Los cuentos tradicionales japoneses, por lo general llamados otogi-zoshi (que puede traducirse por «cuentos de cabecera» o «cuentos de compañía») tienen su más reconocido ancestro en la obra titulada Uji shui monogatari (Colección de cuentos de Uji), compilada a comienzos del siglo XIII a base de reunir historias preexistentes de varias fuentes. De esta época, por cierto, nacen La historia de Urashima y El lobanillo desaparecido. Inicialmente, predominaban las historias sobre hazañas militares, pero desde principios del siglo XVI comenzaron a difundirse cuentos ilustrados en rollos de papel parcialmente coloreados a mano, donde ya un considerable número de ellas venían protagonizadas por animales o trasgos (yokai) y que en los siglos XVIII y XIX irán conociendo multitud de variantes gracias al uso de la imprenta, que permite una gran difusión entre las clases populares. De esta época arrancan la mayoría de los cuentos tradicionales japoneses, donde destaca el trasfondo de la moral confuciana y budista donde el bien siempre sale triunfante y acusando en algún caso la influencia de las fábulas griegas de Esopo, que comenzaron a publicarse en Japón a primeros del siglo XVII por obra de los misioneros cristianos.
La apertura a Occidente que se produce a finales del siglo XIX con la Restauración Imperial Meiji trae también la publicación de los cuentos alemanes de los hermanos Grimm, por lo que surge en Japón la idea de no dejar que se pierdan los cuentos tradicionales locales y, a la vez, la del esfuerzo por su difusión en el extranjero. Corresponde a Sazanami Iwaya (1870-1933), filólogo especializado en literatura alemana, el mérito de haber redactado hacia 1894 estas versiones, digamos, canónicas de los cuentos de cabecera más populares, que serían traducidas a gran cantidad de lenguas occidentales y publicadas en todo el mundo.
Dada la antigüedad de los cuentos que sirvieron de base a Dazai para sus versiones, resulta inevitable que existan infinidad de variantes, lo cual ha supuesto un gran reto a la hora de escoger las versiones para este libro. Se ha utilizado para ello un doble criterio, consistente en buscar las versiones que más se acerquen a aquella más difundida (todos han tenido versiones en inglés y en español desde hace un siglo), y, por otra parte, entre ellas, las que más se parezcan al contenido que remeda Dazai. En concreto, se han escogido las versiones del citado Sazanami Iwaya de comienzos del siglo XX para El lobanillo desaparecido y La montaña Kachi-kachi, y, para La historia de Urashima y El gorrión de la lengua cortada, las de Toshihiro Motomura, estudioso de las tradiciones de los pueblos primitivos de Hokkaido, que hace unos treinta años buscó un curioso equilibrio entre todas las variantes publicadas hasta entonces.