XXI
EL LIBRO DE BERTRAND
(RUSSELL)

Nadie trata a un coche tan estúpidamente como tratamos a las personas. Cuando el coche no quiere ir, no le echamos la culpa a su molesta tendencia a pecar. No decimos: «Eres un coche malo y no te volveré a dar gasolina hasta que vayas». Uno intenta descubrir qué falla y arreglarlo.

A menudo nos dicen que está muy mal atacar la religión, porque la religión hace a los hombres virtuosos. Eso me han dicho. Yo no lo he visto.

Si se me hubiera concedido ser omnipotente y millones de años para ejercer ese poder, no creo que el Hombre tuviera mucho de qué presumir como resultado de todos mis esfuerzos.

La causa principal del problema es que, en el mundo moderno, los estúpidos son arrogantes mientras que los inteligentes están llenos de dudas.

Por lo que puedo recordar no hay una sola palabra en los Evangelios en alabanza de la inteligencia.

Sugiero que, en todas nuestras creencias, debemos admitir «un probable error». Por ejemplo, si uno cree que la democracia es mejor que el fascismo, uno debería admitir, con todo, la posibilidad de error, por más que la posibilidad sea muy pequeña. La posibilidad de error quizá sea tan pequeña que uno puede estar dispuesto a matar y morir por su idea, pero el conocimiento de que esa posibilidad de error existe, debe apartarlo de defender las persecuciones a gran escala y las crueldades que casi siempre llevan a cabo aquellos que no admiten dudas.

Enseñar a vivir sin certidumbres y aun así no quedarse paralizado por las dudas es tal vez lo más importante que puede hacer aún la filosofía en esta época por aquellos que la estudian.

Creo que cuando me muera, me pudriré, y nada de mi yo sobrevivirá. No soy joven y amo la vida. Debería despreciar la idea de temblar de miedo ante la idea de la aniquilación. La felicidad no es menos cierta porque deba tener un final, ni el amor pierde su valor porque no sea eterno[7].

Y si hubiera un Dios, creo muy improbable que tuviera la enojosa vanidad de sentirse ofendido porque haya personas que duden de su existencia.