10
John estaba nervioso, mientras esperaba en el colorido vestíbulo de la mansión. Él y Zsadist siempre salían durante una hora antes del amanecer y, por lo que sabía, no había habido ningún cambio de planes. Sin embargo, el hermano llevaba casi media hora de retraso.
Para matar el tiempo, John dio otro paseo por el suelo de mosaico. Como siempre, sintió que él no pertenecía a toda esa grandeza, pero aun así le gustaba y la valoraba. El vestíbulo era tan increíblemente lujoso que era como estar parado en un joyero: varias columnas de mármol rojo y una piedra negra y verde sostenían paredes adornadas por frisos de hojas cubiertas con laminilla de oro y lámparas de cristal. La majestuosa escalera cubierta con una alfombra roja parecía de aquellas que aparecen en las películas y en las cuales se detienen en una pose dramática las estrellas de cine, antes de bajar a una fiesta de etiqueta. Y el diseño del mosaico del suelo mostraba un manzano en plena floración, enmarcado por el esplendor de la primavera, gracias a millones de trozos de cristal de colores que irradiaban la luz.
Sin embargo, el detalle que más le gustaba a él era el techo. Tres pisos más arriba había un asombroso fresco que mostraba escenas en las que aparecían guerreros y sementales que cobraban vida cuando se enzarzaban en una batalla con dagas negras. Parecían tan reales que uno sentía que podía estirar el brazo y tocarlos.
Eran tan reales que uno sentía que podía ser uno de ellos.
John recordó la primera vez que había visto todo aquello. Había sido cuando Tohr lo llevó a conocer a Wrath.
Tragó saliva. Había pasado tan poco tiempo con Tohrment. Apenas unos meses. Después de pasarse la vida sintiéndose desarraigado, después de haber flotado en el aire durante dos décadas, sin tener el ancla de una familia, había tenido apenas un atisbo de lo que siempre había deseado. Y luego una sola bala se llevó a su padre y su madre adoptivos.
A John le gustaría tener la madurez de decir que se sentía agradecido por haber tenido la oportunidad de conocer a Tohr y Wellsie durante el poco tiempo que pasaron juntos, pero eso era mentira. John deseaba no haberlos conocido. El hecho de haberlos perdido era mucho más difícil de soportar que el dolor sordo que sentía cuando estaba solo.
Eso mostraba su falta de valor, ¿verdad?
Sin previo aviso, Z salió por la puerta oculta que había debajo de la magnífica escalera y John se quedó petrificado. No podía evitarlo. Aunque había visto miles de veces al hermano, la apariencia de Zsadist siempre lo perturbaba. No sólo por la cicatriz que le atravesaba la cara y el pelo cortado al rape. Era esa aura letal que lo rodeaba y que no había perdido, a pesar de que ahora estaba casado e iba a ser padre.
Esa noche, además, la expresión de Z parecía de acero y su cuerpo estaba incluso más tenso.
—¿Estás listo?
John entrecerró los ojos y preguntó con la mano:
—¿Qué sucede?
—Nada que deba preocuparte. ¿Listo? —Eso último no era en realidad una pregunta sino una orden.
Cuando John asintió con la cabeza y se cerró su chaqueta de invierno, los dos hombres salieron por la puerta principal del vestíbulo.
La noche tenía el color de una paloma y las estrellas estaban tapadas por una fina capa de nubes, iluminadas desde atrás por una luna llena. De acuerdo con el calendario, la primavera estaba a punto de llegar, pero eso sólo era teoría, si uno juzgaba por el paisaje: la fuente que había frente a la mansión estaba vacía y apagada por el invierno. Los árboles parecían esqueletos negros que levantaban sus brazos huesudos al cielo para suplicar que el sol brillara con más fuerza. La nieve todavía se acumulaba en el césped, sin querer desaparecer tercamente de un suelo que todavía estaba congelado.
