En resumen, todas las formas que existen,
inestables y transitorias,
son iluminadas en la reflexión
por el poder de cada mente.
—Lama Mipham
Liz Wolf redujo a segunda y metió el Porsche en el camino de acceso de David. La grava rechinó con fuerza bajo los neumáticos. Le parecía extraño volver a esta casa, el lugar donde habían pasado tantas cosas en los dos últimos días. Mientras aparcaba tras el viejo Cadillac, no pudo desprenderse de la sensación de que tocaba algo negado a la mayoría de la gente, algo claro y sin ensuciar.
El problema era que no sabía si era algo bueno.
Al teléfono, David le había dicho que lo había conseguido, que de algún modo había sobrevivido a Bailey. Pero, si eso era cierto, ¿por qué seguía sintiendo las imágenes de muerte dejadas por la mente de Silv? Avanzó hacia la puerta principal. No importaba cuánto lo intentara, no podía escapar a la sensación de miedo y pérdida. Ver a David la ayudaría, saber que realmente estaba bien.
—Elizabeth —dijo una voz—. ¿Elizabeth Wolf?
Dio un respingo, sorprendida, y se volvió ante la puerta, para ver a un anciano ajado y enjuto que al parecer había salido de entre los setos. Llevaba vaqueros y una camisa de cuadros, y su piel era correosa y arrugada como el cuero. La miró con ojos tristes y profundos, con una media sonrisa en la cara.
—¿Q-quién es usted? —preguntó ella, retrocediendo unos pasos—. ¿Cómo sabe mi nombre?
Él dio un paso adelante y alzó una mano.
—No…, no te asustes. No pretendo hacerte ningún daño.
Liz se apretó contra la puerta y su mano tanteó el pomo, que giró bajo su presión.
—Mire, no sé quién es usted, pero…
—¡No entres! —advirtió el hombre en voz alta, y luego bajó el tono—. Por favor…, espera un momento —se apartó de ella—. ¿Ves? Hablaremos desde lejos si así lo quieres.
—¿Quién es usted? —exigió ella.
—Me llamo Sonny —dijo el hombre con acento de Oklahoma—. Sonny Wolf. Yo… supongo que soy tu padre.
Ella se le quedó mirando. Si era realmente quien decía que era, estaba contemplando al hombre al que había odiado desde que era un bebé.
—¿Qué estás haciendo aquí?
El enjuto anciano se metió las manos en los bolsillos y contempló la grava bajo sus pies.
—Supongo que podríamos decir que vine para estar con él…, con tu hermano Davy.
—¿David te invitó a venir?
—No me invitó exactamente, cariño.
—No me llames así —dijo ella, experimentando un escalofrío—. No tienes ningún derecho a mostrarte familiar conmigo, aunque seas…, especialmente si eres mi padre.
Él asintió.
—Es muy justo.
Liz dirigió nuevamente la mano hacia la puerta.
—Bien, digámosle a David que estás aquí.
—Creo que él quiere que hable contigo antes de que entres ahí —dijo el hombre.
—¿Por qué?
—Para que lo comprendas mejor, supongo. ¿No sabes algo sobre estos… viajes y todo eso?
Liz sintió que su interior se tensaba, y un miedo profundo anidó en ella.
—U-un poco —dijo, dando unos cuantos pasos vacilantes en su dirección—. ¿Dónde está David?
—En parte ahí dentro —dijo él, señalando hacia la casa. Y luego el dedo se volvió y señaló su propia cabeza—. Y en parte aquí.
—¿David está… en ti? —preguntó Liz.
Él asintió.
—Creo que quiere que te diga algunas cosas.
—¿Por qué no me las dice él mismo?
El hombre que decía ser su padre la miró entonces, y en sus ojos asomó un atisbo de eternidad. Ella nunca olvidaría la profundidad de sus ojos.
—No puede, cari…, Elizabeth. Ya no sabe cómo.
—No comprendo.
—No estoy seguro de comprenderlo yo tampoco —replicó Sonny Wolf—, pero me gustaría intentar explicarlo, si me escuchas unos minutos.
Ella le miró, y le resultó difícil creer que un monstruo pudiera vivir dentro de aquel amable caparazón. Se acomodó la falda de verano bajo las piernas y se sentó en el escalón. Palmeó el suelo a su lado. Sonny sonrió mostrando dientes negros y se sentó, feliz.
—¿Te importa si masco tabaco? —dijo, y sacó un paquete de Red Man de su bolsillo trasero.
Ella negó la cabeza. En este lugar de milagros, todo era posible.
Sonny cogió un gran trozo de tabaco y se lo metió en la boca. Luego contempló durante algunos segundos el cielo del atardecer antes de hablar.
