38
Cuando el despertador empezó a sonar a las cinco de la mañana, Jane tuvo que oprimir el botón de pausa. Dos veces. Por lo general se levantaba y se metía a la ducha antes de darse cuenta de que estaba de pie, como si la alarma del reloj no sirviera tanto para despertarla como para hacerla saltar de la cama como si fuera una rebanada de pan saliendo de un tostador. Pero hoy no. Se quedó acostada sobre las almohadas, mirando fijamente al techo.
Por Dios, qué sueños había tenido durante la noche… sueños de un amante fantasma que venía, le abría las piernas y la follaba con intensidad. Todavía podía sentirlo sobre ella, dentro de ella.
Basta. Cuanto más pensaba en eso, más le dolía el pecho, así que hizo un esfuerzo hercúleo para dirigir su atención al trabajo. Eso la hizo acordarse de Manello. No podía creer que él la hubiese besado, pero así era… Le había estampado un beso justo en la boca. Y como ella siempre se había preguntado cómo sería besar a Manello, no lo rechazó. Así que él la había vuelto a besar.
Había sido agradable y eso no le resultó sorprendente. Lo que sí había sido toda una sorpresa era que ella no se había sentido bien besándolo. Como si le estuviera siendo infiel a alguien.
La maldita alarma volvió a sonar. Jane soltó una maldición y la hizo callar con la mano. Se sentía cansada, aunque le parecía que se había acostado temprano. Al menos supuso que era temprano, aunque no estaba segura de la hora exacta a la que se había ido Manny. Recordaba que él la había ayudado a subir y la había dejado en la cama, pero su mente estaba tan confusa que no podía recordar qué hora era o cuánto tiempo había tardado en dormirse.
Era igual.
Se quitó las mantas de encima, se dirigió al baño y abrió la ducha. Mientras el vapor comenzaba a nublar el aire, Jane cerró la puerta del baño, se quitó la camiseta y…
De pronto frunció el ceño al notar una cierta humedad entre las piernas. Tras hacer un rápido cálculo mental, pensó que su periodo estaba enloquecido…
Pero no era la menstruación. Eran los restos de una relación sexual.
Una oleada de frío reemplazó el calor del vapor. Ay, Dios… ¿qué había hecho? ¿Qué demonios había hecho?
Jane se dio media vuelta, aunque no tenía adónde ir… y de repente se llevó la mano a la boca con horror.
El vapor había revelado unas palabras que estaban escritas en el espejo: Te amo, Jane.
Jane comenzó a caminar hacia atrás, hasta que se estrelló contra la puerta.
Mierda. Se había acostado con Manny Manello. Pero no recordaba nada.
‡ ‡ ‡
Phury se sentó en el estudio de Wrath, pero esta vez lo hizo en la delicada silla azul pálido que había junto a la chimenea. Todavía tenía el pelo mojado después de ducharse y tenía una taza de café en la mano.
Necesitaba un porro.
Mientras el resto de la Hermandad iba llegando, Phury miró a Wrath.
—¿Te molesta si fumo?
El rey negó con la cabeza.
—Lo considero un servicio público. Y creo que a todos nos vendría bien un poco de relajación hoy.
Por Dios, eso sí que era cierto. Todo el mundo estaba alterado. Zsadist se movía nerviosamente junto a la biblioteca. Butch estaba distraído con el ordenador que tenía en las rodillas. Wrath parecía exhausto detrás de una montaña de papeles. Rhage se paseaba de un lado a otro, sin poderse quedar quieto, señal de que no debía haber tenido ninguna pelea durante la noche.
Y Vishous… V era el peor. Estaba junto a la puerta, mirando al vacío. Si antes era frío, ahora era un témpano de hielo, un agujero negro en medio del salón. Mierda, estaba todavía más fúnebre que la noche anterior.
Mientras encendía un porro, Phury pensó en Jane y en V y se preguntó distraídamente cómo sería el sexo entre ellos. Se imaginaba que aunque debían haber tenido muchas sesiones de pura fornicación, también habían tenido maravillosos momentos de comunión.
Sí, nada que ver con lo que él había vivido en ese baño. Con esa prostituta.