Sintieron el viento como una bofetada helada, cuando doblaron a la derecha y comenzaron a caminar por el sendero de piedra del jardín, que crujía bajo el peso de sus botas. La muralla de seguridad del edificio estaba bastante lejos, un muro de más de seis metros de alto y un metro de espesor, que rodeaba la propiedad de la Hermandad.
La muralla estaba equipada con cámaras de seguridad y detectores de movimiento, como un buen soldado con suficiente munición. Pero todo eso no eran más que detalles insignificantes. La verdadera maquinaria pesada era la carga de ciento veinte voltios que corría por el alambre de púas que coronaba el muro.
La seguridad antes que nada. Siempre.
John siguió a Zsadist a lo largo del césped cubierto de nieve y pasó al lado de jardineras secas y la piscina vacía que había detrás de la casa. Después de un declive suave, llegaron al borde del bosque. En ese punto la monstruosa muralla se lanzaba montaña abajo. Pero ellos no la siguieron sino que se introdujeron por la línea de árboles.
Debajo de los gruesos pinos y los arces de ramas inmensas sólo había un colchón de agujas y hojas secas, sin mucha vegetación. Aquí el aire olía a tierra y frío, una combinación que le producía escozor en la nariz.
Como siempre, Zsadist iba delante. Cada noche tomaban un camino diferente que parecía elegido al azar, pero siempre terminaban en el mismo punto, una pequeña cascada: la quebrada que bajaba por la montaña se lanzaba desde una colina y formaba un pozo poco profundo que tenía unos tres metros de diámetro.
John se acurrucó y metió la mano debajo del chorro de agua. Mientras que su mano interrumpía la corriente, sus dedos se congelaron por el frío.
Zsadist cruzó la corriente en silencio, saltando de piedra en piedra. El hermano se movía como el agua, de manera fluida y contundente. Sus pasos eran tan seguros que estaba claro que él sabía con precisión cómo iba a reaccionar su cuerpo a cada movimiento de un músculo.
Cuando llegó al otro lado, caminó hacia la cascada hasta quedar frente a John.
Sus ojos se cruzaron. «Ay, Dios, Z tenía algo que decir esta noche, ¿no?».
Las caminatas habían comenzado después de que John atacase a otro estudiante, dejándolo inconsciente en las duchas. Fue la condición que puso Wrath para que John pudiese permanecer en el programa de entrenamiento y aunque al comienzo pensó que iban a ser terribles y se imaginó que Z lo iba a volver loco a base de sermones, hasta ahora siempre habían caminado en silencio.
Pero ese no iba a ser el caso esta noche.
John retiró el brazo, caminó un poco a lo largo de la corriente y cruzó al otro lado, pero sin la destreza ni la seguridad de Zsadist.
Cuando llegó junto al hermano, Z dijo:
—Lash va a regresar.
John cruzó los brazos sobre el pecho. Ah, genial, el idiota que John había dejado para el arrastre. La verdad era que Lash se lo había buscado, después de perseguir y presionar continuamente a John y molestar a Blay. Sin embargo…
—Y ya ha pasado la transición.
«Grandioso. Incluso mejor». Ahora el maldito lo iba a perseguir y tendría con qué.
—¿Cuándo? —preguntó John haciendo signos con la mano.
—Mañana. Le dejé muy claro que si intenta algo, quedará expulsado para siempre. Si tienes problemas con él, me avisas, ¿está claro?
Mierda. John quería cuidarse solo. No quería que lo protegieran como si fuera un niño.
—¿John? Me avisas. Dime que sí con esa maldita cabeza.
John asintió lentamente.
—No lo vas a agredir. No me importa lo que diga o lo que haga. El hecho de que él te provoque no significa que tú tengas que reaccionar.
John asintió con la cabeza porque tenía la sensación de que Z se lo iba a volver a exigir, si no lo hacía.
—Si te pillo tratando de atacarlo, no te van a gustar las consecuencias.
