a Karen.
Pusieron en marcha sus aparatos y se lanzaron en picado.
A Drake no pareció importarle lo que pudieran hacer.
Apuntó con el láser a Eric, entre los ojos, mientras sostenía el controlador con la otra mano, iluminada por el resplandor de la pantalla. Pulsó un botón.
—La verdad es que tu controlador no funciona, Eric. Solo funciona el mío.
Rick ladeó su avión y empezó a volar en círculos sobre la cabeza de Eric. No veía a Karen, así que la llamó por radio.
—Karen, ¿me oyes? Mantente cerca de mí.
—Rick, ¿sabes si Drake puede oírnos?
—¡Claro que puedo oíros! —exclamó la voz de Drake en sus radios.
Este movió la pistola y el láser bailó entre los microaviones.
Por un momento Rick creyó que Drake les dispararía, pero no tardó en comprender que una bala difícilmente los alcanzaría.
Eran demasiado pequeños y se movían de un lado a otro a gran velocidad.
Drake volvió a apuntar a la cabeza de Eric mientras pulsaba un botón del mando controlador.
—Ya está —dijo.
—¿Qué has hecho?
Drake miró a su alrededor y sonrió.
—Acabo de activar los «bots» —repuso, y dio un paso atrás.
—Te atacarán a ti también.
—No lo creo.
Drake se adelantó y lo golpeó en la cara con la pistola. Eric cayó de rodillas con un gruñido de dolor.
—No sé qué os pasa a los Jansen. Parece que necesitáis una paliza de vez en cuando —dijo Drake, y le asestó una fuerte patada en las costillas.
Eric se quedó sin aliento, cayó a cuatro patas y empezó a arrastrarse.
—¿Se puede saber adonde vas? ¿Buscas algo, Eric?
—Vete al infierno.
Drake le asestó un puntapié en la sien. Eric quedó tendido en el suelo, aparentemente inconsciente, con el láser de la pistola bailando sobre él.
Eric intentó ponerse en pie, pero no lo consiguió.
—Hay algo que no sabes, Eric. A los «bots» no les interesa mi olor. Perseguirán a cualquiera menos a mí. —Soltó una risita—. A mí me respetan.
Eric se tocó la cabeza y miró su mano. Estaba manchada de sangre. En su frente acababa de abrirse un corte.
—¡Qué lástima, Eric! Parece que uno de ellos acaba de encontrarte.
Eric se arrastró hacia Drake, pero este dio un paso atrás y sonrió al ver que empezaba a agitar las manos alrededor de la cabeza, como si apartara frenéticamente una avispa.
—¿Intentando quitarte los «bots» de encima? No te preocupes, no duele. Simplemente verás cómo te desangras.
Mientras Drake estaba ocupado con Eric, Rick voló hacia la puerta que daba a la sala del generador. Allí era donde tenían que ir Karen y él. La sobrevoló y pasó un par de veces ante ella, lentamente. Encima del marco había una rejilla de ventilación. Quizá fuera lo bastante ancha para poder pasar por ella con el avión. No estaba seguro. Voló hacia Karen y se acercó hasta que sus alas casi se tocaron. Entonces desconectó la radio y le dijo a gritos:
—Así no podrá oírnos. Tienes que volar hacia la puerta de la sala del generador. Yo diría que hay una forma de pasar al otro lado.
Ladeó el aparato y Karen lo siguió.
Rick ganó altura hasta situarse por encima de la rejilla, aceleró a plena potencia y se lanzó hacia la abertura. Las puntas de las alas golpearon las aletas al pasar, y entró en la sala del generador dando tumbos y girando sin control. Karen lo siguió instantes después. Rick recuperó el mando de su aparato y voló directamente hacia el centro de la sala. El suelo con su dibujo hexagonal pasó bajo sus alas. Localizó el hexágono central y descendió hacia él, sin apartar la mirada hasta que distinguió en su centro el pequeño círculo blanco que indicaba la ubicación del panel de control. Vio que Karen volaba a su derecha.
—Voy a aterrizar junto a ese círculo —le gritó, confiando en que ella lo oyera por encima del ruido del motor.
Fue entonces cuando la voz de Drake sonó nuevamente en sus auriculares.
—Sé lo que pretendéis. Os he visto entrar en la sala del generador. Quizá os guste saber que los «bots» que hay en ella pueden veros perfectamente y también oleros.
Vieron el rostro de Drake, que los observaba a través del cristal blindado. Sus ojos seguían sus trayectorias de vuelo. Drake sostenía en alto el mando de los «bots» para que pudieran verlo. Pulsó una serie de botones.
—He cambiado las órdenes. Ahora pueden encontraros —dijo, y miró hacia el techo de la sala.
Karen siguió la dirección de sus ojos y los vio: unos puntos relucientes esparcidos por el techo. Empezaron a moverse y a caer como gotas de lluvia, abriéndose en abanico. Localizó a uno que se había lanzado hacia Rick y empezaba a seguirlo.