—Tu hermano ha vuelto para morir, Elizabeth. Su cuerpo está ahora mismo tendido ahí dentro.
Se volvió y la miró, la cara sincera, estudiando la suya. Las palabras se tensaron en la boca de Liz, y su pecho se encogió dolorosamente.
—¿Has…, le has…?
Él negó con la cabeza y mascó vigorosamente.
—Te he estado esperando aquí fuera. Es lo que Davy quería. —Volvió la cabeza y escupió en los setos de Bailey—. Vino a mí hace varias semanas. Yo trabajaba en una prospección cerca de Galveston, cuando de repente…, ¡zas! Me puse a pensar en cosas en las que antes nunca había pensado. —Se echó a reír—. Demonios, dejé el trabajo y me encerré en mi caravana durante tres días antes de tener idea de lo que estaba pasando.
—No estoy segura de entenderte —dijo ella.
Sonny se volvió y la estudió de nuevo.
—Davy, el Davy que tú conociste, ya no existe. Es más… sentimientos que nada. Ni siquiera sabe cómo me encontró. Tal vez fue una especie de instinto animal o algo parecido. Pero, después de vivir un tiempo con su cerebro, empecé a descubrirlo todo.
El hombre volvió a escupir y se levantó, llevándose una mano a su encorvada espalda.
—Me molesta estar sentado en el suelo —dijo—. Me hago viejo, supongo. —Caminó durante unos instantes.
—¿Quieres continuar, por favor? —pidió Liz, estremeciéndose por dentro—. No lo soporto.
Él dejó de andar y asintió.
—Su cuerpo está muerto, pero su cerebro no. Ha estado viajando a través de la mente, a través de la gente, a través de sensaciones. Es un buen chico, Elizabeth. Me hizo sentir como si yo también fuera bueno. —Los ojos del hombre se nublaron, y escupió una larga ráfaga de tabaco al suelo—. Quiere que sepas que, no importa lo que veas en esa casa, su vida ha sido mucho más que eso, mucho más. Ha viajado durante vidas y más vidas, olvidando las cosas y viviendo con sensaciones. Ha sido animales, y ha corrido y huido con ellos en bosques prehistóricos. —Cerró los puños ante él—. Pude oler las orquídeas, grandes como un balón de baloncesto, y vi los grandes bosques verdes. Y entonces él se convirtió en los bosques, y pude sentir cómo son.
Sonny Wolf permaneció en pie, transfigurado, contemplando el espacio.
—Pude sentir toda la vida fluyendo como de una tubería de petróleo, toda ella conectada por las emociones. Descubrí que toda la memoria es el recuerdo de la emoción, eso es todo. Toda emoción es la misma emoción; las cosas malas, el odio, el miedo, la ira, el ansia, son sólo la emoción vuelta hacia dentro. Y él vivió como los árboles y los pájaros, y supongo que empezó a perder lo que había sido. Fuera del caparazón, dejó de preocuparse por lo que se preocupa el caparazón. El cuerpo muere. Los sentimientos, Elizabeth, duran eternamente. Y Davy es ahora sólo sentimiento. Quiere que sepas que no podría ser más feliz.
Liz bajó la cabeza y empezó a llorar en voz baja.
—Nunca… tuvimos realmente oportunidad de estar muy unidos —murmuró, y no se sobresaltó cuando él colocó una mano sobre su hombro.
—Tuvo una hija —dijo Sonny.
Ella le miró, tomando fuerzas de su rostro angélico.
—¿Una… hija?
Sonny se echó a reír.
—Lo más loco de todo es que fue mi bisabuela, Sylvia Luper. También fue cosa fina. Nació en un faro en territorio yanki, y pasó toda la vida en un barco vivienda en el Mississippi. Mierda…, era algo… —volvió a escupir—. Davy quiere que sepas que también tú tendrás una hija.
—¿Y-yo?
—¿Te acuerdas de una mujer llamada Silv?
Liz asintió.
—Bueno, pues eres su abuela, muchas veces atrás en la línea.
Liz se puso en pie y se alisó la falda. Sus sentimientos eran indefinibles, mientras el aturdimento se posaba en su cerebro y en su cuerpo. Veía a la vez el pasado infinito y el futuro eterno, y era más de lo que podía manejar en el momento. Sabía que echaría de menos a David, pero ¿por qué elegía él volver en este hombre de su pasado, éste…? Y entonces se le ocurrió.
—Has venido por tu cuenta, ¿verdad? —preguntó—. Has venido aquí para hablarme. David no te hizo hacerlo.
Él sonrió.
—Davy no puede hacer que nadie haga nada. Y no lo haría aunque pudiera. Ahora es sólo sentimientos.
—Entonces…, ¿por qué?
—Eres mi hija, Elizabeth. Mi sangre. Lo hice por ti.