John se quedó mirando el agua. Dios… Blay, Qhuinn y ahora Lash. Todos habían pasado ya por la transición.
De repente se puso paranoico y miró a Z.
—¿Que pasará si nunca me llega la transición?
—Ya llegará.
—¿Cómo podemos estar seguros?
—Es la biología. —Z señaló con la cabeza un roble inmenso—. A ese árbol le van a salir hojas cuando el sol comience a brillar. No lo puede evitar y contigo pasa lo mismo. Tus hormonas van a reaccionar un día y sucederá. Ya puedes sentirlas, ¿no es así?
John encogió los hombros.
—Sí, las sientes. Tus patrones de sueño y de alimentación son distintos. Al igual que tu comportamiento. ¿Acaso hace un año pensaste que serías capaz de tumbar a Lash al suelo y golpearlo hasta dejarlo chorreando sangre?
—Definitivamente no.
—Tienes hambre, pero no te apetece comer, ¿no es así? Vives inquieto y te sientes siempre cansado. Estás irritable.
Por Dios, ¿cómo era posible que el hermano supiera todo eso?
—Yo también pasé por ahí, recuérdalo.
—¿Cuánto más tendré que esperar? —preguntó John.
—¿Hasta que suceda? Siendo un macho, tendrás la tendencia a seguir el patrón de tu padre. Darius pasó por su transición un poco temprano. Pero nunca se sabe realmente. Algunos se quedan años donde tú estás.
¿Años?
—Mierda. ¿Qué sentiste después? ¿Cuando te despertaste?
En medio del silencio que siguió, el hermano sufrió el cambio de estado de ánimo más misterioso. Fue como si surgiera una neblina de la nada y lo envolviera… a pesar del hecho de que John seguía viendo con claridad cada detalle de su cara marcada y su inmenso cuerpo.
—Pregúntales a Blay y a Qhuinn.
—Lo siento. —John se sonrojó—. No quise meterme en lo que no me incumbe.
—No importa. Mira, no quiero que te preocupes por eso. Tenemos a Layla lista para que te alimentes de ella y vas a estar en un lugar seguro. No voy a permitir que te suceda nada malo.
John levantó la vista hacia la cara marcada del guerrero y pensó en el compañero que habían perdido.
—Sin embargo, Hhurt murió.
—Sí, eso sucede, pero la sangre de Layla es muy pura. Ella es una Elegida. Eso te va a ayudar.
John pensó en la hermosa rubia. Y en la manera en que se había sacado la bata justo delante de él para mostrarle su cuerpo y ver si lo aprobaba. Por Dios, todavía no podía creer que ella hubiese hecho eso.
—¿Cómo voy a saber qué hacer?
Z echó la cabeza hacia atrás y miró hacia el cielo.
—No tienes que preocuparte por eso. Tu cuerpo se hará cargo. Él sabrá qué desea y qué necesita. —Z volvió a bajar la cabeza y miró hacia lo lejos, mientras traspasaba la oscuridad como hacen los rayos del sol con las nubes—. Tu cuerpo tomará posesión de ti durante un rato.
Aunque le daba vergüenza confesarlo, John dijo:
—Creo que estoy asustado.
—Eso significa que eres inteligente. La transición es una tarea difícil. Pero como ya te dije… No voy a permitir que te suceda nada malo.
Z dio media vuelta como si se sintiera incómodo y John estudió el perfil del hombre contra el telón de fondo de los árboles.
Mientras John experimentaba una oleada de gratitud, Z interrumpió el agradecimiento que John estaba a punto de darle.
—Será mejor que regresemos a casa.
Mientras cruzaban de nuevo el riachuelo y se dirigían a la mansión, John se sorprendió pensando en el padre biológico que nunca conoció. Evitaba hacer preguntas sobre Darius porque Darius había sido el mejor amigo de Tohr y, para los hermanos, era difícil hablar de todo lo que se relacionaba con Tohrment.
Deseaba tener a alguien con quien pudiera hablar sobre su padre.