Capítulo 3

El corazón de Yorsh se detuvo por un instante. Un instante después ya estaba en el agua con la mano sobre el pecho de su hija.

La pequeña no sabía nadar.

Cuando llegaron a la playa Yorsh había intentado enseñarle a nadar a Robi. Le explicó el concepto de la «delfindad», es decir, pensar de manera intensa que se es un delfín, pero Robi por poco se ahoga. Después de tragar tal cantidad de agua que era asombroso que todavía quedara algo en el mar, desarrolló una técnica análoga a la de las ranas de los estanques que permitía mantener la cabeza afuera para respirar. Se la enseñó a todos los demás y ahora solamente Moron y los niños más pequeños no sabían nadar. Tanto Yorsh como Robi se habían dado cuenta de que no era siempre fácil para los jóvenes Elfos distinguir cuáles de sus capacidades eran solo suyas y cuáles eran también de la raza humana. Temerosos de equivocarse y de poner a Erbrow en peligro al atribuirle poderes álficos, decidieron que Robi se encargaría de enseñarle a nadar apenas estuviera un poco más grande. Al vivir en una playa era inevitable que ya Erbrow en algunas ocasiones hubiera terminado bajo el agua y el resultado habían sido grandes accesos de tos y de llanto, con base en los cuales Yorsh dedujo que solo la técnica de la madre podría salvarla en el mar.

Mientras agarraba a la niña, Yorsh pensó en la delfindad y la llevó de nuevo a la superficie. La hazaña duró unos pocos segundos. Erbrow se echó a reír como loca. No tosió ni se frotó los ojos por la molestia de haberlos tenido abiertos.

—Ota —dijo toda alegre.

—¿Otra vez? —preguntó Yorsh.

—Ota —confirmó la pequeña.

Yorsh comprendió. La sostuvo con firmeza con la mano y la deslizó bajo la superficie del agua. Erbrow miró alrededor riendo, señaló una estrella de mar en el fondo y se lanzó sobre un pequeño pulpo mimetizado en una roca cerca de ellos que escapó aterrorizado, dejando a sus espaldas una estela de tinta.

Estaba en el agua como un delfín. Yorsh la volvió a tomar en sus brazos y ella no paraba de reír. Recordó que cada vez que había caído en el mar y había tragado agua él no la estaba tocando. Tal vez el contacto era suficiente para transmitirle sus poderes. Con Erbrow, el dragón recién nacido, también se había comunicado a través del contacto físico. Su hija debió haber heredado su magia parcial o totalmente.

—Ten cuidado, pequeñita —le dijo con dulzura—, nosotros tenemos pulmones, no branquias. Podemos ir tan hondo como queramos, pero debemos regresar a la superficie para respirar.

—¿Puff?

—Sí, exacto, puff, respirar.

Yorsh le permitió regresar al agua. A intervalos la traía de nuevo a la superficie para hacerle tomar aire, hasta asegurarse de que Erbrow había entendido.