Apéndice 4

Intensidades del campo magnético necesarias para circularizar una órbita excéntrica de un cometa.

Aunque Velikovsky no lo ha hecho, hemos calculado aproximadamente el orden de magnitud de la intensidad del campo magnético necesaria para provocar una perturbación significativa del movimiento de un cometa. El campo perturbador puede proceder de un planeta, como la Tierra o Marte, cerca del que está pasando el cometa, o del campo magnético interplanetario. Para que este campo desempeñe un papel importante, su densidad de energía tiene que ser comparable a la densidad de energía cinética del cometa. (No nos preocupamos siquiera de la posible distribución de cargas y campos del cometa, la cual le permitiría responder al campo impuesto.) Por tanto, la condición es

B2/8 π
½ m v2/(43) π R3
= (½) ρ v2

siendo B la intensidad del campo magnético medida en gauss, R el radio del cometa, m su masa, v su velocidad y ρ su densidad. Cabe notar que la condición es independiente de la masa del cometa. Adoptando una velocidad cometaria típica en el sistema solar interior de unos 25 km/s, y tomando para ρ el valor de la densidad de Venus, unos 5 gm/cm3, encontramos que se necesita una intensidad de campo de más de 10 millones de gauss. (Resultaría un valor parecido en unidades electrostáticas si la circularización es eléctrica y no magnética.) El campo superficial en el ecuador terrestre es de unos 0,5 gauss. Los campos de Marte y Venus son de menos de 0,01 gauss. El campo solar es de varios gauss, alcanzando los centenares de gauss en las manchas solares. El campo de Júpiter medido por el Pioneer 10 arroja una cifra inferior a 10 gauss. Los campos interplanetarios típicos son de 10-5 gauss. No hay nada capaz de generar algo que se acerque a un campo de 10 megagauss a gran escala en el sistema solar. Y no tenemos ningún indicio de que un campo de esas características haya ejercido nunca su influencia en las cercanías de la Tierra. Hay que recordar que los dominios magnéticos de la roca fundida durante el proceso de reenfriamiento se orientan hacia el campo dominante. Si la Tierra hubiese experimentado, aunque fuese brevemente, un campo de 10 Mg hace unos 3500 años, la magnetización de las rocas nos lo indicaría claramente. Y no lo hace.