Rick descendió hacia el suelo y el «bot» fue tras él. Iba propulsado por una turbina, y tenía un cuello largo, flexible y rematado por unas cuchillas. Cuando pasó junto a ella, Karen vio que tenía un par de ojos compuestos, parecidos a los de los insectos, que en realidad eran un sistema de visión complejo. Eso significaba que aquella máquina disponía de una visión tridimensional.
—¡Rick! —gritó—. ¡Cuidado! ¡A tu espalda!
Pero él no la oyó y siguió descendiendo hacia el suelo y el círculo blanco. El «bot» redujo la distancia. Karen se dijo que debía hacer algo para alejarlo y se lanzó en su persecución. Por el rabillo del ojo detectó más objetos voladores. Miró por encima de su hombro y vio decenas de «bots» —quizá más— volando y convergiendo hacia ellos. Sin embargo, no se desplazaban en línea recta, sino que su movimiento era un tanto errático, como si siguieran un rastro.
—¡Cuidado! —gritó de nuevo—. ¡A tu espalda!
Rick se volvió y vio el «bot» que lo seguía. Tiró de la palanca inmediatamente. Se ladeó, saliendo del picado y elevándose en un intento de zafarse de su perseguidor, pero el «bot» volaba tan bien como él y no dejaba de reducir la distancia.
Karen aceleró y se situó detrás del perseguidor. Quizá pudiera derribarlo si le daba un golpe con el morro. El microavión tenía la hélice en la cola, de modo que podía utilizar el morro como arma. Apuntó al «bot» y dio un acelerón. Se agarró fuerte y se preparó para el impacto.
Ambos aparatos chocaron con un ruido metálico y salieron disparados, dando tumbos en direcciones opuestas. El choque no había dañado ni el microavión ni el «bot», simplemente habían rebotado. El «bot» giró y se inmovilizó en el aire. Se orientó de nuevo y fue tras Karen. Esta recuperó el control de su aparato y se alejó sin dejar de vigilar al «bot». El artefacto aceleró hasta ponerse a su altura y entonces, para sorpresa de Karen, desplegó dos brazos articulados y se agarró al ala de su avión. Karen intentó quitárselo de encima, agitando las alas, pero la máquina no parecía dispuesta a soltarla. Entonces empezó a cortar el ala con sus cuchillas.
La estaba destrozando.
Rick dio media vuelta cuando vio que el «bot» se agarraba al aparato de Karen y voló hacia ella, preguntándose cómo conseguiría que aquella cosa se soltara. Su avión no iba armado, no tenía ametralladoras ni cañones. Sin embargo, en la cabina tenía el machete. Lo desenvainó y blandiéndolo en alto, como un sable de caballería, se lanzó contra el «bot». Cuando llegó a su altura descargó un machetazo y le cortó el cuello. Las cuchillas soltaron su presa y cayeron por el aire mientras el artefacto mutilado saltaba del ala y zigzagueaba, aparentemente desorientado. Karen recuperó el dominio de su aparato.
Los «bots» daban vueltas en lo alto. Docenas de ellos.
Rick voló a su alrededor. Uno salió disparado, se agarró a su ala y zarandeó el microavión antes de empezar a cortar el ala con sus cuchillas. Rick entró en barrena, pero otro «bot» sujetó la otra ala evitando su caída. Los dos «bots» sostenían el avión de Rick mientras lo hacían pedazos. Comenzaron a caer piezas del aparato.
Rick agarró el machete y saltó de la cabina. Mientras caía por el aire, se dio la vuelta y vio el avión de Karen, por encima de él. Tenía varios «bots» agarrados a él y caía sin control.
Uno de ellos había destrozado la hélice, mientras que otro le agujereaba las alas. En ese momento Rick dio contra el suelo, de espaldas, y se levantó ileso y machete en mano.
La sala del generador parecía gigantesca. No tenía la menor idea de dónde se encontraba el panel del microcontrol y no veía el círculo blanco. El suelo de plástico, que parecía resplandecer por debajo, estaba sembrado de bolas de suciedad del tamaño de pelotas de golf. Miró a su alrededor intentando localizar el avión de Karen, pero no la vio por ninguna parte. El suelo estaba hecho un asco.
Oyó un «puf», y Karen aterrizó de pie, como un gato, a unos cien metros de distancia. También ella se había lanzado de la cabina. Llevaba su machete y miraba a los «bots» que seguían destrozando su aparato en el aire. Por todas partes llovían piezas y fragmentos. Los «bots» parecían momentáneamente ocupados.
—¡Por aquí! —gritó Karen, señalando con el machete.
Rick vio entonces el círculo blanco y le sorprendió lo lejos que estaba. Los dos se lanzaron a una carrera desesperada, saltando por encima de los restos de los aviones y sorteando las bolas de mugre del suelo. Rick tropezó con un cabello humano y cayó despatarrado. Cuando se levantó, había perdido de vista a Karen.
—¿Karen, dónde estás? —gritó.
En lo alto, los «bots» habían acabado de triturar el avión y daban vueltas desplegándose por la sala en busca de su objetivo. Rick se preguntó si los verían corriendo por el suelo. Muchos otros se desprendieron del techo hasta que hubo un centenar de ellos buscando a los intrusos. ¿Acaso se comunicaban entre sí? Solo era cuestión de tiempo que los localizaran.