Phury se pasó la mano por el pelo. ¿Seguiría siendo virgen a pesar de que había estado dentro de una mujer, pero no había eyaculado? No estaba seguro. En todo caso, tampoco le iba a preguntar a nadie. Todo el asunto era demasiado sórdido.
Joder, tenía la esperanza de que el hecho de estar con alguien le ayudara a seguir adelante, pero no era así. Se sentía todavía más atrapado, sobre todo al pensar que lo primero que hizo al cruzar la puerta de la mansión fue pensar en Bella: rezó para no encontrársela y que ella no sintiera el olor de esa humana sobre él.
Evidentemente, iba a necesitar algo más para alejarse de Bella.
A menos que… Maldición, tal vez sólo necesitaba poner distancia de por medio. Probablemente debería irse a vivir a otro lugar.
—Bueno, empecemos con esto —dijo Wrath y comenzó la reunión. Rápidamente revisó algunos asuntos acerca de la glymera; luego Rhage, Butch y Z le hicieron el informe sobre lo que había ocurrido en el campo. No mucho, en realidad. Los asesinos habían estado relativamente tranquilos en los últimos días, seguramente porque el policía había matado al jefe de los restrictores hacía un par de semanas. Eso era típico. Cualquier cambio de liderazgo en la Sociedad Restrictiva significaba una especie de tregua en la guerra con los vampiros, aunque no duraba mucho tiempo.
Cuando Phury encendió el segundo porro, Wrath carraspeó.
—Ahora… acerca de la ceremonia del Gran Padre…
Phury le dio una calada profunda al porro. V alzó sus ojos de diamante. Maldición… parecía como si hubiese envejecido ciento cincuenta años en la última semana, tenía la piel pálida, la frente arrugada, los labios apretados. Había que reconocer que V nunca había sido una cajita de música, pero ahora parecía el toque de difuntos.
—¿Qué pasa con ella? —preguntó V.
—Estaré allí. —Wrath miró a Phury y dijo—: Tú también, Phury. Nos iremos a medianoche, ¿vale?
Phury asintió con la cabeza y se preparó, pues parecía que Vishous iba a decir algo. Su cuerpo pareció ponerse en tensión, los ojos brillaron y movió la mandíbula… pero no dijo nada.
Phury echó una columna de humo y apagó el porro en un cenicero de cristal. Era terrible ver sufrir así a un hermano y saber que uno no podía hacer nada al respecto…
De pronto se quedó rígido y una misteriosa calma descendió sobre él, una calma que no tenía nada que ver con el porro.
—¡Virgen Santa! —exclamó Wrath, frotándose los ojos—. Largaos de aquí, todos. Id a descansar. Todos estamos a punto de perder el control…
En ese momento Phury dijo:
—Vishous, si no fuera por esta mierda del Gran Padre, estarías con Jane, ¿verdad?
V entrecerró sus ojos de diamante hasta dejarlos convertidos en unas finas líneas.
—¿Y qué diablos tiene que ver eso con todo lo demás?
—Estarías con ella —repitió y luego miró a Wrath y agregó—: Y tú se lo permitirías, ¿cierto? Me refiero a que sé que ella es humana, pero aceptaste que Mary viniera a…
V lo interrumpió, con una voz tan tajante como la expresión de sus ojos, como si fuera incapaz de creer que Phury pudiese ser tan desconsiderado.
—Pero no hay posibilidad de que eso funcione. Así que olvídalo, maldición.
—Pero… sí hay una posibilidad.
Los ojos de Vishous brillaron de repente con una luz blanca.
—No te ofendas, pero estoy a punto de estallar y creo que deberías cerrar la bocaza ahora mismo.
Rhage se movió sigilosamente para colocarse cerca de V. Zsadist hizo lo mismo con Phury.
Wrath se puso de pie.
—¿Qué os parece si acabamos con esto?
—No, escuchadme. —Phury se levantó de la silla—. La Virgen Escribana quiere un macho de la Hermandad, ¿verdad? Para que sirva de progenitor, ¿cierto? ¿Por qué tienes que ser tú?
—¿Quién podría ser sino? —gruñó V, cogiendo impulso para atacar.
—¿Por qué no… yo?
En medio del silencio que siguió, habría podido estallar una granada debajo del escritorio de Wrath y nadie lo habría notado: toda la Hermandad miraba a Phury como si de pronto le hubiesen salido cuernos.
