Acabo de alcanzar Walata. ¡Qué hermosa es! Sus habitantes tienden a pintar las casas con dibujos geométricos y son hospitalarios. Viven de las caravanas y se enriquecen de un rico mercado. Hace una semana que partí del poblado en el que recuperé la vida, después de la zozobra del extravío en el desierto. No logramos rescatar a ningún otro miembro de la embajada. Todos murieron y duermen bajo las arenas. Recuerdo a Layla y el dolor de la ausencia me lacera.
Durante cuatro días he viajado con mercaderes que nada me cobraron al descubrir mi historia triste. Me despedí de ellos y me presenté en la oficina del wali.
—Soy Es Saheli, el único superviviente de la gran embajada del emperador Kanku Mussa.
El wali abrió sus ojos con gran sorpresa.
—¿Es Saheli, el granadino?
—Desgraciadamente, el mismo.
—Tu fama te precede. Siéntate, por favor.
Se dirigió a sus sirvientes.
—¡Traed té!
Parecía impresionado. Me trató como a un gran señor.
—Todo el mundo te admira. Recita tus poemas, imita el estilo de tus mezquitas.
—Sólo Alá es grande.
—¿Qué te ha ocurrido? ¿Cómo tú por aquí?
—Es una historia triste. Regresábamos exitosos de una embajada ante el sultán de los meriníes Abu l-Hasán. Mi caravana se extravió, fuimos atacados y la sed acabó con todos los demás.
El wali ya conocía el desenlace de la guerra de Fez contra Tremecén. Las noticias corren raudas por los desiertos a lomos de los camellos.
—Los hombres del Mali entramos en la ciudad derrotada junto al gran sultán. Nos agradeció nuestro apoyo con un tesoro, que duerme ahora en las arenas.
—Los únicos tesoros son la vida y la fe. Eres un afortunado, Es Saheli, pues ambos conservas.
—Perdí vidas que amaba —pensé en Layla—. Duelen más que la propia.
—Que la tristeza no nos amargue este encuentro feliz. Te buscaré un alojamiento digno. ¿Cuánto tiempo permanecerás entre nosotros?
—El preciso para unirme a la primera caravana que parta hacia Tombuctú. Un amigo enfermo me aguarda.
—Tienes suerte. Dentro de una semana sale una.
—Pues dentro de una semana partiré entonces. Estoy deseando postrarme ante el emperador para narrarle las cuitas de su embajada.
Estoy habilitado en un ala del propio palacio del wali. Aprovecharé estos días de descanso para avanzar en mi Rihla. Quiero poner al día los azares de mi existencia. Tengo todo el papel y la tinta que preciso, y una semana de sosiego por delante para ello. La aprovecharé con ahínco y escribiré el resto del camino de mi vida.