Los heroicos pasodobles

EL GENERAL PERCIN SE OCUPA HOY en Le Matin de las músicas militares francesas. Resulta que el efectivo de estas músicas es en tiempo de paz de quince mil hombres. Incluyendo los músicos reservistas, la cifra se eleva a noventa y cinco mil hombres. ¡Noventa y cinco mil hombres que no han recibido ninguna instrucción militar y que en caso de guerra se limitarían a hacer música!

Pero es que en el Ejército francés la música representa mucho más que la disciplina. Con una música alegre estos soldados van a todas partes. Los fusiles pueden no ser muy buenos, pero las trompetas y los tambores es necesario que sean excelentes. Todas las victorias francesas se han obtenido más a trompetazos que a cañonazos.

Este pueblo necesita que le echen discursos, que le toquen la música y que le den algo de beber. En frío, en seco, por convicción y por disciplina, no hará nunca nada; pero borracho de champagne, de música o de elocuencia, todavía es posible que haga cosas bastante grandes.

La conquista del mundo realizada por los soldados de Napoleón, ¿qué ha sido más que una gran fanfarria? Ha sido una fanfarria de gloria y de libertad, algo así como una machicha maravillosa, que ha hecho vibrar a toda la tierra. La Humanidad se sentía joven excitada por aquel redoble de parches. Era como en Montmartre, cuando los húngaros tocan una mazurca y los viejos salen a bailar con las muchachas y los clientes se insultan de mesa a mesa. Se arma una algarabía terrible; pero de pronto acaba la música y no pasa nada. El viejo se deja caer en un diván, convencido de que es viejo, y los clientes que iban a pegarse no se pegan. Todo ha sido música.

Las músicas militares francesas son capaces de entusiasmar a un inglés. Dickens cuenta que un día, en la avenida de los Campos Elíseos, ve pasar a una banda militar. Sin darse cuenta comienza a ajustar su paso al paso de los soldados. Al poco rato un enjambre de chicos sigue a los soldados, vociferando. Un cul de jatte, en un carrito, hace esfuerzos extraordinarios con las manos para no quedarse atrás. Dickens lleva el sombrero ladeado, el bastón al hombro, la cabeza erguida. La música le ha conquistado. Ya no es inglés, ni es nada. Se siente capaz de pegarse con los alemanes y con quien sea.

«¡Estas músicas —dice— harían valiente al pueblo más cobarde del mundo!».

Es decir, que la instrucción musical tiene mucha más importancia en el Ejército francés que la instrucción militar, y los clarinetes más que los mausers. No se preocupe el general Perci. Confíe en el espíritu de su pueblo. Cuando los alemanes les hagan a los franceses una descarga de metralla, los franceses sobre los alemanes descargarán un pasodoble. Harán con los tambores y con las trompetas un ruido que apagará el de los cañones enemigos. Que los clarines sean muy vibrantes y los tambores muy sonoros, y no hay que preocuparse de otra cosa.