La población civil francesa veía en aquellos «parientes» del otro lado del Atlántico lo mejor que podía traer el desembarco después de sus propias tropas. No sabían que uno de los escuadrones de Spitfires que habían sobrevolado la zona dando cobertura aérea a los canadienses iba pilotado por aviadores de la Francia Libre. El teniente coronel de aviación Christian Martell había dicho a «Les Cigognes» («Las Cigüeñas»), como se llamaban a sí mismos los integrantes del 329 Escuadrón: «No quiero ver a ningún piloto mirando a tierra. Hoy tienen ustedes que vigilar el cielo».20 Pero aquel día los cielos permanecieron libres de cazas enemigos. El único peligro era el que pudiera plantear la colisión con otro aparato.
Los Chaudiéres tomaron el relevo y fueron los primeros en avanzar sobre Bény-sur-Mer, localidad que, pese a su nombre, se halla a unos cinco kilómetros tierra adentro. Aunque la carretera del sur era recta, se hallaba rodeada de campos de trigo en los que los alemanes habían dispuesto ametralladoras. Rebasarlas por los flancos se convirtió en una tarea muy ardua, y la infantería tuvo que arrastrarse a través de las espigas ya crecidas en una tarde de un calor bochornoso. Cuando los precisos cañonazos del destructor Algonquin, de la Marina canadiense, puso fuera de combate la batería instalada cerca de Bény-sur-Mer, el avance pudo continuar lentamente.
Los retrasos en la playa y la resistencia sorprendentemente fuerte de la 716.a División de Infantería, hasta entonces subestimada, supuso que la avanzadilla de la 8.a Brigada de Infantería canadiense no tuviera mucho tiempo para alcanzar su principal objetivo. El aeródromo de Carpiquet se hallaba justo al sur de la carretera Caen-Bayeux. El terreno llano ascendía luego ligeramente y, a través de los prismáticos, los hangares del aeródromo eran tentadoramente visibles en la distancia, pero los tanques de apoyo andaban escasos de munición. El general Keller esperaba que se produjera una contraofensiva de la 21.a División Acorazada y deseaba que sus tropas avanzadas se encontraran en posiciones defensivas al anochecer.
Desde luego no puede criticarse a los canadienses por la forma en que hicieron las cosas. El grupo de combate de los North Nova Scotia Highlanders y los fusileros de Sherbrooke (regimiento acorazado) habían utilizado correctamente todos los vehículos disponibles, los tanques ligeros Stuart, los Sherman, los tanques destructores M10, los camiones y los vehículos ligeros armados con fusil ametrallador, con el fin de acelerar el avance. De haber conocido el caos y el pánico reinante en el aeródromo, habrían seguido adelante. En París, la 3.a Luftflotte envió el siguiente comunicado: «En Carpiquet a las 19:20 del 6 de junio todo el mundo había perdido la cabeza de mala manera… el oficial al mando de la estación dio la orden de evacuación». Los precipitados intentos de destruir las instalaciones llevados a cabo por la Luftwaffe resultaron notablemente torpes, como observaría dos días después la 12.a División Acorazada de la SS Hitlerjugend. «La pista de despegue de Carpiquet volada de forma ineficaz. El resto de las pistas de rodaje apenas dañadas. La mayor parte del combustible todavía podría salvarse».21
Durante las siguientes semanas, el aeródromo y sus alrededores serían testigos de algunos de los combates más encarnizados de toda la batalla de Normandía contra la división Hitlerjugend. Pasaría más de un mes antes de que Carpiquet cayera por fin en manos de los aliados.