Se miraron mutuamente durante un largo instante.
—Lla-llámame Liz —dijo ella con voz frágil.
—Oh, nena —replicó él suavemente, y fue un comienzo—. Hay tantas cosas que quiero decirte.
—Nos llevará tiempo —murmuró ella—. Tenemos que conocernos despacio. He sido herida…, mucho.
—Nos dejaremos llevar por los sentimientos —dijo él, y en eso Liz vio la verdad.
Sonny se adelantó y subió los peldaños en dirección a la puerta.
—Voy a entrar a decirle adiós. ¿Quieres esperarme aquí fuera?
Ella sacudió la cabeza.
—Quiero entrar también.
Él asintió y abrió la puerta. Entró en el gran salón. Liz le siguió, y vio inmediatemente el cuerpo de David en el suelo, con todo el pecho cubierto de sangre. Sus ojos muertos la miraban.
Liz oyó su propia voz gritar su nombre desde lejos, y Sonny la sujetó cuando trató de correr hacia él.
—Tranquila —dijo amablemente—. Él es feliz. Estás afligiéndote por ti misma.
Liz dejó de debatirse con él y miró aquellos ojos. Las emociones vueltas hacia dentro, le había dicho. Y trató de pensar desde el punto de vista de David.
—Nunca te conocí mucho —le dijo Sonny al cadáver de David, desde una distancia de dos metros—. Pero saliste bueno, hijo. Fuera lo que fuera tu madre, te hizo bien de algún modo. Me enseñaste mucho sobre el amor y el odio, y te lo agradezco.
Liz no tenía palabras. Indudablemente, las lloraría en sueños durante muchas semanas, pero, ya que la pena era por sí misma, probablemente sería algo purificador. Tal como habían ido las cosas, se preguntó si Sonny no habría sido el regalo de David para ella, para ayudarla a salir de sus propios problemas.
—Adiós —oyó decir a Sonny, y luego vio al anciano llevarse una mano a la cabeza y desplomarse en el suelo.
Luego hubo un segundo, un glorioso segundo, en que sintió a David en su interior, abriéndole su mundo de sentimientos. Era feliz. Había aprendido el secreto que había buscado toda la vida, y se iba contento al otro lado.
Y la sensación pasó, dejando sólo residuos. Cada mente tenía que encontrar su propia llama de paz.
La cosa que había sido David Wolf se deslizó con facilidad en el cuerpo aún caliente del sueño y se abrió a la experiencia. Este lugar era familiar, y David fue invadido por un arrebato de viejos recuerdos conectados con este cuerpo.
La atracción le había traído hasta aquí, el conocimiento último de que la canción no puede conocerse hasta que termina la melodía. Era el lugar perfecto y natural en donde estar, y su ansia se apaciguó para siempre.
Mientras abrazaba felizmente el vacío y sus aguas oscuras y adormecedoras, un último pensamiento cristalizó: no era el miedo a la muerte lo que motivaba todo lo que vivía; era el miedo a la vida.
La negrura lo cogió y lo envolvió.
David Wolf había llegado a casa. Por fin.
Para descubrir la verdad final.
La vida es una pugna que sólo conduce a la muerte.
Pero la muerte es sólo otro momento en un mundo lleno de momentos…
El sol calienta, y luego es enfriado por la brisa del océano y la espuma salada de los rompientes mientras el hombre se encamina hacia el faro en un lugar llamado Portland Head.
El hombre busca, busca el momento de la eternidad, mientras entra en la torre y sube sus retorcidas escaleras hacia el lugar donde la mujer espera.
Ella está de pie, esperándole como siempre ha hecho y siempre hará. Él la encuentra por fin, y el momento se hace más sabroso por la larga separación. Son jóvenes como la primavera y viejos como la sabiduría. Cuando caen uno en brazos del otro, el infinito fluye a través de ellos, un conducto a las eras.
David le sonríe a Silv, y el gesto es un símbolo para todo tiempo, que los enlaza con todo lo que ha pasado antes y está aún por venir. Hacen el amor, su felicidad y su deseo es una sensación total, un dar eterno que nunca les puede ser arrebatado. El momento existe para todo tiempo, para ser visitado y revisitado una y otra vez sin confusión, sin deterioro.
Se ríen y reviven el momento, el momento prístino y eterno, y los sentimientos son siempre fuertes. El momento es.
Y están creando una nueva vida en este momento, la unión de su amor se extiende más allá de su propia existencia para afectar los futuros y los recuerdos de incontables nuevas generaciones.
Y así pasan los ciclos, renovación y renacimiento, felicidad regenerada. Todo amor es un recuerdo. Mientras exista la memoria, el amor no puede morir. La eternidad en un momento.
Elige la vida.