—Bien, ¿por qué no podría hacerlo? Ella sólo necesita ADN, ¿no es así? Así que cualquier miembro de la Hermandad podría hacerlo. Mi linaje es fuerte. Mi sangre es buena. ¿Por qué no puedo ser yo?
Zsadist respiró profundamente.
—Por… todos… los demonios.
—No hay ninguna razón para que yo no pueda ser el Gran Padre.
Toda la agresividad de V se desvaneció y puso una expresión como si alguien acabara de golpearlo en la cabeza con una sartén.
—¿Y por qué harías eso?
—Tú eres mi hermano. Si puedo arreglar algo que está mal, ¿por qué no hacerlo? No hay ninguna mujer que me atraiga. —Al sentir una opresión en la garganta, se llevó una mano al cuello—. Tú eres el hijo de la Virgen Escribana, ¿no? Así que podrías sugerirle el cambio. Probablemente mataría a cualquier otro que se atreviera a hacerlo, pero a ti no. Mierda, tal vez puedas comunicárselo. —Phury dejó caer la mano—. Y puedes asegurarle que soy mejor para esa tarea porque no estoy enamorado de nadie.
V miraba fijamente a Phury con sus ojos de diamante.
—Eso no está bien.
—Todo el asunto es horrible. Pero eso no es relevante, ¿o sí? —Phury miró hacia el delicado escritorio francés y clavó los ojos en su rey—. Wrath, ¿qué dices?
—Joder —fue la respuesta.
—Ésa es la palabra indicada, mi amo, pero no es realmente una respuesta.
Wrath habló en voz baja, realmente muy baja.
—No puedes estar hablando en serio…
—Tengo que compensar un par de siglos de celibato. ¿No creéis que ésta es la mejor forma de hacerlo? —Se suponía que era una broma, pero nadie se rió—. Vamos, ¿quién más podría hacerlo? Todos vosotros tenéis pareja. El otro candidato posible sería John Matthew, gracias al linaje de Darius, pero John no es miembro de la Hermandad y quién sabe si algún día lo será.
—No. —Zsadist sacudió la cabeza—. No… eso te mataría.
—Tal vez si me muero de follar, sí. Pero si evitamos eso, estaré bien.
—Nunca tendrás una vida si haces eso.
—Claro que sí. —Phury sabía exactamente a qué se refería Z, así que volvió a dirigir su atención hacia Wrath—. Dejarás que V esté con Jane, ¿verdad? Si yo reemplazo a V, los dejarás estar juntos.
Eso no parecía muy apropiado, claro. Porque uno no le da órdenes al rey. Está prohibido por la ley y la tradición. Y además el rey podría darte una patada en el culo que te mandara al otro extremo del estado. Pero a Phury no le preocupaba mucho el protocolo en estos momentos.
Wrath se metió la mano debajo de sus gafas oscuras y se frotó los ojos durante un rato. Luego dejó escapar un largo suspiro.
—Si alguien puede controlar los riesgos de seguridad que implica la relación con un humano es V. Así que… sí, maldición, yo lo permitiría.
—Entonces me dejarás reemplazarlo. Y él irá a hablar con la Virgen Escribana.
El reloj antiguo que había en la esquina del estudio comenzó a dar la hora y las campanadas se asemejaban a las palpitaciones de un corazón. Cuando dejó de sonar, todo el mundo miró a Wrath.
—Que así sea —dijo el rey, tras un instante de reflexión.
Zsadist maldijo. Butch silbó. Rhage le dio un mordisco a su caramelo.
—Muy bien —dijo Phury.
«Por todos los demonios, ¿qué acabo de hacer?».
Aparentemente todo el mundo estaba pensando lo mismo, porque nadie se movió ni dijo nada más.
Vishous fue el único que rompió el silencio… y cruzó el estudio casi corriendo. Phury no se dio cuenta de lo que sucedía. Estaba a punto de encender otro porro y de pronto V se abalanzó sobre él, abrazándolo con sus inmensos brazos, apretándolo hasta que lo dejó sin aire.
—Gracias —dijo Vishous con voz ronca—. Gracias. Aunque ella no lo permita, gracias, hermano.