El cielo es profundo, el cielo es oscuro

y las estrellas derraman su luz glacial.

Cuando alzo los ojos, una ola de miedo me invade.

Si todo lo que tenemos es lo que aquí hay,

este mundo solitario, este conturbado lugar,

y luego frías estrellas muertas y espacio vacío…

Bueno, no veo ninguna razón para perseverar,

ninguna razón para reír o derramar una lágrima,

ninguna razón para dormir ni aun para velar,

ninguna promesa que cumplir y ninguna que hacer.

Y, por eso, de noche aún levanto la vista

para escrutar los límpidos pero misteriosos cielos

que tienden su arco sobre nosotros, fríos como la piedra.

¿Estás ahí, Dios? ¡Estamos solos!

Libro de las lamentaciones